7 mayo 1985

El Vicepresidente Alfonso Guerra y el alcalde de Madrid, Tierno Galván, se negaron a recibirle

El presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, realiza una visita a España en un ambiente tenso por protestas de anti-americanos

Hechos

El 6.05.1985 el presidente de Estados Unidos de América, Mr. Ronald Reagan realizó una visita oficial a España.

Lecturas

JuanCarlos_Reagan El jefe de Estado español, Rey Juan Carlos I, realizó junto a D. Felipe Gonzalez un afectuoso recibimiento a Mr. Ronald Reagan para tartar de compensar las protestas.

Mani_Anti_Reagan Bajo sloganes como ‘Reagan cabrón, trabaja de peón’, se produjeron muchas manifestaciones contra Reagan convocadas por el PCE de D. Gerardo Iglesias, el PCPE de D. Ignacio Gallego y Comisiones Obreras. Muchas de ellas tenían consignas en defensa del Gobierno de los sandinistas en Nicaragua que presidía Daniel Ortega, al que estaba enfrentado Reagan.

AlfonsoGuerra__francia D. Alfonso Guerra, Vicepresidente del Gobierno, se negó a participar en la recepción a Reagan. «A mí me da igual que venga Reagan: Yo me voy a Hungría», llegó a comentar, aunque se cree que en realidad permaneció en su despacho.

TiernoGalvan_indiferencia D. Enrique Tierno Galván también rechazó participar en los actos de recepción a Reagan. Justificó su decisión en que el mandatairo norteamericano no incluyera una visita oficial ‘a Madrid’ como ciudad, que hubiera incluido una visita al ayuntamiento y la entrega de las llaves de la ciudad, negativa que el Sr. Tierno Galván consideró un desaire y aseguró que Madrid trataría ‘con indiferencia’ al político norteamericano.

ReaganABCanson El diario de derechas ABC dirigido por D. Luis María Anson, fue quién reaccionó con más euforia ante la visita de Reagan. El día de su llegada publicó una tercera página editorial, algo poco habitual en la que se leía:  …Desde las páginas de ABC damos la bienvenida al presidente Reagan y le hacemos llegar el mensaje de respeto de millones de españoles que ven en los Estados Unidos a la gran nación comprometida en la defensa de la libertad común. Le damos la bienvenida con amistad verdadera…

05 Mayo 1985

Reagan llega entre protestas

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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El presidente norteamericano, Ronald Reagan, llega mañana a España en una visita teñida de polémica, contestación y suspicacias. La gira europea en la que se enmarca el viaje ha estado definida por las discusiones en torno a su visita a un cementerio de combatientes nazis y al papel que Estados Unidos quiere que desempeñen los países europeos en su proyecto de militarización del espacio. También, las exigencias norteamericanas de una revisión, el año próximo, de las normas que regulan el comercio internacional (acuerdo GATT) han colocado a la cumbre de países industrializados de Bonn al borde del fracaso como consecuencia de la firme oposición del presidente Mitterrand, quien ha reivindicado vehementemente la necesidad de una Europa autónoma. En cuanto a la Iniciativa de Defensa Estratégica -la llamada guerra de las galaxias-, aunque expresamente apoyada por algunos de los dirigentes europeos, no ha sido objeto de un consenso común y no aparece mencionada en el comunicado final de la reunión. En este sentido, el viaje, prologado por la oposición de los aliados europeos a la política de sanciones contra Nicaragua, no ha conseguido sus principales objetivos. Y todo ello en medio de una contestación popular, encabezada en la República Federal de Alemania por pacifistas y ecologistas, a los que se han unido representantes del Partido Socialdemócrata en la oposición.La etapa española adquiere igualmente connotaciones polémicas. Después de los incidentes del invierno pasado -revelación de planes secretos norteamericanos para instalar armamento nuclear en España, expulsión de dos diplomáticos estadounidenses por actividades de espionaje y presiones a propósito de exportaciones tecnológicas de Estados Unidos a España-, los Gobiernos de los dos países ponen un acento especial en destacar que las relaciones bilaterales son buenas. Sólo un problema, según esta optimista versión de la visita, es susceptible de establecer claras diferencias entre los dos Gobiernos: la crisis centroamericana, más aún después del embargo comercial decretado por Washington contra Nicaragua.

