28 octubre 1996

El Vicepresidente Francisco Álvarez Cascos deja a su familia y se casa por lo civil con la joven diputada del PP Gema Ruiz causando críticas de los obispos de la Iglesia católica

Hechos

La boda se celebró en octubre de 1996.

Lecturas

OBISPO D. JOSÉ GEA ESCOLANO (OBISPO DE MONDOÑEDO-FERROL)

Yo no confiaría mis negocios a una persona que abandona a su familia y que se lía con unos y otros. Aunque no creo que el PP sea un partido «de nacional catolicismo», hay muchos católicos adheridos al PP, y no creo que piensen que todo de igual. Puesto que el vicepresidente está ya casado por la Iglesia, su matrimonio civil recientemente celebrado, es nulo ante la Iglesia. Sigue siendo válido el primer matrimonio.

Por ello, los contrayentes han entrado en una situación irregular ante Dios y ante la Iglesia. Lo cual quiere decir, por ejemplo, que al vicepresidente primero se le deberá negar la comunión, si alguna vez asiste a un acto eucarístico oficial y la solicita. Este matrimonio civil recientemente celebrado, a pesar de ser legal, ni es moralmente lícito desde el punto de vista cristiano ni es válido. Es nulo de raíz.

El boato y la importancia que se le ha dado a este acto puede confundir a mucha gente dada la austeridad de vida en que se está insistiendo desde el Gobierno. No habría estado mal algunos gestos de parte de miembros católicos del Gobierno que, sin romper la amistad ni mucho menos, hubiese evitado dar la impresión de aprobar pública y solemnemente un acto como éste. Esta actitud no merece la confianza de los votantes cristianos. Esa pomposidad y con asistencia de conocidos cristianos, es una manera de empujar a obrar así a familias que están sufriendo en su matrimonio muchos problemas, y que se están manteniendo fieles a sus principios cristianos. A veces llegan a situaciones heroicas.

Nos gustaría a los católicos que los políticos, sobre todo si se sienten cristianos, tuviesen unidad de vida y de criterios para que hubiese garantía en la protección y defensa de los valores de la familia cristiana necesitada de gestos y testimonios de los propios cristianos ante un sinfín de ataques que recibe de todas partes.

OBISPO D. FRANCISCO JAVIER MARTÍNEZ (OBISPO DE CÓRDOBA)

La boda civil pública de un hombre casado es un penoso espectáculo, que hay de que se vayan a asumir con una seriedad mayor las durísimas exigencias del servicio al bien común.

Es lamentable hacer ostentación de algo que todo el que vive la vida con seriedad sabe que es un mal moral cuando se tienen graves responsabilidades políticas.

La boda civil de Alvarez Cascos es el exponente de un mal que afecta al corazón mismo de la vida humana, como es la familia. Esto hace un daño a la sociedad que no puede justificarse por ninguna estrategia política.

Esta boda es el resultado de  un fracaso humano, una infidelidad a los compromisos adquiridos y una injusticia para con personas con nombres y apellidos, y siempre una dosis grande de sufrimiento. Estos hechos no son los más apropiados para hacer de un matrimonio civil, como el de Alvarez Cascos, una fiesta.

Cuando no se asumen con seriedad las responsabilidades matrimoniales y familiares, ¿qué garantías hay de que se vayan a asumir con una seriedad mayor las durísimas exigencias del servicio al bien común? ¿Con qué autoridad -prosiguió- se puede exigir el respeto a unos determinados valores morales cuando se conculcan públicamente los más sagrados?.

 

28 Octubre 1996

Público y privado

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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UN VICEPRESIDENTE del Gobierno, desposado por la Iglesia católica y con cuatro hijos, se divorcia y se vuelve a casar con unamujer bastante más joven que él por lo civil, por todo lo alto y con la presencia en los REales Alcázares de Córdoba del aparato de un Partido Popular que se dice cercano incluso al Opus Dei. Varios obispos critican con dureza la falta de cristiandad y el boato de esta ceremonia. Y el jefe de la oposición sale en defensa del vicejefe del Gobierno. ¿Quién habría soñado con tal vodevil? Pero, detrás de las sonrisas que pueda provocar tal comedia de situación se divisan sombras preocupantes de intolerancia e intromisión episcopal en la esfera política.Álvarez Cascos era muy libre de hacer lo que ha hecho. Per también debía haber calculado mejor, él y sus compañeros de Gabinete, preciado bien en política, y tal ostentación con derroche de medios públicos se acerca al disparate. Pero la campaña de indignación emprendida por los obispos tras la ceremonia cordobesa, por no ser «conforme a la moral cristiana», tiene ribetes tan antiguos y de intransigencia que rozan el ridículo. Bien es verdad que si Áalvarez Cascos se declara católico, desde esa misma Iglesia se le podía exigir respeto a sus estrictas reglas, aunque éstas resulten en ocasiones socialmente obsoletas. Pero seguramente nada habrían dicho del boato si la ceremonia se hubiera delebrado en una catedral y los accostumbrados signos de ostentación hubieran contado con la bendión del cura, del obispo, del cardenal. Es, como tantas veces, la hipocresía eclesial que ya creíamos olvidada.

Pero no todo es simple anécdota. Los obispos de Córdoba o de Mondoñedo-FErrol, entre otros, han ido más allá:»¿Cómo se le van a encargar los asuntos gravísimos e importantísimos de la vida pública a una persona que no merece la confianza en la vida privada?»

¿Acaso existe esa relación que pretenden los obispos? ¿Impide el adulterio, si tal existiera, fuera de las normas de una Iglesia tan anacrónica, llevar con tino los asuntos del Gobierno? ¿Es el matrimonio necesario para ser buen padre o madre? Y otra pregunta: ¿tanta indignación no se deberá a que los obispos consideran a este partido que ahora nos gobierna como el de los suyos? Porque únicamente desde la traición del hermano se entiende tanta vehemencia en la condena.

22 Octubre 1996

Boda Civil

Teresa Amadora Fraga Iribarne

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Querría decirle a la señora de Alvarez Cascos:

Querida Señora: Quiero que sepa que, como mujer, como madre de familia, como votante del PP y cofundadora del partido, estoy a su lado y al de sus hijos. Muchos otros también, no sólo yo, somos los que nos sentimos avergonzados de que, al dolor de ver rota su familia, usted y sus hijos hayan pasado la vergüenza de ver a todo el aparato del PP en la fiesta de la boda civil de su marido, vicepresidente del Gobierno.

¿Qué quieren? ¿Hacernos comulgar con rueda de molino? ¿Es este el partido que defiende la familia?… Pues a la familia de usted la han defendido bien poco, digo yo. A lo mejor, nos toca ver algún día por televisión al señor vicepresidente como testigo de la segunda boda del señor presidente… (es una hipótesis) o al señor presidente como testigo de la tercera boda del vicepresidente… por aquello de que «no hay dos sin tres» y mítines y azafatas de veintidós años hay muchos… y hasta puede ser que el señor portavoz nos informe del menú y de las tartas de pisos…

¡Más respeto a las familias, señores del Gobierno! ¡Más respeto a sus votantes, señores del PP! Y conste que aquí no se juzgan las debilidades de las personas ni las actuaciones, aquí hablamos de una actuación pública que ha ofendido no sólo a usted y a sus hijos, sino a muchas familias y a muchísimos votantes de este partido por el cual la que suscribe ha trabajado desde su comienzo.