16 enero 1983
Desde TVE se aseguró que la no emisión se debía a una 'enfermedad' del presentador Balbín, o a un viaje del mismo
Escándalo en TVE por el veto socialista a la presencia de Alonso Puerta en ‘La Clave’ de José Luis Balbín
Hechos
- El 15.01.1983 el periódico DIARIO16 anunció que la no emisión del programa de ‘La Clave’ en el que iba a estar entre los invitados D. Alonso Puerta (expulsado del PSOE) había sido por presiones del Gobierno de D. Felipe González y D. Alfonso Guerra.
Lecturas
Sólo un mes después de que el Gobierno del PSOE, con mayoría absoluta, tomara el control de RTVE, con D. José María Calviño como Director General, D. José Luis Balbín como su Director de Informativos y D. Antonio López como Director de TVE se produjo el primer escándalo y, precisamente, con el programa más simbólico de la cadena: ‘La Clave’.
D. Antonio López, Director de TVE fue señalado como la persona que – por petición del alcalde Tierno Galván – quiso vetar la presencia del Sr. Puerta en la única televisión.
El programa ‘La Clave’ era doblemente simbólico, en primer lugar porque sus coloquios en los que participaban sin problemas desde franquistas hasta comunistas fue un referente para el canal. Y en segundo porque lo presentaba el propio director de los informativos del único canal de televisión existente de España, que era el Sr. Balbín.
El motivo era un programa de TVE dedicado a los ayuntamientos democráticos programado para la segunda semana de enero de 1983, produciéndose la polémica de que a él fue invitado el concejal madrileño D. Alonso Puerta, que había sido expulsado como dirigente del PSOE y como concejal por denunciar un caso de corrupción en las filas socialistas sin que este pudiera demostrarse (posteriormente la justicia sentenciaría que el PSOE no tenía autoridad para expulsarle como concejal y sería indemnizado). En ese contexto el Sr. Puerta era un ‘apestado’ e invitarle a la tertulia podía entenderse como un gesto de libertad o como una provocación al PSOE. Finalmente el programa en cuestión no se celebró, disparándose los rumores a si se debía a una enfermedad del Sr. Balbín o a un repentino viaje del Sr. Balbín a Alemania.
Fue el periódico DIARIO16, en una información del periodista D. José Luis Gutiérrez, el que publicó en portada que la no emisión del programa ‘La Clave’ con el Sr. Puerta se debía a presiones del Gobierno. D. José Luis Balbín y D. José Luis Gutiérrez se verían cara a cara en el estreno del programa ‘Protagonistas’ de la cadena COPE en la que el Sr. Balbín negaría las presiones del Gobierno. El programa de ‘La Clave’ con el Sr. Puerta acabaría celebrándose sin que saliese el tema de la corrupción socialista.
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TERTULIANOS DE ‘LA CLAVE’ SOBRE ‘AYUNTAMIENTOS DE IZQUIERDA
D. Alonso Puerta no hizo referencias a los motivos por los que había sido expulsado del PSOE, e ironizó por el aplazamiento del programa «como no soy el médico del Sr. Balbín, no conozco los detalles».
D. José María Álvarez del Manzano, líder del Partido Demócrata Popular (PDP) en Madrid y portavoz de la Coalición Popular en ese ayuntamiento no consiguió que en el programa con el Sr. Puerta hablara de la corrupción en el ayuntamiento, aunque sí de sus deudas.
D. Ramón Sainz de Varanda, alcalde de Zaragoza y representante oficial del PSOE en aquel programa echó en cara que se hiciera referencia a instancias relativas al ayuntamiento de Madrid sin que hubiera nadie del equipo de Gobierno. El Sr. Balbín le dio la razón y pidió que no se hiciera referencia a temas puntuales.
D. Francisco Álvarez Cascos, líder de Alianza Popular en Asturias fue el único representante de AP en aquel programa. Declinó a hablar de los planes de AP en Madrid, «porque él sólo conocía los de Gijón», ciudad de la que era candidato a la alcaldía.
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Pese a la emisión del programa, la forma en la que el Gobierno socialista de D. Felipe González y D. Alfonso Guerra manejaba RTVE había quedado muy cuestionada. Aunque entre las filas socialistas el que había quedado ‘tocado’ era el Sr. Balbín, que en septiembre sería destituido como director de Informativos.