Sin embargo, al margen de los comunicados oficiales, la visita de Reagan a nuestro país se produce en un rnomento en que la imagen del presidente norteamericano aparece netamente deteriorada ante la opinión pública española. Según un sondeo que hoy publica EL PAIS, un 74% de los españoles considera que la política de Reagan no favorece la paz mundial, un 65% se muestra en desacuerdo con la línea económica adoptada por la actual Administración norteamericana, un 66% es contrario a la presencia de bases de Estados Unidos en España y sólo un 16% considera que el presidente Reagan y su país son unos leales y sinceros amigos para nosotros. Resultados tanto más significativos por cuanto los votantes de Coalición Popular, cuyos líderes se han mostrado entusiastas seguidores de la política de dureza seguidd por Reagan en lo económico y en las relacionés internacionales, comparten en gran medida los mismos recelos que el resto de los españoles.

Puede decirse, por eso, que las numerosas manifestaciones organizadas en contra de la presencia del presidente norteamericano en nuestro país, aunque convocadas por grupos y organizaciones de escasa representación política, van al encuentro de un sentimiento ampliamente establecido entre el pueblo español. Para juzgar el resultado de las movilizaciones será necesario contar además con la escasez de medios de quienes las convocan y el caos objetivo que constituye el movimiento ecologista y pacifista español, trufado de manipulaciones.

El viaje parece, por lo demás, pensado para las televisiones, y no para la política: se supone que los dos encuentros previstos entre González y Reagan -que totalizarán una hora- darán poco de sí. González, según fuentes gubernamentales y diplomáticas españolas, explicará sudecálogo sobre seguridad y defensa, que prevé, entre otras cosas, la permanencia en la OTAN, sin vincularse a su estructura militar de mando, y la disminución de los efectivos estadounidenses en España. El Gobierno español está también preocupado por intentar incrementar su comercio con Estados Unidos, disminuyendo el déficit de su balanza. El momento es especialmente oportuno: el Congreso de Washington ha abierto un expediente que puede poner en peligro las exportaciones de calzado español, segundo capítulo en importancia de las ventas españolas a EE UU. Sólo Reagan, en última instancia, puede parar los efectos últimos de este expe diente.

Además de Centroamérica y las relaciones Este-Oeste, en las entrevistas debe plantearse la situación en el norte de África. La diplomacia española afirma que Washington tiene gran interés en escuchar las opiniones del Gobierno español sobre esta región. Éste, por su parte, pretendería potenciar su modelo de integración en la OTAN, que prevé que España se encargue de la defensa del eje Baleares-Gibraltar-Canarias.

En definitiva, no cabe sorprenderse de la poca receptividad de europeos y españoles a la política reaganista, cuyos platos rotos los ha pagado notablemente la propia Europa. También es absurdo suponer que una baja de aprecio de un dirigente político no conlleva una actitud similar respecto al país que representa y en el que resultó democráticamente elegido. Los ideales básicos que alumbraron la gran revolución americana parecen relegados ahora frente a las formas de extensión de su poder. No se puede ser optimista respecto a un cambio significativo de la política de Reagan en el próximo futuro. Caminamos a una mayor bipolarización de las relaciones internacionales, en las que a los aliados se les pide muchas veces ser simplemente miembros del coro. El jarro de agua fría que el resultado de la cumbre supone para el presidente norteamericano y las cualificadas protestas en su propio país por la visita al cementerio nazi sirven de prólogo al escepticismo que genera, en cuanto a resultados previsibles, su inminente llegada a España.

01 Mayo 1985

Guerra humilla a Reagan

Federico Jiménez Losantos

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El vicepresidente o semipresidente o suprapresidente del Gobierno, Alfonso Guerra se ha unido a la campaña de Ignacio Gallego, Gerardo Iglesias, Santiago Carrillo y otros demócratas célebres contra la visita de Ronald Reagan a nuestro país. Ya era hora de que un estadista actuara en defensa de nuestra nación; ya era hora de que alguien actuara como un hombre de Estado y no como un chorizo o tahur con pretensiones de salvador de la patria.

