15 noviembre 1979

Ira de Montalbán contra la revista de Zeta por poner bajo su firma un comentario despectivo hacia su admirada Pasionaria

Error monumental en INTERVIÚ: Los artículos de opinión del comunista Vázquez Montalbán y el franquista Vizcaíno Casas aparecen intercambiados en su firma y en la foto de su autor

Hechos

  • En el número del 15.11.1979 el artículo de INTERVIÚ ‘Pero, ¿existió Carlomagno?’ de D. Manuel Vázquez Montalbán apareció con la firma y la foto de D. Fernando Vizcaino Casas. Y el artículo ‘Sexo y Gastronomía’ de D. Fernando Vizcaino Casas apareció con la firma y la foto de D. Manuel Vázquez Montalbán.

Lecturas

La revista INTERVIÚ publicada por el editor catalán D. Antonio Asensio Pizarro y dirigida desde el pasado mes de abril por D. Darío Giménez de Cisneros contaban entre sus columnistas con el escritor comunista sarcástico D. Manuel Vázquez Montalbán (afiliado al PCE y al PSUC) y con el escritor franquista humorista D. Fernando Vizcaino Casas. Extrañamente en el número del 15.11.1979 el artículo de INTERVIÚ ‘Pero, ¿existió Carlomagno?’ escrito por D. Manuel Vázquez Montalbán apareció con la firma y la foto de D. Fernando Vizcaino Casas. Ese mismo día el artículo ‘Sexo y Gastronomía’ de D. Fernando Vizcaino Casas apareció con la firma y la foto de D. Manuel Vázquez Montalbán.

El intercambio era especialmente duro para el Sr. Vázquez Montalbán, porque el artículo ‘Sexo y gastronomía’ escrito por el Sr. Vizcaino Casas pero que aparecía con su firma y su foto incluía un párrafo despectivo contra la presidenta del PCE y símbolo del comunismo español, Dña. Dolores Ibarruri ‘La Pasionaria’.

«A mi me divirtió bastante leer, no hace mucho una biografía de la señora Ibarruri (antes conocida comúnmente por La Pasionaria(, en la que se motían todas las referencias a sus veleidades sentimentales de madurez, tan conocidas, por otra parte. Aquel libro buscaba lo contrario que éste de Morán contra Suárez; ensalzar al personaje. Como éste, había que tomarlo con todos los reparos. Pero también como éste, había que leerlo». 

En su siguiente número la dirección de INTERVIÚ pedía disculpas por el error.

NOTA DE INTERVIÚ (22-11-1979),

Aclaración: Ni Vázquez, ni Vizcaíno.

En el pasado número de INTERVIÚ los textos de Vizcaíno Casas y Vázquez Montalbán se intercambiaron por obra y gracia del famoso duende de la imprenta. Bajo la firma de Vizcaíno Casas y con el título «Pero, ¿existió Carlomagno?» leemos el texto sobre afrodisíacos y señoras, cuyo autor es Vázquez Montalbán. En cambio allí donde firma Vázquez Montalbán y titula ‘Sexo y gastronomía’ leemos las conjeturas que hizo Vizcaino Casas acerca de la existencia de Carlomagno. Así que rectificamos: a Vázquez lo que es de Vázquez, sexo y gastronomía, y Vizcaíno, quede en paz con Carlomagno. 

Ambos escritores harían referencia al error en sus artículos de las semanas siguientes.

22 Noviembre 1979

La Pasionaria

Manuel Vázquez Montalbán

Leer

Yo no sé si dedicar preferentemente estos trescientos gramos de artículo a los duendes de las imprentas o a los responsables de INTERVIÚ. Tal vez habría que poner en antecedentes al lector sobre unos y otros sujetos, porque al lector se le habla con demasiada frecuencia de los duendes de las imprentas sin aclarar nunca su sexo, condición y estado. Y al lector tampoco se le explica nunca con quién se juga los cuartos cada semana, cada día, por el simple hecho de comprar una revista o un diario.

