24 febrero 2002

Nacido en Baviera se había nacionalizado español

Escándalo de Dopaje en España: a Johann Muehlegg ‘Juanito’ se le retira su última medalla olímpica y se le expulsa de los Juegos Olímpicos de Salt Lake City

Hechos

El 24 de febrero de 2002 Johann Muehlegg fue expulsado de los Juegos Olímpicos de Invierno de Salt Lake City.

Lecturas

En un principio el Comité Olímpico Internacional solo le retiró la tercera medalla y no cuestionó las dos primeras, pero en diciembre de 2003 el TAS decretó que debía devolver todas.4​ El fondista manifestó su decepción por la sentencia, que consideró «injusta», y en 2004 publicó su biografía Allein gegen Alle (Solo contra todos), donde declaró no haberse dopado «de manera consciente»

25 Febrero 2002

MUEHLEGG, DEL MISTERIO A LA DESHONRA DEPORTIVA

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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EL MUNDO anunciaba ayer un suplemento especial sobre «nuestro campeón más misterioso», pero las últimas horas han desvelado parte del misterio, transformándolo en deshonra.

La alegría desbordante por la tercera medalla de oro de Johann Muehlegg en los Juegos Olímpicos de Salt Lake City duró apenas un rato. La delegación española estaba festejando a Juanito en una cena cuando llegó la noticia de su positivo por darbepoetin alfa, una droga muy semejante a la más antigua eritropoyetina o EPO que aumenta la concentración de glóbulos rojos en la sangre y mejora el rendimiento muscular.

La noticia cayó como una bomba, en el seno de la delegación como en el conjunto de la afición española: la mayor hazaña de nuestra historia olímpica se veía reducida, de golpe, al rango de trampa química, de engaño a la deportividad y de falta de respeto por la propia integridad física del deportista. De paso, el caso Muehlegg venía a agregarse a la ya larga serie de suspensiones y de sospechas que jalonan la historia del deporte internacional desde los años 80, y que desde el primer momento han salpicado al deporte español.

Ayer se realizaba el contraanálisis sobre las muestras que habían servido para el primer positivo. Como la darbepoetin alfa es siempre sintética no existe la posibilidad, como con otras sustancias, de que el propio organismo humano la produzca y como este nuevo producto figura por extensión en la lista de los prohibidos por el Comité Internacional Olímpico que incluye la EPO y sustancias «similares» , las esperanzas de salir incólume que tenía el esquiador nacionalizado eran, desde el inicio, escasas.

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LARGA HISTORIA

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Nuestro deporte no ha sido ajeno al crecimiento del problema del dopaje a lo largo de los cuatro últimos lustros.El mismo año, 1988, en que Ben Johnson se convirtió en símbolo de la falsificación química de la proeza atlética, un ciclista español ya se había salvado de milagro de una descalificación humillante: Pedro Delgado ganó la Vuelta a Francia tan sólo porque la probenecina que se le detectó no estaba aún en la lista de fármacos prohibidos por la Unión Ciclista Internacional, aunque sí en la del CIO.

Desde entonces los rumores, en particular relacionados con la EPO, han rodeado a muchos de nuestros deportistas de elite, frecuentemente destacados en pruebas de fondo, que son las idóneas para aprovechar los altos niveles de glóbulos rojos. En la prensa internacional, los nombres de médicos como Eufemiano Fuentes o Sabino Padilla aparecían en un contexto a menudo polémico. Es cierto que el número de casos confirmados ha sido más bien escaso, pero también llama la atención que buen número de los que han afectado a deportistas españoles han sido detectados lejos de nuestras fronteras: el nadador David Meca, el atleta David Martínez, el ciclista Txema del Olmo, el tenista Juan Ignacio Chela… Y no digamos los futbolistas Pep Guardiola y Frank de Boer (éste, holandés del FC Barcelona).

En España se detectan demasiados pocos casos de dopaje: de futbolistas profesionales, casi nunca. Es muy curioso. Tanto, que parece que a los deportistas extranjeros les atrae la posibilidad de entrenarse y competir en condiciones tan cómodas.

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RESPONSABILIDADES

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Johann Muehlegg fue nacionalizado en 1999 por carta de naturaleza; es decir, por decisión del Consejo de Ministros, que atendía a sus excepcionales condiciones. Parece que la Federación Española de Deportes de Invierno y el Comité Olímpico Español siguieron por el mismo camino, ya que aceptaron las excepcionales condiciones… que Muehlegg imponía: salirse del equipo nacional y entrenarse con sus propios técnicos. Ni siquiera tiene médico, según él, con lo que nadie más que él puede ser culpado por el dopaje, aunque la sombra de su extraña sanadora portuguesa revolotea a su alrededor. Pero, claro, ni la FEDI ni el COE deberían haber abdicado de su deber de controlar médicamente a un deportista internacional.

