19 febrero 2024

Elecciones Galicia 2024 – Alfonso Rueda (PP) logra mantener la mayoría absoluta heredada de Feijoo frente a una Ponton (BNG) en alta y un Gómez Besteiro (PSOE) de baja

Hechos

El 19 de febrero de 2024 se celebran elecciones al parlamento de Galicia.

Lecturas

Las anteriores elecciones en la Xunta de Galicia fueron en 2020.

ALFONSO RUEDA, UN NUEVO ‘BARÓN’ PARA EL PP.

 PP – 40 escaños. 

D. Alfonso Rueda asumió las funciones de presidente de la Xunta de Galicia en sustitución de D. Alberto Núñez Feijoo cuando este dejó el cargo para aceptar el liderazgo nacional del Partido Popular. Mantiene la mayoría absoluta heredada por el Sr. Feijoo, situación que sólo comparten otros cuatro presidentes autonómicos: Dña. Isabel Díaz Ayuso (PP) en Madrid, D. Gonzalo Capellán (PP) en La Rioja, D. Juan Manuel Moreno Bonilla (PP) en Andalucía y D. Emiliano García Page (PSOE) en Castilla La Mancha.

 BNG – 25 escaños.

El Bloque Nacionalista Galego liderado por Dña. Ana Pontón repite como segunda fuerza consolidándose como alternativa de izquierdas al PP con más del doble de escaños del PSOE.

 PSdG-PSOE – 9 escaños. 

El Partido Socialista de Galicia liderado por D. José Ramón Gómez Besteiro ha obtenido el peor resultado de su historia en Galicia al bajar por primera vez de los dos dígitos.

 Democracia Ourensana – 1 escaño. 

La sorpresa de la campaña ha sido la del partido del alcalde Ourense D. Gonzalo Pérez Jácome, que se presentaba por primera vez a unas elecciones al parlamento gallego y ha logrado un escaño, D. Armando Ojea Bouzo, que representará al alcalde en la cámara.

Vox, Sumar y Podemos se quedan fuera.

Los grandes derrotados de estos comicios han sido los partidos políticos Vox y Sumar, que no han logrado representación en el parlamento gallego. Especialmente humillante han sido los resultados para Podemos, que se presentaba por primera vez por separado de Sumar y ha quedado en octavo lugar, incluso por detrás del PACMA.

19 Febrero 2024

Galicia vuelve a confiar en el PP

EL PAÍS (Directora: Pepa Bueno)

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Alfonso Rueda retiene la mayoría absoluta frente al empuje del BNG de Ana Pontón y el hundimiento del PSdeG

El Partido Popular ha ganado con holgura las elecciones en Galicia y Alfonso Rueda podrá formar Gobierno sin depender de otras fuerzas. El 47,36% de los gallegos ha vuelto a depositar su confianza en la fuerza conservadora, lo que se traduce por el momento en 40 diputados: mayoría absoluta. A falta del recuento final con el voto exterior, que suele hacer bajar el porcentaje, la participación —del 67,30%— fue muy superior no solo a la cita autonómica de 2020 —celebrada en plena pandemia—, sino también a la de 2016. Durante la campaña se especuló con la idea de que una mayor movilización favorecería a las candidaturas progresistas, pero no ha sido así, lo que confirma el profundo arraigo del PP en esta comunidad.

La quinta mayoría absoluta consecutiva del Partido Popular —que ha gobernado Galicia durante 36 de los 42 años de autonomía— demuestra la solidez de esa formación en un territorio en el que ha conseguido una implantación capilar que llega hasta el último pueblo. Ni el desgaste del poder ni la errática campaña de su candidato, Alfonso Rueda, ni el empuje del BNG de Ana Pontón han impedido que el PP, pese a perder dos diputados, siga manteniendo una plaza especialmente simbólica en el momento en que disfruta de mayor poder autonómico y municipal en toda España.