Los duendes de las imprentas. ¡Ah, los duendes de las imprentas! Raro instinto subversivo el de los duendes de las imprentas que podían haberme equivocado metiendo mis letras bajo la firma de Marsillach o incluso de Emilio Romero, pero no, los duendes de las imprentas me vizcainizaron, me metieron bajo la carpa rojigualda de Vizcaino Casas con un raro instinto de sabotaje-confusión, digno del talento de un surrealista o de la leche de la mula Francis. También podía haberse producido una semana en la que Vizcaíno hablara de simples nostalgias azuladas, con lo que el desaguisado se hubiera reducido al improbable espectáculo de verme aparecer vestido con camisa azul y boina colorada, dando patadas al asfalto y cantando:

¡No importa!

¡Adelante!

¡Por el Peñón de Gibraltar!

Pero no. El duende de las imprentas eligió la semana en que precisamente Vizcaino Casas reemprendía la guerra civil por su cuenta y arremetía contra La Pasionaria con sal gorda queipollanera. Los duendes de las imprentas. ¡Ah, los duendes de las imprentas! Mitad pasotas, mitad soldados. Si pudiéramos tumbar en un diván de siquiatra a los duendes de las imprentas descubriríamos que son los mejores exponentes de la teoría del acto fallido: un acto que nunca falla.

Y dicho casi todo lo que se puede decir sobre la misteriosa condición de los duendes de las imprentas que donde había escrito Vázquez Montalbán firmaron Vizcaíno Casas y viceversa, ¿qué decir de los responsables de INTERVIÚ? Aguerrida gente que sólo utiliza el teléfono para las guerras y desconoce el desaliento necesario para advertirme de que había dejado de ser Vázquez Montalbán y era Vizcaíno Casas. Ni siquiera supusieron tras el secuestro del número que yo podría tener dificultades en enterarme de lo ocurrido, aun a sabiendas de que yo INTERVIÚ lo compro sin esperar, por otra parte, en vano a que los responsables de INTERVIÚ tengan a bien regalarme una subscripción. Ni siquiera comprendieron lo que podía dolerme aparecer firmando un insulto a Dolores Ibarruri. ¿Cómo van a comprenderlo si para ellos el periodismo es un acto de servicio que implica todos los riesgos del oficio, incluido el de los duendes de las imprentas?

Y he aquí que me entero tarde, demasiado tarde, de que he sido Vizcaíno Casas durante una semana y de que en el supuesto caso de que Dolores Ibarruri haya leído INTERVIÚ se habrá quedado perpleja ante mis agresiones, perpleja con razón, porque sabe que amo lo que pertenece al país de mi infancia, al país moral de mi infancia, cuando ella era una dama enlutada y blanca que algún día volvería a ayudarnos a vivir en pie, a nosotros, los vencidos, que cada día morimos de rodillas. Como principal recuerdo de un reciente éxito que no quiero mencionar porque los responsables de INTERVIÚ ni siquiera lo han mencionado y sus razones tendrán, recibí una felicitación autógrofa de La Pasionaria que conservaré como conservaban las muchachas de mi edad los autógrafos de Gilbert Becaud. Los mitos hay que seleccionarlos bien y reducirte a los que son indispensables para la supervivencia. Entonces el mito es un auténtico placer capital y puede convertirse como La Pasionaria en una coartada para justificar el título de la sección.

Porque no quiero que todo se reduzca a una exhibición de carnet, aunque los duendes de las imprentas y los responsables de INTERVIÚ me hayan empujado a enseñarlo. Con el carnet por delante y con un amor de cuarenta años por La Pasionaria respaldándome, quisiera firmar esta semana con mi nombre. Aunque sólo fuera por cortesía a Vizcaíno, para que nadie pueda imputarle un elogio a Dolores Ibarruri. Aunque sólo fuera en aras del placer capital de morir con la fidelidad puesta. La inocente fidelidad de un niño lejano que coleccionaba cromos de vencidos.