Está muy bien que el vicepresidente o visorrey Guerra declare que se ausentará de España durante la visita de Reagan. Eso de invitar a un jefe de Estado y, después de que éste acepta, hacerle un desaire público está en la vanguardia de la nueva diplomacia mundial. Yo que el visorrey le secuestraría a un par de cónsules y le daría un susto al embajador Enders, para que se entere.

Esta táctica es propia de otros estadistas, más importantes que Reagan, que no han molestado a Guerra cuando nos han visitado sin haber sido invitados: Gaddafi, Fidel Castro, Daniel Ortega, el polisario Bachir Mustafá y otros campeones de la libertad. Tampoco se asqueó Guerra cuando vino Gromyko [ministro de Exteriores de la URSS]. Ahora, sí. Ahora tenía que hacer la defensa heróica de nuestra libertad frente al invasor y sus secuaces del Gobierno, que han sido capaces de invitarlo. No se vaya, señor Guerra, quédese aquí para encabezar la marcha contra Reagan y fortalecer definitivamente nuestra democracia ingresando en el Pacto de Varsovia. Nosotros no, pero usted merece entrar en Praga, en Varsovia y en Moscú. Y quedarse dentro. Así no tendrá que ver a Reagan, héroe.

09 Mayo 1985

Guerra, en Budapest

Jaime Campmany

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No. No es que los tanques rusos hayan entrado de nuevo en Budapest como en 1956, para confirmar el eslogan electoral de que ‘socialismo es libertad’. Lo que digo es que don Alfonso Guerra se ha ido a Hungría. O sea, que a los húngaros, después de aquello de los tanques, se les va a aparecer don Pololo da Vinci, como dice don Julio Cerón. Este chico no para. Primero de Sevilla a Oxford, y ahora, del Guádalquivir al Danubio, pasando por Mallorca. El dice que, en el Gobierno, está de oyente. Pero de lo que está es de viajante.

No parece que esté muy claro a qué demonios va a Budapest don Alfonso Guerra. En un principio dejó entender que se iba para no coincidir aquí con el presidente Reagan, o sea, con el ‘seri’. “A mí me da igual que venga Reagan: Yo me voy a Hungría”, vino a decir el diplomático, discreto y prudente señor vicepresidente del Gobierno. Don Enrique Tierno Galván podría haberle dicho, en aquella ocasión, que don Alfonso se gastaba poca cortesía y que demostraba escasa urbanidad y falta de buena crianza. Pero no se lo dijo, quizá porque también en esto don Enrique se ha despachado a su gusto. O sea, que, don Enrique, a los visitantes lo mismo les habla en latín que en plata.

Después resultó que no, que don Alfonso no se iba a Hungría durante la visita del norteamericano. No sabemos si es que él se apresuró a decir que se iba, o si don Felipe se apresuró a recomendarle que no se apresurara. Últimamente, nuestros socialistas están tocados de mucho apresuramiento. Se les nota demasiado la prisa. Ahora, en cuanto Reagan ha subido al avión y se ha perdido hacia el Oeste, Guerra ha tomado otro velívolo y se ha id al Este, que ya se sabe que de estos dos grandes personajes de nuestro tiempo no se podría decir, al modo de Plutarco, que tienen vidas paralelas. (Digo lo de ‘velívolo’, porque don Pololo da Vinci no debe usar el aeroplano, sino el velívolo, que es el chisme que inventó su predecesor don Leonardo.

Todo lo anterior fueron cortinas de humo. A lo que va don Alfonso es al fútbol. Lo que sucede es que las razones de un viaje de Estado pertenecen a la materia reservada.

