25 septiembre 2018

Ella y el juez Baltasar Garzón colaboraron con el comisario

Escándalo de la ministra Dolores Delgado García al difundirse unos audios que prueban su estrecha relación con el encarcelado comisario Villarejo Pérez

Hechos

El 25 de septiembre de 2018 se publican en Internet, en la web Moncloa.com, unos audios de una conversación entre la ministra de Justicia Dña. Dolores Delgado García y el comisario D. José Manuel Villarejo Pérez.

Lecturas

El 17 de septiembre de 2018 la ministra de Justicia, Dña. Dolores Delgado García, había negado públicamente que hubiera tenido cualquier tipo de relación profesional con el comisario Villarejo Pérez.

El 25 de septiembre de 2018 nace en Internet un nuevo digital, Moncloa.com, que se estrena con los audios de una conversación entre la ministra Dña. Dolores Delgado García y el comisario D. José Manuel Villarejo Pérez, encarcelado e investigado por corrupción.

El audio corresponde a un almuerzo ocurrido el 23 de octubre de 2009 en Madrid en el que participaron junto al comisario Villarejo y la entonces fiscal Delgado, el exmagistrado D. Baltasar Garzón Real, el entonces director adjunto operativo (DAO) de la Policía Nacional, D. Miguel Ángel Fernández Chico, y dos mandos policiales adjuntos al DAO de aquella época: D. Enrique García Castaño, alias ‘El Gordo’ y D. Gabriel Fuentes.

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El digital Moncloa.com fue creado el 17 de septiembre de 2018 por el empresario D. Alejandro Suárez Sánchez-Ocaña que ya tiene otros dos digitales, Merca2 y cotilleo.es. El director del digial es D. Joaquín Vidal Fernández de Castro.

El audio corresponde a un almuerzo ocurrido el 23 de octubre de 2009 en Madrid en el que participaron junto al comisario Villarejo y la entonces fiscal Delgado, el exmagistrado D. Baltasar Garzón Real, el entonces director adjunto operativo (DAO) de la Policía Nacional, D. Miguel Ángel Fernández Chico, y dos mandos policiales adjuntos al DAO de aquella época: D. Enrique García Castaño, alias ‘El Gordo’ y D. Gabriel Fuentes.

El audio era el siguiente:

– Delgado: ¿Puedo contar lo de éste?

– Garzón: Sí.

– Delgado: Un maricón.

– Villarejo: ¿Quién es maricón?

– Delgado: Marlaska.

La conversación continúa y, de nuevo, el actual ministro del Interior vuelve a aparecer:

– Garzón [se dirige a Villarejo]: ¡Eres un mal necesario!.

– Villarejo: Muchas gracias, hombre.

– García Castaño: No sé si me iría mejor con Marlaska.

– Delgado: Porque te gusta y te pone.

– García Castaño: [Entre risas] Eso de ‘Te quiero un huevo y…’

– Villarejo: Te gusta, y te pone y te motiva (risas).

– Delgado: Eso, las dos cosas…

– Garzón: Es como un siamés… Cuando las pasas jodidas, cuando Balta [él mismo] está bien, me ha jodido y luego me quita porque le he jodido.

– Delgado: Luego vas y le sacas las castañas… Va Balta y lo arregla.

Las mujeres también centran parte de la conversación y la ministra se posiciona:

– Delgado: Mira, te voy a decir una cosa, a mí que me den tribunal de hombres, de tías no quiero. No me llevo mal con las tías, pero de tíos sé por dónde van. Y cada gesto, cada cosa…, por dónde va la historia.

