5 febrero 2005

Culpa al PP de no haber sido elegido presidente de Sala Penal de la Audiencia Nacional

El juez Garzón arremete en su libro contra los periodistas Pedro J. Ramírez, Jiménez Losantos y Jesús Cacho

Hechos

En febrero de 2005 el juez D. Baltasar Garzón publicó su libro ‘Un mundo libre’ en el que aludía a los periodistas D. Pedro J. Ramírez, D. Federico Jiménez Losantos y D. Jesús Cacho.

04 Febrero 2005

SANCIONABLE O NO, GARZON YA NO PUEDE SEGUIR SIENDO JUEZ

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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«Huid de la adulación y la lisonja», recomienda Baltasar Garzón a sus hijos en Un mundo sin miedo, el nuevo libro de autobombo presentado ayer por el propio juez. El consejo es excelente y nace sin duda de su propia experiencia, ya que Garzón es un magistrado con un ego descomunal, que le ha llevado siempre a buscar la máxima notoriedad en sus actuaciones profesionales y ha alcanzado ya niveles rayanos en lo enfermizo.

El libro se pone hoy a la venta, pero el fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Eduardo Fungairiño, ya lo ha leído porque ayer presentó una denuncia por revelación de secretos contra Garzón. Le acusa de hacer públicos datos que figuran bajo el secreto del sumario en varios juzgados de la Audiencia Nacional. Fungairiño declaró ayer que «un juez no puede pronunciarse sobre asuntos sub iudice» y que Garzón debería haber permanecido «callado».

Garzón replicó que él jamás ha sido instructor de las causas sobre las que opina en sus memorias y que la denuncia de Fungairiño es «un absoluto despropósito».

Es cierto que existe una animadversión personal entre ambos, fomentada por el propio Garzón, que en su anterior libro acusaba a Fungairiño de ser un lacayo de Pinochet y un infiltrado de los servicios secretos en la Audiencia. El propio Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) abrió un expediente disciplinario a Garzón por estas descalificaciones y por revelación de secretos de sumarios que él instruía, que fue cerrado sin sanción alguna.

Pero también es cierto que el fiscal Fungairiño tiene motivos más que suficientes para denunciar a Garzón por su frivolidad al afirmar, citando un informe policial protegido por el secreto del sumario, que «ETA no buscó una carnicería en la estación de Chamartín» el día de Nochebuena. Lo que asegura Garzón contradice el testimonio del etarra detenido por esta acción, que confesó que querían provocar una masacre. En cualquier caso, su afirmación podría ser utilizada por los abogados de los inculpados, a los que el juez exculpa con una ligereza sorprendente.

El Poder Judicial tendrá que determinar si las informaciones y opiniones que vierte merecen una sanción disciplinaria. Y probablemente los tribunales tendrán que pronunciarse sobre si Garzón ha cometido un delito de calumnias al acusar de «venales» a los periodistas Federico Jiménez Losantos y Jesús Cacho, que ayer anunciaron acciones legales en defensa de su honor.

Garzón afirma en su libro que el veto del PP -por su posición contra la intervención en Irak- le impidió ser nombrado presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia. Pero lo cierto es que fueron precisamente los vocales del CGPJ próximos al PP los que impulsaron hace cuatro años el archivo sin sanción de aquel expediente disciplinario.

Garzón, una vez más, se ha dejado llevar por su inmensa vanidad.Sea o no sancionado por la vía disciplinaria o la penal, su conducta le inhabilita para seguir siendo juez. Debería aprovechar la excedencia que ha pedido para no volver jamás a una carrera que denigra con una egolatría que desprecia la prudencia exigible a quien debe mantenerse al margen de la polémica.

05 Febrero 2005

El juez Garzón en su disyuntiva

Martín Prieto

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No soy hostil al juez Garzón; al menos gracias a él Pinochet ha pasado un tiempo en reclusión domiciliaria en Londres, porque en Chile no le juzgarán jamás. Pero debe ir decidiendo qué quiere ser de mayor antes de darle consejos a sus hijos. En una ocasión, en su casa blindada y vigilada le colocaron una piel de plátano sobre la cama, en alusión al patinazo que podía dar. Pero sus debilidades han sido siempre por cuenta propia. Se dejó engatusar por Felipe González y José Bono, que hizo la tercería, para ir de número dos por Madrid en las listas del PSOE, desplazando a Javier Solana. Carmen Romero hizo de víbora comentando lo poco que el juez se había resistido. González fue socarrón y despreciativo: «Se va a enterar éste de lo que es hacer política».

No le dieron otro poder que el que pueda tener un coche oficial con escoltas. Le humillaron y le ofendieron, y Belloch le maltrató públicamente y le denigró en privado («no es un juez, es un policía»).Regresado a la Audiencia, reabrió el caso GAL (que aunque pareciera una venganza nos interesaba a los demás). Pero nunca se atrevió a despejar la X de aquel sumario. Sufre el efecto acordeón porque siempre está engordando y enflaqueciendo según se vea en los telediarios porque la TV siempre te pone unos kilos encima. No es narcisismo: es una medición al detalle de su impacto sobre los medios de comunicación. De mayor también ha querido ser Nobel de la Paz (u otros lo pretendieron por él) y presidente de la Corte Penal Internacional, por el momento bloqueada por China y EEUU. Lo tuvo en la mano pero el prerrequisito era hablar inglés y finalmente el cargo fue para el argentino Moreno Ocampo.

De su ego dan fe dos biografías en cuatro años: si sigue a este ritmo configurará la Biblioteca Garzón. Se tiene que sentir incómodo en la Audiencia desde que echó a los lobos a Gómez de Liaño sabiendo que no era un prevaricador. Ese hondón de su conciencia debe desasosegarle y de ahí el mito vampiresco de que no duerme. Le creíamos encarrilado a Nueva York para dar clases o recibirlas, pero ciertamente para aprender inglés. Luego podría pedirle al Gobierno que le aupara a la Corte Penal como vocal, con lo cual él contento, sus amigos también y sus enemigos satisfechos de tenerle lejos. Pero antes de iniciar el gambito vuelve a perderle la vanidad o el dinero con esta biografía, que también es un ajuste de cuentas personales. Se ponga como se ponga nuestro personaje, un juez nunca puede desvelar, ni en todo ni en parte, un sumario secreto ni comentar apreciaciones policiales que en él se contengan. Eso sí: sigue siendo el tío que mejor cuenta los chistes en España.