13 septiembre 2018

El periódico ABC acusa al presidente Pedro Sánchez Pérez-Castejón de haber plagiado fragmentos de su tesis doctoral, este lo niega

Hechos

El 13 de septiembre de 2018 el periódico ABC acusó en su portada a D. Pedro Sánchez Pérez-Castejón, presidente del Gobierno, de haber plagiado su tesis doctoral.

13 Septiembre 2018

El plagio de Pedro Sánchez a otros autores

Javier Chicote

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El presidente del Gobierno copió en su tesis artículos publicados por profesores de la Universidad de Cádiz y la Carlos III años antes

Pedro Sánchez utilizó para su tesis unas diapositivas del Instituto Español de Comercio Exterior (ICEX) que explicaban la imagen de las empresas españolas en Estados Unidos . C opió y pegó frases y varios puntos de forma literal y ni siquiera citó a los autores originales.

Entre otras irregularidades, Pedro Sánchez echó mano de unas diapositivas del Instituto Español de Comercio Exterior (ICEX) que explicaban la imagen de las empresas españolas en Estados Unidos.

En su tesis, copió y pegó varios puntos de forma literal, sin entrecomillar. En el análisis del documento, que ABC ha realizado en exclusiva, también ha podido encontrar párrafos de estudios de otros profesores universitarios.

La tesis de Pedro Sánchez , presentada en 2012, sobre la diplomacia económica del Gobierno de Zapatero era un gran secreto. Celosamente guardada, hace años que se niega a mostrarla públicamente. ABC la ha conseguido y la ha estudiado al detalle hasta desenmascarar sus muchas trampas entre los que destacan los plagios del presidente del Gobierno tanto a autores, como a informes oficiales como a sí mismo.

Julio Cerviño y Jaime Rivera

En este final y principio de páginas de la tesis de Pedro Sánchez hay un claro plagio a un artículo publicado cinco años antes, en 2007, por los profesores Julio Cerviño y Jaime Rivera, de la Universidad Carlos III. Como se ve en la imagen, el texto de Sánchez no está entrecomillado ni citado , pese a que lo copió del estudio «La globalización de las marcas españolas», publicado en la revista ICE del Ministerio de Industria. El artículo aparece en la bibliografía, pero eso no elude el plagio, ya que es obligatorio en toda normativa académica entrecomillar y citar de forma directa todo texto de otro autor. Recoger el título en la bibliografía de una tesis no permite «fusilarlo» en páginas interiores sin las pertinentes citas y comillas. Sánchez hizo pasar estas líneas como suyas, en un clara falta de integridad académica.

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Artículo original ABC
Parte de la tesis de Sánchez que contiene el plagio ABC

Marcela Iglesias y David Molina

Esta página está copiada del artículo «La estrategia marca país en la sociedad informacional», escrito por dos profesores de la Universidad de Cádiz en 2008. Sánchez incluyó una cita trampa , en la que decía que «para un análisis más detallado» se podía consultar el artículo plagiado, pero dio a entender que esta página era de su autoría. Se limitó a cambiar una palabra en cada punto y no entrecomilló nada, lo que está estrictamente prohibido.

Artículo original ABC
Página de la tesis de Sánchez qe contiene el plagio ABC

Antonio García Rebollar

En el capítulo 2 de su tesis, Pedro Sánchez define tipos de diplomacia económica, pero se limita a copiar y pegar un trabajo de 2010 del economista Antonio García , subdirector de Oficinas Económicas del Ministerio de Industria del Gobierno de Zapatero. Sánchez solo cambia «engloba» por «incluye» o «trabajo» por «labor» y no entrecomilla ni cita de forma directa. En la página anterior de la tesis decía que usaría ese artículo, pero incumplió con la obligación de entrecomillar e incluir una cita directa. La única forma permitida si no quiere entrecomillar es mantener la cita previa y rehacer el texto con sus propias palabras. Las leves paráfrasis tampoco están permitidas.

Artículo original ABC

13 Septiembre 2018

Sánchez, ni talento ni moral

Luis Ventoso

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Criticar a otros habiendo incurrido él en plagios poco dice del presidente

a principal justificación de Sánchez para presentar su moción de censura, que lo llevó al poder aliándose con separatistas, independentistas, comunistas y nacionalistas, fue su invocación a la podredumbre moral del PP de Mariano Rajoy. Todo el argumentario de Sánchez se basó en que él y su partido representaban una nueva regeneración ética. Tras la información que hoy publica ABC, que ofrece y aporta pruebas irrefutables de que el hoy presidente plagió partes de su tesis doctoral, la moral del supuesto moralista queda en entredicho. Ya sabíamos que Sánchez, el primer presidente no votado de nuestra democracia, posee escaso talento para la gobernanza, como acreditan sus vaivenes, rectificaciones y pírricos resultados. Pero ahora también podemos constatar que es capaz de practicar el engaño con desenvoltura, con el agravante de que ha criticado enérgicamente en políticos rivales unas prácticas similares a las que él llevó a cabo en su día.

