24 enero 1999
El magnate George Soros, judio-americano de origen húngaro, arremete contra las recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI)
Hechos
Fue noticia el 24 de enero de 1999.
24 Enero 1999
La burbuja según Soros
Entre las llamadas de atención que se han producido esta semana sobre la crisis financiera sobresalen dos: una ortodoxa, la del presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, y otra más heterodoxa, la de George Soros, influyente miembro de la comunidad de negocios internacional un día y acusado hoy de dar argumentos desde dentro a los críticos del sistema.Las prédicas de Greenspan siempre han de ser tenidas en cuenta: por su poder factual y su capacidad de advertencia. Poco antes de que la crisis estallase, Greenspan habló de la exuberencia irracional de los mercados y éstos profundizaron su caída. Ahora, ante la Cámara de Representantes de Estados Unidos, el presidente de la Reserva Federal ha anunciado que los beneficios de las empresas han bajado y sin embargo -de forma paradójica- las bolsas de valores se han recuperado con una naturaleza inusual. Con la bajada de los tipos de interés, la Reserva Federal no intentó en el pasado «sostener el precio de las acciones, ni tampoco planeamos seguir bajando los tipos [ahora] hasta que se recuperen los precios de las acciones». Moraleja: que nadie crea que los valores están libres de riesgos por que la Reserva Federal vaya a echar una mano al mercado. Soros ha aleccionado sobre el peligro de que estalle una burbuja financiera en los países emergentes y que sea la próxima amenaza para el sistema financiero internacional: «Se puede detectar en este momento la formación de una burbuja financiera que es similar a la que se creó en Japón en la década de los ochenta». Soros arremetió contra las recetas del FMI y contra la subida de tipos de interés en Brasil tras la devaluación del real. A no ser que retorne la confianza y los tipos bajen, Brasil afrontará una gigantesca recesión que arrastrará a otros países de la zona. Las admoniciones de Soros coinciden con la publicación en España de su último libro, La crisis del capitalismo global. La sociedad abierta en peligro (Debate, 1999), cuya tesis principal es la de que la economía global está en crisis. Según el multimillonario húngaro residente en Estados Unidos, la fe ciega en las fuerzas del mercado -que han exhibido los organismos multilaterales y muchos economistas notables- les impide ver las inestabilidades que llegan: las crisis imprevisibles. Estas inestabilidades han generado una reacción que puede llegar a ser peor. Lo único que puede resultar más grave que la enfermedad es una equivocación en el remedio para corregirla.
Para Soros, la solución a la crisis no pasa sólo por la mejora de los sistemas de supervisión bancaria y la existencia de datos exactos sobre la coyuntura de cada país. No bastan la transparencia y la información, sobre las que hay consenso. Hay que ampliar el debate. «Ha llegado el momento de reconocer que los mercados financieros son intrínsecamente inestables. Imponer disciplina de mercado significa imponer inestabilidad. ¿Cuánta inestabilidad puede asumir la sociedad?».
El libro mantiene que el centro de la discusión está en si se regulan los mercados financieros globales a nivel internacional o si se deja que cada Estado proteja sus propios intereses como mejor pueda. La segunda opción conducirá sin duda a la ruptura del gigantesco sistema circulatorio que Soros denomina capitalismo global. «Los Estados soberanos pueden actuar como válvulas dentro del sistema. Puede que no se resistan a la entrada de capital, pero sin duda se resistirán a la salida cuando lo consideren permanente». La prioridad es, en esta coyuntura, detener el flujo inverso de capital (Brasil, estos días). De este modo se aseguraría la lealtad de la periferia al sistema capitalista global, lo que a su vez tranquilizará a los mercados financieros del centro y moderará la consiguiente recesión.
El texto en cuestión puede provocar una buena polémica, como ha ocurrido en otros países del mundo. Charlatán o adelantado, Soros propone soluciones para evitar la decadencia de un sistema que, de forma exagerada, afirma que «se está desintegrando literalmente», pero del que él se ha aprovechado con abundancia.