15 marzo 1991

El anterior propietario, Charles Brumback, deja a la empresa al borde de la quiebra

El magnate británico Robert Maxwell compra el periódico más leído de Nueva York, ‘The Daily News’

Hechos

En marzo de 1991 se hizo público el cambio de propiedad de la empresa editora del periódico de Estados Unidos ‘The Daily News’.

13 Abril 1991

Un inglés enamorado de Nueva York

Angel F. Fermoselle

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DICEN que lo ha hecho por pura desfachatez. Hasta hace poco, a sólo un reducido número de los norteamericanos les sonaba el nombre de Robert Maxwell, a pesar de su enorme imperio de más de 450 empresas. Ahora, Jan Ludvik Hoch, como surgió al mundo Maxwell, en Checoslovaquia y hace 67 años, ha conquistado Manhattan. «A ése le conozco, es Robert Maxwell. Es el que tiene el dinero». El comentario, escuchado cerca del cuartel general del Daily News, refleja la construcción de la nueva popularidad del polémico empresario. Hace algunos años no le dejaban entrar en algunos hoteles por su mal comportamiento; al parecer, exigía demasiado del personal. Ahora, el Waldorf Astoria le reserva la «suite» presidencial y casi despliega su alfombra roja para que la pise el nuevo dueño del debilitado News. Maxwell, con su astucia «bruta» y su oscura fama londinense, ha asaltado la ciudad de los rascacielos a lo Schwarzkopf, con el aura de salvador con la que siempre le ha gustado adornarse y con la elegancia de un «aterrizaje» diurno en yate, el «Lady Ghislaine», en la Gran Manzana.

Armado con su energía divina -dice que su capacidad para trabajar dieciocho horas diarias se la ha dado Dios, su sabiduría de experto negociante y la confianza en superar las adversidades de su última cruzada periodística, ha pronunciado las palabras mágicas: «I love New York», y, sorpresa, ha funcionado. La ciudad, tan desalmada e interesante, como de costumbre, había perdido cierto morbo con el resquebrajamiento del imperio de Donald Trump y la caída en picado de su ex alcalde, Ed Koch. Big Bob ha aparecido a tiempo. Dicen, también, que la máxima prioridad de este emigrante, hijo de campesinos checos, al hacerse con el News, un periódico que hace medio año vendía más de un millón de ejemplares diarios y que hace un mes no llegaba a los 300.000, con enormes pérdidas y más problemas, es la de triunfar en el terreno en el que Rupert Murdoch, su máximo rival, ha fracasado. El empresario de origen australiano adquirió en 1976 el New York Post, competencia directa del News. En doce años, Murdoch perdió 150 millones de dólares. Al final, las autoridades le obligaron a vender, al ser también propiedad de una cadena de televisión. «Mad Max»; como le ha llamado ya la portada del Post -quizá el diario que más tiene que perder, si el News lograra recuperar el terreno perdido en seis meses de huelga- ha tomado las riendas del que fuera uno de los diarios más vendidos del país con cierta moderación, teniendo en cuenta su «historial». Aún no ha echado a ninguno de sus subordinados sin razón aparente, ni tampoco ha cambiado la estructura del periódico para ajustarla a sus deseos, como dicen que ha hecho con excesiva frecuencia en Inglaterra. Su estilo, de momento, es más «laissezfaire» de lo que muchos esperaban. Tampoco, al parecer, ha dictado títulos desde el yate ni ha escrito editoriales. Todo lo contrario. Ha insistido en que no lo hará, porque «yo impongo mi política en casa, en el lugar del que soy ciudadano». Maxwell añade que, al «al revés que otros editores, soy un ciudadano leal y no cambiaré de ciudadanía». Por supuesto, se refería a Murdoch, que adquirió la ciudadanía estadounidense en 1985.

Este «demócrata por convicción, dictador en la práctica», como lo describe Joe Haines, un ex redactor de The Daily Mirror que publicó su biografía, explica su aproximación al News diciendo que «sólo intervengo (en mis empresas) cuando hace falta que lo haga». El objetivo de Maxwell parece ser alcanzar, a medio plazo, las ventas de 1.100.000 de ejemplares diarios que registraba antes de la huelga, cuando el News era el tercer periódico metropolitano más vendido en el país. Los días de la máxima gloria, allá por la década de los 40, quedan ahora muy lejos. Nadie considera posible que el nuevo editor pueda conseguir la cota de 1947, cuando el News vendía 2,4 millones de ejemplares cada día, y 4,7 millones los domingos. Mientras los beneficios inundaban al diario a los veinte años de su salida, sus directores financieros comenzaron a aceptar cada una de las exigencias de los sindicatos, cuya fuerza iba creciendo. Se dispararon los costes de personal -surgieron hasta puestos de trabajo innecesarios y los derechos económicos de éstos, al tiempo que las ventas y, por tanto, los ingresos por publicidad disminuían anualmente. En los ochenta, los responsables del diario buscaban la comprensión de sus trabajadores diciéndoles que debían olvidarse de gran parte de los beneficios adquiridos durante los años de desarrollo. El diario había perdido 115 millones de dólares. La intransigencia de unos y otros dominó el último periodo. Finalmente, la Tribune Corporation, dueña del News, le «vendió» el diario al único que quiso comprarlo; además, le entregó 60 millones de dólares sólo para que se hiciera cargo del mismo. Y Maxwell, claro, lo ha hecho, dándose el gustazo de salvar un periódico «histórico» y utilizar, para ello, 60 millones ajenos. De los sindicatos ya ha conseguido más de lo que pedían los antiguos dueños: cerrar la imprenta de Long Island, eliminar 800 puestos de trabajo y congelar los sueldos durante un año. Si será suficiente, nadie lo sabe. Este «self-made man no tiene ningún sentido de sus limitaciones», dice un profesor de Periodismo de la City University de Londres. Quizá no, pero el «editor socialista más despiadado del mundo», como lo llama Tom Bower en Maxwell the outsider, apuesta, casi siempre, al ganador.