Jaime Campmany

07 Mayo 1985

Reagan, en casa

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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El recibimiento dispensado ayer por el Rey y por el presidente del Gobierno a Ronald Reagan, el quinto presidente de Estados Unidos que visita España, subrayó las relaciones oficiales de amistad y de alianza entre ambos países, enlazados por un pacto militar y situados en la misma área de valores e intereses. Pero esas relaciones hay que analizarlas también desde los sentimientos contradictorios que Estados Unidos genera aquí y la muy concreta versión política que de ese país supone la figura de Ronald Reagan.Con excepción de la derecha tradicional española [en referencia al diario ABC], la misma que hizo patente su germanofilia durante la Gran Guerra y su apuesta en favor del III Reich hitleriano en la II Guerra Mundial, el resto de los españoles de a pie han solido mostrar su simpatía por el dinamismo, la creatividad y el pluralismo que el sistema democrático norteamericano despliega dentro de sus fronteras. Mientras Europa tardaba casi dos siglos en extender y afianzar el legado de libertad, igualdad y soberanía popular transmitido por la Revolución Francesa, Estados Unidos, crisol de inmigraciones, estableció desde sus comienzos un cuadro institucional que permitía a sus ciudadanos luchar al menos por hacer realidad los ideales del pensamiento democrático. Si la capacidad para asimilar a medio plazo las oleadas migratorias, para acometer reformas en beneficio de las minorías o para dar carta de derecho a la disidencia ponen de manifiesto la flexibilidad de su sistema político, los progresos en la ciencia, en la innovación tecnológica y en la modernización de los servicios dan prueba de la pujanza ¡de su sistema productivo y de las virtudes de su inmenso mercado. Pero, como ya tuvo ocasión de comprobarlo en su propia carne la España de la Restauración, desalojada de sus últimos dominios americanos por la intervención norteamericana, la política exterior de Estados Unidos, especialmente en Latinoamérica, no está siempre alimentada por los mismos impulsos de signo democrático que moderan los conflictos de poder en el interior de sus fronteras.

Tal vez esa doble dimensión -interior y exterior- de la política norteamericana explica las reacciones ambiguas que suscita en la opinión democrática española la mayor potencia industrial, científica y militar del planeta. Mientras nuestra derecha autoritaria desempeña ahora frente a Ronald Reagan el papel de aduladora de unos proyectos estratégicos que merecen la repulsa de los liberales norteamericanos, los sectores españoles del centro y la izquierda democráticos se mueven dentro del conflicto, limpiamente moral, de aceptar la comunidad de valores con el mundo occidental y de rechazar, al tiempo, las implicaciones de una geoestrategia militar que las mismas elecciones presidenciales americanas venideras pueden invalidar.

Si la caverna española ha sido tradicionalmente más papista que el Papa, a nadie puede extrañar que se agarre de forma convulsa a la versión más extrema y belicosa de las formulaciones de Reagan en política exterior. El espectáculo de servilismo que ha organizado con ocasión del viaje del presidente de Estados Unidos produciría rubor si no fuera por las connotaciones que reviste para nuestra política interna y para la dignidad nacional. Que Ronald Reagan sea el jefe del Estado de un país aliado no significa que haya que aceptar al pie de la letra, e incluso desbordándolo en entusiasmo, unas propuestas de política exterior que para muchos ponen en riesgo la paz del mundo y que atentan a la independencia de un país de nuestro idioma y de nuestra cultura como es Nicaragua. La opinión del presidente norteamericano en el sentido de que España no ha comprendido su postura sobre este tema parece demasiado ingenua si lo que quiere decir es que se hacen interpretaciones equivocadas o distantes de la realidad. La decisión del bloqueo económico y comercial, las ayudas militares a los contras, contestadas en el propio Estados Unidos, la práctica de la guerra suciapor elementos de la CIA, son hechos sustantivos y fáciles de ser explicados y comprendidos por todo el mundo. Pero son prácticas inadmisibles por parte de alguien que quiera presentarse como campeón de un sistema de libertades.

El éxito de convocatoria de las manifestaciones celebradas el pasado domingo contra la visita de Reagan a España no hace sino mostrar las fronteras -legítimas- de esos sentimientos de ambigüedad. No es que Reagan haya venido en un mal momento, como misericordiosamente ha apuntado Miquel Roca; es que Reagan y su política exterior generan un considerable rechazo no sólo en España, sino también en otros países de Europa occidental. El viaje a España, además, estuvo rodeado de circunstancias extrañas desde el primer instante. Un cambio de fechas unilateral, originado por el deseo del presidente de hablar en Estrasburgo, estuvo a punto de motivar la cancelación de la visita, que había sido precedida de toda clase de anécdotas: detención y expulsión de España de dos norteamericanos con status diplomático acusados de actividades de espionaje, presiones en torno a la reexportación de tecnología, así como confusas declaraciones de ambos Gobiernos sobre la oportunidad o necesidad de revisar los pactos bilaterales.

