7 mayo 2005

El apoyo a la Guerra de Irak no ha minado el apoyo popular al primer ministro británico

Elecciones Reino Unido 2005 – Tony Blair (Partido Laborista) logra su tercer triunfo consecutivo sobre Howard (Partido Conservador)

Hechos

Las elecciones al Parlamento Británico en mayo de 2005 supusieron un nuevo triunfo para el Partido Laboralista.

Lecturas

RESULTADOS:

Partido Laborista – 355 diputados

Partido Conservador – 197 diputados

Partido Liberal Demócrata – 62 diputados

05 Mayo 2005

Blair puede ser derrotado

Ramón Pérez Maura

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Bien entrada la próxima madrugada, los laboristas cantarán victoria y mañana por la noche Tony Blair seguirá durmiendo en Downing Street. Y, aún así, Blair puede salir derrotado de las elecciones de hoy. Ni que decir tiene, para sí querrían los conservadores una derrota como la que puede cosechar Blair. Y los liberal-demócratas no se atreven ni a soñar con un «fracaso» tan maravilloso. Ayer, los sondeos oscilaban entre los que daban al laborismo una ventaja de hasta 14 puntos porcentuales y los que la reducían a cuatro. Alguien tiene que estar errado. Lo que se pone de manifiesto con esta disparidad probablemente es que el electorado sigue manifestando enorme volatilidad. Y eso es malo para el partido del Gobierno. Como se viene demostrando desde 1992, los votantes conservadores no dicen la verdad a los encuestadores -ese año, los institutos demoscópicos daban una mayoría absoluta laborista y lo fue conservadora. En 1997 el resultado de los «tories», pese a su humillante derrota, fue sustancialmente mejor de lo predicho. Los encuestadores introdujeron nuevos factores de corrección en su metodología y, por lo general, sus errores fueron aún mayores en 2001.

Añadamos un factor importante. En las dos últimas elecciones los laboristas y los liberal-demócratas han sostenido un pacto para favorecer en cada circunscripción a uno de sus candidatos en detrimento del conservador. En esta elección, el jefe de los liberal-demócratas, Charles Kennedy, ya ha dicho que el pacto no sigue vigente. Y lo que es peor, en el propio Partido Laborista hay quienes piden un voto táctico que castigue a su jefe, Tony Blair. El primer ministro ha llegado a una situación en que el grado de rechazo que produce en amplios sectores del electorado es demasiado alto. Son muchos los candidatos laboristas en estas elecciones que han respondido a la pregunta de «¿Cómo definiría a Tony Blair?» con un lacónico «es el actual líder de nuestro partido». Arrebatador.

Blair ha contado a su favor con una oposición incapaz de hacer mella con la guerra de Irak -que apoyó con entusiasmo- y con una economía que despegó bajo los conservadores, pero cuyos méritos ya sólo capitaliza el número dos del Gobierno, Gordon Brown. Así las cosas, Blair necesita que las urnas le den hoy una mayoría de más de 120 escaños para poder plantearse agotar este mandato. Por debajo de ese número y con una ventaja mínima de 60 escaños, puede darse por contento si su grupo parlamentario le da más de un año de vida en su residencia actual. Una victoria que caiga por debajo de una mayoría de 60 escaños es muy probable que le lleve a comer las próximas uvas en casa del matrimonio Aznar.

07 Mayo 2005

Blair saborea su victoria menos dulce

William Oppenheimer

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Los británicos consiguieron cuadrar el círculo en las elecciones generales del jueves: otorgaron al Partido Laborista un histórico tercer mandato consecutivo y al mismo tiempo redujeron sensiblemente su mayoría como voto de castigo a su líder, Tony Blair, por llevarles a la guerra de Irak contra su voluntad. Las elecciones arrojaron un resultado relativamente esperado, pero lleno de mensajes de alto valor político. Los conservadores evitaron un descalabro, pero siguen estancados en votos, y su mejora en escaños se debió sobre todo a la bajada laborista combinada con el ascenso de los liberal-demócratas. Éstos dieron un gran salto de la mano del voto protesta, pero consiguieron menos escaños de los que esperaban y fracasaron en su asalto a los conservadores.

Tony Blair apareció con semblante sombrío, ya en la madrugada del viernes, al ser proclamado ganador en su feudo de Sedgefield, en el noreste de Inglaterra, donde Reg Keys, el padre de un soldado muerto en Irak, obtuvo un meritorio 10% de los votos. Quizás por respeto a Keys, quizás afectado por el enorme grado de rechazo personal que su figura ha suscitado en estas elecciones, Blair parecía haber perdido, más que ganado, la contienda electoral. «El pueblo británico quería que el Partido Laborista volviera a gobernar, pero con una mayoría reducida, y tenemos que responder a eso», dijo. «Sé que Irak ha sido una cuestión que ha dividido este país, pero espero que ahora podamos mirar al futuro», añadió, admitiendo así la influencia de la guerra en la pérdida de apoyos del laborismo.