25 Septiembre 2018

Delgado, en el ojo del huracán

EL MUNDO (Director: Francisco Rosell)

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LA ESPIRAL de renuncios en la que se ha visto atrapada Dolores Delgado coloca a la ministra de Justicia en el ojo del huracán, en una situación insostenible fruto de sus mentiras. La polvareda se levantó tras conocerse la existencia de una pieza de la Audiencia Nacional que podría relacionar a Delgado con el comisario José Manuel Villarejo, en prisión provisional por organización criminal, cohecho y blanqueo de capitales. En un primer momento, la ministra intentó sortear la información (resumida en una cita entre ambos para recabar trato de favor a un empresario) esgrimiendo tajantemente que no tenía ninguna relación con Villarejo. Horas después de tan débil defensa, en la que no se atisbó ánimo alguno de aclaración, ciñó sus palabras a lo profesional para al día siguiente matizarse a sí misma con un comunicado: «No ha tenido relación personal, profesional, oficial o no oficial más allá de coincidir en compañía de otras personas en algún evento». Y ayer su castillo de mentiras se desmoronó por completo tras la publicación de audios, grabados por el propio Villarejo en una comida en 2009, que evidencian incluso una estrecha relación entre ambos. Ante tal revelación, la ministra se vio forzada a admitir varios encuentros con el comisario y a anunciar que acudirá al Congreso a dar explicaciones.

Tanto enredo no sólo sitúa a Delgado bailando sobre el alambre, sino que revelan un cuando menos extraño compadreo entre quien entonces ejercía de fiscal de la Audiencia Nacional y un personaje vinculado con las más sórdidas cloacas del Estado. Más allá del coloquial lenguaje empleado por ambos en los audios, que denota una patente familiaridad, es elocuente tanto la compañía de la comida como la naturalidad con la que se abordan asuntos de enorme calado y actualidad política y judicial con altos mandos policiales bajo investigación o imputados. En la cita, donde se festeja una condecoración a Villarejo, se encontraban entre otros los también comisarios e imputados Enrique García Castaño, Gabriel Fuentes y el juez inhabilitado Baltasar Garzón, de gran afinidad con la ministra.

Delgado se presentó ayer como víctima de Villarejo, un daño colateral de la estrategia procesal de un hombre que consiste en atacar al Estado. Recordó que las cintas del comisario ya implicaron antes al Rey emérito, aunque olvidó que ella se interesó en la posibilidad de juzgar a Don Juan Carlos meses antes de que la Audiencia archivara la investigación. Es verdad: la honorabilidad de Villarejo no es un secreto a voces. Pero lo que ha cercado a Delgado no son tanto sus citas con un presunto delincuente, que también. Lo que la comprometen son las mentiras que se ha visto forzada a deshilachar cuando le ha sido imposible esconder la relación. Una trama que pone seriamente en tela de juicio su capacidad para ejercer con autonomía las funciones inherentes a una ministra de Justicia.

26 Septiembre 2018

Entre el cielo y el suelo hay algo

Manuel Jabois

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El tranquilizador “mira cómo está, tiene que ser mentira”

Una vez un jefe me metió en su despacho y me preguntó, primero, si creía en el infierno, a lo que yo contesté que por supuesto mirándole fijamente, y entonces me preguntó qué era para mí el infierno. “El infierno para mí es que, después de la muerte, toda la gente que haya conocido asistiese a una película de mi vida, viendo todo lo que hice, escuchando todo lo que dije y metiéndose en mi cabeza para conocer hasta mi último pensamiento, también el que estoy teniendo ahora respecto a usted”. Tanto pavor le cogí a aquella idea que a las dos semanas empecé a escribir columnas para poder decir en público lo que jamás me atrevería a decir en privado. Y así, a la vista de todos, paso cada día arrepintiéndome de lo dicho hace 10 años o hace 10 días, metiéndome debajo de la mesa no por la difusión de cualquier charla privada sino pública y escuchándome decir cosas en la radio que a la semana puedo desmentir perfectamente alborotado; en definitiva, amueblando un infierno en vida que me libre al menos del infierno en muerte. Sin haber contado yo, siquiera, con el director’s cut de Villarejo.