16 Enero 1983
'LA CLAVE', CENSURADA
Junto al mensaje del presidente del Gobierno, anunciado para el próximo viernes, nos encontramos con el sorprendente episodio de ‘La Clave’ en la noche de anteayer.
No se trata hoy de juzgar, sino de tomar nota: la hora de juzgar a un Gobierno llega siempre, en toda la soicedad democrática. Pero hay que levantar acta del hecho. Un profesional tan escasamente reticente hacia el Partido Socialista como el Sr. Balbín, ha querido reunir en su programa a varias tendencias del poder municipal para debatir ante los espectadores el futuro de los Ayuntamientos. Al convocar entre otros, al señor Alonso Puerta, ‘La Clave’ se suspende. El señor Alonso es ex concejal de Madrid y fue expulsado del PSOE por supuestas calumnias al partido. El escándalo ha sido inevitable: algunos periódicos publican, como hechos comprobados, la intervención personal de don Alfonso Guerra en la suspensión del programa y la inexistencia de la enfermedad del señor Balbín. Una indisposición súbita de un periodista o un presentador no podría, en ningún caso, justificar la suspensión de un espacio televisado. La explicación ofrecida por el responsable de información del PSOE, don Pedro Bofill, es, por lo menos, arriesgada: ‘No somos la Providencia para influir sobre la salud de los demás’. Porque si no es cierto que el sñeor Balbín ha enfermado, los contribuyentes tendrían claro que el PSOE, sin ser la Providencia, aspira, sin embargo, a serlo.
La cuestión de fondo es grave: nos hallamos en el prólogo de una nueva campaña electoral, a cuatro meses de los comicios municipales. Cerrar la boca a un discrepante socialista, como el señor Alonso Puerta, es más que indicativo. Recurrir ‘in extremis’ al mundo de Moliere, con ese fragmento de ‘el enfermo imaginario’, puede ser el anuncio de una larga y sorpresiva representación.
18 Enero 1983
LA LIBERTAD SE RESFRÍA
Cuando don Alfonso Guerra estornuda se acatarra incluso don José Luis Balbín. Hasta ahora, el señor Balbín ha gozado de una salud de hierro y ha soportado a pie de obras los cierzos y las tramontanas que se llevaron a don Fernando Arias-Salgado hacia Londres, a don Fernando Castedo al CDS y a don Eugenio Nasarre a su casa. Incluso soportó sin una tos el ventisquero que acabó con don Carlos Robles Piquer. Pero ahora, con esto del cambio, ha bastado que don Alfonso Guerra suelte un estornudo para que el Sr. Balbín se meta en cama. Seguramente, junto a su almohada estaría don José María Calviño como médico de cabecera, cerciorándose de que el Sr. Balbín cumplía dócilmente las prescripciones facultativas y no caía en la tentación de tomar la pipa y presentarse en ‘La Clave’.
Yo creo que desde 1919 no hemos tenido en este país una gripe tan sonada. Las emisoras de radio, las primeras páginas de los periódicos, los escritores políticos y los editorialistas más solemnes han tratado la gripo de don José Luis Balbín. No sé si le habrán pintado el pecho y la espalda con tinturade yodo, o si le habrán aplicado el parche de Sor Virginia, o le habrán colgado al cuello el condoncito con el San Blas, pero no podrá decir don José Luis Balbín que no le hemos socorrido en su enfermedad con tinta de imprenta. Y, sin embargo, aquí nos tinen a todos los que nos hemos interesado por tan preciosa salud: sin que nadie nos comunique el parte del equipo médico habitual.
O don José Luis Balbín nos explica su gripe o aquí vamos a empezar todos a sentir escalofríos. Hay que contestar la gripe de Balbín. Los periodistas, convocados po la Asociación de la Prensa, por la Unión de Periodistas, por la Facultad de Ciencias de la Información y por mi querido Carlos Luis Álvarez, jefe de Prensa de Televisión Española nos echaremos a la calle con pancartas para protestar por la gripe del director de ‘La Clave’. El personal de Prado del Rey declarará huelga tripal de una semana, vigilada por piquetes de todos los sindicatos libres. (…) EL Consejo de Administración del Ente presentará la dimisión en bloque y don Gregorio Peces-Barba pronunciará un discurso en el Congreso definiendo claramente el concepto de libertad de expresión a la luz del texto constitucional y pidiendo al Gobierno el nombramiento de don Antonio Tejero como sustituto de José María Calviño. De esta manera, Alonso Puerta seguirá callado, ‘se calle, coño’, pero al menos, no enfermarán a nadie gon gripe.
