2 octubre 2004

A excepción de Alberto Ruiz Gallardón, el resto de los discursos responsabiliza de su derrota electoral únicamente al atentado del 11-M

15º Congreso del PP (2004) – Mariano Rajoy elegido su nuevo Presidente y a Ángel Acebes Paniagua su Secretario General sin autocríticas

Hechos

EL 2.10.2004 concluyó el congreso del PP que eligió a D. Mariano Rajoy su nuevo presidente con un 98,37% del apoyo de los compromisarios.

Lecturas


EL COMITE DE DIRECCIÓN:

PresidenteD. Mariano Rajoy
Presidente de Honor – D. José María Aznar
Presidente Fundador – D. Manuel Fraga
Secretario General – D. Ángel Acebes.
Secretario de Organización- D. Sebastián González
Secretario de Comunicación – D. Gabriel Elorriaga
Secretario de Economía – D. Miguel Arias Cañete
Política Autonómica – Dña. Soraya Sáenz de Santamaría

Tesorero – D. Álvaro Lapuerta
Gerente – D. Luis Bárcenas
Política Social – Dña. Ana Pastor
Justicia e Interior – D. Ignacio Astarloa
Presidente del Comtié Electoral- D. Javier Arenas
Presidente del Comité de Derechos – D. Federico Trillo
Presidenta del Consejo de Política Exterior – Dña. Loyola de Palacios
Portavoces – D. Eduardo Zaplana, D. Pío García Escudero y D. Jaime Mayor Oreja


APARTADOS DE LA EJECUTIVA

mercedes_merced Dña. Mercedes de la Merced fue una de las grandes derrotadas al ser excluida de la Ejecutiva.

Apartados de la ejecutiva: Dña. Mercedes de la Merced, Dña. Soledad Becerril, Dña. Pilar del Castillo, D. José María Álvarez del Manzano, D. Gabriel Cisneros, D. Francisco Álvarez Cascos, D. Félix Pastor Ridruejo, D. José Cuiña, D. José Miguel Orte Bordás y D. Abel Matutes, fueron apartados de la ejecutiva.

GALLARDÓN: «ALGO TENEMOS QUE HABER HECHO MAL»

gallardon_congreso_pp D. Alberto Ruiz Gallardón fue el encargado de hacer el discurso de inauguración del 15º congreso del PP y fue el único que usó la autocrítica. El Sr. Rajoy no le incluyó en su ejecutiva.

08 Octubre 2004

UN NUEVO IMPULSO AL CENTRO

Eduardo Zaplana

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Lo importante es reafirmarnos en una inequívoca posición de defensa del centro, el centrismo, exigen permanentemente reafirmar su defensa. Es el momento de dar un nuevo impulso al centro para presentarlo como alternativa al modelo radical del Partido Socialista.

Es frecuente que, cuando se celebra el Congreso de un partido político importante, la atención de los medios de comunicación se centre en saber qué personas van a ocupar unos u otros cargos, o en interpretar quiénes han reforzado su posición o cómo queda la correlación de fuerzas en los órganos de dirección. Y, sin duda, la renovación de personas y equipos, que siempre se ha practicado de forma natural en el Partido Popular, es un síntoma de la fortaleza de una formación política y es necesaria para evitar el anquilosamiento y para mantener la vitalidad. Pero no es ése, desde mi punto de vista, el aspecto más importante.No lo es, en mi opinión, en ningún Congreso; y desde luego, no lo es en el Congreso que el Partido Popular va a celebrar este fin de semana.

El Partido Popular llega a su XV Congreso después de haber perdido las elecciones como consecuencia de unas circunstancias absolutamente excepcionales, tras ocho años de gestión exitosa al frente del Gobierno de España, valorada muy positivamente por los ciudadanos.Este tiene que ser, pues -como se refleja en el lema elegido por la Comisión Organizadora-, el Congreso de la ilusión. De la ilusión en la solidez y la fortaleza de un proyecto político que ha cosechado un gran balance en nuestro país y que debe estar llamado a recuperar la confianza mayoritaria de los ciudadanos.

Dar un nuevo impulso a nuestro proyecto político tiene que ser, pues, el objetivo fundamental de este Congreso. El Partido Popular ha logrado ganar las elecciones y realizar una gestión de excelentes resultados gracias a una propuesta de centro que ha erigido como principios fundamentales la apuesta por la libertad, la confianza en la sociedad civil y la defensa de la igualdad de oportunidades.Estos son nuestros valores, y en ellos tenemos que seguir profundizando para ser capaces de presentar una oferta atractiva a los ciudadanos.