Dentro de la consecuencia desastrosa general, ha habido algunas consecuencias felices. Una de ellas es haber aprendido a expresar, ante cualquier disgusto público, las emociones en la intimidad. Me he criado en un pueblo en el que si alguien entra en un sitio y dice a los cuatro vientos que está muy contento o muy triste le miran como si se hubiese golpeado la cabeza; por una cuestión de pudor, hay lugares en los que se expresa la felicidad invitando y la tristeza dejándose invitar. Me suelen decir que es una cuestión del norte, donde los únicos ‘te quiero’ se escuchan en la iglesia, fuera y dentro de la sacristía. Pero en la política, que es todo lo contrario al norte, se esgrime ante los micrófonos el estado de ánimo particular de cada uno ante cualquier acusación. La última ha sido la ministra Dolores Delgado, a la que le han encontrado un “maricón” en 2009: un “maricón”, según ella, tras varios titubeos, aplicado a un homosexual sin referirse a su condición sexual, como gritarle Fittipaldi a uno al azar por la calle y que sea Fittipaldi. A veces pasan estas cosas y el sanchismo tiene que creérselas, qué remedio.

Pero antes de eso, en caliente, la ministra ha querido decir que está muy enfadada. Muy dolida. Tiene razones para estarlo, no sé si tantas para sumarlo a su defensa: ya sabemos que está indignada, lo gracioso sería que dijese que está encantada de la vida. “Me flipa que me hayan grabado hace 10 años entre copas y que me escuche toda España: cuando me da por pensar qué hay después de la muerte, imagino así el cielo”. Lo que hace la ministra con sus emociones es utilizarlas a modo de argumentario, tratando de legitimar una estrategia de defensa en base a su estado de ánimo para llegar por la vía rápida a los suyos. Nada nuevo. El tranquilizador “mira cómo está, tiene que ser mentira, no hay derecho a que le hagan a nadie esto”. Como fiscal que es, preocupa la estrategia. Sí, Delgado está muy enfadada. Pero su enfado en público debería dirigirse hacia sí misma por mentir sobre su relación con Villarejo, tangencial o no, y en privado por descubrir que, de existir el infierno ideal, no lo sería tanto si emitiesen su vida entera como si la emitiesen editada. Tal y como las vidas de los españoles ascienden a los cielos y descienden a los infiernos según les hayan hecho el corte de algo tan delicado como la intimidad, que sólo entienden quienes están dentro, no quienes se asoman.

26 Septiembre 2018

No es sexo, es mafia

Federico Jiménez Losantos

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SI ALGUIEN dudaba de la existencia de la inquisición mediática y la tiranía ideológica de lo políticamente correcto, se caería del guindo ayer. Ahora resulta que lo malo de las grabaciones que muestran que la ministra de Justicia y Garzón, expulsado por prevaricación de la carrera judicial y cabecilla de la mafia judicial sita en la Audiencia Nacional, se reunieran y emborracharan con la mafia policial, acaudillada por Villarejo y El Gordo, es que Delgado llamara «maricón» a Marlaska.

No importa que la Notaria Mayor del Reino mienta cuatro veces en seis días sobre su relación con las cloacas de Interior, que a Enrique López le llame «nenaza» o que en la precuela de «50 Sombras de Balta», le pida permiso al Amo para contar las preferencias sexuales de Marlaska cuando las mantenía ocultas, haciéndolo susceptible al chantaje de los hampones. Tampoco importa que la escoria judicial –Garzón– y la policial –Villarejo– se reunieran y mostraran su íntima relación delictiva y delictuosa. Lo grave para la Inquisición Zurda es que en privado Delgado llamara «maricón» a otro ministro de este «gobierno progresista», cuya zafia hipocresía trató ayer con afecto e infinita indulgencia la FELGTBI. Pueden ir añadiéndole siete siglas más: EMQHDSP: Estamos Más Que Hartos de Sexismo Progre.

Mario Vaquerizo, en su reality con Alaska, llama «maricón» a todo el mundo. Y no es el único en esa divertida familia plurisexual. Eso pasa en el mundo gay –antes de vivir de la queja y la subvención– desde los tiempos del inolvidable Ocaña que he evocado en Barcelona. La ciudad que fue. En privado y en público el significado lo define el contexto. Lo realmente intolerable de esta ministra no es el sexismo agarzonado, es la corrupción.