El incidente surgido en Alemania Occidental entre el mandatario estadounidense y el Partido Socialdemócrata sirve además para iluminar la actitud bien distinta que Reagan tendrá en España, otorgando una entrevista al denominado líder de la oposición y reconfirmando a Manuel Fraga en ese curioso papel que un día le inventó -para su propio peculio político- Felipe González. La Casa Blanca no puede desconocer que esa figura no es sino una ficción, a la vez generosa e interesada, para mantener al frente de la derecha a un candidato electoralmente inviable y para garantizar al PSOE el triunfo en los próximos comicios. La manera con que Fraga ha pagado la deferencia de Reagan, abrumándole de elogios y denostando a quienes ejercen el derecho democrático a la protesta, se compadece bien con el apoyo dispensado a su figura y a Alianza Popular por sectores del más recio conservadurismo norteamericano. La pretensión de condenar como antipatriótica la disensión, de atribuir al oro de Moscú la defensa de la soberanía de Nicaragua o la protesta por el bloqueo económico, la de establecer conexiones directas entre las manifestaciones pacificistas y los atentados terroristas, tal y como sugieren los portavoces de la involución, muestra las débiles raíces democráticas de una derecha autoritaria quizá añorante del franquismo y siempre dispuesta a coquetear con el golpismo.

Nada de eso justifica el vandalismo que sectores minoritarios de los manifestantes en Barcelona y sobre todo en Madrid han practicado contra la sede de Alianza Popular o quemando banderas de Estados Unidos. Aun aceptando que no sean exclusivamente provocadores quienes realizan esos actos, la verdad es que en nada favorecen a quienes han querido expresar democráticamente su protesta por la visita del presidente norteamericano. Pero además de injusto sería necio suponer que el significado de las demostraciones es principal o sustancialmente el de quienes han protagonizado esas anécdotas de gamberrismo inútil. Porque, independientemente de ello, las manifestaciones anti-Reagan han convocado en la calle a centenares de miles de personas en un momento -reciente está el Primero de Mayo- de debilidad de las movilizaciones populares. Ese es un dato político de primer orden que nadie puede ignorar. No lo puede hacer la oposición fraguista, pero tampoco el poder socialista, embarrado hasta las cejas con el tema del referéndum sobre la OTAN. Seguramente los recientes sondeos y las movilizaciones de ahora servirán para poner de relieve las dificultades que tiene Felipe González para obtener un sí a la Alianza. Estamos también seguros de que los expertos de la Casa Blanca, aunque no hayan brillado por su eficacia en la preparación de este viaje de su presidente a Europa, lo tendrán igualmente en cuenta para el futuro próximo.

08 Mayo 1985

Nicaragua y el Diario Gubernamental

ABC (Director: Luis María Anson)

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Según el diario gubernamental, las propuestas de Reagan ‘atentan a la independencia de un país de nuestro idioma y de nuestra cultura como es Nicaragua’. Este ataque podía haber sido publicado en ‘Pravda’. Según los dirigentes liberales nicaragüenses, que derribaron a Somoza, lo que atenta contra la libertad y la independencia de Nicaragua es la sumisión del dictador Ortega y sus cómplices a la Unión Soviética. O sea, justo al revés. El Frankfurter Allgemeine, uno de los grandes diarios liberales de Europa, le dio un buen repaso al periódico gubernamental español, que, al estilo de la Prensa soviética, publica caricaturas de Reagan en forma de cruz gamada. “Este es el tono – escribe el prestigioso diario alemán – con el que uno se coloca fuera de la civilización, denominador común de la reunión de Bonn, asamblea de los países industrializados más importantes del mundo, a la que España quiere pertenecer”. Conviene no engañarse. Conviene desenmascarar día a día a los que servilmente le hacen el juego a la dictadura soviética. Las democracias avanzadas creen que la libertad de Europa está amenazada por la Unión Soviética y defendida por los Estados Unidos; no al revés. Ayer escribíamos que nos separan de la gran nación norteamericana y de Ronald Reagan no pocas cuestiones y que nuestros puntos de vista en varios problemas son diferentes. Pero nos une algo sustancial: la defensa de la libertad frente a las dictaduras fascistas o comunistas; la defensa de la libertad frente a los que hace unos años eran entusiastas del franquismo y ahora en puestos rectores del diario gubernamental se han alineado a las tesis soviéticas.