20 abril 1985

Carrillo reemplazado como portavoz parlamentario del PCE por Fernando Pérez Royo

El PCE expulsa a Santiago Carrillo de la formación después de que acusara a Gerardo Iglesias de ‘travestismo renovador’

Hechos

  • En abril de 1985 el Partido Comunista de España, dirigido por Dña. Dolores Ibarruri y D. Gerardo Iglesias, declaró que se consideraba al ex Secretario General D. Santiago Carrillo, autoexcluído del partido al igual que sus principales seguidores (D. Julián Ariza, D. Adolfo Piñedo, D. Adolfo Pastor…)

Lecturas

D. Gerardo Iglesias Argüelles fue designado secretario general del PCE en  noviembre 1982 a propuesta de su antecesor, D. Santiago Carrillo, pero la ruptura política entre ambos quedó evidenciada en el congreso del partido de diciembre de 1983. 

El 1 de abril de 1985 en rueda de prensa D. Santiago Carrillo Solares culpa de la crisis del Partido Comunista de España (PCE) al ‘travestismo renovador’ de D. Gerardo Iglesias Argüelles. Es su respuesta al expediente abierto por la dirección contra él y sus seguidores por no acatar las decisiones de la mayoría.

El 16 de abril de 1985 D. Santiago Carrillo Solares es destituido como portavoz parlamentario de los diputados del PCE en el Congreso y reemplazado por D. Fernando Pérez Royo.

El 19 de abril de 1985 el Partido Comunista de España comunica formalmente la expulsión del Comité Central del PCE de los siguientes miembros:

• D. Santiago Carrillo Solares.
• D. Adolfo Piñedo Simal
• D. Julián Ariza Rico (histórico dirigente de CCOO)
• D. Adolfo Pastor Alonso de Prado (portavoz del PCE en el ayuntamiento de Madrid)
• D. Lorenzo Hernández Jiménez (portavoz del PCE en la Comunidad de Madrid)
• D. José Carrillo Menéndez (hijo de D. Santiago Carrillo)
• D. Ignacio Latierro Corta.
• D. Juan Villalba
• D. Julio Pérez de la Fuente
• D. Ángel Cristobal
• D. Rafael Pillado
• D. Tomás Tueros
• D. Norberto Beunache
• D. José Fons
• D. José Galán
• D. Anselmo Hoyos
• D. José Soriano
• D. Javier Terriente

D. Santiago Carrillo Solares interpreta la resolución como su expulsión del partido y anuncia que creará su propio partido comunista junto a sus partidarios, denominado inicialmente ‘Partido Comunista de España – Marxista Revolucionario’, posteriormente ‘Mesa para la Unidad de los Comunistas’ y finalmente ‘Partido de los Trabajadores de España – Unidad Comunista’.

D. Gerardo Iglesias se mantendrá como secretario general del PCE hasta 1988. 

LOS EXPULSADOS DEL PCE (‘AUTOEXCLUIDOS’):

Ariza_Carrillo D. Julián Ariza acompañaba a D. Santiago Carrillo en la lista de ‘purgados’.

FERNANDO PÉREZ ROYO, NUEVO PORTAVOZ DEL PCE EN EL CONGRESO

PerezRoyo D. Fernando Pérez Royo fue designado el 16.04.1985 nuevo portavoz de los cuatro diputados del PCE en el Congreso, reemplazando a D. Santiago Carrillo.

LA PRESIDENTA DEL PCE, PASIONARIA APOYA A GERARDO IGLESIAS FRENTE A CARRILLO

Dolores_Ibarruri En un artículo en MUNDO OBRERO, la presidenta del PCE, Dña. Dolores Ibarruri dejó clara su posición en el conflicto: «Yo apoyo al Comité Ejecutivo del PCE» y mandó un mensaje a su ex compañero D. Santiago Carrillo: «quien se coloca al margen del partido renuncia de hecho a participar en la discusión de los problemas que tan hondamente preocupan a los militantes de nuestro partido».

