7 marzo 1988

Durante la Convención Popular: Mancha también ofreció un puesto a Miguel Herrero Rodríguez de Miñón, pero este lo rechazo

Hernández Mancha cede a los críticos: integrará en la dirección de AP a Aznar, Calero, Fernando Suárez, Robles Piquer y Ortí Bordás

Hechos

  • El 7.03.1988 durante su intervención en la Convención de Alianza Popular, el presidente del partido D. Antonio Hernández Mancha anunció su disposición a que se incorporaran al Comité Ejecutivo de AP D. Miguel Herrero Rodríguez de Miñón, D. Juan Ramón Calero, D. Fernando Suárez, D. José María Aznar, D.  Manuel Ortí Bordás y D. Carlos Robles Piquer.

Lecturas

El 7 de marzo de 1988 se clausura la convención nacional de Alianza Popular celebrada con el objetivo de reforzar el liderazgo del presidente D. Antonio Hernández Mancha. En su discurso final D. Antonio Hernández Mancha ofrece a los representantes del llamado sector crítico integrarse en la ejecutiva citando expresamente a D. Miguel Herrero Rodríguez de Miñón, a D. José María Aznar López, D. Carlos Robles Piquer, D. Fernando Suárez González, D. Juan Ramón Calero Rodríguez y D. José Miguel Ortí Bordás.

En la convención intervino uno de los críticos, el presidente de Castilla y León, D. José María Aznar López, que aseguro su apoyo al presidente de AP.

El 9 de marzo de 1988 D. Miguel Herrero Rodríguez de Miñón publica una ‘Tercera’ de ABC en la que rechazada la oferta del Sr. Hernández Mancha por considerar que una modificación de la ejecutiva antes de un congreso es antiestatutaria.

LOS NUEVOS INTEGRANTES DE LA EJECUTIVA

aznar_castillaleon88 D. José María Aznar. El presidente de Castilla y León, iba en la candidatura del Sr. Herrero de Miñón a la presidencia de AP en el congreso de 1987 en la que fue derrotado por el Sr. Mancha. Se erigió como cabeza visible del sector crítico hace una semana por sus críticas al sr. Mancha en el Club Siglo XXI. Ha agradecido el gesto del Sr. Mancha en la convención prometiendo públicamente lealtad hacia él como presidente.

juanramoncalero D. Juan Ramón Calero. Fue nombrado portavoz de Alianza Popular en el Congreso por el Sr. Fraga y se ha mantenido en el cargo desde entonces. El Sr. Calero ha hecho sucesivos declaraciones de apoyo al Sr. Hernández Mancha, por lo que su c

RoblesPiquer D. Carlos Robles Piquer, ex ministro franquista, crítico al Sr. Hernández Mancha y fiel siempre a D. Manuel Fraga, del que es cuñado.

FernandoSuarez D. Fernando Suárez, ex ministro franquista, crítico al Sr. Hernández Mancha, quedó descolgado en el congreso de AP que eligió presidente al Sr. Mancha. Es portavoz de AP en el Parlamento Europeo.

orti_bordas D. Manuel Ortí Bordás, ex procurador franquista está también considerado como un crítico al Sr. Hernández Mancha. Portavoz de AP en el Senado.

HERRERO DE MIÑÓN RECHAZÓ LA OFERTA DE MANCHA

Miguel_Herrero_Minon D. Miguel Herrero Rodríguez de Miñón, derrotado por el Sr. Hernández Mancha en el congreso de 1987, desde entonces ha seguido siendo diputado de AP y líder en la sombra del sector crítico. Se cree que él ha podido estar detrás de la intervención del Sr. Aznar en el Club Siglo XXI. No ha aceptado la propuesta de volver a la dirección de AP, pero ha conseguido que el Sr. Hernández Mancha vuelva a aparecer como un político débil.

08 Marzo 1988

AP y su unidad

ABC (Director: Luis María Anson)

Leer

Un partido político como Alianza Popular es necesariamente un organismo de gran dimensión: como todo ser vivo necesita de reajustes cotidianos. La crítica interna y el debate en los distintos niveles de la organización son esenciales, sin ellos, todo partido acaba por convertirse en una máquina anquilosada dependiente antes o después del dinero público. La convención de AP presidida ayer por Antonio Hernández Mancha es un intento de movilización frente a la esclerosis que amenaza a veces a las grandes estructuras. Para reafirmar su credibilidad electoral, la dirección de AP necesita ahora demostrar su capacidad integradora. El diseño de una nueva oferta electoral, ante las elecciones catalanas, europeas y legislativas, necesita el concurso de todas las tendencias integradas en el partido AP ha sabido reaccionar frente a las maniobras del PSOE para dividir a los aliancistas dentro de la estrategia que con tanta fortuna empleó contra UCD y el PCE. La imagen de una AP unida y sin fisuras aún con los naturales debates internos, es esencial para abordar los desafíos electorales con probabilidades de éxito y con la confianza de los electores.

