25 junio 1992

La comunidad internacional satisfecha con la 'resurrección política' de Isaac Rabin, defensor de negociar con los palestinos para poner fin a la intifada

Elecciones Israel 1992 – Isaac Rabin (Partido Laborista) vence a Isaac Shamir (Likud) y desbloquea el camino hacia la paz

Hechos

El 24.06.1992 Isaac Shamir anunció su retirada política tras los resultados electorales de su formación política Likud.

Lecturas

El 24.06.1992 Isaac Shamir anunció su retirada política tras los resultados electorales de su formación política Likud. Le sucede como primer ministro el veterano Isaac Rabin, del Partido Laborista.

27 Junio 1992

Isaac Rabin afirma que Israel tiene hoy una oportunidad historica para la paz"

Victor Cygielman

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«Israel tiene hoy una oportunidad histórica para hacer la paz con sus vecinos; o la aprovechamos o nos arriesgamos a dejarla pasar para siempre» afirmó ayer por la tarde el futuro primer ministro israelí, Isaac Rabin, en su primera intervención ante la prensa extranjera desde su amplia victoria en las elecciones legislativas que se celebraron el martes.El líder laborista añadió: «El final de la guerra fría, el desmembramiento de la Unión Soviética, que dejó de proteger y de suministrar armas a los países árabes extremistas, así como la libertad de emigración para los judíos soviéticos, nos permiten a la vez afianzar nuestra seguridad y avanzar en el camino de la paz. Por eso quise ser primer ministro de nuestro país».La pregunta que se plantea hoy en Tel Aviv, sin embargo, es la de saber si Rabin tiene realmente, hoy por hoy, una política de paz distinta a la de su rival derechista, el Likud. Interrogados al respecto por EL PMS dos políticos laboristas, los diputados Yosi Beilin y Michael Bar Zohar, el primero, más bien paloma,y el segundo, más bien halcón, contestaron en términos bastante similares. Ambos consideran que Rabin quiere avanzar de manera rápida en las negociaciones de paz, especialmente con sus interlocutores palestinos, sin intentar ganar tiempo, como venía haciendo su antecesor, Isaac Shamir.

Rabin espera llegar así a un acuerdo sobre la autonomía palestina de aquí a 9 o 12 meses. Si logra que se respete este plazo, las negociaciones sobre el estatuto final de los territorios ocupados, que, según los acuerdos de Camp David, deben iniciarse después de tres años de régimen de autonomía, podrían empezar todavía en el curso de la actual legislatura, es decir, con los laboristas en el poder y con Rabin en la jefatura del Gobierno.

Queda el problema de los países árabes vecinos, entre ellos Siria. «Rabin afirmó que Israel no bajaría jamás de los altos del Golán», reconoce Bar Zohar, uno de los más próximos colaboradores del futuro primer ministro. «Pero también dijo que nuestra seguridad no exigía que ocupáramos cada kilómetro cuadrado del Golán. Si los sirios aceptan negociar un acuerdo territorial, Rabin dirá que sí», añade Bar Zohar.

Congelar los asentamientos

En cuanto a los asentamientos en los territorios ocupados de Cisjordania y Gaza, Bar Zohar explica: «Rabin ya se comprometió a congelar la implantación judía llamada política, es decir todos los asentamientos, con excepción de los del Golán y del valle del Jordán. Queremos hacerlo no tanto para complacer a los norteamericanos, sino porque queremos poner fin al despilfarro de los miles de millones de sheke1s dedicados por Shamir a estos asentamientos y transferir estos fondos hacia la creación de empleo, la educación y la salud pública».

Rabin está intentando formar un Gobierno de coalición que incluya, además de su propia fuerza política, los tres partidos que forman el Meretz o Bloque de laPaz (12 diputados), de izquierda; dos partidos ortodoxos (10 diputados) de centro y el Tsometh (8 diputados), de centroderecha. El futuro primer ministro rechazalos extremismos, tanto de derecha como de izquierda, y busca, en una palabra, formar un Gobierno de unión nacional que excluya al Likud.

«Necesitarnos un Gobierno estable para avanzar hacia la paz y modificar las prioridades nacionales», dijo Rabin ayer en Tel Aviv. «Es por eso que quiero gobernar desde el centro y apoyarme sobre un amplio acuerdo nacional», concluyó.