Y defender hoy un proyecto de centro significa, por ejemplo, apostar por el fortalecimiento de la democracia, frente a los intentos de control político de la Justicia que está llevando a cabo el Partido Socialista; significa volver a situar como prioridad política básica la consecución del pleno empleo, frente a la inacción y la parálisis del Gobierno para afrontar nuevas reformas económicas y laborales; significa defender un principio tan sencillo como el equilibrio presupuestario y la reducción de impuestos, desde la convicción de que son las familias las mejores administradoras de sus recursos, frente a un modelo económico de crecimiento del gasto público que supondrá volver al déficit y elevar nuevamente la presión fiscal, como el que ha inspirado los primeros Presupuestos presentados por el Gobierno socialista; significa buscar fórmulas adecuadas para afrontar el nuevo reto de la dependencia, que sean capaces de conjugar todos los recursos existentes en la sociedad civil; significa apoyar a la familia e impulsar la conciliación de la vida familiar y laboral, un campo hoy completamente ausente de la agenda política del Gobierno socialista y en el que el Partido Popular seguirá siendo quien marque la iniciativa; significa apostar por un modelo territorial que conjugue el autogobierno con la vertebración de España y la solidaridad interterritorial; significa continuar seriamente comprometidos con la construcción europea, defendiendo y promoviendo una sólida posición de España en la escena internacional; y significa, en fin, apartarse de la radicalidad para ofrecer a nuestra sociedad posiciones centradas.

Estas tienen que ser, entre otras, las propuestas y los mensajes que emanen de nuestro Congreso Nacional. Son propuestas que configuran una alternativa frontal a la actuación del Gobierno socialista, que obedece a un modelo ideológico radical, que pretende llevar a cabo desde el poder una profunda transformación de la sociedad española alterando todos los valores en los que se ha asentado hasta ahora nuestro modelo de convivencia. Desde esta perspectiva, minar la confianza en la familia, minar la confianza en la Constitución, despertar nuevamente las tensiones territoriales o emprender una cruzada contra la Iglesia católica son todos ellos elementos de una misma estrategia política. Una estrategia que pretende dirigir desde el poder una transformación radical de la sociedad española, convirtiéndola en una sociedad sin referencias. Y que es, por lo tanto, lo más opuesto a un planteamiento político liberal, que confía en el libre desenvolvimiento y desarrollo de la sociedad civil y que entiende que la convivencia social ha de estar presidida por valores cívicos básicos compartidos y aceptados.

Los dos periodos en los que ha gobernado el centro político son las etapas en las que se han producido los avances más importantes en nuestro país. En 1977, el centro hizo posible la democracia, la elaboración de la Constitución, la instauración en España de un régimen de libertades y la puesta en marcha del Estado de las Autonomías. Y la etapa abierta en 1996 ha significado la regeneración democrática, la culminación del Estado de las Autonomías, los mayores éxitos en la lucha antiterrorista, la liberalización de nuestros sectores estratégicos y un impulso jamás conocido hasta ahora al crecimiento económico y la creación de empleo. No seré yo el que diga que nada bueno pudo ocurrir en la etapa socialista. Pero, sin duda, los éxitos colectivos más importantes, a la vez que las etapas de mayor tolerancia, han coincidido con gobiernos de centro.

Y ahora que está tan de moda hablar del presidente Aznar, hay que recordar que él fue quien protagonizó el giro al centro del Partido Popular, quien fue capaz de diseñar y de abanderar un proyecto político de centro reformista capaz de ilusionar a la mayoría de los ciudadanos españoles, y quien guió toda su acción política como presidente del Gobierno desde los postulados de ese ideario de centro que tan eficaz ha sido para España. Sin duda, todos en el Partido Popular defendemos esa posición y nos encontramos cómodos en ella. Pero el mayor mérito en su conquista corresponde a quien mayor responsabilidad tuvo en ella.

Y hoy, le toca liderar ese proyecto de centro a Mariano Rajoy, que desde el próximo sábado por la noche será el nuevo presidente del Partido Popular. Es un líder excelente, con cualidades sobradas para guiar esta etapa y para ser, en un futuro próximo, presidente del Gobierno. Es un líder que, en el Congreso Nacional, va a recibir el aliento, el respaldo y el calor de todo nuestro partido.Difícil es encontrar una persona más solvente, con mayor experiencia política y con mayor capacidad de gestión.

Nos cuentan que otros son los progresistas, pero no es verdad.El proyecto más centrado es el nuestro. Si algún error se ha podido cometer o si la apreciación sobre nosotros se ha desdibujado, aunque sea mínimamente, debe ser fácil corregirlo.