Y ni en el México D.F. del Negro Durazo pudo registrarse una corrupción institucionalizada como la de esas grabaciones que prueban, más allá de toda duda razonable, que en España corrupción judicial y policial son una y la misma cosa. ¿Es que para un español, sea homosexual, transexual, nadasexual, hartosexual o loqueseasexual es más importante una palabra que dejó de ser tabú en tiempos de El Titi que vivir bajo la permanente amenaza de una mafia de togas y placas que lleva 25 años en activo? Lo de «maricón» viene muy bien para tapar la corrupción, sin comillas. Como la tesis del Doctor Sánchez.

26 Septiembre 2018

Reprobada y sin defensa

ABC (Director: Bieito Rubido)

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El de Sánchez es un Gobierno en descomposición, por brillante -y sospechosa- que sea la cocina del CIS

La permanencia de la reprobada Dolores Delgado al frente de Justicia es insostenible. Las conversaciones difundidas retratan a una ministra autoritaria, homófoba y misógina, un «pack» que es exactamente lo contrario de lo que predican el «Gobierno de la igualdad» y el «Consejo de ministros y ministras». Forzar la destitución de Delgado se ha convertido en un dilema para Pedro Sánchez, ya que si por un lado no puede dejar caer a un tercer ministro en apenas 110 días de Gobierno, por otro mantiene en el Ejecutivo a una ministra convertida en una bomba de relojería. Delgado no solo ha sido desautorizada por La Moncloa en el caso Llarena, sino que además tendrá difícil compartir sillón con Fernando Grande-Marlaska, a quien tilda de «maricón» en las grabaciones.

El silencio en el Gobierno y en el PSOE es muy revelador porque Delgado se ha quedado sola y sin defensa. Ese silencio solo es proporcional a la indignación interna entre los escaños del PSOE por los errores de Sánchez en la selección de sus ministros y por el plagio de su tesis doctoral. Es innegable que el Gobierno ha entrado en colapso.

La ministra argumentó ayer que las cintas han sido manipuladas, y que nunca hizo alusiones homófobas y despectivas contra Marlaska. Dos horas después, se corrigió a sí misma diciendo que era solo una «expresión fuera de contexto» y que no se refería a la condición sexual del ministro del Interior, pero ya resulta imposible saber cuándo dice la verdad y cuándo no. Ese es el disparatado nivel de sus increíbles explicaciones públicas. Cabría la posibilidad de que, en efecto, fuera una manipulación orquestada por el excomisario José Villarejo. Pero la propia ministra, al rectificarse hasta cinco veces en ocho días, no ha hecho más que mentir una y otra vez tratando de cuadrar versiones de un modo inverosímil. Más aún, cabe hacerse dos preguntas. Si Delgado no ha desmentido la autenticidad de otros comentarios grabados en esa comida, ¿por qué habrían de estar manipulados solo los alusivos a Marlaska? Y si, como alega Delgado, esos comentarios se hicieron en un «ambiente distendido» y su publicación es un «ataque execrable», ¿no es eso un reconocimiento implícito de su veracidad? Razones le sobran a Delgado para estar indignada. Pero ahora lo determinante no es su sobreactuación para no dimitir, sino si realmente mintió o si comparte los criterios de igualdad del gabinete que la sostiene. De hecho, el listón de lo digno e indigno en el poder lo ha puesto el PSOE. Ahora toca ser consecuente y no escudarse en encuestas, como la de ayer del CIS, obsoleta y desfasada porque no tiene en cuenta ni el escándalo de la tesis plagiada, ni la destitución de Carmen Montón, ni las revelaciones sobre Delgado. El de Sánchez es un Gobierno en descomposición, por brillante -y sospechosa- que sea la cocina del CIS

27 Septiembre 2018

El filtro

Juan José Millas

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La ministra puede pensar que los maricones son maricones y que se trabaja mejor en un entorno masculino que femenino