LOS CARRILLISTAS CREAN SU PROPIO PARTIDO POLÍTICO: «UNIDAD COMUNISTA»

El 10.10.1985 D. Manuela Temporillin (secretaria del ‘carrillista’ D. Lorenzo Hernández, den la Asamblea de Madrid), D. Luis Amado (concejal de Torrejón de Ardoz) y Dña. Magdalena Macías registraron la nueva formación política que lideraría D. Santiago Carrillo con el nombre ‘Partido Comunista de España Marxista Revolucionario’, PCE (MR), que más tarde pasaría a denominarse Mesa para la Unidad de los Comunistas (MUC), con los que presentaría sus propias listas para las elecciones generales de 1986.

JULIO ANGUITA SOBRE LA EXPULSIÓN DE SANTIAGO CARRILLO.

Memorias

Santiago Carrillo

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El XI Congreso, con un resultado muy apretado no llegó a dar mayoría al informe de Iglesias, pero a la hora de la elección, el apoyo de los prosoviéticos dio poco menos de una docena de votos más al sector que entonces se llamó gerardista. Julio Anguita presidió aquel congreso y aprobó, a propuesta de Iglesias, que se me negara el uso de la palabra en el Congreso. Si conseguí hablar fue porque Adolfo Piñedo y la delegación de Madrid me cedieron su turno en el debate general.

En 1985 fuimos ‘autoexcluidos’ del partido en total una veintena de miembros del Comité Central. Se buscó esa fórmula para disimular neustra expulsión. La medida fue bien recibida por la misma prensa que tanto nos reprochó la expulsión del partido de los cinco concejales madrileños que habían preferido la concejalía al carnet.

Para entonces el grueso de los antiguos renovadores había ido desembarcando en el SPOE, donde a cambio de puestos relevantes, se habían plegado a un sistema de organización menos demcorático y a las posiciones más de derecha del PSOE.

Creando la Mesa para la Unidad de los Comunistas’ y más tarde el PTE, los eurocomunistas autoexcluidos del PCE aún intentamos rehacer una fuerza política comunista.

16 Abril 1985

Carrillo y la Ley de Fugas

Lorenzo Contreras

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Uno lamenta haber resultado modestamente profético cuando sostuvo, desde estas mismas páginas, que Santiago Carrillo estaba dispuesto a asumir el papel de Sansón con los filisteos. Pero lo cierto es que aferrado a las columnas del tamblaeante templo comunista ha amplicado toda la ponencia política personal – que todavía es alguna – a la tarea de morir con todos los que le rodeaban. Tiene razón el portavoz del PCE, Andreu Claret, cuando sostiene que Carrillo se ha suicidado políticamente. Es muy difícil demoler un edificio sobre los hombros de los filisteos y pretender salir indemne de la experiencia. Ahora que estamos en tiempo de catástrofes físicas reales, la gran cuestión es saber si del derrumbamiento lograrán salvarse los hombres y los valores políticos suficientes para que un partido imprescindible en el juego de los equilbrios de fuerzas dentro del mosaico ideológico español pueda todavía sobrevivir en el futuro parlamentario.

Porque ahí está la cuestión. Por grupúsculos no faltará una presencia. El problema estriba en que no haya grupúsculos, sino un partido parlamentariamente representado, sólido y coherente en su crítica, integrado con plenitud en un sistema y no situado frente a él para hacerle blanco u objetivo de sus tremendas frustraciones.

Para la mirada desapasionada de cualquier observador, generacionalmente libre de hipotecas histórico-políticas, Santiago carrillo es un hombre importante. Es curioso, sin embargo, que a fin de cuentas esa importancia haya sido completa o casi completamente ajena a los intereses del Partido Comunista. Su sacrificio en aras de la transición ha pasado a convertirse paradójicamente en uno de los emblemas de gloria del antiguo secretario general. Ahora, quienes en el fondo más han deseado la destrucción comunista – es decir, los socialistas de Felipe González – tienen que expresar en su fuero íntimo una gratitud al hombre que les ha dejado poco a poco sin referente político a la izquierda. Bajo la dirección o bajo la influencia posterior de Carrillo, el PCE ha sido una realidad delicuescente, cuyos fluidos han ido a engrosar los caudales de la izquierda oficial. Cuando el principal autor de ese efecto ha querido desesperadamente corregirlo, sólo se ha encontrado ante los frágiles cristales de un témplano semiderretido.

