3 enero 1925
Mussolini seguirá siendo primer ministro pero ocupará el título de 'Duce de Italia'
El primer ministro de Italia, Benito Mussolini instaura oficialmente la Dictadura Fascista de partido único liquidando la democracia

Hechos
El 3 de enero de 1925 el primer ministro de Italia, Benito Mussollini anunció que Italia se convertía en un Estado fascista.
Lecturas
El 3 de enero de 1925 el primer ministro de Italia, Benito Mussollini anunció que Italia se convertía en un Estado fascista.
Apenas han pasado unos meses desde el asesinato de uno de los principales opositores a Mussolini, el socialista Giacomo Matteoti.
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VICTOR MANUEL SEGUIRÁ SIENDO JEFE DEL ESTADO
El Análisis
La proclamación oficial, este mes de enero de 1925, de un régimen de partido único en Italia —el fascista— no es solo un acto político, sino una renuncia colectiva al parlamentarismo y al sistema liberal que había sobrevivido, entre altibajos, desde la unificación italiana. Lo que Benito Mussolini ya venía imponiendo de facto con violencia, censura y represión desde hace dos años, hoy se convierte en sistema legal y permanente. El fascismo ya no es una fuerza de presión sobre el Estado: es el Estado.
¿Cómo se ha llegado hasta aquí? Con la complicidad de unas élites asustadas, la indiferencia de un rey —Víctor Manuel III— que, lejos de erigirse en freno institucional, ha convalidado sin reservas este giro autoritario, y una población hastiada de promesas incumplidas. Tras la guerra, el hambre, el desempleo y el caos parlamentario, el pueblo italiano ha entregado su fe a quien promete orden, pan y orgullo nacional, aunque sea al precio de las libertades. Los partidos democráticos, divididos, y los comunistas, radicalizados y aislados, no supieron ofrecer una alternativa creíble. El asesinato de Matteotti, lejos de frenar el ascenso del Duce, le ha allanado el camino.
La jornada de hoy marca una derrota moral para el parlamentarismo europeo. Italia, cuna del Derecho, da la espalda al pluralismo para abrazar el monolitismo de partido único. ¿Por cuánto tiempo? Nadie lo sabe. Pero lo que ya sabemos es que las dictaduras rara vez devuelven lo que toman. Y que la historia juzgará con severidad a quienes —por miedo, por interés o por ceguera— han contribuido a enterrar el ideal democrático en Roma.
J. F. Lamata