Sánchez fue contratado como profesor por la Universidad Camilo José Cela en 2008, siendo el rector Cortés Elvira, hombre vinculado al PSOE y en su día secretario de Estado con Felipe González. Haciendo política de cantera, el Partido Socialista comenzó a foguear por entonces a algunos jóvenes que apuntaban maneras. Uno de los apadrinados era Sánchez. En 2012 presentó su tesis doctoral, que obtuvo sobresaliente cum laude. Al surgir el caso Cifuentes, y posteriormente los de Casado y la ministra Montón, en los mentideros políticos y periodísticos de Madrid comenzó a hablarse de la tesis de Sánchez. Constaba que existía, pero no aparecía; nadie lograba verla. Nuestro compañero Javier Chicote logró acceder a ella, tras obtener la luz verde de la universidad. Trabajando sobre el texto durante semanas -periodismo de investigación de verdad, no del que se limita a recibir un sobre de una fuente que quiere dañar a alguien-, constató que el trabajo incumplía los requisitos básicos que las universidades demandan en ese tipo de piezas académicas. Hay párrafos plagiados de otros autores, plagios de documentos oficiales y autoplagios. También se incorporan algunos textos que ya habían sido publicados por el propio Sánchez en revistas científicas, algo incorrecto, pues las universidades exigen que todo el material de las tesis sea obra nueva. Es decir: tras lo que hoy publica ABC queda de manifiesto que Sánchez cometió engaño a sabiendas en su obra académica. Pero sabedor de lo que en su día había hecho, no tenía empacho en ponerse al frente de las críticas a Cifuentes, llegando a decir que «la mentira no puede presidir la Comunidad de Madrid». Por lo que publicamos hoy, la mentira preside ahora la Moncloa.

El PSOE ha elevado enormemente el listón moral, a veces llegando a machacar la presunción de inocencia. Sánchez tendrá que explicar hoy mismo si va a aplicarse el rigor moral que exige a otros. La frágil presidencia de este presidente accidental se complica enormemente. Unas elecciones serían la salida más airosa. Una retirada, tal vez la más digna, porque es rehén de sus críticas a otros.

14 Septiembre 2018

El problema de Sánchez

Carlos Herrera

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Después de la exclusiva de ABC, Sánchez va a tener que retorcer mucho la realidad

No me veo capaz de dilucidar nada acerca de una tesis doctoral: jamás elaboré una. Tengo entendido que es imprescindible para ser Doctor, y que su realización supone el trabajo de unos pocos de meses, cuando no años. No tengo máster alguno ni soy doctor en nada, cosa de la que no estoy especialmente satisfecho pero que resume mi vida académica a la perfección: con haber aprobado todas las asignaturas de una carrera que, además, no he ejercido ni iba a ejercer jamás, tuve bastante. Con mi esquelético currículum académico difícilmente podría presumir de nada ni competir con aquellos que hacen de la exhibición de títulos toda una declaración de intenciones; ni siquiera con los que consideran que el estudio formal de determinadas disciplinas facultan especialmente para el desempeño de labores relacionadas con la gestión pública y la administración general de cuestiones comunes. Es decir, solo valgo para administrar lo mío y eso a duras penas.

Es cierto que todos conocemos a cerebrinos que acumulan títulos en las paredes y que no valen ni para hinchar globos, al igual que proliferan individuos con menos instrucción pero con un gran sentido común que les hace magníficos gestores; bueno es que concluyamos que toda formación no solo no es baladí sino que es aconsejable y deseable, incluidos másters y doctorados, algunos meramente decorativos, otros esencialmente instructivos o indicadores fieles del nivel académico alcanzado. La tentación del redondeo de unos estudios universitarios mediante la orla añadida de un máster no es cualquier cosa (antes de Bolonia, entiéndase), al igual que coronar el final de una carrera mediante el soberano titulo de Doctor: si a mi me garantizasen su consecución mediante algún atajo me lo pensaría… siempre y cuando no fuera a dedicarme a la función pública. Hoy en día pretender ser concejal de pueblo sin poder garantizar la pureza de una ejecutoria es un suicidio. Bueno, tal vez concejal de pueblo no, pero concejal que aspira a ser consejero de gobierno autonómico, por ejemplo, sí. O de entrada uno exhibe ausencia de méritos académicos (lo cual no quiere decir nada en sí mismo ya que muchos legos son excelentes gestores), o puede certificar que no copió ni siquiera en el exámenes de latín de Cuarto de Bachillerato (como hice yo con el Hic Haec Hoc, pronombres demostrativos que no se me olvidan y que me invalidan para ser alcalde de mi pueblo ).

El listón de la excelencia se ha puesto muy alto… y lo ha puesto la izquierda. No me parece mal en principio, pero la exigencia de ejemplaridad somete a todos a una tensión que, en principio, desaconseja a muchos someterse a la permanente inquisición de los Savonarolas exagerados de turno. En función de esa misma exigencia, hoy pasa apuros el presidente del gobierno de España, que en sede parlamentaria citó textualmente al ministro alemán de Defensa, el cual hubo de dimitir por haber plagiado un 20% de su tesis doctoral. Sánchez aseguró que eso era lo imprescindible que se podía exigir a alguien que se viera en ese caso. Hoy, después de la exclusiva publicada por ABC ayer, Sánchez tiene un problema: va a tener que retorcer mucho la realidad para justificar que su tesis se parecía a otros textos publicados solo por mera coincidencia intelectual. A quien esto suscribe le importa relativamente poco que la Tesis doctoral de quien preside su gobierno fuera un mero trámite administrativo para conseguir un título determinado siempre que sepa gobernar bien mis intereses (tengo por cierto que muchas Tesis adolecen de problemas parecidos), pero el mismo que dice lo anterior añade que quien marca listones de ejemplaridad debe ser el primero en cumplirlos. Y ese es el gran problema que tiene Sánchez. No yo, que ni soy Doctor ni Dios lo permita.