Los laboristas han obtenido 355 escaños, con el 36% de los votos, el porcentaje más bajo de respaldo popular cosechado jamás en la historia de la democracia británica por el partido ganador. Los conservadores, con 197 escaños y el 33% de los votos, evitaron el descalabro que algunos temían, pero su mejora relativa se debe más al castigo a los laboristas que a sus propios méritos.

Renuncia del líder ‘tory’

El líder tory, Michael Howard, que ha visto fracasar su estrategia de azuzar el miedo a la inmigración y de ataques personales al primer ministro, renunció al liderazgo conservador, pero se mantendrá al frente del partido durante un tiempo indeterminado para abrir un debate sobre el futuro y evitar que la sucesión se convierta en una lucha de personalidades. El problema de los tories no es tanto el candidato como su posición en un arco político en el que los laboristas han logrado acaparar el centro.

Las elecciones fueron agridulces también para los liberal-demócratas de Charles Kennedy. Lograron el 22,5% de los votos, con una apreciable subida de casi cuatro puntos, pero tuvieron que conformarse con 62 escaños, el mejor resultado de un tercer partido en 80 años, pero lejos de sus aspiraciones de lograr entre 65 y 75, debido al peculiar sistema electoral británico, que premia al primer partido en perjuicio de los demás. Pero, a pesar de su sólida implantación electoral, los liberales parecieron crecer sobre todo gracias al voto protesta contra los laboristas y fracasaron en su intento de ganar escaños a costa del Partido Conservador, lo que pone en evidencia las limitaciones de su estrategia de situarse en estas elecciones a la izquierda del laborismo.

Ayer por la mañana, tras encargarle la reina Isabel la formación de Gobierno, Tony Blair compareció ante la puerta del 10 de Downing Street acompañado de su esposa, Cherie, y sus cuatro hijos. Aunque más animado que la víspera, su semblante contrastaba con la euforia que destilaba ocho años atrás en ese mismo escenario, cuando los laboristas festejaban su regreso al poder tras 18 años de thatcherismo. «Cuando estaba aquí hace ocho años era mucho más joven, pero tenía mucha menos experiencia», dijo. «Creo que ahora tengo una idea muy clara de lo que los británicos esperan de un tercer mandato», añadió. «He escuchado y he aprendido». La sombría celebración de Blair, que ayer cumplió 52 años, contrastó con la inmensa satisfacción que destilaba durante la noche electoral el semblante de Gordon Brown, su gran amigo primero, su gran rival después. El apoyo electoral al laborismo combinado con el voto de castigo a Blair se interpreta de manera general como la invitación de los electores a que se acelere la sucesión al frente del partido y del Gobierno, que se espera ahora para dentro de menos de dos años.

Blair, un hombre acostumbrado a que le quieran, ha perdido la estima de un público que aprecia su gestión de Gobierno en general, pero no le perdona que metiera al país en la guerra. No ha sido Irak la única causa del bajón laborista, pero sí la principal, porque sus votos no se han ido al Partido Conservador, la alternativa natural, sino a los liberal-demócratas, que han hecho de la oposición a la guerra de Irak su principal estandarte durante toda la legislatura.

El resultado de las elecciones plantea también un serio interrogante sobre la justicia de un sistema electoral que funciona bien cuando son dos los partidos en liza porque le da todo el poder al que queda primero de los dos, pero que distorsiona la voluntad de los votantes cuando son tres los partidos que se llevan el grueso de los votos. Aunque con pocas posibilidades de llegar a algún sitio, estas elecciones pueden resucitar el debate sobre la conveniencia de adoptar un sistema proporcional.

La noche electoral provocó momentos de gran intensidad, como las duras palabras de Reg Keys al recriminar a Tony Blair la muerte de su hijo y otros soldados en Irak. O la derrota de la única mujer negra con posibilidades de hacerse con un escaño por el laborismo, Oona King, superada por George Galloway tras una tensa campaña en el este de Londres. Expulsado del Partido Laborista por sus ataques personales a Blair durante la guerra, Galloway es un político controvertido, de estilo caudillista y populista, que cuenta con gran apoyo entre los votantes musulmanes más indignados con la guerra de Irak. En el nuevo Parlamento habrá cuatro diputados musulmanes.

El último drama electoral se vivió ayer en Irlanda del Norte, donde el líder de los unionistas moderados y premio Nobel de la Paz, David Trimble, perdió su escaño.