29 Noviembre 1979

La dama enlutada

Fernando Vizcaino Casas

Leer

Pensaba yo que la gloria de un premio literario importante y el nada despreciable pellizco de ocho milloncejos de pesetas que lleva aparejado, como dotación, justificarían cierto euforico estado de ánimo que propiciara la disculpa de ajenos y, hay que suponer, fortuitos errores. Sin embargo, a Manuel Vázquez Montalbán (tan admirado por mí, como escritor) le ha cabreado muchísima aquella confusión de hacer unos números, aquí, en INTERVIÚ, como consecuencia de la cual nos cambiaron los textos de nuestros respectivos artículos. Yo la excusé sin mayor enojo, si bien es cierto que (según escribí) la posible adjudicación a mi pluma de la bella prosa de Manolo me beneficiaba sensiblemente.

Hubiese compromedido incluso el tremendo enfado del reciente premio Planeta y nada tendría que insistir sobre el tema (ni nuevo ni siquiera anormal en el quehacer periodístico). Pero en su vibrante artículo ‘La Pasionaria’, el fervor comunista de Vázquez Montalbán (que merece todos mis respetos) le lleva a decir lo que yo nunca dije en el mío, mucho más distendido y cordial. No es mi costumbre insultar en los papeles, ni siquiera fuera de ellos. De ahí que me vea en la necesidad de rechazar el insulto a Dolores Ibarruri que me adjudica el airado Vázquez.

Literalmente escribí: A mí me divirtió bastante leer, no hace mucho, una biografía de la señora Ibarruri (antes conocida comúnmente por La Pasionaria), en la que se omitía todas las referencias a sus veleidades sentimentales de madurez, tan conocidas por otra parte. En ello, ni que decir tiene, me ratifico, porque no fue otra cosa que un reconocimiento histórico. Personalmente, me tienen sin cuidado las intimidades de los personajes; sin embargo, tan inexacto sería que un biógrado de Catalina de Rusia las omitiera al contarnos la vida de tan casquivana emperatriz, como que se hurtara la dimensión humana total de cualquier otra figura histórica, cuando se pretende narrar eso que llaman, por lo común, el curriculum (con perdón).

Es cierto que mientras Vázquez Montalbán habitada en el país de su infancia (que era también el mío, porque, a falta de otros, coleccioné aquellos mismos cromos de vencidos, en la Valencia de 1936-39), su dama enlutada y blanca daba que hablar a sus compañeros de partido, no sé si con razón o sin ella, aunque demasiado se ha escrito sobre la cuestión para que no fuera cierta. Voy a recoger tan sólo lo que cualquiera puede leer en el libro ‘Yo fui ministro de Stalin’, original de Jesús Hernández, miembro que fue de la ejecutiva del Partido Comunista de España y ministro de Instrucción Pública durante la guerra civil, exiliado más tarde en la URSS. Está en la página 99 de la edición publicada en México, D. F., en 1953.

Y dice así: “Pasionaria olvidó que era la mujer de un minero; se olvidó de que tenía dos hijos con tantos años como su amante; olvidó que su esposo Julián Ruiz, se batía en los frentes del Norte; olvidó el decoro y el pudor; se olvidó de sus años y de sus canas y se amancebó con Antón, sin importarle la indignación de cuantos conocían sus ilícitas relaciones”.

Ni que decir tiene que no he cambiado ni una coma del texto original. Tampoco he de poner demasiado énfasis al insistir en que nunca valoro el quehacer público de las personas que a ello se dedican, por el legítimo uso que puedan hacer, en él mientras tanto, de sus sentimientos y de sus afectos. O sea que entiendo perfectamente el entusiasmo de Vázquez Montalbán ante la felicitación autógrafa de Doña Dolores e incluso que haya seleccionado al personaje como mito. Si yo fuera comunista, haría probablemente lo mismo. Pero las cosas son como han sido y no se puede cambiar. En definitiva, amamos a las personas también por sus defectos y por sus debilidades (suponiendo que lo de tener un amante pueda serlo, que yo entiendo que no) y de esta forma tiene aún mayor mérito lo de morir con la fidelidad puesta como pacer capital.

Lamento infinitamente que aquel absurdo trasvase de artículos haya causado tan tremenda congoja a un escritor que figura entre mis preferidos, porque como yo no tengo ni