14 Septiembre 2018

Presidente ‘cum fraude’

Federico Jiménez Losantos

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EL PRESIDENTE del Gobierno no ha plagiado la tesis presentada por él y calificada «apto cum laude» por la sencilla razón de que no la hizo. El delito, no sólo moral, de presentar como tesis de doctorado habilitante para ejercer la enseñanza al máximo nivel (puede acceder a las oposiciones de cátedra universitaria a nivel estatal) un texto escrito total o casi totalmente por otro, lo habría perpetrado como autor intelectual. El autor material, o sea, el plagiario, sería Carlos Ocaña, que para ahuyentar las dudas sobre su autoría la publicó un año después a su nombre, con Pedro Sánchez como «director» de un bodrio de retales de corta-pega-y-corre que ayer desveló, despiezó y resumió así Abc: «De llevar, como es preceptivo, las citas entre comillas, las trescientas páginas serían un solo entrecomillado».

El presidente de la CRUE, como pasa con bastantes rectores, no perdió ayer la ocasión de hacer el ridículo y aseguró que «los controles universitarios han funcionado perfectamente», como si no cupiera engañar a un tribunal. Se alivió diciendo que «sólo sabía del caso lo publicado en los medios». Se ve que entre los que ojea no está Abc, como era de rigor antes de que los penenes del PRISOE expropiaran las cátedras, se apropiaran los concursos y convirtieran las oposiciones en cotos de caza endogámicos. Pero el doctor en cualquier materia siempre obtuvo el título con una tesis original suya. Si no era original ni suya, estamos ante un caso idéntico al del alumno que hace que otro se presente a un examen por él. Si los pillan, ambos son expulsados de la universidad. Pero de una asignatura a un doctorado hay diferencia. «No todos somos iguales», dijo Montón. «Y entre doctores, menos», añadirá el presidente cum fraude.

La ministra Delgado, que reivindicaba la prevaricación en favor de Garzón, volvió a hacerlo ayer a cuenta del Supremo y Casado. Si hay Justicia, la imputada o reprendida será la jueza. Pero en el caso Sánchez, el plagio es del negro y queda consignado en el libro; la usurpación de personalidad y monumental estafa docente, del negrero. Si Rivera hace caso a Arcadi y le llama desde ahora doctor Sánchez, debe añadir el del entrañable divulgador médico, sin título habilitante. Ya oigo la megafonía del hospital: «¡Doctor Sánchez-Ocaña, a Urgencias!».

Electorales, naturalmente.

16 Septiembre 2018

Lo que nos jugamos con el «Tesisgate»

Eduardo Inda

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Una de las cosas que más me llamó la atención al aterrizar en Baleares en 2001 como director de EL MUNDO era la cantidad de jetas que se habían sacado el título de patrón de embarcaciones deportivas sin haber pasado nunca por una academia, sin haber manejado siquiera un bote y, por supuesto, sin haber superado ningún examen. «No puede ser», cavilaba. Pero era. Tenía 33 años y tal vez era demasiado pardillo para creer posible que algo tan importante y sensible, la licencia para patronear una embarcación cargada con cientos de litros de combustible, se subastaba al mejor postor. La golfería tenía un precio: creo recordar que un millón de pesetas (6.000 euros al cambio). La proliferación de accidentes y la siempre eficaz actuación de la Guardia Civil pusieron coto a esta práctica que no sé si era la regla que confirmaba la excepción pero por ahí le andaría. Decenas de mangutas acabaron en la cárcel y a miles de desahogados se les retiró el carné.

No sé por qué, o sí, esta tercermundista costumbre me vino a la cabeza cuando el equipo de investigación de OKDIARIO me dijo «¡estamos listos!» el martes pasado, horas antes de publicar la primicia del Tesisgate. Por mucho que lo intenten silenciar, minimizar o tergiversarlo, pinchan en hueso porque es un escándalo de marca mayor. La ciudadanía, que no es gilipollas, les responde a lo Unamuno: «Mentiréis y venceréis pero no convenceréis». No está protagonizado por el vecino de arriba sino por el presidente del Gobierno. Y no es que en el doctorado haya alguna irregularidad. Más bien hay que colegir que el doctorado es la madre de todas las irregularidades e ilegalidades. Está acreditado que la tesis se hizo a ocho manos. Ilegal porque deben ser unipersonales. Está incontrovertiblemente confirmado que se plagiaron párrafos enteros sin citar la fuente. Ilegal por razones obvias. Está probado más allá de toda duda razonable que un miembro del tribunal y la directora del doctorado escribieron con Sánchez dos trabajos que luego trasplantaron a la tesis. Ilegal e inmoral. Está empíricamente certificado que Sánchez fusiló 44 documentos de Industria que le facilitó el negro Ocaña, mano derecha del ministro Sebastián. Irregular. E igualmente es científicamente cierto que la tesis es una basura. ¡Y le dieron un cum laude! En este envite nos jugamos algo más que quién es nuestro presidente. Nos jugamos la calidad de nuestra democracia. Palabras mayores.