07 Mayo 2005

Todavía el jefe

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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El hecho de que la victoria laborista se diese por segura o que no haya sido abrumadora, como en las dos ocasiones precedentes, no debe empañar la importancia de que Tony Blair haya sido revalidado por tercera vez como primer ministro británico. El líder laborista ha conseguido algo no soñado por sus predecesores en el partido y sólo logrado por el icono conservador Margaret Thatcher. Otra cosa es que su mayoría absoluta, menguada en más de 50 escaños respecto a 2001, haga naufragar su ambición de completar su último mandato. Estas elecciones han reducido a las habituales dimensiones británicas las galácticas victorias anteriores.

Los votantes han castigado básicamente a Blair por sus reiterados engaños sobre Irak. Pero una vez más han descartado como alternativa creíble a la desnortada oposición conservadora, cuyo deslavazado líder, Michael Howard, anunció ayer su próxima retirada pese a la clara mejora de resultados respecto de 2001. Y de nuevo han dejado con la miel en los labios al tercer partido, el liberal-demócrata, que pese a sus ganancias parece condenado, por sus propias debilidades y la crudeza del sistema electoral, a permanecer indefinidamente en el purgatorio agridulce del que nunca acaba de salir.

El jefe del Gobierno asegura, en un probable rito común a todo vencedor escarmentado, que ha escuchado a sus conciudadanos y aprendido una lección reflejada en que el laborismo ha obtenido poco más del 36% del voto, la marca más baja anotada por un partido ganador. La apagada celebración laborista de ayer tiene poco que ver con la euforia avasalladora de 1997 o 2001. De momento, el primer ministro promete como expiación de sus culpas concentrarse en un programa de radicales -y vitales- reformas interiores, desde la sanidad a la educación, pasando por la inmigración y la seguridad ciudadana.

La reducción de la mayoría parlamentaria de Blair, sin embargo, puede comprometer tan abultado y propagandístico programa legislativo. Y también facilitar el camino a su eventual sucesor y favorito dentro del partido, el titular de Finanzas, Gordon Brown, asunto éste sobre el que proporcionará pistas la conferencia laborista de septiembre. El primer ministro tiene por delante muy serios desafíos, y cualquier percepción de debilidad por parte de sus diputados, ya consistentemente divididos en la última legislatura, no hará sino acentuarla. En este sentido, una eventual derrota en el prometido referéndum del año próximo sobre la Constitución europea podría precipitar el fin de la era Blair.

07 Mayo 2005

Las lecciones de Blair y la baraja

ABC (Director: José Antonio Zarzalejos)

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No habrá mudanza en el 10 de Downing Street. Las urnas lo han hecho posible otorgando un histórico tercer mandato a Tony Blair. El pragmatismo consustancial de los británicos ha revalidado la seguridad que ofrecía un partido firmemente asentado sobre un proyecto flexible de centralidad, que es el que ha venido protagonizando el nuevo laborismo liderado por Blair. A pesar de las fuertes críticas generadas en amplios sectores de la opinión pública y la erosión de su popularidad, el impacto electoral de la guerra de Irak ha sido limitado y no ha terminado de costarle el puesto. Al final, de aquella contra-baraja que aparecía en la revista «The Economist» (Bush, Blair, Aznar y el australiano John Howard), como posibles víctimas de un descalabro electoral a cuenta de la guerra, sólo cayó, y con la matanza terrorista del 11-M como factor decisivo del vuelco, la opción del ex presidente español.

Conviene detenerse sobre el alcance real del «asunto Irak» en el resultado. El partido liberal-demócrata, el único partido que se oponía con rotundidad a la intervención militar contra Sadam, ha crecido sólo ocho escaños; mientras que los conservadores, favorables en términos generales a la guerra, tienen casi 40 más. La merma laborista (unos 45 menos) quizás tenga que ver con la división interna en este asunto y los errores cometidos por el Gobierno a la hora de «armarse» de argumentos para justificar la intervención. El suicidio del científico Kelly y el proceso a la BBC comprometieron seriamente el futuro de Blair. Como él mismo reconocía tras su victoria, la guerra de Irak «dividió a los británicos», por eso aseguró haber entendido el mensaje y animó a la población a mirar hacia el futuro.

Alejados de cualquier visión maximalista de la política, los británicos han votado llevados por la sensatez práctica. Como a lo largo de su centenaria historia democrática, han hecho lo previsto: no dejarse arrastrar por inestables cambios de humor y votar guiados por una reflexión política que sopesa la gestión de los gobiernos a partir de la experiencia en el día a día. De hecho, se puede afirmar que los británicos han votado a Blair porque han hecho cuentas entre el debe y el haber de su mandato. Han visto que, a pesar de las flaquezas que muestran los servicios sociales, sin embargo, la economía prospera, las hipotecas son las más bajas de la historia y el país disfruta de una sociedad civil emprendedora y dinámica, sólidamente instalada en un clima de libertad.