Ahora llega la hora de rendir cuentas. Y, en particular, de tomarse en serio de una vez esa lacra que es el dopaje, como nuestro periódico lleva años proclamándolo, mientras que los responsables deportivos siguen con una actitud de benévola negligencia, cuando no de complicidad. Los plantes de ciclistas en el Tour son acogidos con alborozo, y se propala la idea de que Guardiola es una inocente víctima.

La oposición debería exigir la presencia en el Parlamento de la ministra y del secretario de Estado responsables del Deporte para saber cómo ha sido posible este último fiasco y qué medidas de reforma de nuestros controles se van a adoptar, de una vez por todas.

Naturalmente, la principal responsabilidad por el caso Muehlegg es la del propio Juanito. Igual que pedíamos respeto para el esquiador cuando se le criticaba por el mero hecho de haberse nacionalizado, debemos exigirle que se enfrente a todas sus responsabilidades y que no reciba ningún trato de favor por el hecho de haber ganado varias pruebas. Por de pronto, fue retirado como abanderado de la delegación española en la ceremonia de clausura 10 minutos antes de que le expulsaran de los Juegos. Aunque le hayan mantenido dos de sus tres medallas, quien vulnera el espíritu olímpico no merecería, en realidad, ninguna.

26 Febrero 2002

La EPO de Juanito

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Johann Muehlegg era español el sábado, después de ganar su tercera medalla de oro, y lo sigue siendo hoy, tras haber sido desposeído de su tercer triunfo y expulsado de los Juegos Olímpicos de Salt Lake City. Lo es todo aquel que tenga la documentación correspondiente, sea o no famoso, cualquiera que sea su acento o los años de residencia. Por eso, el deporte español, que ha exhibido sus éxitos como propios, no puede desentenderse ahora del bochorno que acompaña a una descalificación por dopaje.

No se trata de que unos u otros, Federación, organismos diversos de promoción deportiva o patrocinadores tengan mayor o menor responsabilidad directa. Verosímilmente, ésta corresponde por entero al esquiador, porque se entrenaba por su cuenta y llevaba su propio equipo técnico. Por esa razón, las medallas nos habían caído del cielo y a él ha vuelto la última de ellas con igual celeridad. Pero el bochorno es de todos, máxime cuando los dos oros que ha logrado salvar de la quema parecen relacionados con la oportunidad en los controles. El análisis que ha desposeído a Muehlegg de su tercer oro, muy significativamente, se hizo por sorpresa.

Pero lo más incomprensible es la indiferencia con que ese a quien llamaban Juanito, y que algunos se han apresurado a volver a llamar Johann, se ha tomado el asunto. Ha dicho que no le ha ido tan mal, puesto que vuelve con dos oros. Pero nadie puede volver satisfecho de una justa deportiva cuando se le ha echado ignominiosamente de la competición, aunque ello haya ocurrido el último día. Pero tanto o más lamentable que la aparente indiferencia del esquiador resulta el cierre de filas que proponen algunos en torno al pobre atleta acusado de hacer trampas. Éste es el momento de excusarse por la falta de controles propios, aplicar la suspensión impuesta por dos años y, si la edad se lo permite, apoyarle en el futuro bajo la garantía contrastada de que no vuelve a utilizar sustancias prohibidas para obtener ventajas.

Juanito llevaba un peculiar equipo de trabajo consigo: una curandera portuguesa, que le daba a beber sólo agua bendecida por sus manos, y su propio hermano, que le preparaba las comidas. Lástima que en un momento en que le debió fallar la fe, el esquiador le añadiera una porción de EPO al agua bendita. Mucho celebraríamos que el pertinente contranálisis obligara al COI a devolverle esa tercera medalla y tuviéramos que rectificar; pero en este momento sólo consta que Juanito nos ha jugado una mala pasada.

26 Febrero 2002

Consumo de estimulantes

Eduardo Haro Tecglen

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Dopar, dice la Real Academia, es administrar fármacos o sustancias estimulantes para potenciar artificialmente el rendimiento. ‘No obstante, un periodista cuidadoso debe escoger frases más castellanas: ‘consumo de estimulantes’, ‘estimulado con drogas’, ‘drogado’, ‘control de estimulantes’, ‘control antidroga’, etcétera’, dice nuestro Libro de estilo. Yo prefiero decir ‘drogado’, que es la traducción del inglés, el idioma al que todos debemos nuestra lengua de hoy.