17 Septiembre 2018

De plagio y de plagios

Gabriel Albiac

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Se llama plagio a quello que no se atenga a esas convenciones que permiten distinguir al autor de sus lecturas, doctor Sánchez

Fue hace bastante más de treinta años. Si mi memoria no trastrueca, yo no debía aún ser catedrático. Llamaron a la puerta de mi despacho en la Complutense. Entraron tres tipos en traje negro y corbata. Uno, de más edad, delante; un paso por detrás, dos mudos jóvenes formato armario. Tras las salutaciones en dulce español de ultramar, el mayor dijo querer que yo dirigiera su tesis. Le expuse las convenciones: fijaríamos un par de citas para charlar sobre sus intereses intelectuales y, si estos se ajustaban a los míos, le iría indicando bibliografía; a partir de ahí, seguirían entrevistas hasta precisar el tema. Me miró con la paciencia de quien habla a un niño: «No, profesor, no me ha entendido. La tesis está ya aquí». Tendió la mano izquierda hacia uno de sus edecanes. Sin mirarlo. Este colocó en ella un volumen encuadernado, del cual habían sido arrancadas cubiertas y primera página. «Le pido sólo que firme». No había nadie más que yo en el Departamento y empecé a alarmarme. Me deshice en corteses excusas: imposible acceder a su tan loable deseo, yo no era más que un humilde profesor titular; debería ir a hablar con el director o, mejor aún, con el decano, con quien fuese. Por cierto, que yo tenía mucha prisa, me estaban esperando en clase, encantado de haberle conocido… No volví a saber nada del pulcro trío. Ignoro, pues, si ese día perdí mi ocasión de ser testigo –y cómplice– de una tesis íntegramente plagiada. No he tenido otra.

Lo frecuente es que una tesis contenga plagios. No que sea un plagio: hay que ser o muy burro o muy impune para atreverse a eso. No por razones morales, sino porque hasta el más lerdo –hasta un profesor titular de treinta años– va a pillarte. Los plagios, en una tesis, se interpolan entre toneladas de folios de escritura inane. Nadie podrá decir que el total «es» un plagio. Y si alguien pilla las páginas copiadas allí dentro –lo cual es como hallar, no una aguja, sino una paja concreta en un pajar–, entonces siempre queda el recurso de argüir que el autor ha empleado un criterio de cita propio. Por ese motivo, mi Universidad –y supongo que todas– fija a los doctorandos un código, absolutamente tasado, de criterios formales, que, por supuesto, incluye el uso de las comillas y del pie de página. Se llama plagio a aquello que no se atenga a esas convenciones que permiten distinguir al autor de sus lecturas, doctor Sánchez.

Decir que una tesis no es un plagio no significa decir que no contenga plagios. Si en ella hay pasajes de otro autor que no se entrecomillan y cuyo origen no sea establecido en nota, a eso se llama –por convenio académico– un plagio.

¿Es plagio la tesis del doctor Sánchez? Lo ignoro: la economía no es mi especialidad. Pero los fragmentos de ella que ABC publicaba el jueves son irrebatibles. No valorativamente, sino de facto, hay pasajes de esa tesis idénticos a los de otros autores previos. Sin comillas. Sin referencia a pie de página. Y eso tiene un nombre en el Diccionario.

15 Septiembre 2018

ABC desmonta los argumentos del presidente para negar los plagios

Javier Chicote

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En una carta remitida ayer a este periódico, Sánchez desarrolla seis argumentos para tratar de contradecir las informaciones sobre su tesis doctoral. No lo logra.

Pedro Sánchez remitió ayer a ABC un burofax en el que, junto a una nota de rectificación, incluía una carta en la que criticaba algunas de las informaciones publicadas en este diario el jueves. Estos son sus argumentos y los nuestros:

I. Su medio habla de un supuesto plagio del artículo “la globalización de las marcas españolas: liderazgo y notoriedad internacional”, de Julio Cerviño y Jaime Rivera (2007), cuando la realidad es que el referido artículo aparece correctamente reseñado en la Bibliografía de la tesis, en la página 328.

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Es una barbaridad aseverar que el hecho de citar una publicación en la bibliografía de una tesis da carta libre al doctorando para apropiarse de ella y usarla como si fuera propia. Cada vez que se copia y pega de otra obra hay que entrecomillar , citar la publicación original y la página. Entre las páginas 285 y 286 de su tesis, Sánchez escribió como texto propio lo siguiente: «Una de las principales fuentes de creación Marca País son las propias marcas comerciales y corporativas. En mercados globales, los consumidores y usuarios compran bienes y servicios fabricados en países de los cuales sólo conocen por imágenes, comentarios, noticias, etc. A partir de sus experiencias con esas empresas y marcas, los consumidores conforman todo un mundo de significados relacionados con su país de origen». Este texto no era suyo, sino del artículo de Julio Cerviño y Jaime Rivera. No hay debate posible: debió entrecomillar y citar, pero no lo hizo.

II. En relación con lo que la información denomina “cita trampa” del artículo “La estrategia Marca País en la sociedad informacional”, escrito por Marcela Iglesias y David Molina (2008), resulta que tanto el artículo como la tesis enumeran las recomendaciones del “Informe: Proyecto Marca España”, indicándolo ambos expresamente. Como es lógico, las recomendaciones citadas por ambos textos coinciden, dado que se obtienen del mismo informe (…) La cita 406 de la tesis no deja ningún lugar a dudas del origen: “para un análisis más detallado, véase: Informe: Proyecto Marca España. Asociación de Directivos de Comunicación, Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos. Foro de Marcas Renombradas Españolas. ICEX. pp. 23-32. Mayo, 2003; y Iglesias Onofrio, M. y Molina Rabadán, D. (2008): La Estrategia Marca País en la sociedad informacional, pps.109-26.

