14 septiembre 2023
Ya padeció en 2021 un expediente de expulsión junto a Joaquín Leguina que entonces - aún vivía su padre - fue rechazado, ahora no ha repetido la misma consecuencia
El PSOE expulsa definitivamente a Nicolás Redondo Terreros tras varios artículos contra Pedro Sánchez por sus negociaciones con independentistas planteándose una amnistía
Hechos
El 14 de septiembre de 2023 se hace pública la expulsión de D. Nicolás Redondo Terreros del PSOE.
Lecturas
El 15 de septiembre de 2023 se hace pública la expulsión de Nicolás Redondo Terreros del PSOE después de que este anunciara que si el partido respaldaba una Amnistía para los responsables del ‘procés’ ese ya no sería su partido. El PSOE justifica su expulsión en un supuesto ‘menosprecio a las siglas’ del partido. Nicolás Redondo Terreros fue secretario general de los socialistas vascos (PSE-EE) entre 1997 y 2002.
Mirada Crítica (15-09-2023)
Al Rojo Vivo (15-09-2023)
03 Septiembre 2023
Dignidad
Nosotros afirmamos desde esta tribuna que ésta es la amnistía que el país reclama y que, a partir de ella, el crimen, el robo, no pueden ser considerados, se cometan desde el ángulo que se sea, como actos políticos» . «…En la esperanza de que el pasado que hoy empezamos a enterrar nunca jamás vuelva a repetirse en este país y nadie pueda ser perseguido por sus convicciones políticas…» . Son breves retazos de las intervenciones de Marcelino Camacho y Txiki Benegas en el debate sobre la ley de amnistía. Arias Salgado intervino, representando al Gobierno de la UCD, en términos muy parecidos. Aquel día, en sesión solemne del Congreso de los Diputados, se puso la primera piedra del sistema democrático del 78. Los españoles decidimos darnos una nueva oportunidad para ser iguales, parecidos, a los ciudadanos de los países libres de occidente.
Aquella ley, sin embargo, fue la representación simbólica de la reconciliación de los españoles después de una dramática guerra civil y cuarenta años de ominosa dictadura franquista. Prácticamente suponía el abrazo fraternal de la inmensa mayoría de los españoles, simbólicamente representaba la voluntad de dejar de ser una excepción en Europa. Queríamos libertad, democracia, ser iguales a nuestros vecinos. Todos los países tiene textos más o menos ‘sagrados’; los nuestros, el de una España que empieza a ser descreída y a perder la esperanza, son la ley de amnistía y la Constitución del 78. Políticos que venían del régimen franquista, políticos que venían del ostracismo, las cárceles o el exilio se fundieron en un abrazo solemne, decididos a vivir en paz, democráticamente y en libertad.
La España negra, inquisitorial, empezaba a desaparecer. Aquel bello acontecimiento histórico lo protagonizaron políticos que deseaban ser protagonistas de la historia de España, desdeñando el papel de víctimas rencorosas y plañideras, secuestradas por el pasado. Pero esta clase de acontecimientos, históricos, germinales y magnánimos, son de una máxima excepcionalidad y se realizan en circunstancias muy determinadas: en momentos en los que la historia nacional se detiene y empieza un nuevo tiempo
Durante estos últimos años de degradación y decadencia se ha puesto en cuestión por los nuevos profetas de la política la ley de amnistía del 77 porque poniendo en entredicho dicha ley sabían que cuestionaban los fundamentos políticos del sistema del 78.
Hoy se habla, con el desparpajo de los irresponsables, de una nueva amnistía para los que promovieron y realizaron un pronunciamiento, de clara inspiración integrista, con la clara y proclamada intención de demoler justamente el sistema que nació aquel mes de octubre del 77. Las crisis de envergadura suelen tener el mal gusto de expresarse a través de grandes paradojas: la amnistía del 23, con la única voluntad de obtener unos votos para formar Gobierno, se llevará por delante la del siglo XX.
Pueden pintarlo como quieran, pero la aprobación de una amnistía hoy será la liquidación del abrazo de la nación del que nació el sistema del 78. ¡Viva la amnistía nueva, muera la anterior! Una vez comprometida la nueva amnistía para los integristas catalanes, todo quedará en entredicho y, como decía el político de la Grecia antigua, «la ciudad -leamos la democracia española- está en manos de desvergonzados y pillos», y ahora sabemos que de delincuentes.
