9 mayo 2016

Bongbong Marcos hijo del dictador se queda a las puertas de ser vicepresidente

Elecciones Filipinas 2016 – El populista Duterte, partidario de la erradicación de los delincuentes, es elegido nuevo presidente

Hechos

El 9 de mayo de 2016 se celebraron elecciones para la presidencia y vicepresidencia de Filipinas, alcanzando Rodrigo Duterte el primer puesto y Leni Robredo el segundo.

Lecturas

ManuelRoxas2016 Mar Roxas, candidato apoyado por el presidente saliente, Aquino III, fue derrotado por Duterte.

RESULTADOS PARA EL PUESTO DE PRESIDENTE

  • Rodrigo Duterte (PDP-Laban) – 39,01% de los votos
  • Mar Roxas (Liberal) – 23,45% de los votos
  • Grace Poe (Independiente) – 21,39% de los votos
  • Jejomar Binay (UNA) – 12,73% de los votos
  • Miriam Defensor Santiago (PRP) – 3,42% de los votos

RESULTADOS PARA EL PUESTO DE VICEPRESIDENTE

Leni Robredo (Liberal) – 35.11%
Ferdinand Marcos Jr. (Independiente) – 34.47%
Alan Peter Cayetano (Independienteb) – 14.38%
Francis Escudero (Independiente)  – 12.01%
Antonio Trillanes (Independiente) –  2.11%
Gringo Honasan (UNA) – 1.92%

26 Junio 2016

Rodrigo Duterte, el presidente que más desprecia la ley

Naiara Galarraga

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Rodrigo Duterte, de 71 años, parece el protagonista de una película mala de tipos duros. Los discursos del futuro presidente de Filipinas están salpicados de amenazas, groserías y palabrotas. Muchas palabrotas. Tantas que su programa semanal de televisión se graba para que cada una pueda ser tapada con un biiiiiiiip. Es sin duda más soez y más agresivo que el estadounidense Donal Trump. Y su desprecio por la ley es mucho mayor. Es un ejemplo extremo de político populista. En su caso, con unas formas autoritarias que asustan. Ofrece soluciones simples, la panacea, a asuntos complejos. Y pese a lo repugnante de alguno de sus comentarios logró sacarle 15 puntos al segundo y vencer con un holgado 39% las presidenciales del 9 de mayo. A partir del jueves 30 será el presidente de los más de cien millones de habitantes de este país archipiélago que fue colonia española.

La promesa que le ha aupado incluye matar a 100.000 delincuentes para acabar con el crimen en seis meses

Tres semanas antes de las elecciones dinamitó todos los límites del mal gusto con un comentario sobre la violación y asesinato de una misionera australiana en un motín carcelario. “Me enfadó mucho que la violaran, eso es una cosa. Pero ¡era tan guapa!… El alcalde tenía que haber sido el primero. ¡Qué desperdicio!”, proclamó en un mitin según The Rappler. Cuando dijo que el alcalde debió ser el primero en violarla se refería a sí mismo. Duterte acaba de abandonar la alcaldía de Davao (en la sureña Mindanao), donde ocurrió el escabroso suceso en 1989. Los presentes respondieron con risas y  el vídeo se hizo viral. Y, aunque desató la ira de muchos filipinos, no le perjudicó en las urnas como tampoco le afectó que su predecesor en la Presidencia recordara que Hitler también alcanzó al poder por las urnas.

La clave de su éxito es su discurso de tolerancia cero y mano dura. La promesa que le catapultó a la presidencia suena imbatible: acabar en seis meses con los criminales que tienen atemorizados a sus compatriotas. ¿Cómo? Muy sencillo: matando a cien mil delincuentes, ha explicado. Su plan convierte a ciudadanos se conviertan en justicieros. “Si están en tu barrio, no dudes en llamar a la policía o hazlo tú mismo si tienes una pistola. Tienes mi apoyo”, proclamó en una campaña que deja a Trump como un principiante en el arte de dar titulares a los periodistas. Los jefes del negocio de la droga han subido a un millón de dólares la recompensa para quien asesine a Duterte, según el que será su jefe de policía.

Los filipinos que le auparon a la jefatura del Estado sabían bien lo que hacían porque Duterte, al que apodan el Castigador, es un viejo conocido. Es uno de los alcaldes más veteranos del país. Suma 22 años en siete mandatos con algún paréntesis en el que era número dosmientras su hija Sara ostentaba la alcaldía. Las sagas políticas son un clásico en Filipinas, donde la política está salpicada todavía de Aquinos (el presidente saliente es Benigno, hijo de presidenta) y Marcos (el hijo de Ferdinand e Imelda acaba de disputar, y perder, la vicepresidencia).

