2 julio 2010

El nuevo presidente del Barça, Rosell, destituye a Joan Oliver como directivo y fuerza la renuncia de Cruyff como presidente de honor

Hechos

  • El 2.07.2010 se hizo pública la destitución de D. Joan Oliver de su cargo como Director General del Fútbol Club Barcelona.
  • El 3.07.2010 se hizo público que el Sr. Cruyff renunciaba a su título de ‘presidente de honor’ del Fútbol Club Barcelona.

Lecturas

El 2.07.2010 se hizo pública la destitución de D. Joan Oliver de su cargo como Director General del Fútbol Club Barcelona cobrando 852.000 euros de finiquito.

Laporta_Cruyff La dirección del Sr. Rosell consideró que el nombramiento del Sr. Cruyff como presidente de honor, a escasas horas de perder su puesto era una provocación con escaso valor estatutario.

02 Julio 2010

Teatro responsable

Sergi Pamies

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Se abre el telón. Decorado de alto valor simbólico: la Masia y el Camp Nou. Ambiente de boda socialdemócrata. Calor por un tubo. Los asistentes buscan la sombra de las palmeras y de unos parasoles sin publicidad. Cuando ve que a su silla le toca el sol, Agustí Benedito hace el cambiazo con la de Marc Ingla. El segundo candidato más votado, que Raimon Carrasco bautiza como quasi-president, lleva unas gafas de sol a medio camino entre las de soldador de chatarra espacial y las de policía de tráfico de película porno.

Llega Johan Cruyff y provoca un enjambre de cámaras y micrófonos. Se produce el ansiado y morboso encuentro entre Sandro Rosell y el holandés. Hasta hoy, se habían estado comunicando a través del viejo sistema de los besugos: Rosell decía que no tenía el número de Cruyff, y Cruyff, que no tiene móvil, decía que Rosell no respondía a sus llamadas. Pese a los rumores, soy testigo de la siguiente escena, más esperanzadora que cualquier maledicencia. Al final del acto, Rosell se acerca a Cruyff y le dice: “Muchas gracias por venir, Johan”. (Horas más tarde, Cruyff se convertirá en la enésima víctima de la precariedad estatutaria y pasará a ser –más madera– el primer presidente de honor inexistente de la historia del club).

Rebobinemos. A las doce empieza el acto con la voz de Manel Vich (a muchos culés nos gustaría que la voz de nuestra conciencia fuera la de Vich). Coreografía de abanicos azules y grana repartidos como kits de supervivencia. El calor es casi radiactivo. Guardiola llega con cinco minutos de retraso y se sienta justo detrás de Cruyff. El protocolo tiene su lenguaje e impone extraños movimientos para evitarse o encontrarse, saludarse o ignorarse.

Habla Joan Laporta. Contra todo pronóstico, es breve y termina con un simple “Visca el Barça”. ¿Qué ha pasado con el “Visca Catalunya”?, me pregunto. Luego habla Rosell. Mejor dicho: lee y lucha contra cuatro fuerzas simultáneas. A saber: una oratoria agarrotada, el calor, la emoción y los nervios. Temo que vaya a sufrir un ataque de hiperhidrosis. Pero, consciente de la importancia del momento, Rosell aguanta. Se le entiende todo, especialmente cuando incluye unas palabras en castellano y otras en inglés, primer paso para cicatrizar algunas heridas abiertas con el barcelonismo no catalano-parlante. Más pistas sobre sus planes: repite el concepto socipropietari y defiende la responsabilidad, la ilusión y la transparencia. Culmina su discurso con un “Visca el Barça” y el “visca Catalunya” que se le había olvidado a Laporta.

Rompemos filas. El ambiente entre salientes y entrantes es de hipocresía contenida y cortesía fingida. Desprende el típico aroma al perfume local Eau d’Oasis. Se han estado apuñalando mutuamente durante cinco años pero, con buen criterio, se comportan civilizadamente, con una deportividad artificial pero necesaria e institucionalmente responsable. No hay desplantes chungos ni efusiones que invitarían a gritar “¡Tongo!” o “¡Que se besen!”. Pongo la antena entre culés ilusionados (entrantes) y melancólicamente aliviados (salientes) y algún que otro sospechoso con pinta de qué-hay-delo- mío. Escucho estos comentarios: “Hem de quedar”, “Mediapro”, “Cesc” y tres o cuatro “Fa una calda de collons”. Hace calor, sí. Sin embargo, mientras cae el telón, pienso que el acto ha sido un poco frío.