5 marzo 1988

El partido busca así reafirmar su ideología al ponerla en su propia denominación

El Partido Demócrata Popular (PDP) pasa a denominarse Democracia Cristiana (DC) y seguirá presidido por Javier Rupérez

Hechos

La convención del Partido Demócrata Popular (PDP), celebrado los días 4, 5 y 6 de marzo decidió cambiar el nombre de Democracia Cristiana.

Lecturas

El 5 de marzo de 1988 se celebra un congreso del partido político democristiano Partido Demócrata Popular (PDP), partido que aún conserva 20 diputados en el Congreso. Tras sus malos resultados en las elecciones municipales de 1987 el PDP acuerda cambiar su denominación por Democracia Cristiana (DC) por 143 votos a favor y 13 en contra para reforzar esta ideología. Su presidente seguirá siendo D. Javier Rupérez Rubia y su vicepresidente D. Modesto Fraile Poujade.

JavierRuperez_PDP «El partido no se derechiza, estamos en la frontera entre conservadores y liberales y, de otro lado, en la frontera con los socialistas» (D. Javier Rupérez).

UN PARTIDO EN CRISIS

El PDP tiene en estos momentos conflictos internos en Cataluña, con la reciente expulsión del diputado D. Pedro Costa; en Galicia, con su presidente, D. Enrique Marfany, que se opone al cambio de denominación; y en Andalucía, con el abandono de su dirigente D. Carlos Rosado. También se especula con las inminentes salidas del líder del PDP en Cantabria, el ex presidente D. José Antonio Rodríguez y D. Carlos Benet, senador del PDP con Melilla, que ha entrado en negociaciones con Alianza Popular.

08 Marzo 1988

La Democracia Cristiana

Federico Jiménez Losantos

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El antiguo PDP ha abjurado de sus siglas, tras hacerlo de sus aliados, y se ha rebautizado com Democracia Cristiana. Me parece bien. Las personalidades de ese partido estaban incómodas viviendo de alquiler y querían abandonar la sombra pródiga de la derecha española, querían, como el gitano, vagar por el monte solos, y van ahora a intentar la aventura en solitario.

Tiene una gran ventaja el partido de Rupérez sobre el de Alzaga, dejando aparte el liderazgo, y es que goza también de los auxilios espirituales de la Internacional Democristiana y de la bendición apostólica de la COnferencia Episocpal. Así cualquiera, que diría Segurado.

Los comentaristas políticos que no disfrutamos especialmente con la mayoría absoluta del PSOE tenemos un problema a la hora de evaluar los méritos y las posibilidades del antiguo PDP, hoy DC, y es que sus dirigentes nos parecen estupendos y su proyecto discutible, por no decir lamentable. Tal vez ahora el refrendo electoral cnvierta a esos dirigentes espléndidos en pol´tiicos con posibles, y podamos conciliar el afecto por la esperanza. Por el momento, sin embargo, guardaremos y respetaremos la incógnita.

Si los curas creen en lo que dice el Papa su voto se dividirá entre los fans de la Solicitudo rei socialis que votarán al PSOE o a Izquierda UNida y los que prefieren luchar contra la liberalidad en las costumbres, pegarles fuego a las clínicas abortistas y fundir el Ministerio de Educación con el de culto y clero, que votarán a Alianza Popular si no encuentran algo más a la derecha.

La izquierda eclesial no votará a la DC por las certeras y severas denuncias que hace Javier Tusell de la teocomunisticracia sandinista, que es el Lourdes de las sotanas progresistas y la derecha eclesial, apenas recuperada del franquismo y del concilio, sabe Dios a que santo político va a encomendarse de aquí a un año.

El programa de la DC es a la vez atractivo y absurdo. La compasión como ideología se incluye de pleno en el ámbito de la izquierda con buena conciencia, o sea, del PSOE, y es pura demagogia para la derecha moderna. Si tuviera muchos medios, lo mismo Javier Rupérez se convertía en el padre Damián de los parados televisión mediante, pero es demasiado fino para reeditar en mesetario a Pat Robertson, y, sobre todo, la Iglesia no tiene tleevisión. De todos modos el problema de la DC en los mítines será explicar como predican hoy la compasión que no tuvieron ayer con el prójimo Fraga. Les hará falta Dios y ayuda.

Federico Jiménez Losantos

08 Marzo 1988

El partido de los pobres

Jaime Campmany

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Hombre, estos democristianos se han pasado. Bien está que no quieran ser el partido de uno solo, y además rico, o sea, de Íñigo Cavero, pero parece demasiado que, de eso pasen a ser el partido de todos los pobres. Yo creo que ese deseo tan vehementemente y precipitado, nace una lectura arrebatada de la última encíclica. Una cosa es que la Iglesia no olvide que es la Iglesia de los pobres y otra cosa distinta es que tdos los pobres se pongan a votar a la democracia cristiana. Más difícil es que un camello pase por el ojo de una aguja que la democracia cristiana se convierta en el partido de los pobres.

La predicación de la pobreza es labor de misioneros, pero no misión de políticos. Lo que tienen que hacer los políticos es cabar con los pobres, con los mendigos, con los parados, cn los hambrientos y con los ignorantes, en vez de encaramarse sobre elloos para llegar a lo alto de la cucaña. Desconfío por principio de los que se alzan en jefes políticos de los pobres, porque conozco a pocos, por no decir ninguno, que viva por sus manos, y que a fuerza de echar mítines a los pobres no haya caído en la tentación de meter las manos en la masa de los ricos. Los jefes políticos de los pobres no aman, envagélicamente, la pobreza, sino que la odian, y por eso se alejan de ella como del diablo. No buscan la pobreza para sentarse en la gloria eterna, sino en el Ministerio perdurable, amén.