Lo importante es reafirmarnos en una inequívoca posición de defensa del centro, de la libertad, de la modernidad. Y es necesario hacerlo porque la libertad y la democracia, el centrismo, exigen permanentemente reafirmar su defensa, porque están sometidos a mayores amenazas y riesgos que otras posiciones más radicales y extremas.

Es, pues, el momento de dar un nuevo impulso al centro para presentarlo como alternativa al modelo radical del Partido Socialista y situarlo en disposición de vencer en las próximas elecciones generales.Este fin de semana tenemos una gran oportunidad para apuntar hacia esa meta.

Eduardo Zaplana

03 Octubre 2004

TERAPIA POPULAR

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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El XV Congreso del PP, que se clausura hoy, es la oportunidad que se ha dado ese partido para responder a una pregunta que sus afiliados y votantes llevan haciéndose desde marzo: por qué una derrota tan inesperada. Pero hay dos formas de plantearla. Una, la más consoladora, escarba en lo ocurrido entre el 11 y el 14 de marzo; otra, menos complaciente, trata de indagar sobre lo que sucedió entre enero de 2002, en que se celebró el más eufórico de los congresos, con encuestas que pronosticaban una nueva mayoría absoluta del PP, y el 10 de marzo de 2003, antes de los atentados de Madrid, cuando la distancia era ya inapreciable.

La primera actitud estuvo representada en el congreso por el discurso de Ángel Acebes (que acusó a Zapatero de sembrar una discordia civil equiparable a la de 1936), y dio la impresión de ser la que suscitaba mayor adhesión entre los delegados; la segunda la encarnó Ruiz-Gallardón, y también, en su terreno, Josep Piqué. Entre ambas, en un deliberado punto intermedio, se situó Mariano Rajoy, que se refirió al 11-M como causa del cambio, pero evitando cualquier mención a teorías conspirativas. El nuevo presidente del PP rindió homenaje a Aznar, cuya valía, dijo, confirman sin quererlo quienes siguen persiguiéndole. Pero dicho esto, añadió: «Ahora, vayamos al grano». Justo antes de defender su candidatura como nuevo presidente.

La lista del Comité Ejecutivo es moderadamente continuista, y el criterio fundamental para su composición parece haber sido el de reducir al mínimo el número de damnificados. Es una característica de Rajoy, que, a diferencia de un Rato, por ejemplo, carece de equipo propio, por lo que no necesita hacer hueco a los suyos a costa de otros. La lista incluye como novedad a Ruiz-Gallardón. Más significativo que lo dicho por éste es que Rajoy lo eligiera para pronunciar el discurso de apertura del congreso, sabiendo que iba a decir lo que dijo: que aunque sea cierto que el 11-M fue determinante, otros factores influyeron en el desenlace; y aunque lo dijo de manera más barroca, quedó claro que entre esos factores consideraba relevantes el menosprecio del rival, la desconexión con sectores de la sociedad y la complacencia con el aislamiento político y la falta de aliados potenciales («orgullosamente solos»).

Acebes será el secretario general, lo que sin duda supone un gesto continuista, pero entre los secretarios de área habrá personas de la confianza (y el estilo) de Rajoy: Elorriaga, Astarloa, Ana Pastor. La incógnita del área económica, siempre controlada por Rato, se ha resuelto por la vía más fácil: el elegido ha sido Miguel Arias Cañete, que ya era el portavoz del Grupo Popular en el Congreso para temas económicos.

De las prioridades señaladas por Rajoy en su discurso destaca, tras el terrorismo, la cuestión territorial, elegida como eje central de oposición al PSOE de Zapatero. En un congreso con escaso contenido programático, fue el tema de más enjundia de los planteados ayer. Arenas y Piqué se dividieron el trabajo, de manera que mientras el primero apelaba a los resortes más emocionales (hipotecas de Zapatero con sus aliados nacionalistas, etcétera), el segundo defendía una estrategia precisa de intervención: el PP no plantea reformas constitucionales y estatutarias, pero acepta debatir las que planteen otros, con determinadas condiciones. Esas condiciones -consenso, estabilidad institucional, igualdad básica de derechos, techo competencial potencialmente común- no son en principio muy diferentes a las fijadas por el PSOE, aunque el PP censura a Zapatero el haberse comprometido a avalar lo que salga de los parlamentos autonómicos. En realidad, ese compromiso se refiere sólo al caso catalán, cuyo estatuto exige para su reforma una mayoría cualificada amplísima, lo que garantiza el consenso.

El entusiasmo de los 3.000 delegados era ayer controlado. Todo lo contrario que el del XIV Congreso, el del desbordamiento de autosatisfacción y glorificación del líder. Aquello fue el inicio de dos años de errores que llevaron al PP a la derrota. Tal vez les sea más rentable la contención de ahora.