Ahora se queja de que han aplicado la ‘ley de fugas’ en su propio partido. Sin embargo, la verdad política es que Carrillo leaplicó esa ley no sólo a muchos militantes, sino al propio partido en su conjunto. Porque, en resumidas cuentas, le abrió a este último las puertas de la legalidad para aplicarle, una vez a la intemperie del juego institucional, sucesivas fumigaciones. No puede extrañar que desde la derecha y desde el felipismo se haya elevado en favor de Carrillo el monumento de una memoria agradecida.
Lorenzo Contreras

20 Abril 1985

Carrillo

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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La carta firmada por Santiago Carrillo y una veintena de sus partidarios, dirigida a preparar su defensa legal frente a la decisión de separarlos del Comité Central, es también -y fundamentalmente- el acta de nacimiento de una nueva escisión comunista, encabezada por el ex secretario general y resuelta a constituirse en una fracción autónoma. Las inculpaciones entre mayoritarios y minoritarios, que se acusan mutuamente de haber infringido los estatutos del PCE, resultan difícilmente comprensibles para las personas ajenas al conflicto. Pero en cualquier caso, la decisión, desde ayer oficial, de separar a Carrillo de la dirección del PCE marca una frontera en la historia del partido y en la de España. No exageramos: la presencia de Carrillo al frente del Partido Comunista de España ha marcado poderosamente la historia de la izquierda española durante la dictadura y durante la transición.Santiago Carrillo y sus seguidores gobernaron con mano de hierro la organización del PCE mientras ejercieron el poder. En el otoño de 1981, el ex secretario general decidió disolver el Comité Central del Partido Comunista de Euskadi, destituir a seis miembros del Comité Central del PCE y expulsar de la organización a 12 concejales comunistas del Ayuntamiento de Madrid y a centenares de destacados militantes. Un breve repaso de las abundantes purgas realizadas dentro del PCE durante el mandato de Carrillo permite contemplar con escepticismo sus metáforas sobre la ley de fugas, sus denuncias contra los «procedimientos represivos» de la actual dirección y sus idealizadas descripciones de la democracia interna reinante en la organización comunista antes de octubre de 1982.

La polémica en torno a las dimensiones legales del actual conflicto, incluida una disquisición sobre la titularidad jurídica de los locales y cuentas bancarias de las organizaciones regionales comunistas, y la discusión sobre los derechos de las minorías sirven de pórtico para que Carrillo y sus seguidores, hasta hace poco predominantes en Madrid y Valencia, anuncien la creación de su propia fracción, disfrazada bajo el artificio de que esa nueva escisión comunista también tendría derecho a utilizar las siglas registradas del PCE. Preciso es reconocer la tenacidad y perseverancia de Carrillo, cuya vocación ,política y espíritu de lucha le mueven a seguir peleando en condiciones altamente adversas. Sin embargo, la resistencia del ex secretario general del PCE producirá estragos en el conjunto de la familia comunista, desgarrada ya por la escisión prosoviética de Ignacio Gallego y amenazada ahora por la fracción de Carrillo, lo bastante fuerte para perjudicar electoral y organizativamente al PCE y a Comisiones Obreras.

En la carta documento de Carrillo, los actuales dirigentes del PCE son denunciados por su apoyo crítico al i3lobierno socialista y por haber cometido al menos «dos errores importantes»: aplaudir el decreto-ley de expropiación de Rumasa y respaldar la reforma militar propiciada por Narcís Serra en el otoño de 1983. Santiago Carrillo, cuya colaboración con la estrategia de la reforma pactada hizo posible la transición pacífica a la democracia y que se ofreció a suscribir un pacto de legislatura y de gobierno con Adolfo Suárez, considera, sin embargo, que la llegada al poder de los socialistas hace imprescindible un giro hacia la izquierda del PCE. El absurdo político implicado en la glorificación del centrismo de Suárez y la satanización del socialismo de Felipe González es salvado con el argumento de que la confrontación abierta con el PSOE «es el único medio de impulsar dentro de éste y de UGT las corrientes de izquierda, condición necesaria para abrir nuevas perspectivas unitarias y de cambio dentro de la clase obrera y los sectores populares».

