27 marzo 1991

Premios Óscar 1991 – Kevin Costner (‘Bailando con Lobos’) derrota a Martin Scorsese (‘Uno de los Nuestros’) y a Francisc Ford Coppola (‘El Padrino III’), el gran derrotado

Hechos

Fue noticia el 27 de marzo de 1991.

Lecturas

Whoopi Goldberg ganó el Óscar a mejor actriz secundaria por su papel en ‘Ghost’.

Mejor Película – ‘Bailando con Lobos’.

Mejor Actor – Jeremy Irons (‘El Misterio Von Bülow’).

Mejor Actriz – Kathy Bates (‘Misery’).

Mejor Director – Kevin Costner (‘Bailando con Lobos’).

Mejor Actor Secundario – Joe Pesci (‘Uno de los Nuestros’).

Mejor Actriz Secundaria – Whoopi Goldberg (‘Ghost’).

Óscar Honoríficos – Sofia Loren y Myrna Loy.

27 Marzo 1991

Lo de siempre

Ángel Fernández-Santos

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Los oscars que cuentan, que son los llamados artísticos (mejor película, director, intérpretes, fotografía, música, guión), para distinguirlos de lo, técnicos, no suelen ser -hay excepciones, pero infrecuentes premios al mejor cine, sino al cine más inmediatamente rentable (rentabilidad y calidad no siempre coinciden en este terreno), el que no supone riesgo ideológico o innovación formal.Y otra vez la vieja regla se ha cumplido. De ahí que comentar cada primavera los premios de la Academia de Hollywood conduce inevitablemente a una rutina: casi nunca hay nada nuevo que decir, y este año no ha sido excepción. La victoria no se la llevan las películas que más arriesgan por el cine, sino las que garantizan el funcionamiento del negocio y no se entrometen en las sutilezas del lenguaje cinematográfico en que el negocio se basa. De ahí que esos premios artísticos sean también discernidos desde una óptica de mercado. No es malo que así ocurra, lo malo es que ocurre bajo esa especie de premios artísticos que confunde las cosas y emplea el prestigio de la palabra arte como coartada para adecentar lo que sólo es un cálculo mercantil, legítimo pero no artístico.

¿Mejor director?

Que los gremios de Hollywood consideran a Bailando con lobos la mejor película -cosa que se suponía unánimemente desde que se conocieron cuáles eran las candidatas- es coherente desde el punto de vista de sus cuentas corrientes, pues a las facilidades lideológicas que la película ofrece al tratar un asunto histórico muy duro de tragar para Estados Unidos de manera suave y digerible- se unen, y esto es decisivo, los 120 millones de dólares que lleva recaudados en sólo 16 semanas de exhibición. Por el contrario, a la dureza con que Uno de los nuestros y El padrino III expresan otro asunto interior igualmente intragable, se añade que la primera ha cosechado un taquillaje de 42 millones en 23 semanas y El padrino anda en cifras de amortización.

Pero la coherencia se viene abajo cuando vemos que se considera al buen actor y sagaz productor Kevin Costner como el mejor director del año, cosa que no se sostiene y que incluso tiene aspecto de disparate, sobre todo si se tiene en cuenta que competía con los directores de Uno de los nuestros y El padrino, Martin Scorsese y Francis Ford Coppola, que son maestros indiscutidos en su oficio, oficio en el que Costner es todavía un balbuciente aprendiz.

Del resto nada hay que añadir a lo dicho (el disfraz artístico de los intereses industriales se confirma en casi todos los premios), pues la presencia en la lista de premios de Ghost y Dick Tracy exclusivamente comerciales, como el triunfador, y que llevan recaudados centenares de millones lo rubrica.

19 Febrero 1991

Durisimo y formidable 'El padrino III

Ángel Fernández-Santos

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Francis Ford Coppola, sin duda el más grande cineasta norteamericano en activo, ha roto la vergonzosa racha de deserciones de sus compatriotas, que se niegan a volar a Europa por miedo a la guerra del Golfo, y presentó a primeras horas de la tarde de ayer ante la prensa, y en la gala nocturna ante los invitados de la Berlinale, la tercera parte de su aventura de El padrino, que le dio fama mundial.