09 Octubre 2004

Aznar recuerda a Cascos, Rajoy encuentra a Acebes

Federico Jiménez Losantos

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Las declaraciones de Rajoy tras la rebelión de Gallardón y su Cobi crearon no poca inquietud y mucha preocupación en los militantes, porque parecían augurar una tibia, calculada y descomprometida equidistancia entre Aguirre y el alcalde de Madrid, con la consiguiente pérdida de autoridad de la flamante dirección popular. Pero la aparición de Ángel Acebes atacando abiertamente al polanquismo de derechas, oportunismo de centro o como quiera denominarse ese partido, banda o secta de Gallardón demuestra que estamos ante una división de papeles entre el Presidente y el Secretario General del PP, pero que ambos son conscientes de que lo que quiere Gallardón no es simplemente sabotear a Aguirre si no se somete a sus dictados, sino poner contra las cuerdas a Rajoy para tratar de ocupar su puesto. Nada nuevo, aunque nunca fue tan descarado. Y nada nuevo tampoco que la dirección recoja el guante. No puede permitirse una derrota así. Y el partido, tampoco.
Tal vez ahora pueda entenderse mejor el mensaje de Aznar a su sucesor cuando hizo un inesperado (que no inmerecido) elogio de Álvarez Cascos en su vibrante discurso al XV Congreso del PP. A la situación en Galicia, Extremadura, y Ceuta, al marasmo en que se debate el partido en Cataluña y a la grave división en la Comunidad Valenciana viene a sumarse ahora la rebelión abierta de Gallardón, el aspirante a todo todo el tiempo, con la evidente intención de demostrar que él puede poner al PP patas arriba, de forma que lo más razonable es que se pongan todos boca abajo. Tanto tiempo con Polanco le han contagiado sus costumbres, menos madrileñas que sicilianas. Antes o después, tenía que pasar. Y como además Gallardón ve que su oportunidad está a punto de pasar del todo, no es sorprendente que su ambición y su estresado sistema nervioso le hayan conducido a este abierto desafío a Rajoy.

Acebes se dispone a ocupar el lugar de Cascos, el de policía malo, dejando para Rajoy la sonrisa y el papel de policía bueno, por si hay que rescatar heridos y prisioneros tras la batalla de Madrid. Sobre la solidez de la posición de Aguirre y la endeblez de la candidatura de Gallardón y su Cobi no hay mucho que añadir. Lo nuevo es la voluntad de pelea de la dirección del partido. Si Aznar tuvo a Cascos, Rajoy tiene a Acebes. Por eso sorprende aún más que Ana Botella diga que “no reconoce a su partido”, cuando empieza a parecerse tanto al de su marido en los años de oposición. Se ve que entre la Moncloa y Gallardón le han provocado una inoportunísima pérdida de memoria. A lo mejor piensa que Gallardón representa mejor que Rajoy y Acebes la continuidad política de Aznar. A lo mejor es su partido el que no la reconoce a ella. Porque la situación la conocemos y la reconocemos todos. Y la solución, también.

El Análisis

RAJOY, AL FRENTE DE UNA EJECUTIVA AZNARISTA

JF Lamata

D. Ángel Acebes, ex ministro del Gobierno del Sr. Aznar, hombre de confianza del Sr. Aznar, y también el que cometió el error de atribuir ‘sin ningún género de duda’ la autoría del 11-M a ETA a escasas horas del atentado, se veía reforzado con el cargo de Secretario General del PP y, por tanto, nuevo ‘hombre fuerte’ de la formación líder del anti-izquierdismo. Otro destacado hombre de confianza de Gobierno Aznar, D. Eduardo Zaplana, sería el Portavoz del PP en el Congreso.

Aquella decisión resume muy bien el síntoma de aquel congreso, el primero tras la pérdida del poder, que era de todo menos reconocer errores del Gobierno Aznar. A pesar de que en el discurso de inauguración del Congreso, el alcalde de Madrid D. Alberto Ruiz-Gallardón, propuso hacer autocrítica, los dirigentes peperos no estuvieron por la labor, a su ver, el PP había perdido únicamente por culpa del atentado del 11-M, aunque esa lectura era tanto como insinuar que D. José Luis Rodríguez Zapatero era un presidente usurpador, que se había beneficiado de la masacre. El PP, de paso, ahorraba hacer relevo. Génova 13 seguiría regida por el aznarismo, aunque este estuviera encarnado ahora por D. Mariano Rajoy.

J. F. Lamata