La victoria del PP gallego tiene una importante lectura territorial, pero también la tiene, no menos importante, en clave nacional. Alberto Núñez Feijóo, que hace dos años dejó la presidencia de la Xunta para liderar el PP nacional, se implicó en la campaña desde el primer momento para restañar las heridas de su resultado del 23-J y tratar de erosionar al Gobierno de Pedro Sánchez rentabilizando el rechazo que despierta la ley de amnistía. El nerviosismo que se respiraba entre los populares antes de que se abrieran las urnas mostraba, sin embargo, lo peligrosa que había resultado esa estrategia, sobre todo desde que las revelaciones de un alto cargo popular sobre un posible indulto condicionado a Carles Puigdemont introdujeran una mayor confusión en la recta final de la campaña.

Finalmente, el PP ha demostrado que su fuerza en Galicia va más allá de la debilidad de su candidato o del empeño en llevar a aquel territorio las querellas nacionales. Feijóo quiso convertir la cita del 18-F no solo en la ocasión de plantar cara a Sánchez, sino también en el momento de afirmar su poder dentro del partido cuando arreciaban las críticas a su liderazgo. La mayoría absoluta de este domingo supone una reválida para él, que ve reforzada su posición en Génova. También para Alfonso Rueda, que deberá sacudirse la tutela de su mentor y afrontar los problemas diarios de Galicia: de la sanidad pública a la despoblación y el envejecimiento.

Pese a sus buenos resultados, la Galicia que ha vuelto a encumbrar al PP no es la misma que inició su larga serie de mayorías absolutas. Lo demuestra el empuje del BNG de Ana Pontón, cuyo ascenso llevó a sembrar la duda entre los populares, que centraron sus hiperbólicas críticas en la candidata nacionalista. Con el 31,57% de votos ha conseguido 25 diputados, gana seis y se convierte en la alternativa actual al PP. Al margen de cualquier disputa importada de Madrid, el Bloque ha sabido cosechar el resultado de ocho años de trabajo a pie de calle, de la política de la proximidad tan valorada por los ciudadanos en este tiempo. Pontón, la única candidata que repetía, ha logrado aglutinar a todas las familias del BNG en torno a su figura tras años de disputas internas y sentar las bases de su éxito moderando el mensaje del Bloque para presentarlo como un partido más preocupado por los problemas sociales que por el rupturismo identitario.

El fracaso más rotundo entre los grandes partidos lo ha cosechado esta vez el partido socialista. Obtuvo el 14,04% de los votos, perdió cinco diputados y se quedó en nueve, el suelo histórico de una formación que un día le disputó la alternancia al PP gallego. Parte de esta debacle puede deberse al ímpetu con que el BNG arrastró a parte de sus votantes hacia el voto útil, pero lo que ha quedado al descubierto es la ausencia de una estrategia del PSOE en esta comunidad, la falta de un nítido proyecto autonómico del PSdeG y el baile permanente de candidatos a la Xunta. José Ramón Gómez Besteiro no hizo una mala campaña, pero por fuerte que fuera el apoyo y la presencia de Sánchez y del resto del Gobierno, su liderazgo no tuvo tiempo de echar raíces y se vio lastrado por un PSOE nacional al que puede empezar a pasarle factura el desgaste del tenso arranque de la legislatura en torno a la ley de amnistía. Un PSOE por debajo del 15% de votos en una comunidad como la gallega obliga a una autocrítica seria en las filas socialistas, que ahondan su pérdida de poder territorial.

Otro fracaso inapelable ha sido el de Sumar, una fuerza que ha perdido el empuje que llegó con las Mareas y con el Podemos que galvanizó aquella energía. Los morados fueron el domingo absolutamente irrelevantes y la apuesta de Yolanda Díaz en su tierra se ha quedado lejos de conseguir siquiera un escaño, lo que evidencia las dificultades de su plataforma para conseguir implantación regional. Tampoco Vox consigue entrar en el único Parlamento autonómico en el que no tiene presencia. Finalmente, Democracia Ourensana obtuvo un escaño, lo que dice mucho de la fuerza que pueden tener los discursos populistas en tiempos de antipolítica. Conquistó su pequeña porción de poder, pero el PP no va a necesitarlo para gobernar. Es la hora de Alfonso Rueda.