09 Marzo 1988

Con Seriedad

Miguel Herrero Rodríguez de Miñón

Leer

En febrero de 1987, Alianza Popular eligió nuevo presidente. Los candidatos eran dos: Antonio Hernández Mancha y yo. Fue una concurrencia legítima que, como tal, se acabó cuando el 72% de los compromisarios eligieron a Antonio Hernández Mancha. Recuerdo haber sido la primera persona que, aun antes de ellegar el vencedor a la sede del congreso, reconoció su victoria ante los medios de comunicación y expresó su felicitación.

No se trató del empecinamiento de dos personalidades distintas, ni de la obnubilación del 28% del congreso. Precisamente la victoria fue legítima y, como tal, por todos aceptada, porque legítima había sido la confrontación. ¿Por qué era legítima? Sin duda, no por razones de oportunidad política, y por ello, en aquellos meses de diciembre y enero reiteré insistentemente mis deseos de llegar a una candidatura de unidad, incluso sin ocupar yo la presidencia del partido (carta publicada en la Prensa el día 23 de enero).

Fue legítima, sin duda, por razones formales. Pero lo fue sobre todo porque concurrían a la sucesión de Fraga en el liderazgo del partido, dos concepciones diferentes, y era esa diferente ,perfectamente posible en democracia, la que forzaba la pluralidad de candidaturas.

Recuerdo haber dicho en el congreso que si los candidatos no teníamos otro empeño que el medro personal, el esfuerzo que se pedía al partido, la tensión a que se le sometía, carecía de legitimidad y, más aún, de utilidad. Por el contrario, lo que hacía el congreso legítimo y podía hacerlo incluso fecundo, era que el partido optara no sólo entre dos personas, sino también entre estilos y programas diferentes.

Recuerdo que el mío lo expuse no sólo en el congreso, sino en estas mismas páginas de ABC. Apostaba por el liberalismo popular frente a la mera popularidad; apostaba por ‘una dirección política clara, siempre limitaba por las normas y controlada por los órganos colegiados del partido’, ‘en contacto con la sociedad real’, apoyada por ‘buenos departamentos de investigación socialógica de programación política, de accidentes electorales, de penetración en los sectores sociales. Un sistema de financiación suficiente, diáfano y estable. Una racional asignación de los recursos…. una amplia descentralización territorial’; apostaba por ‘una política de mano tendida a las personalidades y grupos valiosos del centro-derecha para su integración’, ‘..a los partidos afines’, ‘… a todos los partidos democráticos, para colaborar en las grandes tareas del Estado’.

Antonio Hernández Mancha y el equipo vencedor en el congreso asumieron de acuerdo con los Estatutos allí aprobados, la responsabilidad de dirigirlo. Yo, personalmente, también asumí mi responsabilidad. ¿Cuál era ésta? En primer lugar, no dificultar en manera alguna que pudieran ejercer sus funciones quienes habían ganado legítimamente el congreso. Por ello, no he perdido ocasión de señalar que no existe grupo ni tendencia alguna que, en el partido, pueda, con fines de crítica u oposición, utilizar mi nombre. No existe el ‘herrerismo’.

La dirección del partido sabe bien que he contribuido a apagar algunos fuegos y me he ofrecido a sofocar muchos más, y mi reiterada petición de sobreseimiento de expedientes va en esta dirección.

No puedo sino agradecer al presidente Hernández Mancha su oferta de integración. Pero me encuentro desde el primer momento integrado, ni más allá ni más acá que con mi nivel de responsabilidad y de competencia, porque asumir más protagonismo del que legal y democráticamente se tiene resulta tan suicida para quien lo hace como disfuncional para la organización toda.

De acuerdo con los estatutos aprobados en el último congreso, y hoy vigentes (cito por la edición revisada, recientemente publicada por Alianza Popular, y a las que, en consecuencia, hay que atender), el presidente nacional no puede nombrar como miembr de la Comisión Permaentne a nadie. Ha de atenerse al equipo cerrado como tal elegido en el congreso, según la fórmula aprobada entonces a iniciativa del hoy vicepresidente Ruiz Gallardón (artículo 41.4 y 48).
El propio Comité Ejecutivo puede prponer a la JUnta Directiva nacional la designación de hasta cinco votantes de dicho Ejecutivo Nacional (artículo 49), pero este cupo es menor que el de los designados en los pasados meses (señores Aznar y Trillo), más los nombres que se propusieron ayer. Por ellos, la invitación a participar en el Ejecutivo, que en la última Convención Nacional hizo el presidente Hernández Mancha por segunda vez (repito, segunda vez), no puede ser sino a informar ante el mismo sobre temas concretos, con voz pero sin voto (artículo 41, párrafo 1, inciso 5). Función asesora a la que el presidente Hernández Mancha se refiere como clave en su sistema de gobierno, cuando en recientes declaraciones afirmaba ‘solicitar dictamen’ para decidir ‘desde la excelsa soledad del poder’.

El poder puede ser solitario o colegiado. Yo acepto la fórmula decidida por el congreso y ejercida por el presidente. Pero la soledad, que puede recabar asistencias, y la mía la ha tenido, la tiene y la tendrá, excluye la corresponsabilidad.