Don Javier Rupérez, apenas terminado el rebautizo del Partido Demócrata Popular como Democracia Cristiana, ha dicho que el suyo es el partido de los pobres y a renglón seguido ha lanzado la profecía: él será, alguna vez, presidente del Gobierno. ¿Lo ven ustedes? TOdo eso de los pobres termina siempre en lo mismo. Don Javier Rupérez no ha expresado su propósito de terminar en los altares, sino en la Moncloa.

Ya se sabe que en este país la Democracia Cristiana no ha alcanzado frecuentemente buena fortuna electoral, pero no parece que don Javier Rupérez se refiera a eso cuando ha dicho lo del partido de los pobres. No estaba refiriéndose, creo yo, a la pobreza de votos, sino a la otra. Habrá visto que en España hay según dicen las estadísticas, ocho millones de pobres, y eso le ha dado ánimos: «¡Hala, a por ellos!». Y con ocho millones de votos, a la Moncloa. O sea, al paraiso. Bueno, pues los pobres ya los tenemos, gracias a otro partido de los pobres, o sea, el socialismo. Ahora sólo falta que voten al señor Rupérez.

Jaime Campmany

21 Marzo 1988

Aporrear la Democracia Cristiana

Javier Tusell

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Una de las decisiones de la reciente convención en Madrid del antiguo partido PDP fue el cambio de nombre al de ‘Democracia Cristiana’. Siempre ha llamado la atención de los comentaristas españoles la ausencia en nuestro país, cuya sociedad sigue siendo en gran medida católica, de un grupo político de esas características, como sucede en la mayor parte de Europa, en donde ocupa el centro del espectro político. A mi modo de ver, las razones son en parte de orden histórico, pero también derivadas de circunstancias políticas concretas. En buena medida, la ausencia de Democracia Cristiana deriva en la estrecha vinculación entre el régimen pasado y el catolicismo, así como si de la propia duración de aquel; si la transición se hubiera producido en los 60, sin duda habría engendrado un aprtido de las características citadas. Hubo en el pasado por otra parte, claros errores por parte de sus dirigentes.

Dicho esto, añadiré que me parece indudable que lo que significa la Democracia Cristiana debe estar presente en el panorama político español si verdaderamente se quiere homologar a España con Europa, su inexistencia contribuye de modo importante a que nuestro panorama político esté cojo y en él la oposición al PSOE no aparezca como viable. Pero no parecen pensar así algunos comentaristas, para los que debe haber resultado especialmente irritante la apelación que Javier RUpérez hizo en aquella convención a la ética de la compasión, pues de ella se han quejado cuando no burlado de manera inmisericorde.

No sorprende que lo haya hecho Jaime Campmany. Está bien que exista este periodista, aunque todos sus artículos consitan en la misma prosa, que pretende ser graciosa y me parece sanchopancesca, tontorrona y agarbanzada. Hoy Campmany habla de libertades, pero durante décadas defendió sin cesar una dictadura y aduló a quien la personificada, su vida profesional consistió en el pasado en servir a un aprtido único y a un sindicato único. Cuando se tiene ese pasado, cuando se sintió ese genuino y puro asco por la libertad que caracterizó a Campmany a uno no le queda sino refugiarse en el humor chocarrero. Cuando escribe que los que apelan a los pobres lo único que quieren es montarse sobre ellos para alzarse con el poder, lo único que descubre es que desprecia cuanto ignora, entre otras cosas, los sentimientos altos, los ideales y la generosidad. Esá bien que exita Jaime Campmany, y no sólo porque la maravilla de la deocracia es que concede la liebrtad incluso a quienes hicieron todo lo posible para que ésta no existiera. Esta bien que exista porque siempre vendrá a ser la contrafigura de lo que hay que pensar y hacer. Bienvenido a la democracia, pero no nos dé lecciones.

Federico Jiménez Losantos es un caso muy diferente: ha vivido la experiencia del totalitarismo comunista siendo miembro de este partido y ha luchado por la democracia en tiempos difíciles. Como a tantos otros que han pasado por esta experiencia, le caracteriza una angustiosa pasión por la libertad, que a veces le ha hecho pasar de un extremo a otro. Hay ocasiones en las que en mi opinión sencillamente no está bien informado. ¿De dónde saca que la Democracia Cristiana quiere única y exclusivamente una aventura en solitario? Y, sobre todo, ¿de dónde saca que los ca´tolicos españoles o son revolucionarios sandinistas en potencia o reaccionarios de tomo y lomo que quieren pegar fuego a las clínicas abortistas? Yo creo más bien que la mayor parte de los católicos españoles tienen una inequívoca voluntad democrática, creen en unos determinados valores morales y están abiertos a una transformación social. No podría ser de otro modo. La última encíclica papal no es sino la confirmación de toda una doctrina; no es un texto revolucionario en ese sentido, sin la confirmación de que para un cristiano si hay algo que no tiene sentido es la conservación a ultranza de las estructuras sociales. No olvida en forma alguna las libertades a las que convierte en un objetivo esencial del verdadero desarrollo humano.

Federico J. Losantos sabe que sí ha habido alguien que en el presente y en el pasado ha defendido los derechos humanos en regímenes dictatoriales de uno y otro signo han sido los demócratas cristianos. A mi me gusta´ria convencerle de que la misma pasión que él muestra por la defensa de la libertad (que a tantos nos ha parecido tan ejemplar) hay que mostrarla también por la justicia y la solidaridad.

Javier Tusell