La carta programa desentierra el fantasma de la «.campaña ideológica anticomunista», lanzada para «desarmar a la clase obrera», agudizada «a medida que se agrava la crisis general del imperialismo y crece el peligro de guerra» y asumida en sus ecos por los actuales dirigentes del PCE. El documento exhorta a los comunistas a no dejarse «desmoralizar por fenómenos negativos producidos en el campo del socialismo». Mientras subsista el capitalismo, la segunda revolución industrial sólo logrará «aumentar progresivamente el número de desempleados, de desheredados, de auténticos proletarios en el sentido romano de la palabra». Se explica, en consecuencia, que la fracción de Carrillo, tan cercana al grupo de Ignacio Gallego por su concepción del partido, por su estrategia de enfrentamiento con el Gobierno socialista y por su apocalíptica visión del futuro, llame a «la unidad de los comunistas» en un mismo partido, del que sólo estarían excluidos los actuales dirigentes del PCE.

El desenlace de esta historia, que arrojará a Carrillo del seno de una organización a la que dedicó cincuenta años de su vida y de la que fue su líder carismático (admirado hasta la ceguera y aplaudido hasta el cansancio por quienes hoy le critican ásperamente), constituye un dramático ejemplo de los brutales costes personales implicados en las luchas partidistas. Que el ex secretario general del PCE reciba ahora un trato parecido al que sufrieron anteriormente sus rivales, sacrificados enpurgas todavía más crueles, es una triste ironía del destino. Flor lo demás, resulta incierto que su nueva maniobra política acabe otorgándole algún protagonismo efectivo en la vida pública española. Pero es seguro que la historia le reserva, como decíamos, un lugar preferente, y merecido, en sus páginas.

01 Abril 1985

Santiago Carrillo

ABC (Director: Luis María Anson)

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El viejo dirigente comunista, que durante tanto tiempo estuvo a la cabeza del PCE, se ha visto ahora autoexcluido del a dirección del mismo y privado de sus funciones como portavoz de los comunistas en el Congreso de los Diputados, como consecuencia de su postura discrepante con la política de ‘convergencia’ que propugna el actual secretario general, Gerardo Iglesias. Carrillo, uno de los protagonistas de la transición democrática, se encuentra ahora en una difícil situación, pero está dispuesto a no abandonar.

El Análisis

QUIEN A HIERRO MATA…

JF Lamata

Expulsado. D. Santiago Carrillo tuvo que soportar que el partido que lideró durante tantos años y del que era referente le pegara el patadón en su intento por recuperar el poder que se había resistido a dejar.

Era bastante irónico… pues el procedimiento de las expulsiones era uno que él había usado con frecuencia durante todo su mandato. De modo que los militantes del PCE tenían que pasar de idolatrar como héroes a figuras como D. Vicente Uribe o D. Jesus Hernández, a escupirles y tacharles de ‘traidores’ a los que había que odiar. Unos expulsados por aperturistas-occidentalistas como el Sr. Claudín, otros por ser demasiado pro-soviéticos como el Sr. Líster. Y la presidente del PCE, la Pasionaria, que había permitido la política de expulsiones de D. Santiago, no tuvo inconveniente en mirar para otro lado y permitir que este acabara de la misma manera. Ahora era el turno del Sr. Carrillo: era auto-excluido. A los militantes del PCE se les enseñaría que el Sr. Carrillo era un ‘malo’ que debía ser borrado de la historia del partido, el mayor ‘excomulgador’ había pasado a ser el último excomulgado.

El Sr. Carrillo intentaría demostrar que tenía él podía tener más apoyo electoral que el PCE de D. Gerardo Iglesias, pero sólo conseguiría demostrar que los votantes comunistas eran fieles ‘votantes del PCE’ y no ‘votantes del Sr. Carrillo’ que, electoralmente, no se comería una rosca sin la marca del PCE.

J. F. Lamata