Se presumía que este su retorno a los personajes de la Mafia neoyorquina tenía como objeto exclus’vamente amortizar las deudas contraídas en filmes posteriores, de enorme calidad, pero de audiencia minoritaria, a causa de su exquisitez y su desprecio por las leyes del consumo. Lejos de ello, Coppola ha preferido ser fiel a sí mismo y ha realizado tal vez su obra formalmente más audaz, resuelta en el borde mismo de la maestría y en las cercanías de la perfección.Quienes consIderaban que El padrino III era para Coppola una película de las llamadas alimenticias, han quedado perplejos ante la autoexigencia con que el cineasta ha desarrollado el magnífico guión de Marlo Puzo sobre el destino de los personajes creados por él en la novela. Son muchos los espectadores que no saben a qué atenerse ante este filme, de un rigor aplastante, tal como exige la creación de una terrible y solemne tragedia visual.En las primeras semanas de su exhibición en Estados Unidos se formaron enormes colas, que crearon el espejismo de que esta tercera p arte de la saga iba a ser tan rentable como sus dos hermanas. El tirón remitió enseguida, y lo que prometía a la Paramount ser una inagotal)le cosecha de dólares se encuentra en recaudaciones de simple amortizacion.

El río de oro se ha secado en su país de origen, y sólo les queda a los financiadores del filme la esperanza de que su eco en Europa reactive la curiosidad ante el filme en Estados Unidos. No es la primera vez que ocurre, pero es poco probable. La dureza de esta película puede resultar disuasoria para muchos espectadores europeos, cada día más incli nados hacia el cine predigerido.

El caso de Coppola es casi único n el cine estadounidense actual. Habría que remontarse a Orson Welles y John Ford para encontrar ejemplos de fidelidad a sí mismo superiores al que nos ofrece este superdotado cineasta, capaz de embarcarse a regañadientes en un proyecto destinado a ganar dinero, y apasionarse por la lógica de su imaginación y la dignidad de su oficio para componer una obra de gran envergadura, un despliegue casi abstracto, a causa de su perfección geométrica.

No es Coppola sólo un genio del cine. Es también un creador total, incapaz de traicionarse a sí mismo, uno de los escasos depositarios del cine como actitud y actividad moral, como arte puro y, por ello, insobornable.

Por primera vez en esta edición de la Berlinale, la sala de proyección del Kongresshalle y el salón de las conferencias de prensa se abarrotaron en un silencio que en unos era sagrado y en otros simplemente respetuoso, que contrastaba vivamente con los días anteriores. No es casual que Coppola ignore, con un expresivo encogimiento de hombros, los supuestos riesgos que corren los norteamericanos que osan viajar a Europa a causa de la guerra del Golfo. Toda su película es un continuo riesgo.

Coppola se la juega en cada plano. Hubo una sensación contagiosa de orgullo entre los receptores de su obra ayer en Berlín, al poder dialogar no sólo con un hombre, sino con un artista que película tras película se ha convertido en un príncipe de su oficio y de su arte.

De tal estilo de vida, tal obra: este tercer Padrino, cuya sola secuencia final vale por toda la hermosa saga entera. na secuencia digna de la pureza de Griffith, es decir, de la reinvención del cine. Tal vez estemos ante uno de los instantes más sublimes de Coppola, convertido en el honor del cine de Estados Unidos y del cine

12 Marzo 1991

Gato por lobo

Ángel Fernández-Santos

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Bailando con lobos
Dirección: Kevin Costner. Guión: Michael Blake. Fotografía Dean Semler Estados Unidos, 1990. Intérpretes: Kevin Costner, Mary McDormell, Graham Greene, Rodney Grant, Floyd Red Crow, Tantoo Cardinal. Estreno en Madrid: cines Avenida, Luchana, Peñalver, La Vaguada y (en versión original) Renoir Plaza de España y Renoir Cuatro Caminos.