Sánchez puso una cita y referenció a dos publicaciones por si los miembros del tribunal querían «un análisis más detallado», dando a entender que ahí se podía ampliar «su» texto, el elaborado por wl ahora presidente del Gobierno. Ni siquiera los citó como fuente. Pero esa página no era suya, sino que la había copiado del artículo de Marcela Iglesias y David Molina, limitándose a cambiar la primera palabra de cada punto. También dice que tanto él como los dos autores copiados bebían de la misma fuente, el Informe Proyecto Marca España, de ahí que los textos coincidieran. No es así. Los autores plagiados reescribieron con sus palabras lo que contenía el informe oficial y lo citaron. Esta es una forma de evitar el plagio. La otra posibilidad habría sido entrecomillar la literalidad. Sánchez se limitó a apropiarse del trabajo de quienes sí habían cumplido con la normativa académica, copiando su texto.

III. Por lo que se refiere al capítulo 2 de la tesis, en el cual defino tipos de diplomacia económica, y en el que, según su diario, me limito a “copiar y pegar un trabajo del economista Antonio García”, resulta que en la cita 53 de la tesis se plantea con claridad la autoría y se referencia de forma correcta el texto al que alude su diario: “53. Utilizaremos las definiciones de cada uno de los términos traducidos en el trabajo de Rebollar G. (2010): Notas sobre diplomacia económica, pps. 25-34”.

En este caso al menos Sánchez sí dijo que ese artículo era su fuente , pero eso no lo eximía de entrecomillar lo copiado. La normativa sobre el plagio (todas son similares, aquí usamos la de Harvard) establece que para evitarlo hay que «poner entre comillas la frase o texto copiado literalmente y citar la fuente de la que procede». La otra opción es «parafrasear el texto e indicar de forma clara la fuente de la que se ha extraído».

IV. Su diario califica de autoplagio la utilización de artículos míos previos a la tesis doctoral que habían sido publicados en revistas especializadas. Hablar de plagio en este caso resulta simplemente absurdo cuando el autor soy yo mismo .

Nadie tendrá problemas legales por reutilizar sus propios textos, pero sí éticos . Sánchez volcó en su tesis dos artículos ya publicados y no avisó, no los citó. No habría objeción si se hubiera limitado a alertar de que ese abundante material, un capítulo entero de la tesis, no era inédito, pero habría restado fuerza al texto. La normativa de la Universidad de Oxford sobre autoplagio es tajante: «No debes usar el mismo material para varios trabajos a la vez. Si usas algo que ya has publicado, debes citarte bien, como si fueras otro autor». Tras la dimisión de un ministro alemán por plagiar su tesis, dos profesores de la Universidad Nacional de Colombia, Renzo Ramírez y Hernán Jiménez, publicaron un artículo científico sobre el plagio y el autoplagio. Sostuvieron que este último «se configura cuando el autor reutiliza sus escritos y los hace pasar como una obra inédita u original, y no cita ni referencia sus propias publicaciones». Publicar lo mismo muchas veces no aporta absolutamente nada.

Eso hizo exactamente Pedro Sánchez. Pero en este reciclado de sus propios artículos subyace algo mucho más grave : Sánchez firmó ambos artículos con el profesor Juan Padilla (en uno de ellos también aparecía como autora la directora de tesis de ambos, María Isabel Cepeda). Luego los incluyó en la tesis -sin citarse él ni a sus compañeros, autoplagio más plagio- con la circunstancia de que Padilla fue miembro del tribunal que calificó su tesis (le dio la máxima nota). Este profesor tenía más que cuestionada su objetividad, pues juzgaba un trabajo del que era coautor en parte, hecho que, como decíamos, se ocultó al resto de miembros del tribunal. Ayer, el diario «El País», pese a que está volcado en la defensa de Pedro Sánchez, publicó que expertos consultado aseguraban que Sánchez debió citar los artículos y que el asunto de Padilla «sí que me parece reprobable y dudo hasta de que esté permitido».

V. Su diario acusa también, con absoluto desprecio por la verdad y el rigor periodístico, de “fusilar” informes oficiales, en concreto el contenido en la diapositiva del ICEX, cuando en la página 299 de la tesis se dice con claridad que dichos objetivos se extraen de un Plan del Gobierno llamado “Made in/Made by”. Además, en la cita nº 408 se referencia el Acta de la comparecencia del Ministro (sic) Miguel Sebastián en la comisión de Comercio, Industria y Turismo del Congreso donde se expone dicho plan.

Sánchez copió y pegó informes oficiales sin entrecomillarlos, pese a que eran literales. Entre las muchas normativas que lo censuran, está la de la Universidad de Murcia: «No importa si la fuente es un artículo académico publicado, otro estudiante, una página web sin autoría definida, una web de artículos académicos o cualquier otra. Apropiarse del trabajo de alguien más es robo, y no debe ser aceptado en ninguna situación académica, tanto si se hace intencionadamente o por accidente».

VI. Se indica también en su diario que en la tesis se realiza “copia y pega” de Reales Decretos y otras normativas e iniciativas cuando se trata de legislación, obviamente pública, que en una tesis sobre un ámbito de actuación del sector público es imprescindible utilizar y citar. Así se hace en todos los casos en nota a pie de página y en la bibliografía final, con indicación de todos los datos de publicación en el BOE.