Ruben Carranza, un jurista del Centro Internacional de Justicia Transicional de origen filipino que litigó para recuperar los bienes expoliados por los Marcos, explica de dónde emana el desprecio del presidente electo por la ley. “Creció en una familia relativamente privilegiada de la élite y emergió como político en una región fronteriza sin ley” donde proliferaban escuadrones de la muerte comunistas y anticomunistas enfrentados por expolios de tierras. Se formó «como fiscal en un pequeño pueblo donde cualquier autoridad legal que tuviera hubiera sido ineficaz. Imponer el poder político no mediante la ley, sino mediante la violencia, era una tentación. Y él cayó”, explica Carranza. “Quizá funcionó en Davao en los noventa pero no va a funcionar en el resto del país 30 años después”, pronostica este abogado.

Duterte siempre alardea de su hoja de servicio. Presume de que convirtió la capital del crimen en una ciudad habitable y segura. No está claro que los resultados sean tan indiscutibles, pero sin duda sus vecinos lo adoran. Para el próximo presidente, los escuadrones de la muerte que asesinaron a mil personas en Davao durante su mandato “no son un problema, sino un programa político”, escribió Phelim Kine, subdirector para Asia de la Human Rights Watch. Esta ONG documentó en 2009 decenas de asesinatos de trapicheros en la ciudad a los que dos o tres tipos que llegaban en una moto sin matrícula tiroteaban a plena luz del día. Los crímenes quedaron impunes “en buena medida por la tolerancia y, a veces, por el apoyo directo de las autoridades locales”, recalcó HRW.

El jurista Carranza explica cómo ha logrado seducir al electorado, especialmente de las clases medias y altas. “Muchos de ellos no deben afrontar el hambre o la carencia de tierras (como los pobres), sino que temen por sus hogares, sus propiedades y el día a día de sus familias. Duterte apeló a esos miedos: drogas, crimen y una sensación generalizada de que la ley no se cumple son fáciles de invocar, resultan familiares por las películas y la cultura (popular). Y, a ojos de muchos filipinos acostumbrados a la impunidad, sólo se pueden resolver con algo tan terminante como el asesinato extrajudicial…».

El futuro presidente tiene seis años por delante y un contencioso con la Iglesia católica, poderosísima aún en Filipinas, donde el divorcio y el aborto son ilegales. Ha prometido promover la educación sexual, defiende los anticonceptivos –“soy cristiano pero también realista, tenemos un problema de sobrepoblación”—, los derechos de la comunidad LGTB y las bodas gays. Divorciado, vive con su novia, Cielito, y es padre de cuatro hijos y abuelo de ocho nietos. Además de limpiar el país de criminales, Duterte, que se define “como medio cristiano y medio musulmán”, ha sido de los primeros en referirse en campaña a la histórica opresión de la minoría musulmana del sur y pretende negociar con el Frente Moro de Liberación la implementación del acuerdo de paz.

Pero no todo es matonismo y prepotencia. Para resolver las disputas marítimas con China prefiere la mano izquierda. “La mejor opción sería abordarlo sin enfrentamientos. Todos los filipinos tenemos algo de sangre china y yo creo que los chinos son gente razonable”.

29 Agosto 2016

El Castigador que castiga a Filipinas

Jorge Marirrodroga

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Reconozcámoslo: la democracia es aburrida. Recoger la basura y pagar las nóminas no tiene nada de épico. La democracia tiene más de jardinero que de carpintero. Ante un terreno que es necesario transformar, el primero debe tener mucha paciencia, iniciar cambios con un final incierto, bregar con las dificultades que puedan llegar, aceptar que el resultado —que será visible a muy largo plazo— no sea el previsto y dejar que las cosas sigan su curso. El segundo puede actuar más rápidamente. Puede controlar más cada detalle y conseguir el resultado planificado. Pasado el tiempo, el buen jardinero conseguirá un hermoso paisaje y el buen carpintero un espectacular decorado.

Y luego están los falsos carpinteros. Los del “esto lo hace cualquiera” o el “esto lo arreglo yo en un plis plas, con un par de tablones y cuatro clavos”. El panorama político se ha llenado de estos últimos. No son un fenómeno nuevo, pero vivimos una época donde la aburrida democracia pide paciencia de jardinero ante importantes problemas. O un buen carpintero, pero estos son menos hábiles con la lengua que con las herramientas. Los del plis plas son más ingeniosos, se saltan cualquier norma con más gracia, mueven más seguidores o detractores en Internet. Se comen el escenario.

Filipinas es un paisaje con gravísimos problemas. Entre ellos destacan el crimen organizado y la corrupción. Hace apenas siete semanas asumió la presidencia uno de esos políticos que proponen soluciones simples a problemas complejos, que consideran que las personas que saben —los expertos— son un estorbo y que la paciencia democrática es algo obsoleto. Rodrigo Duterte llegó al poder prometiendo 100.000 muertes de quienes considera criminales. En Davao, ciudad de la que era alcalde, se le acusa de apoyar a un grupo de sicarios que ha matado a 1.000 personas. Apodado El Castigador y Harry el sucio —y él, encantado, claro— se hizo famoso durante la campaña electoral por las barbaridades que soltó. A Duterte le daba igual todo. Pidió a los filipinos que si conocen a algún drogadicto lo asesinaran porque “sería doloroso pedirles a sus padres que lo hicieran”. Recordando a una misionera violada y asesinada en 1989 durante un motín carcelario, declaró que era “una pena” porque “era muy guapa” y que el alcaide debía de haberla violado primero. Su concepto de la diplomacia también es curioso. Del papa Francisco dijo que era “un hijo de puta” porque su visita a Manila había provocado atascos. Probablemente Francisco prefiere compartir puesto con los drogadictos y la misionera que figurar en la lista de héroes de Duterte.