No sabemos si lo de la ministra de Justicia es de dimisión, pero deprime mucho. Dios mío, te dices, una persona de ese nivel, cuya formación hemos pagado entre todos, manifestándose en ese tono tan soez. La película El reino, de inminente estreno, saca comilonas de políticos donde los “maricones” y los “hijos de puta” sobrevuelan por encima de la fuente de carabineros. Y aunque se trata de un filme realista, nos pareció observar en su preestreno que hasta el marisco, ya muerto y cocido, se estremecía ante el vocabulario y la sintaxis de los comensales. No nos extrañaría que algunos camareros se suicidaran al llegar a casa. A veces se pega el tiro quien no debe, por puro asco.

No estamos de acuerdo en cualquier caso con quienes aseguran que nadie soportaría la exposición pública de una conversación privada. Si habláramos como parece que hablan las fiscales, los jueces y los mandos policiales cuando quedan a comer, tendríamos que pensar que algo falla en nuestro sistema educativo y, sobre todo, en la formación de quienes están llamados a dirigir las altas instancias del Estado. Por si fuera poco, y en combinación con ese discurso tabernario, asistimos a una ausencia de discreción que pone los pelos de punta. La ministra puede pensar que los maricones son maricones y que se trabaja mejor en un entorno masculino que femenino. Allá ella con sus intimidades, pero que las filtre, aunque sea la hora del café y hayan caído cuatro copas de Soberano, ese coñac machista. El filtro es una herramienta que aparece en los tratados de urbanidad elementales. En fin, que, después de todo, quizá sí debería dimitir, aunque lo haga entre expresiones de ira que incluyan “maricones”, “hijos de la gran puta” o “cabrones de mierda”.

28 Septiembre 2018

Villarejo, Sánchez y los diez negritos

Rubén Amón

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La posición insostenible de la ministra Delgado contagia la epidemia ministerial al caso Duque

Ya le gustaría a Villarejo someter a la Corona y al Gobierno con su repertorio de psicofonías, pero el poder hiperbólico que le atribuyen sus adversarios tanto refleja la abstracción de las cloacas como implica una derivada estratégica: más grande es el monstruo, mejor puede compadecerse a sus víctimas y protegerlas de su propia negligencia.

Es el camino que ha emprendido Pedro Sánchez para custodiar a la ministra de Defensa. Y para exponerla como mártir oportunista del Mefistófeles cañí. El desprestigio de Villarejo se utiliza para encubrir los errores en que ha incurrido Dolores Delgado. Sánchez no puede permitirse un nuevo sacrificio ni convertir su gabinete en la subtrama política de los Diez negritos, pero el plan de salvamento a medida tanto se ha resentido del contratiempo de un nuevo incendio —Pedro Duque— como se antoja precario en la dialéctica ventajista del mal contra el bien.

¿Por qué debería dimitir Dolores Delgado? En primer lugar porque ella misma representa un problema de credibilidad. La modulación de sus versiones sobre los vínculos accidentales o lúdicos con Villarejo implican tanta improvisación como frivolidad y embustes.

El segundo motivo —o el primero— consiste en el peligro de las grabaciones pendientes. Producciones Villarejo las distribuye a su antojo, descontexualizadas, extemporáneas, pero los contenidos se han demostrado letales. Y pueden seguir siéndolo como un arsenal de bombas temporizadas.

La tercera razón —o la primera— radica en el vacío que han creado en torno a la ministra no ya unos cuantos exponentes socialistas sino los principales aliados de la coalición parlamentaria. Iglesias y Rufián han exigido la cabeza de Dolores Delgado en el umbral de los Presupuestos. Y han planteado además, con razón, que el monstruo de Villarejo no era un chacal solitario, sino un roedor que operaba en un hábitat de abyectas connivencias con la política, las finanzas, la prensa y la farándula.