La respuesta es similar a la anterior: si corta y pega debería entrecomillar, como se hace en cualquier texto cuando se cita, por ejemplo, artículos de la Constitución o el Código Penal. Si siempre lo hubiera hecho, su tesis se habría llenado de comillas, desvelando que se limitaba a contar lo que hacen los demás, y ese no es el objetivo de una tesis doctoral. Uno de los ejemplos recabados por ABC es una copia letral del BOE de nueve líneas, que entre comillas habría llamado la atención. Esta práctica de Sánchez convirtió su tesis en una mera recopilación de normativas, en la que escasean las reflexiones del doctorando, la aportación de su investigación. Varios profesores denunciaron ayer los plagios .

19 Septiembre 2018

El doble revés del periodismo y la tesis

Ramón Pérez Maura

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La mención colateral de Gabo siempre es un Jordán purificador de cualquier acometida

Cuesta imaginar mayor cinismo periodístico que el del tantas veces admirado colega Juan Cruz en su columna «El revés del periodismo y la tesis» (El País, 17-IX-2018. pág. 17). Denuncia «la destrucción del valor supremo de la prensa (y de la política): la verificación de los hechos». Es evidente que es mejor lanzar esa acusación desde un diario impreso, donde la respuesta le llega 48 horas más tarde por esta vía, que desde una radio o una televisión donde le hubiera podido restregar docenas de párrafos plagiados. Pero él tenía la comodidad de la distancia de seguridad. «Sánchez fue acusado de plagio. Sin comprobación alguna», nos espeta Cruz. Perdón. Con todas. Moléstese en desmentir una a una las pruebas que ha presentado ABC. Pero no lo hace porque no puede. Y habla de «linotipias proclives» –es lo que tiene mirarse en el espejo cuando te vas a sentar a escribir– antes de afirmar que «el batiburrillo creado sirve a la confusión en la que prospera la mentira». Juan, antes de acusarnos de mentir, piénsatelo dos veces. Especialmente cuando dos líneas más abajo afirmas que Sánchez «puso en abierto» «tarde» su tesis. No, Juan. Sánchez mintió en las Cortes Españolas y dijo que estaba disponible en la red. Y tú sabes que no lo estaba. Pero has preferido encubrir la mentira del presidente. Ésta y otras. Hay veces en que para salvar el cuello, cuando se lo han cortado a tantos colegas, hay que humillarse. En los gulags del estalinismo sabían mucho de esto. Y Juan Cruz, que es un gran lector, sabe a qué se arriesga quien se atreva a plantar cara.

Vuelve Cruz en su columna con los llamados «instrumentos de verificación», que es el epítome que se ha atribuido a este procedimiento para falsificar resultados. Y armado con ellos afirma que «lo que sí ha sido corroborado es que no hubo plagio». Falso. Esos «instrumentos» no te pueden decir eso, y menos con un 13 o un 17 por ciento de coincidencias. Esos instrumentos te muestran coincidencias calcadas, pero un plagio no se puede contrastar por esa vía, porque el cambio de tiempos verbales o palabras sueltas, no digamos de la estructura de la frase, permite un plagio perfecto. Pero Cruz necesitaba una autoridad de las páginas de «El País» y lo encontró: «Sin embargo, retorciéndole el cuello al cisne, pero no para las buenas intenciones que aconsejaba el redactor jefe de García Márquez, periodistas de alto nivel de colesterol cínico siguieron buscando el plagio y el negro». Lo del «negro» Cruz sabrá a quién se lo dice. Pero a la mención colateral de Gabo, siempre un Jordán purificador de cualquier acometida, hay respuesta. Ya se sabe que en «El País» consideran que sólo los suyos están en poder de la verdad. Los que nunca hemos cruzado ese umbral somos impuros. Pues permítame una cita de un colaborador de «El País» durante lustros, siempre jaleado desde sus páginas como un archimandrita del saber, autor de numerosos ensayos sobre semiótica, estética, lingüística y filosofía. Se llamaba Umberto Eco. Él publicó «Cómo se hace una tesis» (Gedisa editorial, 1997) y en la página 199 dice algo que le va al guante a la falsa tesis de Pedro Sánchez: «Tenéis que estar seguros de que los fragmentos que copiáis son verdaderamente paráfrasis y no citas sin comillas. En caso contrario cometeríais un plagio. Esta forma de plagio es bastante común en las tesis. El estudiante se queda con la conciencia tranquila porque antes o después dice, en una nota a pie de página, que se está refiriendo a ese autor determinado». Ánimo Juan. Ahora a rebatir a Eco lo que le jaleaban cuando estaba vivo y escribía en «El País».

19 Septiembre 2018

Chicote y la conjura de los medios

Agustín Pery

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El linchamiento mediático a mi compañero, qué palabro, obedece a todo menos a la crítica honesta

Hace unos meses volví a la Universidad. No la pisaba desde el inicio de mi quinto curso de carrera. Me alejé tanto de ella que ni siquiera fui capaz de graduarme. Ya ven, ni soy licenciado ni mucho menos doctor en el oficio con el que me gano la vida desde que tenía 23 años. No estoy orgulloso y hay días, últimamente menos, que fabulo con la idea de ponerme a ello de nuevo, más que nada por darle el gusto a un padre que a fecha de hoy sigue sin entender que abandonara la carrera con la excusa de que las horas de redacción y mi, nuestro, empecinamiento en casarnos me hicieran desistir.

