1 julio 1977

El Rey Juan Carlos I desbloquea las negociaciones Tarradellas-Suárez y abre el camino a la restaurar la autonomía de Cataluña

Hechos

El 1.07.1977 D. Josep Tarradellas vino a España desde Madrid para entrevistarse con el Rey D. Juan Carlos I y el presidente del Gobierno D. Adolfo Suárez.

Lecturas

«VOLVERÁS A SER MOLT HONORABLE»

ReyJuanCarlosTarradellas Frente a un Sr. Suárez que no parecía estar convencido, el Rey Juan Carlos I aseguró a D. Josep Tarradellas que la restauración de la Generalitat de Catalunya sería un hecho y que él recibiría el recuperaría el título de ‘Muy Honorable’ con el que se acompaña protocolarmente al jefe del Gobierno autónomo de Catalunya.

29 Junio 1977

El viaje de Tarradellas

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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Como era de prever -el partido del Gobierno había comprometido excesivamente su imagen para no amarrar el resultado-, el viaje del señor Tarradellas a Madrid ha terminado con un acuerdo entre el presidente de la Generalitat en el exilio y el señor Suárez. No cabe sino congratularse del acontecimiento. El obstáculo que la legitimidad histórica enarbolada por el señor Tarradellas suponía para la negociación de la autonomía ha que dado, al parecer, definitivamente orillado. El reconoci miento de la Monarquía y de las instituciones refrendadas por sufragio universal el pasado 15 de junio entierra el talante rupturista de quien, como Tarradellas, había recibido sus títulos de una institución republicana en el exilio. Por otro lado, la creación de una instancia, de autogobierno que sirva de puente entre el centralismo franquista y el necesario estatuto de autonomía que promulgarán en su día las nuevas Cortes, puede dar satisfacción a las reivindicaciones del pueblo catalán, que exige una prenda o un adelanto de lo que sólo el Congreso y el Senado pueden acordar. Nunca se insistirá lo bastante en que en España no habrá democracia sin autonomía para Cataluña y Euskadi; y es conveniente no demorar formas provisionales de autogobierno. Por añadidura, el presumible nombramiento del señor Tarradellas como presidente de la Mancomunidad de entes territoriales, y la designación de ésta como «Generalitat» contentará la voluntad de continuismo histórico, tantas veces proclamada.Pero el comentario no puede quedar circunscrito al reconocimiento de los aspectos, altamente positivos del acuerdo. Porque en esta negociación no hajugado sólo la razón de Estado, sino también la política de partido. Y porque las fechas escogidas para alcanzar esta solución, que hubiera sido perfectamente oportuna antes de las elecciones del 15 de junio, dan lugar a contradicciones demasiado flagrantes entre los derechos de los representantes elegidos por la soberanía popular y los procedimientos puestos en práctica por el Gobierno dimitido del señor Suárez y el presidente de la Generalitat en el exilio para lleva! adelante su negociación. Resulta insólito que, clausuradas las últimas Cortes franquistas, y todavía no proclamadas las Cortes ya elegidas por el pueblo, el Poder Ejecutivo del Estado y la sombra de un Poder Ejecutivo ya extinto tomen decisivos acuerdos, que merecen no sólo el refrendo, ya obtenido, de los parlamentarios catalanes, sino también el asentimiento de los diputados y senadores del resto de España.

Pese al sigilo y a la cortina de desmentidos a que se han dedicado tanto el Gobierno como las fuerzas de la Oposición catalanas durante los últimos meses, es un hecho cierto que la solución ahora puesta en práctica por el Gobierno estuvo a punto de aplicarse hace ya unos meses; y que fue abandonada ante la perspectiva de un arrollador triunfo electoral del Pacte Democratic para Catalunya, que hubiera situado al señor Pujol en condiciones óptimas para presidir esa Mancomunidad que recibirla el nombre de Generalitat. Pero los modestos resultados obtenidos por esta coalición y la espectacular victoria del PSC-PSOE, no sólo hicieron ilusoria esa posibilidad, sino que ha colocado a la izquierda como la fuerza hegemónica de Cataluña.

En esta nueva situación, se ha producido la extraña carambola de tres trayectorias movidas por impulsos diferentes. El señor Tarradellas es una personalidad ciertamente singular que está seguro de encarnar la idea de Cataluña, al igual que el general De Gaulle era el portador físico de la idea de Francia. El protagonismo que ha desempeñado durante esta agitada semana colma, seguramente, sus expectativas políticas, sus ambiciones históricas y sus emociones patrióticas. Por su parte, el presidente del Gobierno lo es, a su vez, de un partido de muy reciente fundación, y que ha obtenido escasos votos en Cataluña; el acuerdo, por arriba, con el presidente de la Generalitat en el exilio, le permitía -además de objetivos generales dignos de elogio- desplazar a la izquierda del protagonismo en una zona clave del país y fortalecer la pobre ejecutoria de su propia formación política. La presencia del señor Sentís como introductor del señor Tarradellas, en sí misma innecesaria, queda plenamente jusifficada en tanto en cuanto es el cabeza de lista de la candidatura de la UCD en Barcelona. ¿Y el apoyo de la Asamblea de Parlamentarios?