Así que este joven alemán que desplegaba la bandera española que había adoptado y drogaba de emoción a los espectadores (la televisión es una droga según muchos puritanos, sobre todo los que se suelen drogar con la hostia consagrada; en la zona nacional, dopada de generalísimo y crucifijo, se aseguraba que un requeté navarro recién comulgado era el elemento más peligroso de la naturaleza) había aumentado su rendimiento por el consumo de estimulantes: tres medallas de oro, y ahora le han quitado una porque procedía de ese aumento artificial de rendimiento. El deportista suele mejorar con sustancias externas: nuevos modelos de zapatillas, o de esquís, de raquetas, pértigas o lo que sea. El animal evoluciona con su propio cuerpo; el hombre, con Viagra y otros motores externos.

Un escritor glorioso me preguntaba un día qué tomaba yo para escribir. Él tenía una desesperación momentánea porque el supositorio que se enculaba lo habían modificado las autoridades restándole estimulantes, y era difícil importarlo de Portugal. Le contesté que yo más bien tomaba tranquilizantes: suprimí el café, los cigarrillos y la pornografía, dejaba para después de haber escrito la lectura de ABC y las tertulias que me podían producir un estado incontrolable, e incluso la peor droga natural: el odio. Estaba seguro de que con algún estimulante artificial lo mío sería impublicable: casi ya lo es, a pesar de que cada vez soy más moderado. Sin llegar a la derecha, como mi pobre amigo que, falto de supositorios, bebidas, cafés y otros venenos, sólo se dopa con la gloria, que es más bien derechona. La gloria puede ser también dopante, para el que es sensible a ella. Cambia mucho el estilo, sin necesidad de mejorarlo. Un poco mejor, y ya no sirve para los periódicos.

28 Febrero 2002

Gran atleta

José Luis Martín Prieto

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Reyes y presidentes de Gobierno saludan, y hasta felicitan, a cientos de indeseables, o incluso delincuentes, a lo largo del año, porque esa hipocresía forma parte del oficio, y así es deprimente la escena de ese Juan Español huido a su Baviera natal y la enemiga española de los que han pasado de embobecerse a indignarse a cuenta de este mercenario de las nieves que no ha roto ninguna virginidad olímpica. Los quechuas y los aymaras que pueblan los altiplanos andinos son pequeños y fuertes, con grandes cajas torácicas y unos glóbulos rojos en forma de gancho que arrastran más oxígeno en la atmósfera avarienta de la puna brava. El genoma ha evolucionado sabiamente para facilitarles la ruda existencia que ya llevan en tales tierras. A la naturaleza han añadido la cultura y hacen acullico mascando hojas de coca con bicarbonato, haciendo una bola que pasa de una mejilla a otra, calmando el sueño, el cansancio, el hambre y los dolores. No sé si en las faldas himalayas los sherpas u otros pueblos también se benefician del glóbulo ganchudo, porque todos se estarían dando al dopaje de Dios o de la vida o de los laboratorios, tal como ha hecho nuestro Juan sin Tierra fabricándose más glóbulos rojos que los de su naturaleza. «Amigos del glóbulo rojo» es una asociación que ayuda a niños leucémicos; podría presidirla este ya «Juan Nadie» en busca innecesaria de redención.

Nunca veremos a un ser humano correr los cien metros lisos en un segundo. En cada olimpiada se pulverizan marcas, pero llegará un momento en que se retrocederá; nadie corre más que su sombra. Ahora el olimpismo está en el umbral de esa regresión y en manos de la farmacopea y la medicina de alta competición, que toman prestado de la probeta lo que la naturaleza no dio. Si ya era detestable este olimpismo como negociazo de las multinacionales del deporte y tablero para componendas políticas, más miserable resulta haciendo épicos mohínes ante una meada positiva en la concurrencia de todos los estimulantes.

Johann Muehlegg nos vendió el éxito llave en mano, ocupándose él de su entrenamiento y asistencias, incluida una santera portuguesa, y se lo compramos al contado y haciéndole español y hasta hijo predilecto de Murcia, pero sabiendo que el fabuloso esquiador, que lo es sin doparse, no representaba para nada el nivel del esquí en España. Hasta se le ha puesto al mozo como representante del patriotismo constitucional e izador de la enseña nacional que otros quieren arriar. Aquí el único que no ha hecho el ridículo es el tal Juanito que ha obtenido dos oros antes de que en un Estado mormón le pillaran en su última mentira. Probablemente no hubiera precisado más glóbulos rojos para esa tercera victoria.No es un malvado. Es un gran atleta, en sus límites y frente a los bobos y los fariseos.