Es una aberración jurídica, pero sobre todo es el mayor atentado político a la democracia del 78. «Desde su aprobación ningún delito podrá ser considerado político», decían los protagonistas de la Transición. Aprobando una nueva ley de amnistía impugnan el carácter delictivo de lo que sucedió en Cataluña el 1 de octubre de 2017, lo convierten en un simple ejercicio de libertad de expresión. Desautorizan las acciones de las fuerzas de seguridad, deslegitiman las resoluciones judiciales, convierten en papel mojado los posicionamientos del Congreso de los Diputados y del Senado. En fin, darán, si se aprueba esa amnistía, legitimidad a un nuevo tiempo político que no tendrá nada que ver con los principios inspiradores de la Constitución del 78, ni con aquella concordia mínima en la se basó la política de aquel tiempo… Como tantas otras veces en nuestra historia, incapaces para reformar preferimos empezar de cero.
Esta amnistía, que con un gran sentido de humor negro han dado en calificar como alivio judicial, no saldrá adelante con la determinación de buscar la reconciliación entre españoles, sino para obtener unos cuantos votos en el parlamento e ir tirando. ¡Un Gobierno bien vale una amnistía! No importa lo que en realidad esa decisión suponga, pocas veces he visto que se destruya tanto por conseguir tan poco.
En otra contorsión paradójica de nuestra historia, el responsable de poner en paréntesis el periodo político más brillante de nuestra historia contemporánea es el PSOE. Porque no será solo Sánchez ni su camarilla; será el PSOE, todo y completo, el que en ese salto acrobático destruya lo que protagonizó.
Si al final, la llamen como la llamen, se aprueba la despenalización de todo lo que ocurrió aquellos lamentables días en Cataluña, se llevarán por delante, como decía, la legitimidad de las fuerzas de seguridad, la de los jueces y magistrados y también el periodo más brillante de la historia del PSOE. Seguirá llamándose PSOE, pero desde luego no será el partido de los años finales del siglo pasado. No puedo decir si seguirá siendo o no el partido de figuras socialistas significativas de aquel tiempo, pero desde luego el mío no. Aguanté, criticando acerbamente y con razones de peso, el cambio a la carta del Código Penal, pero la aprobación de una resolución jurídica de esta naturaleza para políticos fugados de la Justicia española convierte en irreconocible el partido al que me afilie hace más de cuarenta años. Ni me deben ni les debo. Y con la libertad de tener la cuenta saldada puedo decir sin que me tiemble la voz que la formación de ningún Gobierno y menos las pretensiones de ninguna persona merecen el sacrificio de lo más apreciable que tenemos cada uno de nosotros: la dignidad.
Nicolás Redondo Terreros
05 Septiembre 2023
La ignorancia voluntaria
Me rebelo contra la falacia de la mala compañía, que suele hacer pareja indisoluble con la ignorancia voluntaria. La primera nos impide hablar por miedo a favorecer al adversario. La segunda impone un dique insalvable a las verdades que ofenden al pensamiento correcto, sea éste el de la tribu política o el de toda la sociedad. Tanto una como otra, y las dos juntas, han provocado más daño a la libertad de expresión que algunas dictaduras. La censura nos invade sin notarlo y no es achacable a agentes externos, solo al miedo a ofender a los cercanos o a perder algunos de los privilegios obtenidos, después de tiempos de silencio.
Venciendo esas tendencias, que hacen la vida más fácil , me declaro como un socialista que es ciudadano antes que afiliado. Un socialista que cree que por encima de las necesidades, más o menos artificiales, de los dirigentes del PSOE, está el proyecto político más sugerente de la historia moderna de España. Pareciera que los españoles tuviéramos muchas patrias, desde luego los nacionalistas reivindican las suyas, pero otros muchos españoles, que no son nacionalistas, han hecho de sus respectivas siglas su patria, su tribu, homogénea, hermética, blindada a cualquier atisbo de heterodoxia. Bien yo declaro al principio de este artículo mi patriotismo constitucional. Soy inevitablemente español, como los nacionalistas por cierto, pero mis desvelos, mi energía, la inteligencia que poseo está a disposición de la España libre y democrática del 78.