La confusión que rodea a este filme proviene de la concesión, hace un par de meses, de los premios Globos de Oro neoyorquinos, otras veces atinados, pero que esta vez han metido la pata hasta el cuello. Bailando con lobos se llevó, a costa de la abrumadoramente superior El padrino, los tres Globos más importantes, y la noticia corrió por el mundo: podemos estar ante la resurrección por todo lo alto del western, el gran género de géneros perdido. Ni más, ni menos. Pues bien, nada de eso.La riada llegó por sí sola: opción a 12 oscars, un gigantesco despliegue publicitario y expectación desmedida en su proyección en el Festival de Berlín, donde se supuso que iba a arrasar. No arrasó, en absoluto. Creó una suave división de opiniones, con silbidos en la proyeción para la prensa; pateo en el Urania por el magnífico público berlinés y, al final, en un amaño destinado a que Hollywood no saque las uñas contra lo que considera uno de sus escaparates, los organizadores de la Berlinale inventaron un inaudito premio especial para Kevin Costner, que fue abucheado y adornado con risotadas burlonas.

La película, sin estos antecedentes y los que vendrán el día de los Oscar, sería tan sólo un globo hinchado con bonitos colorines, pasable y recomendable para que gente paciente pase una apacible tarde de sábado. Pero, tal como nos llega, este bienintencionado (o no tanto, pues ofrece de tapadillo una versión falsaria de la historia india, con alguna coartada indecente para que el genocidio de Washington contra los sioux resulte digerible a la patriotería posreaganiana) y simplote filme se convierte en una estafa: gato por lobo.

En pañales

La película comienza bien: una intensa escena en el hospital de campaña donde Costner logra que no le amputen una pierna. Y, acto seguido, la escena de la batalla, prodigiosamente mal hecha, en un torbellino de tomas panorámicas curvas, rodadas con teleobjetivo y destinadas a encubrir el desconocimiento de Costner de las leyes de la captura del espacio, que en un western es asunto primordial. Ahí, en la segunda escena, comienza la película a venirse abajo. Y sigue en la rampa de caída durante las escenas de la huida al Oeste (con un tímido zoom incluido en medio de una pradera ilimitada, lo que es el colmo de la torpeza) y del fortín, donde ocurre un suicidio que carece de continuidad dramática y es síntoma de que Costner, como director, está en pañales, pues nada sabe extraer de un suceso tan fuerte como éste, que debía gravitar sobre todo lo que viene tras él.Luego llegan las escenas con el precioso lobo-gato, bonita pero fáciles; y la entrada de Costner en la idea de la naturaleza de los sioux, con muchacha irlandesa cautiva incluida, par que el consabido happend lo sea entre gente blanca, en una película en la que se pretende exaltar el refinamiento de una cultura aborigen y en realidad se hace una manipulación blanca de un negra tragedia india. La película ahí, se derrumba.

Caramelo

Algunas escenas de la arcadia india son aceptables gracias al ancestral idioma lakota y a los buenos actores naturales que lo declaman. Pero la incompetencia de Costner sigue erosionando el ritmo del filme: la secuencia camina entre aceleraciones y estancamientos, pero siempre con paso cambiado y con resoluciones de escenas tan pedestres como aquella de la desbanda de de los búfalos, que comienza muy bien y termina encaramada en la lógica de un mal tebeo.La película convierte un asunto serio y grave en un caramelito dulzón, que pretende vestirse con traje trascendente y se le caen los pantalones. No es en absoluto un filme importante, sino vulgar. Pero su gusto por las formas ampulosas, su radiante fotografía el bello escenario de las pradera sobrepasan el inicial gato por lobo y este deriva hacia un más cotidiano gato por liebre. Es decir, Bailando con lobos engaña, buena prueba de que lo hace es su aura de «película del año», calificativo que sería indignante si no fuera ridículo.