25 Junio 1992

El valor del odio en Israel

Carmen Rigalt

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Ayala es una mujer de hablar dulce, como entrenada para estar siempre sonriendo con boca pequeña y abultada. Nacida en Tánger («me han dicho que aquello ya no es lo que era») lleva en Israel desde el año 56. Ahí se casó y ahí ha alimentado día a día el coraje hebraico. Está contenta con su oficio de camarera, un trabajo que le permite hablar con mucha gente y descubrir de vez en cuando a alguien que le cuente cosas de Tánger. Le gusta el flamenco, la zarzuela («hace un par de semanas estuve viendo la Antología de Tamayo, que es una preciosidad») y los romanes de amor, como dice ella, aunque sólo los lee en francés. Los romanes, o las novelas, le proporcionan esa paz tan añorada desde hace tanto tiempo. La dulzura de Ayala, sin embargo, sufre una convulsión cuando habla de paz. «Siempre pienso que es una ilusión lejana, irreal». Momentáneamente su rostro adquiere un punto casi imperceptible de crispación. «Con los alemanes fue posible la paz porque todos somos europeos, pero con los árabes no la lograremos nunca. Ellos sienten al revés que nosotros». Ayala entiende que quizá el primer paso hacia la paz sea devolver Gaza. Sólo Gaza. Las elecciones no le importan demasiado. Lo único que le importa es que se adopten medidas para alejar definitiva mente el fantasma de la Intifada. Ayala, pese a su aparente fragilidad, es una mujer enérgica, arrai gada en sus convicciones de judía que ha contribuido al engrandecimiento’ de Israel. En las calles de Jerusalén hay machas mujeres como Ayala, esposas tradicionales cuya única aspiración es vivir con sus familias en esta tierra que siempre han considerado suya. Otras mujeres, sin embargo, se han visto retratadas en los mítines de Shulámit Alóni, la líder de la coalición izquierdista Meretz, que con doce escaños obtenidos se ha convertido en la revelación de estas elecciones. El arrojo de Shulamit, su fuerza ovárica y esa voluntad de hacer patente una expresión de izquierdas en la sociedad israelí, han calada entre un gran sector de la juventud, que este año ha enviado reiteradamente manifiestos firmados al ministro de Defensa exigiendo un compromiso en los territorios ocupados. El mensaje laborista de Isaac Rabin, tan proclive a la elegancia eufemística, no ha convencido a los jóvenes, que prefieren apostar por soluciones más tajantes. El Meretz ofrece soluciones tajantes, como también las ofrece el Tzomet, el partido ultraderechista que ha capitalizado unos cuantos votos juveniles a fuerza de repetir durante la campaña el consabido «no pasarán». Shamir ha recibido más castigo del esperado. Responsables en buena medida de la pérdida de Shamir son los emigrantes. llegados a Israel estos. últimos dos años y cuya decepción crece día a día. En Ben Yehuda, la calle más comercial de Jerusalén, los emigrantes componen una estampa triste que se clava hondamente en la retina. Apostados junto a las terrazas de los bares, jóvenes de aspecto lánguido tocan el violín ante los transeúntes y exponen a la venta media docena de objetos usados que trajeron entre los huecos de las maletas: matrioskas, banderas descoloridas de la vieja URSS, cajas de madera, falsos iconos. Seguramente son sus únicas pertenencias. La mayoría de estos emigrantes sueñan con dar el salto a Estados Unidos y continuar allí su peregrinaje, pero las condiciones impuestas por el Gobierno para pagar sus viviendas les obligarán a permanecer en Israel durante muchos años, y entonces ya será demasiado tarde. En esta larga andadura por la supervivencia, ellos serán testigos de un odio que habita en las entrañas más profundas de la tierra. En Israel el odio es un sentimiento casi devaluado por el uso. Se odia como se come o se guarda el Sabath. Con naturalidad y sin aspavientos. Un soldado me habla del odio mientras degustamos un pitillo sentados en un alhamí, en el casco viejo de la ciudad.. En la mezquita no se puede fumar porque es un lugar sagrado, y en la zona judía se celebra el Sabath y también está prohibido. El soldado me sugiere un escondite, fuera de las miradas curiosas, y allí nos desquitamos tranquilamente.Está contento porque es su último año en el Ejército y la vida cambiará a partir de ahora. Volverá al hospital, a sus labores de sanitario, y tendrá tiempo libre para recorrer los chiringuitos y ganar un dinero extra con su guitarra. También él formaba parte de la diáspora. Vivió muchos años en México, donde aprendió este castellano dulzón y arrastrado con el que me habla de los palestinos. «No es bueno acudir a los árabes para cambiar dinero. Siempre hacen trampa». Entrado en canas y en carnes, el soldado no puede evitar mirarme con ojos agrios cuando se refiere a los palestinos. Aunque tampoco a él parecen importarle demasiado los resultados de las elecciones. «Yo cambio la política por las mujeres. Hace años estuve casado con la mujer más bella de Israel, pero me dejó. Ahora quisiera volver a casarme. Sé que en algún lugar del mundo hay otra mujer judía reservada para mí».

28 Junio 1992

¿Cambio en Israel?