Desde su llegada al poder, 1.900 personas han muerto por acción de la policía y patrullas de voluntarios en una cuestionable guerra a la delincuencia. De ellas, 756 han fallecido por “oponer resistencia” a la policía. Los 1.100 restantes, a manos de las patrullas. La ONU ha puesto el grito en el cielo y la oposición también. Duterte ha amenazado a la primera con expulsarla del país y a la segunda con la posibilidad de que sus miembros “sean asesinados” si bloquean su ofensiva contra el crimen. El Castigador está castigando a Filipinas. A ver quién es el jardinero/carpintero que la arregla luego.

06 Septiembre 2016

Clases de protocolo filipinas

Inocencio Arias

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A dos meses justos de las elecciones que marcan el fin de su mandato, Obama sigue teniendo problemas en el campo internacional. El drama de Siria continúa sin resolverse porque no hay entendimiento con Putin. El ruso, aunque también amenazado por el islamismo, sigue más interesado en apoyar a su aliado sirio que en dar un mazazo contundente a los islamistas. La química entre Putin y Obama nunca ha existido y no va a surgir ahora.

Con un aliado delicado, Turquía, el Gobierno estadounidense trata de tender puentes con dificultades. El turco Erdogan, para el que el fallido golpe de estado ha resultado un regalo del cielo, utiliza ahora métodos para sofocar a la oposición que no son democráticos. Son ampliamente denunciados por la prensa estadounidense. Ankara, además, no ha hecho el menor esfuerzo para acallar los rumores que circulan en Turquía sobre que Estados Unidos alentó el golpe contra Erdogan. Esto es desleal para algún periódico como el New York Times.

La última sorpresa viene de Filipinas. El presidente de Filipinas está ya destacadamente en cabeza de los políticos lenguaraces y groseros, habiendo superado a Maduro, al Presidente de Corea del Norte y a otros políticos de tosco gatillo verbal. A pesar de su incontinencia y zafiedad el venezolano no había llamado nunca “hijo de puta” a Rajoy, uno de sus blancos preferidos, ni a ninguna otra de sus bestias negras.

El filipino Duterte es más osado. Lo ha hecho nada menos que con Obama. Posteriormente ha manifestado que lo lamenta y que, en realidad, la explicación es casi un chiste, que sentía que pareciese “un ataque personal al presidente de los Estados Unidos”.

Duterte debe tener un concepto muy peculiar de lo que es un ataque personal. El hecho es que, después de oír que Obama había criticado su política de derechos humanos, se soltó el pelo diciendo: ” Hijo de puta, te voy a maldecir en la próxima Cumbre a la que asistamos”. La Cumbre era estos días en Laos y Obama, lógicamente, se ha negado a entrevistarse con el. El americano había sufrido, días antes, un desaire protocolario, tal vez intencionado, de las autoridades chinas que no le pusieron la alfombra roja al descender del avión como hicieron con otros dignatarios. No se sabe si fue un desliz o un deseo de bajarle los humos al Presidente de la nación más poderosa de la tierra que tiene crecientes controversias con China.

Ahora bien, el exabrupto grosero de Duterte casi no tiene precedentes, más infiere si tenemos en cuenta que Estados Unidos y Filipinas son aliados desde hace décadas, primero frente a Japón y ahora frente a China que reivindica pequeñas islas de todos sus vecinos incluida Filipinas. Duterte no puede permitirse excesivas alegrías enemistándose con Washington pero las frases burdamente altisonantes le han sido rentables hasta ahora.

El dirigente filipino ganó las elecciones con un programa en el que prometió luchar contra la droga. Lo cumple denodadamente y con excesos. Más de dos mil personas han sido ya muertas por la policía y por milicias cercanas al gobierno. Esto es lo que ha llevado a que surjan críticas en el exterior incluidas las de Obama.

Duterte no tiene paciencia y ha sacado la artillería pesada. Ha insultado a la iglesia católica (“no me jodas”, le dijo), tachó al embajador americano de “maricón hijo de puta” y ha llamado idiotas a las Naciones Unidas. No hace mucho comentó que la guerrilla islamista Abu Sayaf pagará sus atentados terroristas. Llegará el momento, ” en que me los comeré delante de la gente. Os comeré vivos, crudos”.

No está evidentemente para dar clases de derechos humanos o de protocolo. Lo sorprendente, no obstante, es que Duterte tiene un índice de aprobación en su país cercano al 90 por ciento. ¿Quién lo iguala?