Para quienes no conocen en profundidad la vida política catalana, resulta sorprendente que dicha Asamblea haya respaldado devotamente la misión negociadora del señor Tarradellas, que no ha actuado como mandata no suyo, revocable y sujeto a control, sino como titular de una misión histórica, personal e intransferible, de la que responde sólo ante Cataluña. Una Cataluña forzosamente mística y ahistórica, pues la Cataluña concreta de 1977 se ha dado ya un órgano representativo en esa Asamblea. Desde el punto de vista del desarrollo democrático, pocas dudas caben de que son los diputados y senadores, elegidos por votación popular, los únicos legitimados para negociar por sí, o por delegación siempre sujeta a control parlamentario, la cuestión de la autonomía. En este sentido es demasiado estridente la antinomia entre la naturaleza de la representación que asumen los parlamentarios, emanada de la soberanía popular en Cataluña, y la entrega incondicional de los poderes recibidos de las urnas a quien fundamenta sus derechos como negociador en otros títulos. Subrayemos que los diputados y senado res catalanes se enteraron por la prensa del viaje del señor Tarradellas a Madrid. No es fácil admitir la coherencia entre esa posición y la lucha general por la democracia, y contra cualquier tipo de poder personal, que han librado, en posiciones de vanguardia, los propios catalanes.

Por lo demás, cabe la sospecha de que en esta negociación el señor Tarradellas, explicablemente obsesionado por aliviar los problemas que a corto plazo afronta Cataluña y por obtener un resultado concreto de su viaje, haya caído en un doble error, a largo plazo: el de aceptar estas Mancomunidades como solución provisional de las autonomías, por una parte, y el de equiparar, después, el problema planteado por las «nacionalidades históricas» con la descentralización administrativa. Pues esta Mancomunidad, si bien en Cataluña puede asumir las funciones, de hecho, de la antigua Generalitat, es un método pensado como pieza clave de la futura ley General de Regiones y puede interferir seriamente la discusión de los fu turos Estatutos de Autonomía. Y es evidente que las instituciones de autogobierno en Cataluña y Euskadi no pueden limitarse a ser mecanismos de una reforma regional generalizada.

29 Junio 1977

Tarradellas: El secreto del solitario de Saint-Martin-le-Beau

Manuel Ibañez Escofet

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El honorable Josep Tarradellas no ha regresado como la mayoría de exiliados, en silencio y sin significación política, para abrazar a cuatro amigos y mitigar los males de la nostalgia. El honorable Josep Tarradellas ha llegado a Madrid en avión especial para hablar con el Rey y con el presidente del Gobierno, cuarenta y ocho horas después de que todos los parlamentarios catalanes elegidos libremente y reunidos en asamblea solicitaran su vuelta como presidente de la Generalitat. Todos los diputados y senadores electos, menos uno [Laureano López Rodó], dijeron sí a Tarradellas y este voto en contra honra a la democracia y a quien lo depositó. En las mareas históricas lo importante es mantener las convicciones, aunque resulten chirriantes. Este es, en el fondo, el verdadero espíritu de la democracia.

El pueblo ha oído hablar de Tarradellas hace cuatro días. Con las voces que hablaban de Cataluña, de libertad, de amnistía y de Estatuto de autonomía, se unió el nombre de lejanas resonancias de Josep Tarradellas. Los jóvenes y los nuevos catalanes tenían que preguntar quién era. Los que habían pasado largamente de los cincuenta años, le recoraban vagamente, excepto la exigua minoría que mantenía una activa presencia frente al franquismo y todos aquellos preocupados por la historia viva de nuestro pueblo.

En uno de sus últimos viajes a Perpinya, aclamado por miles de cersonas, cuando centenares de desconocidos pretendían ser recibidos por el solitario de Saint-Martin-le-Beau, me dijo, con una sonrisa de viejo zorro que está más allá de la vanidad y de la confianza en las estrategias de la aproximación:– Manel, me parece que tendré que crear la ‘Orden de Saint-Martin-le-Beau’ para que quede bien claro cuántos y quienes fueron los que me acompañaron en mi soledad. Muy pocos. Aquí acabará pasando como con la Resistencia francesa: todo el mundo era resistente. Y todo el mundo me habrá visitado en la Turena.

Saint-Martin-le-Beau era otra cosa. Tenía empaque y sobria solemnidad. La vida era dura, porque el clima de la Turena es muy frío y la soledad y el asilamiento podían destruir el ánimo de aquellos mediterráneos de una pieza. Pero Tarradellas y su esposa Antonia eran fuertes. COnvirtieron el ‘Clos Monny’ en una pequeña Cataluña hospitalaria y acogedora. El presidente de la Generalitat habitaba unas viejas piedras nobles, algo parecido a un palacio, en un paisaje lleno de figura y distinción, con una bellisima primavera y un maravilloso otoño – que eran el momento de ir a visitarle – realmente inolvidables.