19 Febrero 2024

Galicia elige estabilidad: Feijóo sale reforzado ante el ‘muro’ de Sánchez

EL MUNDO (Director: Joaquín Manso)

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GALICIA tenía ayer en sus manos la posibilidad de entregarse al conflicto nacionalista que proponía el «bloque plurinacional» de Pedro Sánchez bajo el liderazgo del BNG, o bien apostar por la estabilidad y los consensos constitucionales que el PP sostiene ya en solitario en la región. La cómoda mayoría absoluta lograda por Alfonso Rueda tiene por tanto un significado histórico. En un momento extremadamente crítico para el conjunto de España, dominado por la sumisión del PSOE a las exigencias del independentismo, empezando por la amnistía del procés, y con la posibilidad cierta de que la pujanza de la candidata del BNG, Ana Pontón, pudiera obrar un vuelco, Galicia ha puesto el freno a la apuesta confederal del presidente y ha optado por el entendimiento y la igualdad. Los resultados refuerzan inequívocamente no sólo a Rueda sino a Alberto Núñez Feijóo, y debilitan sin matices a Sánchez en su apuesta rupturista: Galicia ha dicho no.

Los populares obtuvieron 40 escaños, dos más de los que necesitan para gobernar en solitario. Se trata de un resultado extraordinario para Alfonso Rueda, un candidato de perfil clásico que encabeza de este modo la quinta mayoría absoluta consecutiva del PP en Galicia y que ha conseguido incluso más papeletas unas 60.000 que Feijóo hace cuatro años. Supera el 47% del voto, un porcentaje altísimo, incluso un poco superior al de Isabel Díaz Ayuso, la líder autonómica que hasta ahora gozaba de mayor apoyo electoral.

Es un logro incontestable que le confiere peso como barón popular y que, al mismo tiempo, implica un notable impulso para Feijóo desde el punto de vista del liderazgo interno, pero también como dirigente de la oposición. El presidente del PP se jugaba mucho en estas elecciones anticipadas en su feudo y es evidente que las ha superado. Por ello, Feijóo dispone ahora de un importantísimo caudal político que está obligado a aprovechar sin miedo ante un Gobierno que de manera irrevocable ha sacrificado la convivencia entre españoles para mantenerse en el poder. Rueda acertó ayer en su discurso de la noche electoral: «Galicia ha mandado un mensaje a España: aquí no queremos chantajes».

El fracaso del «bloque plurinacional», que ha actuado como un auténtico frente en esta campaña, no es responsabilidad del BNG, que, presentándose con un programa independentista y de equiparación con el País Vasco y Cataluña, ha crecido de forma incuestionable seis escaños, aunque no tanto como se esperaba. La causa es el hundimiento del PSdeG: un desplome que ni siquiera La Moncloa será capaz de maquillar. El candidato José Ramón Gómez Besteiro era la apuesta personal de Sánchez. Y su campaña ha sido decidida desde Ferraz, con un movimiento inédito en la historia del PSOE: sus estrategas han trabajado abiertamente en favor del BNG. El resultado es que los socialistas han perdido cinco escaños y no representan ni al 15% de los electores. El descalabro del PSdeG ahora un partido irrelevante y subordinado al BNG resume el modelo impuesto por Pedro Sánchez: una operación consciente basada en someter a todo el partido a sus propios intereses y supeditarlo a las minorías radicales con las que se asegura bloquear la alternancia en La Moncloa. Galicia constata así que el PSOE, cuya estructura territorial sufre un debilitamiento creciente, está desapareciendo como partido de grandes mayorías, si no lo ha hecho ya, y deja al presidente aún más débil ante Junts, de quien depende la continuidad de la legislatura. Igualmente quebrado sale un argumento clave del relato socialista: una de las «nacionalidades históricas» reconocidas en la Constitución ha dado un portazo a la idea de que el PP no comprende la diversidad de España.

En el desastre del «bloque plurinacional» cabe en todo caso subrayar el fiasco de Marta Lois, elegida por Yolanda Díaz. Con la exclusión de Sumar del Parlamento, la vicepresidenta queda señalada personalmente. La absoluta irrelevancia de Vox también es un golpe importante para Santiago Abascal: su partido no solo ha protagonizado un rotundo fracaso sino que, en su intento de robar electorado a Rueda, ha puesto en riesgo la mayoría absoluta del PP, finalmente sin éxito. Pese a las dificultades de una campaña inusual, el 18-F se cerró con un mensaje ilusionante: hay españoles que persisten en decir que no al «muro» con el que los quieren enfrentar.