El cuarto motivo —o el primero— consiste en la ejemplaridad. Pedro Sánchez había establecido unos criterios de escrúpulo ético y de responsabilidad que la ministra ha contravenido con sus boutades y tergiversaciones. El camino de perfección que ya hizo descarrilar a los ministros de Cultura y de Sanidad se ha transformado en el Gólgota de Delgado. Y complica incluso la situación del ministro Duque, cuyo amateurismo lo hizo protagonista de una rueda de prensa angustiosa.

Y no sólo por el bizantinismo de sus explicaciones, sino por la inquietud de las trampas que se ponía a sí mismo, hablando de autoalquileres, burbujas y sociedades instrumentales promocionadas por el Gobierno. El problema del ministro Duque es la regla de oro que Pedro Sánchez fijó en 2015: “Si alguien de mi partido crea una sociedad para pagar menos impuestos, al día siguiente está fuera”.

29 Septiembre 2018

Silencio, peligro de chantaje

Carlos Yárnoz

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Lo escandaloso es cómo ha sido posible que el excomisario haya pasado 23 años protegido por diez ministros del Interior mientras grababa un arsenal de bombas de relojería

Con el caso Villarejo se cumple ese error de fijar la mirada en el dedo cuando alguien señala la luna. Se gastan toneladas de tinta y saliva por unas grabaciones que hoy manchan a una ministra, ayer al Rey emérito y mañana a otros. Lo escandaloso, sin embargo, es cómo ha sido posible que el excomisario haya pasado 23 años protegido por diez ministros del Interior mientras grababa un arsenal de bombas de relojería y, a la vez, blanqueaba dinero, revelaba secretos y gestionaba una organización criminal, presuntos delitos de los que le acusan los jueces.

No hay respuesta de quienes le nombraron, mantuvieron y hasta condecoraron. Lógico, porque están bajo la amenaza de ser extorsionados y, sobre todo, porque el asunto se les ha ido de las manos a todos, incluido el excomisario.

El pecado original fue saltarse esa regla elemental según la cual un Estado debe elegir a hombres limpios para trabajos sucios. Es decir, para esas cloacas que algunos, con grandes dosis de hipocresía, dicen haber descubierto ahora.

El error se cometió en octubre de 1993, cuando la cúpula policial permitió a Villarejo compaginar su trabajo de funcionario con la actividad privada que le ha enriquecido. El desatino se emponzoñó más porque los datos que Villarejo pasaba a la policía se obtenían a veces con métodos prohibidos, como esa agencia de prostitutas que él describió ante la ministra Delgado y al juez Garzón, sin que estos, por cierto, lo criticaran.

Callaron seguramente porque también a ellos se les había ido de las manos la situación. Solo así se entiende que Garzón dijera al entonces comisario: “Eres un mal necesario”. ¿Qué quiso decir?

Interior ha confiado a Villarejo temas muy sensibles, como la fortuna de los Pujol, el disco duro del ordenador de Bárcenas, el patrimonio de Ignacio González, visitas a testaferros en el extranjero, seguimiento de protagonistas de la Gürtel o la actividad de Corinna zu Sayn-Wittgenstein, amiga del rey Juan Carlos.

Cualquier lector distingue ahí entre encargos de Estado, ajustes de cuentas políticos o gestiones para entorpecer causas judiciales. Y, en paralelo, aún tenía tiempo Villarejo para atender su entramado de sociedades descubierto por este periódico y que incluía investigaciones a destacados empresarios. Demasiados artefactos explosivos de efecto retardado en una sola mano y a tiro de grabadora.

Y pese a todo, el establishment le abría las puertas. ¿Por qué no fiarse de ese “agente encubierto” y “patriota”, como se definía, en el que habían confiado diez ministros seguidos del Interior?

El problema está ahora fuera de control hasta para Villarejo. La difusión de algunas de sus grabaciones solo puede perjudicarle. La información solo es temible cuando no se suelta. Ya es tarde. El excomisario ha provocado a ese Estado que decía defender. Ese Estado no debe admitir chantajes y, por tanto, este asunto ya no se le puede ir de las manos un milímetro más.