Con esta gestión detrás era lógico que los británicos dieran su respaldo a Blair. Sobre todo si sus oponentes conservadores se lo ponían fácil al no comprender que los discursos de los noventa ya no son operativos. Los tories necesitaban un cambio de estilo y más frescura en sus planteamientos, y se han empecinado en un discurso demasiado rígido para el individualismo sensato y la flexibilidad de sus votantes potenciales. Howard ha repetido el error en el que se instaló el laborismo hasta que Blair lo resucitó renegando de su vieja guardia y de sus trasnochados principios. La renuncia tory a cultivar el «nuevo centro» que representan las pragmáticas clases medias urbanas emergidas con la prosperidad de estos años de crecimiento, ha hecho posible que importantes segmentos de éstas hayan caído en las filas laboristas y liberal-demócratas.

Con todo, han sido capaces de mejorar el resultado de hace cuatro años, aunque tendrán que afrontar una profunda renovación de mensajes y de rostros, tratando de superar el estilo postacherista que aún impregna buena parte de su estrategia de comunicación. Si así fuera, y teniendo en cuenta que el ciclo laborista comienza a dar síntomas de agotamiento, el futuro británico probablemente venga de la mano de un conservadurismo más laborista, que habrá de reinventarse a sí mismo.

07 Mayo 2005

El potente Mr Blair

Jaime Campmany

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Los ingleses han acudido a las urnas y le han dado a Tony Blair el triunfo electoral. Se conoce que el episodio de la guerra de Iraq, aquí tan explotado por los rojelios de la oposición, a los ingleses les trae al fresco. A ellos, jaspe. Dicen que el triunfo de Blair es un triunfo histórico porque ha sido el tercero consecutivo, y eso en aquellas urnas no es frecuente. Bien es verdad que ha perdido algunos votos, pero ha ganado las elecciones. Por tanto, hay que reconocer que míster Blair es un hombre electoral y políticamente potente, y esa potencia merece sin duda admiración. Pero tanta o más admiración despierta su potencia sexual.

Algunos días antes de las elecciones, míster Blair declaró en un periódico sensacionalista inglés que él «lo hace» cinco veces por lo menos en una noche. Vamos, para dejarnos de eufemismos que el señor Blair encaloma a la señora Blair en una noche tantas veces como dedos tiene una mano. Y la señora Blair, que estaba presente, confirmó la declaración y aún añadió que muchas noches sobrepasa ese número. Quizá esa declaración, hecha en el momento de abrir las urnas, le haya granjeado a míster Blair un buen número de votos de las hembras inglesas, partidarias generalmente del encalome. Al periodista no se le ocurrió hacer a míster Blair la misma pregunta que un confesor hizo a cierto penitente que presumía en el confesonario de una actividad sexual que dejaba minúsculos a todos los tenorios y a todos los casanovas. «Bueno, ¿pero usted a qué ha venido aquí a confesarse o a tirarse faroles?».

No es que esos cinco asaltos amorosos sean un número inalcanzable. Estoy seguro de que tendrán la misma experiencia muchos de mis lectores. Lo que ya no parece tan creíble es que esa marca se logre y se supere habitualmente, noche tras noche, por muy aburrida que resulte la vida en el número 10 de Downing Street. O es trola o es que se «lloran cuatro gotas» como diría don Luis de Góngora. Creo recordar que el marqués de Bradomín, en ocasión de yacer con la Niña Chole, ofreció hasta nueve sacrificios al dios Eros o a la diosa Venus. Lo que sucede es que de don Ramón María del Valle-Inclán no puede fiarse uno después de tantas versiones inventadas como ha dado acerca de su manquedad.

Pero tampoco merece la pena ponerse incrédulo e intransigente y para qué vamos a poner límites a la Divina Providencia. Además, es posible que Inglaterra excite por cualquier misteriosa circunstancia el apetito sexual. Se me viene a la memoria el precioso soneto que Camilo José Cela pone al comienzo de «Izas, rabizas y colipoterras», donde el fraile se queja de su desamparada situación, precisamente en «esta desleal isla maldita», o sea, en Inglaterra: «Me veo morir agora de penuria en esta desleal isla maldita, pues más a punto estoy que sant Hilario; tanto que no se yguala a mi luxuria ni la de fray Alonso el Carmelita ni aquella de fray Treze el Trinitario». Total, doble congratuléision para míster Blair y para mistress Blair, por las urnas y por el encalome.