Enrique Curiel

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LA cautela debe presidir las consideraciones sobre el cambio político provocado en Israel tras las elecciones. Un «duro» como Isaac Rabin, sucede a otro «duro» como Isaac Shamir. Es evidente que Shamir no ha sabido jugar sus cartas. Desaprovechó la oportunidad de la Conferencia de Madrid, crispó los ánimos de la diplomacia norteamericana y fue incapaz de comprender los cambios estratégicos que se estaban operando en el escenario internacional. Rabin no ha ganado las elecciones. Más bien, las ha perdido Shamir y su partido ultraconservador. No es de extrañar que la Administración Bush haya acogido con gran alegría la victoria del Partido Laborista. Se abre una nueva perspectiva para llevar adelante la operación «paz por territorios» preconizada por Baker desde la reunión de Madrid en un momento especialmente delicado para Bush desde el punto de vista electoral. No podía ser de otra manera. La lección de la guerra del Golfo era evidente para los USA y para Europa. Es preciso abordar el conflicto palestino desde una perspectiva política que pueda garantizar una paz estable si queremos evitar que los sectores integristas y ultranacionalistas árabes enarbolen nuevas banderas utilizando el conflicto palestino como excusa para desestabilizar todo un proceso político extraordinariamente complejo. Esta era la clave política de la Conferencia de Madrid que Baker explicó hasta la saciedad y que Shamir no quiso entender. Bush está interesado en buscar una paz que haga viable su diseño sobre el «nuevo orden mundial», en una zona que resulta especialmente importante desde el punto de vista estratégico toda vez que alberga más del 50% de las reservas totales mundiales del petróleo. La esperanza reside en que el triunfo laborista permita avanzar en la Conferencia de Paz y aplicar las resoluciones de la ONU sobre el conflicto palestino. Para ello, es preciso suspender los asentamientos israelitas en los territorios palestinos ocupados. Es preciso convencer a los israelitas que la política «paz por territorios» resulta razonable. Israel tiene que comprender que ya no podrá ser la avanzadilla de los USA en un conflicto EsteOeste que ya no existe. Isaac Rabin tiene la palabra.

13 Julio 1992

Rabin se cubre las espaldas

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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EL NUEVO primer ministro de Israel, el laborista Isaac Rabin, presentará hoy su Gobierno ante el Parlamento. Ha creado una coalición con 62 de los 120 diputados: además de los 44 de su partido, los 12 del Meretz, a su izquierda, y los seis sefardíes ortodoxos del Shas, a su derecha. Contará además con el apoyo exterior de los tres diputados del frente comunista Jadash y los dos del Frente Democrático Árabe. Podrá así gobernar con cierta comodidad con vistas a un futuro nada fácil de negociaciones y de reconstrucción de la economía. Pero su Gobierno es más fruto de la desafección -no querida por Rabin- de los partidos de la derecha y de los religiosos integristas que de una clara opción progresista y de negociaciones de paz.La voluntad de identificar al laborismo con el centro de gravedad del país, muy en línea con lo que Rabin representa dentro del laborismo, no es la única razón para explicar esa opción. El primer ministro pretendía también probablemente cubrirse las espaldas por ambos flancos ante decisiones que deberá adoptar en los próximos meses. Pero quizá también dotarse de una coartada para justificar el aplazamiento indefinido de las más delicadas de esas decisíones con el argumento de las presiones contradictorias que comprometerían la estabilidad de su Gobierno.

El programa electoral con el que Rabin obtuvo su victoria hace unas semanas contemplaba la congelación por un año de los asentamientos en los territorios ocupados, manteniendo tan sólo los considerados estratégicos; la reinversión de los fondos así ahorrados en el interior de Israel; el mantenimiento a ultranza de la unidad de Jerusalén, y el inicio de negociaciones con los palestinos de Gaza y Cisjordania para que acepten la perspectiva de constitución de administraciones autónomas. Configuraba todo ello un plan de acción que, cuando menos, era susceptible de discusión con los adversarios árabes. Contrariamente a las intenciones del primer ministro saliente, Isaac Shamir, el propósito declarado de Rabin era reforzar el diálogo de paz iniciado en Madrid en otoño pasado. Una buena receta para la paz y para conseguir de Estados Unidos las garantías de préstamos por 10.000 millones de dólares que permitan a Israel proseguir con éxito su programa de acogida de inmigrantes judíos.

Sin embargo, a medida que pasaban los días y que progresaban las negociaciones para la constitución del Gobierno, Rabin fue aguando su programa. La conveniencia de dotar al Gobierno de una base lo más amplia posible ante los acontecimientos que se avecinan ha servido de pretexto para ir estilizando los compromisos o- supeditando su efectiva realización a nuevas condiciones. Hasta el último momento ha intentado integrar al partido ultranacionalista Tsometh (ocho diputados), que ya había arrancado de Rabin el compromiso de someter a referéndum cualquier eventual iniciativa de retirada de los territorios ocupados. No han sido divergencias políticas las que finalmente han hecho fracasar el intento de agregación de los ultras del Tsometh a la coalición, sino de reparto de poder: su líder, Rafael Eytan, aspiraba a la cartera de Educación, que Rabin ya había prometido al jefe de fila del Meretz.

Así, el Gobierno, con el apoyo directo de 62 diputados e indirecto de otros cinco, sé configura como una coalición claramente inclinada a la izquierda. El Meretz, convertido en principal socio de los laboristas, no sólo defiende la inclusión de la OLP en el proceso de negociación, sino que ha anunciado su intención de plantear una proposición para eliminar la norma que prohíbe los contactos entre israelíes y representantes de la organización que preside Arafat. Pero -queda por ver si Rabin mantendrá el programa con el que ganó las elecciones o el más moderado que había ofrecido a sus frustrados socios. Demomento, la presencia de Simón Peres, líder del sector del laborismo más abierto a la negociación, en la importante cartera de Exteriores es un dato alentador.