16 junio 1953

El régimen comunista de la República Democrática de Alemania (RDA) silencia a tiros una protesta de obreros por la subida del precio de la carne: entre 55 y 125 muertos

Hechos

  • Se inició el 16 de junio en Berlín Este, cuando una huelga de obreros del sector de la construcción se convirtió al día siguiente en un levantamiento generalizado contra el gobierno de la República Democrática Alemana (RDA). La sublevación en Berlín Este fue violentamente reprimida por tanques del Grupo de Fuerzas Soviéticas en Alemania.

Lecturas

18 Junio 1953

El estallido

LA VANGUARDIA (Luis Martínez de Galinsoga)

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La situación de anteayer en Berlín y la Alemania oriental, derivada de las últimas medidas de ‘edulcoración’ del régimen que el Gobierno marioneta de Moscú iba adoptado y poniendo en práctica, era de tranquilidad. No es que las gentes creyeran demasiado en un reforma substancial del régimen rabiosamente comunista hasta ahora imperante, pero la modificación de ciertos controles, las promesas de que el único objetivo de Grotewohl, Ulbricht y sus secuaces era la unificación del país, la puesta en práctica de algunas libertades a tenor de la amnistía promulgada, en fin, la disolución del Comité de control soviético al que se achacaban no pocos de los errores cometidos en el pasado, habían infundido una sensación de que la tensa atmósfera política y social de la zona roja se distancia, como lo prueba el hecho de que en los últimos días ha disminuido considerablemente la oleada de refugiados que pasaban a la zona occidental, en busca de una existencia más esperanzadora y clemente de la que dejaban detrás con mil riesgos.

A las medidas anteriormente señaladas se añadían, por parte comunista, estas promesas no menos significativas: inmediata desmovilización de una gran aquellos que habiendo huido al Oeste quisieran volver a sus hogares, suspensión de las colectivizaciones agrícolas, en fin, facilidades a los educadores para que ejerciesen su función con los adolescentes y la juventud, según módulos tradicionales en los que no imperase, como hasta el presente, la doctrina leninista-staliniana. Esta renuncia a la conquista ideológica de los futuros ciudadanos del país, venía rubricada por las palabras del jefe del Gobierno en un reciente discurso pronunciado en la Opera berlinesa, según las cuales Grotewohl pedía a los maestros que educasen a sus discípulos en las tradiciones de la nación alemana, a fin de evitar el desgarramiento de la Patria común y de soslayar los peligros de una guerra fraticida.

Todo lo dicho y aun otras muchas cosas que podríamos señalar respecto al apaciguamiento soviético en Alemania, destinado sin duda a otras maniobras de más alto vuelo, parecía haber logrado, como hemos indicado antes, un cierto grado de bonanza en la atmósfera de graves amenazas que la persistente brutalidada y continuas depredaciones del ocupante venía cargando.

Y he aquí que de súbito estalla esta verdadera sublevación en la que el principal elemento está constituido por las clases obreras y cuya acción, juzgando por las apariciones reseñadas, podría parecer inoportuna. ¿Qué ha pasado? Desde luego se trata de un proceso de hartazgo. De incubación lenta, porque en la mentalidad alemana, sin duda, se entraña esta condición, cuando las vejaciones, el aplastamiento del sentido y de la vida nacional, las provocaciones, en una palabra, han llegado al máximo nivel tolerable, la gente se ha echado a la calle para destruir con verdadera saña los símbolos y las manifestaciones materiales de la opresión que han hallado al paso. Las últimas medidas «bondadosas» rojas no han llegado a tiempo para contener el estallido de la ira tantos años acumulada, en virtud, principalmente, del descrédito total de los hombres que las han adoptado

La verdadera y airada explosión de los sentimientos populares en la dramática jornada berlinesa de ayer, puede muy bien empeorar por el momento las cosas. Contra la fuerza armada de un ejército en tren de guerra, como lo es el soviético, que ha tomado en sus manos la liquidación del intento, poco pueden hacer unas masas desarmadas y sin organizar, por mucho ardor patriótico que las empuje. Pero ahí queda constancia evidente, sin subterfugios propagandísticos, de que Alemania, expresándose por medio de los proletarios de Berlín, quieren vivir unida y no precisamente del brazo del comunismo.