A los estatutos debemos aternernos, porque sólo en virtud de ellos son ciertas nuestras competencias y legítimas nuestras posiciones, y es claro que si, en el supuesto del artículo 48, se pide mi concurso para hacer, no para parecer, nunca lo voy a negar.

Yo creo en el proyecto liberal de Alianza Popular, partido al que me incorporé en difícil circunstancia, a cuya decatantación doctrinal he contribuido en dos congresos nacionales y al que durante cinco años he servido, creo que con probada lealtad. Esta lealtad que sigo manteniendo pasa ahora exactamente por cumplir con mis funciones, y procuro hacerlo; atenerme a los vigentes estatutos, como ahora propongo, y callarme, y nadie dudará que lo hago, si algo no me gusta.

Hace más de un año decía en estas mismas páginas que no vine ni estoy en política para ser nada, sino que pretendo, en ella, trabajar. Y eso en un partido político pasa por asumir, sin mayores pretensiones, las propias responsabilidades en los cauces estatutariamente preistos y dejar uqe los demás asuman las suyas. Más aún exigirles incluso que lo hagan.

Miguel Herrero Rodríguez de Miñón

12 Marzo 1988

Terapia de grupo

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

Leer

Mediada la legislatura, los partidos de la oposición toman posiciones para la próxima oportunidad electoral. El CDS de Suárez se adelantó a todos vistiendo el traje liberal que necesitaba para ir dotándose de algunas señas de identidad algo más tangibles que la simple devoción al líder. El PCE cambió de emblema eligiendo el populismo meridional de Anguita, más apto para encabezar el proyecto de Izquierda Unida que el heredero de Carrillo. Los del PDP obedecieron a la corazonada de que tal vez adoptando las siglas que han descrito siempre su ideología serían más reconocibles por un electorado que los ignoró cuando abandonaron el buque insignia patroneado por Fraga. Y las huestes de este último se han reunido en una sesión de terapia de grupo para recobrar una moral bastante quebrantada por algunos episodios recientes. En los regímenes parlamentarios, hacia mitad de legislatura la oposición debe estar normalmente en condiciones de aprovechar el natural desgaste del partido en el poder para plantearse una estrategia electoral apoyada en las insuficiencias de la acción del Gobierno. En las filas del primer partido de la oposición ha cundido el desconcierto porque a estas alturas de los tiempos no hay nada de eso y además la administración de sus silencios por parte de Suárez está convirtiendo al ex presidente del Gobierno en un poster con más porvenir.La convención de AP del pasado lunes se planteó como una operación de lanzamiento propagandístico de Hernández Mancha al cumplirse un año de su elección. Sin embargo, es tan frágil la moral de ese partido, que han bastado unos pequeños vaivenes de la carga para que la embarcación se tambalee, y la convención se transformó en dique de reparaciones. El viejo Fraga hubo de ser llamado para poner orden. Tras admitir las recomendaciones del veterano patrón, Hernández Mancha ha sido eufóricamente confirmado como líder del partido, lo que no significa que el problema del liderazg9 haya sido superado.

La derecha española no se ha acostumbrado todavía a ser oposición y a veces le pierde el exceso de impaciencia. Un líder no se improvisa en un año y no basta gritar fuerte que la próxima vez «vamos a ganar, seguro», para configurar una alternativa verosímil. Falta madurez. En su ausencia, se presta credibilidad a los profetas de la unidad perdida del centro-derecha. Esos estrategas construyen imaginarios escenarios de cartón piedra: «Si se suman los votos de todos los partidos opuestos al PSOE, tenemos la mayoría».. Por tanto, todo consiste simplemente en vertebrar a esa mayoría bajo la dirección estratégica y el liderazgo moral de AP. Los estrategas que de tal guisa cavilan fingen olvidar que si hay más de cuatro millones de electores que votan a Suárez, a los regionalistas o a otras fuerzas, es porque su rechazo al actual partido gobernante no es de tal naturaleza que les incline automáticamente a dar su apoyo a la derecha conservadora o a la cerril; y muchos renunciarían a apoyar a esos partidos si se les advirtiera que sus votos iban a ser utilizados para engrosar una alternativa «bajo la dirección estratégica y el liderazgo moral de AP».

El segmento del centro-derecha que es capaz de aglutinar AP es, como mucho, el comprendido en el perímetro de lo que fue Coalición Popular. Y precisamente porque era un perímetro demasiado angosto se liquidé la figura y se jubiló a su inventor, Manuel Fraga. Si, como ha dicho Aznar, las cosas están más o menos igual que antes de esa jubilación, ¿fue un error prescindir de Fraga? Seguramente no. Tras la desaparición de UCD, la presencia de Fraga garantizaba -relativamente- un papel preponderante de AP en la oposición, pero constituía un obstáculo para generar una estrategia de expansión. La sustitución del ex ministro de Información de Franco era condición necesaria, aunque no suficiente, para configurar una alternativa de centro-derecha.

Si no es suficiente es porque los herederos no han sido capaces por el momento de acreditar un modelo de oposición basado, antes que en las proclamas ideológicas, en la crítica de la gestión socialista y la presentación de soluciones sectoriales verosímiles. Y eso no se soluciona simplemente con sesiones de psicodrama u otras terapias de grupo.