En España la crisis política, que nos acerca inexorablemente al precipicio no la provocan ni Puigdemont ni Junqueras, tampoco ni Urkullu, ni mucho menos la efervescente Yolanda Díaz. El protagonista de convertir la Transición en un paréntesis, si las cosas van por donde parece, será el PSOE, ni siquiera Pedro Sánchez. Con los resultados electorales del 23 de julio parece increíble que la clase política esté a la espera de lo que diga un prófugo desde Waterloo o del último artículo del lendakari Urkullu. A todos ellos les da importancia y legitimidad la necesidad de formar gobierno del candidato socialista. El resultado electoral fue bueno para los socialistas, pero perdimos las elecciones y las coaliciones que se pueden realizar desde esa posición secundaria son extravagantes y peligrosas.
Ya he dejado dicho lo que me parece la concesión de una amnistía a Puigdemont y compañía. Quebraría por la mitad el abrazo fundacional del sistema del 78. Lo expliquen como lo expliquen, habrán entronizado en España la máxima arbitrariedad y la anomia más confusa. Se habrá legislado, si se lleva a cabo la pretensión independentista, para beneficiar a unas personas determinadas, en base a su adscripción política. Sinceramente, no encuentro mejor representación de la España caciquil que la concesión de ese privilegio decimonónico. Pero la decisión de hacerlo o no es del PSOE, no de un independentismo diezmado por la voluntad popular.
16 Septiembre 2023
Sánchez expulsa al referente moral del mejor PSOE
LA EXPULSIÓN de Nicolás Redondo Terreros del PSOE no es solo la última constatación de que Pedro Sánchez ha convertido al partido en una organización vertical donde se lamina la crítica interna, sino que refleja que su proyecto para España está más cerca de los partidos independentistas que de los valores del mejor PSOE. Redondo Terreros, secretario general del PSE entre 1997 y 2002 e hijo del ex líder de UGT Nicolás Redondo Urbieta, pertenece a una familia de socialistas que se enfrentaron al franquismo primero y al terrorismo de ETA después, y que pusieron su vida en riesgo por defender el pluralismo y la convivencia en nuestro país. Con su purga, el presidente en funciones corta el vínculo de su partido con uno de los mayores exponentes morales del socialismo.
Redondo declaró el domingo a este diario que la amnistía del 77 fue un acto fundacional de la democracia y calificó la del procés de «todo lo contrario», pues pretende privilegiar a «unos personajes que hicieron un pronunciamiento decimonónico contra el sistema» a cambio de que apoyen la investidura de Sánchez. Un día después, la Ejecutiva Federal del PSOE decidió arrebatarle el carnet del partido por el «reiterado menosprecio a las siglas», poniendo fin mediante una expulsión exprés al expediente disciplinario que le había abierto hace semanas.
La amnistía que el Gobierno en funciones estudia en pago a Carles Puigdemont ha sumido al PSOE en un momento de tensión interna. La expulsión de Redondo supone un aviso a navegantes y es consecuencia de las heridas que se están abriendo en el partido con las continuas cesiones al independentismo, entre las que también figura la reforma urgente del reglamento del Congreso para permitir el uso del euskera, el catalán y el gallego. Cada vez hay más voces de peso críticas: a Felipe González y Alfonso Guerra se han ido sumando perfiles como los de Joaquín Almunia, Ramón Jáuregui o Elena Valenciano, que ayer denunció que el PSOE está «en manos de la derecha independentista supremacista». Hoy el ex presidente del Senado Juan José Laborda subraya en nuestras páginas que una ley de amnistía abriría «una crisis interna de magnitud imprevisible». Por ahora, y ante la expectativa de mantenerse en el poder, solo el socialismo que no teme salirse de la foto da un paso al frente, consciente de que mostrar unidad frente al proyecto de amnistía es un imperativo moral. ¿Va el PSOE a expulsar a todo aquel que exponga en público lo obvio: que la amnistía supondría un golpe con graves consecuencias para nuestro sistema constitucional?
La deriva radical en la que ahondan el partido y sus socios parece imparable. Tras Yolanda Díaz, ayer fue Andoni Ortuzar quien viajó a Waterloo para legitimar a Puigdemont, al que honró como «president de la Generalitat de Catalunya en el exilio». El auténtico menosprecio a las siglas del PSOE -y a los valores democráticos- es la estrategia sobre la que Sánchez construye su investidura.