20 Febrero 2024

Autocrítica para la izquierda

EL PAÍS (Directora: Pepa Bueno)

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Los dos partidos del Gobierno de coalición deben afrontar un cambio de estrategia tras el evidente fracaso en Galicia

El PSOE y los partidos nacionales a su izquierda (Sumar y Podemos) fueron los grandes derrotados en las elecciones gallegas del domingo, un fracaso rotundo que obliga a sus máximos dirigentes a la reflexión sobre su despliegue y su discurso territoriales. Los datos son incontestables: los socialistas firman su peor resultado histórico con nueve diputados y poco más del 14% del voto; Sumar y Podemos ni siquiera entran en el Parlamento dado su ínfimo porcentaje de apoyo: 1,9% y 0,26%, respectivamente. La concentración del voto de izquierdas en el BNG —considerado esta vez la opción útil— y la tendencia al voto dual respecto a las generales —donde la utilidad cae del lado de los partidos estatales— los han perjudicado, pero las tres formaciones se equivocarían si no llevaran su análisis más allá, máxime con otras tres elecciones en el horizonte: vascas, europeas y catalanas.

El PSOE vuelve a mostrar su dificultad para consolidar liderazgos autonómicos de larga duración cuando pierde el poder incluso en comunidades donde logra buenos resultados en los comicios nacionales: el 23-J obtuvo en Galicia el 30,2%, más del doble que este domingo. Leer en clave estatal las citas autonómicas se traduce en una excesiva tendencia a intervenir desde Ferraz en las candidaturas territoriales. Y a hacerlo tarde. Algo que ya es tradicional en la Comunidad de Madrid y que en esta ocasión sucedió también en Galicia. José Ramón Gómez Besteiro, que en la campaña se reveló como un buen candidato, fue ungido hace cuatro meses como el quinto aspirante socialista a la Xunta en otras tantas convocatorias. Parte de sus posibles votantes se decantaron por Ana Pontón (BNG), que, tras una labor de años, supo compensar la apuesta por la identidad con algo difícil de improvisar: cercanía.

El Partido Socialista se enfrenta desde el Gobierno central a la paradoja de adentrarse en una legislatura marcada por el debate sobre el modelo territorial en el momento en que tiene menos peso autonómico. Solo encabeza el Ejecutivo de tres comunidades: Asturias, Castilla-La Mancha y Navarra. Un escenario, además, en el que la izquierda nacionalista amplía su espacio, especialmente entre los más jóvenes, menos fieles a unas siglas concretas. Su condición de partido estatal con espíritu federal obliga al PSOE a conciliar su discurso para las autonomías históricas con un proyecto válido para toda España. Este es el desafío para el que necesita una estrategia que no se ve. La pérdida de poder institucional —aunque no de votos— del 28-M y ahora el fracaso en las gallegas demuestra que le perjudica nacionalizar en exceso las campañas. Pedro Sánchez, que se volcó en ambas, sale tocado del 18-F por aceptar los términos en que planteó la disputa Alberto Núñez Feijóo.

A la izquierda del PSOE, el panorama es aún más desolador en una región en la que ese espacio llegó a tener 14 diputados en 2016. Años de batallas internas le han pasado factura hasta dejar a Podemos con unos raquíticos 3.900 votos. Sumar, presente en el Gobierno de España, es a estas alturas un proyecto por definir. Y su desplome resulta más estridente en la comunidad en que se forjó Yolanda Díaz. Su capacidad como referente para la izquierda queda en cuestión a un mes de su primera conferencia política. Las dos formaciones coaligadas en el Gobierno central sellaron en octubre una agenda social cuyo despliegue puede verse afectado por la debilidad territorial de ambas frente a un PP decidido a usar su enorme poder autonómico para torpedear las decisiones del Ejecutivo. Otro reto para la izquierda.