13 febrero 1961

Occidente satisfecho de la desaparición de su principal enemigo, mientras que la URSS les responsabiliza del crimen

El jefe del Gobierno del Congo Patrice Lumumba asesinado en medio de una guerra civil entre partidarios y detractores del político

Hechos

El 13.02.1961 Radio Conakry informó del asesinato de Lumumba, Okito y Mpolo.

Lecturas

El gobierno proocidental de Katanga acaba de dar a conocer su versión de los hechos que culminaron con la muerte de Patrice Lumumba, líder del movimiento nacionalista congoleño y ex primre ministro.

Según el documento oficial, Lumumba fue hecho prisionero hace un mes por su principal enemigo, el secesionista katangueño Moshé Tshombe; en un momento determinado intentó escapar, y fue muerto por los soldados que se encargaban de custodiarle.

Sin embargo, una comisión investigadora de la Organización de Naciones Unidas ha comprobado que Lumumba murió poco después de ser capturado.

Tshombe ha sido arrestado este 13 de febrero de 1961 para que explique la forma en que murió su más enconado rival político.

No obstante, para la opinión pública internacional los verdaderos culpables del asesinato del líder africano son los colonialistas belgas, que armaron a mercenarios como Tshombe – o el propio Mobutu, intrigante personaje a quien se responsabiliza como ejecutor directo del asesinato de Lumumba – para aferrarse a sus posesiones mineras en Katanga.

Mientras tanto en el Congo, el presidente Joseph Kasavubu acaba de nombrar a Joseph Ileo como sustituto de Lumumba en la presidencia del Consejo. Por otra parte, en el exterior, las reacciones ante esta farsa trágica no se ha hecho esperar.

La embajada belga en El Cairo ha sido incendiada y Bélgica rompió de inmediato sus relaciones diplomáticas con la República Árabe Unida (RAU).

EL DIARIO ABC CELEBRA LA MUERTE DE LUMUMBA

El director del diario español ABC, D. Luis Calvo Andaluz, publicó un artículo titulado ‘A Hierro Muere’ el 14.02.1961 en el que acusaba a Lumuba de ser el responsable de haber ordenado a sus partidarios que atacaran a la población europea. «Hay que lamentar su muerte y confiar en la misericordia de Dios. Conviene, sin embargo, recordar que no se lamenta la muerte de un salto, sino la de un criminal. El que a hierro mata, a hierro muere».

14 Febrero 1961

…A Hierro muere

Editorial (Director: Luis Calvo)

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Apenas habían pasado cuarenta y ocho horas de la proclamación de independencia cuando Patricio Lumumba ordenó a sus partidarios que atacasen a la población europea. Los indígeneas enloquecidos, borrachos de sangre y de fuego, llevaron la selva a la ciudad. En un solo día se retrocedió el siglo de paciente labor civilizadora de Bélgica. El grito de “¡Abajo los blancos!” repercutió con sonoridades dogmáticas. Patricio Lumumba, obedeciendo la turbia voz moscovita, azuzó a negros contra blancos. Se trataba de provocar la intervención militar belga para luego poder acusar en la ONU al noble país europeo. Los soviéticos exigirían entonces la inmediata retirada de las tropas belgas, principal obstáculo para la futura infiltración comunista. El plan se cumplió, como sabe, punto por punto.

Un mes antes de la independencia, el Congo vivía el n pacífico orden, regido por la ley cristiana. Bastó una orden de Patricio Lumumba para que se implantara de nuevo la ley de la selva. Las tribus se lanzaron a una espantosa guerra intestina, guerra de rivalidades ancestrales y de salvajismo sin límites. En Leopoldville no se respetó a nada ni a nadie. Las representaciones diplomáticas fueron invadidas, las mujeres y las monjas violentadas, asesinados los niños. El éxodo de la población blanca, realizado a través del río en una noche alucinante, posee remembranzas bíblicas. Los que lograron salvarse parecían salidos del infierno. Sangre belga tiñó de rojo el suelo africano. Pero el secretario de la ONU manifestó muy democráticamente su apoyo al filocomunista LUmumba, gran instigador de las matanzas, exigiéndola inmediata retirada de las tropas belgas que intervinieron para restablecer el orden.

No todo salió bien en el meditado plan soviético. La reacción de la provincia de Katanga y las constantes denuncias belgas descubrieron los manejos moscovitas. Lumumba llevó entonces su histérico extremismo a límites increíbles. Con intolerable insolencia exigió que los soldados de la ONU se pusieran a sus órdenes para aplastar a todo aquel que no pensara como él. Viajes epilépticos en aviones comunistas y amenazas insultantes concluyeron con el apaleamiento de los soldados representantes de la ONU. ¡Espectáculo único! Un politicastro negro, condenado tiempos atrás por delito común, turbio líder de un país apenas nacido, apaleó y humilló a los soldados que encarnaban el prestigio de toda una organización mundial de naciones.

El presidente Kasavubu destituyó entonces al frenético cabecilla, mientras un militar audaz, el coronel Mobutu, se hacía con e poder ejecutivo. Lumumba fue encarcelado. Si la ONU hubiera apoyado entonces a los tres líderes, Mobutu, Kasavubu y Tshombe, la crisis congoleña habría quedado zanjada y se hubiera alcanzado un acuerdo sobre una solución de tipo federativo.

Ya habrá más de uno que no crea en la intervención soviética y mucho menos en la existencia de un plan comunista cuidadosamente preparado antes de la independencia. Acusar a los marxistas desués de ocurridos los hechos es para algunos un lugar común. Pero en su Boletín del 11 de agosto de 1950 (es decir, diez años antes de la indepdendencia del Congo)la agencia católica suiza ‘Kipa’ publicó un documento titulado ‘instrucciones a los militantes del Mouvement National Congolais de Lumumba’, que no tiene desperdicio. En él quedaban puntualizados los contactos con Rusia, la jefatura indiscutible de Lumumba, la mentira como arma más eficaz, la necesidad de eliminar a la Iglesia, “el más grande enemigo de nuestra iniciativa”, y otra serie de puntos de claro sabor marxista.

En fin, Lumumba ha muerto. Su presencia se hará sentir todavía en la agria situación que vaa vivir el Congo durante los próximos días. Pero el líder negro no podrá contemplar el espectáculo. Desde el punto de vista cristiano puede uno alegrarse de que Lumumba no haya alcanzado el triunfo, pero hay que lamentar su muerte y confiar en la misericordia de Dios. Conviene sin embargo, recordar que no se lamenta la muerte de un santo, sino la de un criminal. Hay cosas, además, que se producen fatalmente. El que a hierro mata, a hierro muere. A veces los hombres se labran su propio destino. Y ahora que la trageda de Patricio Lumumba se ha consumado, saltan al comentario apresurado las duras palabras bíblicas ‘pues según la ley, todas las cosas se purifican con sangre, y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.