A lo que iba. Volví a pisar un aula de la Complutense para dar una charla a un puñado de futuros compañeros. No recuerdo si fue uno o una de ellos pero sí la pregunta. «¿ Existe la objetividad en la prensa ?». Vaya mi reconocimiento a él o ella por inquirirme en voz alta lo que llevo preguntándome desde hace tiempo.

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No sé si por eso o porque ese día desayuné lengua, apenas tardé un segundo en verbalizar la respuesta que hoy tecleo. No soy objetivo pero sí me tengo por un periodista subjetivamente honesto, eso es lo que creo que como mínimo nos pueden exigir los lectores.

A estas alturas del viaje no pretendo ser el guardián de la ortodoxia periodística ni ejemplo de la mejor de las éticas. Me conformo con saber que jamás publicaré ni consciente ni intencionadamente una mentira y tampoco retorceré la verdad para adecuarla a mis filias o fobias. Las tengo mucho más allá del fútbol . Unas y otras se acentúan cuando toca bogar por los meandros de la política.

No, no soy objetivo, pero, ay, procuro ser fieramente honesto. Nada de esto último he visto estos días entre varios de mis presuntos compañeros. El que sí lo es, compañero digo, Javier Chicote Lerena lleva dos semanas capeando la furia tuitera de quienes juzgan su trabajo en función de su cojera ideológica. Los hay iracundos, ingeniosos y hasta iluminados. Bajo las alas del pajarito cabemos todos. Donde no deberían tener refugio ni púlpito es en las redacciones. El linchamiento mediático a mi compañero, qué palabro, obedece a todo menos a la crítica honesta. Los hechos empíricos pueden alzaprimarse o minusvalorarse pero jamás retorcerse hasta el punto de que la mentira acabe travestida de aparente verdad. Y esta no es otra que la tesis con la que se doctoró el hoy presidente del Gobierno es un fraude a la Universidad y a todos y cada uno de los estudiantes de este país. Una estafa perpetrada contra aquellos que al tiempo que yo escribo estas líneas andan gastando el sueño y el dinero que no les sobra en lograr lo mismo que Pedro Sánchez pero sin atajos, componendas ni tribunales de amiguetes.

Sí, la tesis del doctor Sánchez es el vademécum del plagio. Los tenemos de textos ajenos, propios y también perpetrados en compañía de otros. La intención de ocultarlos a ojos menos avezados que los de Javier Chicote rozaría el chusco esperpento si no fuera porque no tiene ni puñetera gracia. El delito académico -que no se apuren los palmeros presidenciales, la cosa no acabará en tribunales- es tan obsceno que aún resulta más indignante y vergonzante ver cómo los guardianes de la moral se han lanzado en tromba a desprestigiar al autor de la información y al periódico que la aloja.

El delito del periodista y de ABC es que el sujeto de la información es el presidente bonito. Que columnistas de larga trayectoria y envidiable escritura se hermanen con presentadores de lengua de fusta para desacreditar los hechos es de lo más ruin que he visto nunca.

Sería un bobo ingenuo si les dijera que no me lo esperaba, pero ha sido tal el grado de hermanamiento de los cofrades del periodismo progre que dan ganas de bautizarlos como la conjura de los necios (les ahorro la cita). A lo peor lo suyo no es necedad sino simple sectarismo. De ambos van sobrados.

La verdad publicada la están pudiendo leer estos días en ABC. Detrás hay meses de tenaz trabajo de Chicote desde que le pedimos que intentara hacerse con la dichosa tesis. Tuvo que pedir cita en la Camilo José Cela. Ya ven, hasta en eso miente el iracundo presidente. Una vez concedida, sentarse aquel 21 de junio en una mesa vacía bajo la atenta mirada de la funcionaria encargada de custodiar el legajo como si fuera un incunable del medievo.

Será por parquedad riojana o porque acabó desfondado, el muy mamón no me dijo que tenía la tesis entera hasta que un mes después tuvo las primeras pruebas (queridos voceros, irrefutables) del trile del presidente. Lo hizo a la vieja usanza, sin artilugio antiplagio de por medio. A las bravas. Pero como Chicote sí es doctor y además tiene contactos, semanas antes de que todo se precipitara, logró hacerse, vaya, con el mismo programa que luego otros menos duchos pero mucho más sectarios se afanaran en entintar de ridícula coartada presidencial sus crónicas de parte. No tuvieron ni piedad con el compañero de ABC ni respeto a la inteligencia de los lectores ni de los oyentes. Nada más destapar el tesisgate sabíamos que el Gobierno bonito iba a ser defendido por sus groupies mediáticos hasta rozar el fanatismo. Nada que decir. Hace ya muchas líneas les ha quedado claro que ni en mí ni en ellos hay objetividad. Lo que no me esperaba es que para ello, para salvaguardar a uno de los suyos, acabaran traspasando todas las líneas rojas. En el culmen de la ridiculez, celebran como una victoria en las urnas, nótese el grueso sarcasmo, que el porcentaje de lo plagiado sea del 1, del 10, del 13% o, al cierre de esta columna, del 21%.