Alto, enérgico, afectuoso, los largos inviernos del éxito blanquearon sus ya escasos cabellos, trabajaron su piel y curvaron su espalda poderosa. Pero el espíritu se mantuvo intacto y aquí está el premio de su fe en Cataluña: un hombre que llega del pasado con una esperanza para el futuro. Un hombre que va a Madrid para hacer con el soberano de nuestra y corona y con Adolfo Suárez, al presidente de la transición, hacia una democracia ne la que Cataluña está fiermemente comprometida.

Manuel Ibañez Escofet

28 Junio 1977

INICIATIVA POLÍTICA

Jordi Domenech

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El Rey ha recibido hoy al honorable señor Josep Tarradellas, quien ayer se entrevistó durante dos horas con el presidente del Gobierno. Después de la natural sorpresa que esta noticia causó en los medios políticos, ya que no hubo ninguna filtración, se dan toda clase de interpretaciones, versiones que resultan contradictorias entre sí y que más parecen estar movidas por la óptica partidista que por la objetiva contemplación de los hechos, ya que lo que ha ocurrido, según afirman fuentes autorizadas, es que tanto el presidente del Gobierno como el Rey han estimado procedente y positivo mantener conversaciones directas con la persona que de acuerdo con lo manifestado casi con total unanimidad por la Asamblea de Parlamentarios catalanes mantiene un puesto de especial relevancia en la política catalana.

Pues bien, partiendo de este supuesto, que me parece evidente, tampoco hay que desconocer que el señor Tarradellas entró ayer en Moncloa acompañado por don Carlos Sentís, número uno de la lista de Barcelona por la Unión de Centro Democrático, minoría parlamentaria que el pasado sábado, en el que fuera marco del Parlament de Catalunya, se manifestó totalmente de acuerdo con los deseos autonómicos expresados por la mayoría de los representantes del pueblo catalán. Varios comentaristas habían solicitado que este grupo hiciera valer su influencia acerca del Gobierno para que se acelerase el proceso de recuperación de las instituciones autonómicas, cosa que ya han hecho adoptando una postura de iniciativa política que será difícil no reconocerles.

En definitiva, una vez más el señor Suárez ha dado muestra de su visión política: y el Rey de su total conexión con el pueblo con esta entrevista y audiencia con el señor Tarradellas. Ahora se trata de que se inicie un proceso, que debe confluir con la decisión de las Cortes españolas, que devuelva definitivamente a Catalunya sus tradicionales instituciones – Generalitat y Parlament – en el marco de la Monarquía constitucional y democrática. La política es además del arte de lo posible la virtud de la oportunidad – que no del oportunismo – quienes así no lo entiendna poco tendrán que hacer en este campo. Suárez y Tarradellas se han comportado como lo que son: dos buenos políticos…

Jordi Domenech

25 Octubre 1977

LA OBRA INMEDIATA DE LA GENERALITAT

José María de Porcioles Colomer

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Ningún país puede transigir con la insolidaridad social; ningún pueblo puede mantener unas diferencias de clase que lleven a la injusticia; ninguna comunidad puede tolerar la efectiva desigualdad de oportunidades; ni los servicios públicos pueden situarse por debajo de los individuales y dejar de dar plena satisfacción a las necesidades de la vida. Es tierra la nuestra de viejas formas asociativas en que el fin social se vinculaba a una profunda libertad civil. Y en este camino de aunar la justicia social y la libertad civil debe avanzar Cataluña.  Llegar a la plena liberación del hombre es hoy meta común, cualquiera que sea el matiz político. Y Cataluña debe ser avanzacilla de esa inquietud, pero aunando esa liberación del hombre con el mantenimiento de su libertad civil, de su derecho de iniciativa, sin la cual los pueblos quedan amputados de una de sus más fundamentales palancas de promoción social. No burocratizar los avances sociales, hacer que todas nuestras instituciones sean instrumentos de esta solidaridad, es la gran seda que debe emprender Cataluña, sin limitaciones, con la ambición que reclaman las exigencias sociales; pero sin daño a la vez para sus grandes libertades cívicas.

Hay que ir a la afirmación de los grandes valores espirituales de esta tierra. Es nuestra fundamental razón de ser. Es en la solidaridad de ese patrimonio espiritual donde la idea de la Patria se afirma y confirma, donde se alientan nuevas vinculaciones entre los hombres, donde las comunidades de afectos y sentimientos devienen más enraizadas y más definitivas. La idea de la Patria no puede oponerse a las grandes concepciones internacionales. Pero tampoco estas pueden prescindir de esta cadena de solidaridades humanas que engendran los pueblos. El mundo, como concepto abstracto, es una pura entelequia si no se inserta en la jerarquía de comunidades que lo constituyen, en la que ninguna se opone a las demás, pero en la que cada una de ellas afirma a las otras, dándoles nueva intensidad y mayor nivel.

Y es en la solidaridad de la patria catalana, no cerrada, sino abierta, de amplios aspectos, donde la Generalitat y con ella todos nosotros, debemos asentar la personalidad de esta tierra catalana.