Apunten el nuevo legado del sanchismo para las generaciones venideras: estudiantes patrios, plagien pero nunca en un porcentaje tan alto como para que puedan pillarles. Ese es el mensaje hediondo que atufa mucho de lo de estos días han escrito y voceado desde otras orillas mediáticas. ¿Esa es la universidad que queremos? Pues ya está, Pedro Sánchez doctor cum laude en picaresca académica.

Dejen que termine confesándoles algo. Aquí, ya saben, somos monárquicos y liberales. Allí, ya ven, mucho más que republicanos y socialistas. Tienen una misión; cambiar España. Nosotros nos conformamos con contar lo que pasa de la manera más subjetivamente honesta posible. Juzguen ustedes. Dictaminen lo que dictaminen, los plagios seguirán estando ahí. Para escarnio del presidente y sus juglares.

21 Septiembre 2018

ABC tenía razón, Sánchez plagió

ABC (Director: Bieito Rubido)

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Mal que pese a la corte de subalternos que salían día tras día al quite de las pruebas de plagio publicadas por ABC, el resultado de esta investigación periodística es inapelable

ABC tenía razón. Con el paso de los días sus informaciones sobre las irregularidades de la tesis doctoral de Pedro Sánchez se han visto ratificadas –confirmadas ya lo estaban desde la primera línea– y acercan al presidente del Gobierno a un peligroso, pero democrático, callejón sin salida. En política, la mentira suele ser peor que el fraude que se trata de ocultar. Pedro Sánchez no ha sido consciente de esta máxima democrática, pese a estar rodeado de un equipo de marketing tenazmente empeñado en hacer ver a los obtusos españoles que tienen el mejor presidente que podían imaginar, trabajando en un avión, yendo a un concierto playero y jugando con su perro en medio de la solemnidad de La Moncloa. Mal que pese a la corte de subalternos que salían día tras día al quite de las pruebas de plagio publicadas por Javier Chicote, el resultado de esta investigación periodística es inapelable. La Presidencia de Gobierno, como institución, sale dañada porque ha sido utilizada por Sánchez, sin rubor alguno, para darle cobertura en un asunto privado. Toda una paradoja si se recuerda que Sánchez quiere que los aforamientos de los políticos sólo se apliquen a los delitos cometidos en el ejercicio de la función pública. Lo cierto es que la Presidencia del Gobierno está bajo sospecha de mentir cuando cifró en un 0,96 por ciento el plagio detectado por el programa de Plagscan porque los técnicos de esta empresa lo habían situado en el 21 por ciento. Ahora, Presidencia del Gobierno se niega a facilitar ese informe, cuando debería ser público de inmediato porque fue realizado por la más alta instancia política del Estado.

Ahora, otros medios se apuntan a la información puesta en marcha por ABC, eso sí, después de haberse prestado con entusiasmo a ser altavoces de la contrapropaganda oficial de La Moncloa y, lo que es peor, a cuestionar deslealmente la profesionalidad de nuestros redactores. Bienvenido sea este reconocimiento, aun silencioso, del compromiso de ABC con la transparencia y la ética públicas. Ahora resta hacer luz sobre otras zonas oscurecidas por las obstrucciones y las mentiras que han querido proteger la tesis doctoral de Pedro Sánchez, quien debe estar revisando su decisión de acudir a los tribunales contra este periódico. Sería una rectificación prudente. Los medios afines informan de nuevos plagios, los socios parlamentarios se incomodan ante las mentiras de Sánchez y el contexto de su Gobierno propicia un ambiente de crisis malamente contenida, que puede estallar si la ministra de Justicia se suma a la cita que periódicamente tienen los ministros de Pedro Sánchez con la dimisión.

26 Octubre 2018

Ni vaga ni imprecisa

ABC (Director: Bieito Rubido)

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Firmado por el teniente fiscal del Tribunal Supremo, Luis Navajas, el informe por el que el Ministerio Público desestima una querella de Vox contra Pedro Sánchez por el plagio de su tesis doctoral contiene una serie de valoraciones y apreciaciones que ponen en duda las informaciones de ABC sobre esta cuestión. Nuestro periódico sostuvo y sostiene que hubo plagio, no entró en si era un acto penal. El fiscal Navajas aboga por la inadmisión de la querella de Vox en función del «difícil encaje» en el Código Penal de la controvertida actividad académica del presidente del Gobierno. No hay por tanto para la Fiscalía rastros de falsedad documental, ni de prevaricación ni de tráfico de influencias -como aseguraba Vox- en el trabajo doctoral que firmó Pedro Sánchez. Pero ABC sostiene que lo que sí había y sigue habiendo es un plagio, un burdo ejercicio de recortes bibliográficos que la propia empresa de software a la que recurrió La Moncloa para tratar de blanquear la imagen del doctor Sánchez, PlagScan, estableció en un 21%.

Formado jurídicamente, pero aparentemente mal informado, el fiscal aprovecha su informe para tachar de «vaga e imprecisa» la información de ABC sobre un plagio no solo evidente, sino que deja entrever sus grotescas costuras, pasadas por alto por un tribunal amañado. No hay comillas ni citas textuales, sino simple apropiación, en una obra cuajada de errores (se plagió de forma apresurada una serie numerada e incompleta, abundan los nombres mal copiados y se llegaron a volcar incluso notas de prensa). ABC ha expuesto esas trampas académicas a la opinión pública para que determine la responsabilidad política del presidente. Estamos donde estábamos, y a disposición de Sánchez para que sea un tribunal quien determine las dimensiones de su plagio. Si hay algo vago e impreciso es su título de doctor.