La crítica política ha desaparecido de la ‘caja tonta’, pero en su lugar nos llenan el cuarto de estar de ministros, nos hacen pasar la velada con los homosexuales, nos predican la alegría del aborto, nos piden a los niños para enseñarles la utilidad de la perinola y nos convencen de que Fidel Castro es un libertador mientras Pinochet es un asesino.
Me parece que fue Winston Churchil el que dijo aquello de que ‘detesto lo que usted dice, pero daría la vida por defender su derecho a decirlo’. España es diferente. La democracia socialista empieza a ser una democracia a la española. Don Alfonso Guerra ha perfeccionado la frase del famoso ‘premier’ británico. «Detesto lo que usted dice, y daré la salud de Balbín para que no tenga el derecho de decirlo». Y ¡hala! a que Fraga se quede afónico, a que Alonso Puerta se quede mudo, a que Balbín sude el catarro y a que la libertad de acostumbre al resfriado. ‘Calviño, Calviño, la tele es un pestiño’, ‘Balbín, criatura, no sufras la censura’, ‘Alonso Puerta, la gripe no era cierta’, ‘Aunque se empeñe Guerra, la boca no nos cierra’. Y nosotros, eso ¡hala! a escribir pareados. Si no queda otro sitio, en las paredes. Ya aprender para cuando se vote. Socialismo es libertad, pero con catarro.
Jaime Campmany
16 Enero 1983
El escándalo de ‘La Clave’
La suspensión del programa de ‘La Clave’ previsto para el viernes y su sustitución por otro grabado hace tiempo es un escándalo político de graves dimensiones. Parece demostrado que el vicepresidente Alfonso Guerra actuó directamente para evitar que hablara por televisión Alonso Puerta, concejal socialista expulsado del ayuntamiento de Madrid.
Hacía mucho tiempo que un alto cargo no descendía tan bajo, hasta emplear los métodos de la censura informativa. Y hacía mucho, muchísimo tiempo, que un director general de TVE y un director de informativos, director del programa suspendido para más inri, no se plegaban tan servilmente a los dictados del poder, inventándose además, de un modo ofensivo para todos una repentina enfermedad en el segundo.
Desde este grave suceso de intromisión del poder, José María Calviño y el anteayer griposo José Luis Balbín, cuya gestión ha sido contestada desde que empezaron a ejercer sus cargos, van a tener la imposible misión de convencernos a todos de que todavía son guiados sus pasos por los objetivos de la independencia y profesionalidad.
También hacía mucho tiempo que no asistíamos a un incumplimiento tan espectacular de las promesas. El PSOE había empeñado su palabra en que construiría una televisión pluralista, profesional e independiente. En eso basaba su celo por la televisión estatal, frente a los deseos de la sociedad española por conquistar la televisión privada, y cada día que pasa TVE es más una televisión del Gobierno, del partido y del Sr. Guerra.
Es doloroso decir que el PSOE hace con la televisión todo lo contrario de lo que debería, cuando tanta ilusión había puesto en su gestión. Pero los hechos son los hechos y la verdad es que hoy Guerra, Calviño y Balbín están matando, con su abuso y su incapacidad, la escasa libertad que quedaba en televisión y construyendo en su lugar otro instrumento de acción – de represión – política.
16 Enero 1983
Tartufo y el enfermo imaginario
LA SUSTITUCIÓN, en La clave del pasado viernes, del debate anunciado sobre los ayuntamientos de izquierdas por otro previamente grabado sobre la estancia de Napoleón en España ha suscitado la protesta del grupo parlamentario de Alianza Popular. Según el diputado Gabriel Camuñas (véase EL PAIS del día 15), la razón de ese cambio fue el veto interpuesto por el Gobierno, obedientemente aceptado por el director de RTVE, a la presencia en el programa de algunas personas -fundamentalmente Antonio Alonso Puerta, ex teniente de alcalde socialista del Ayuntamiento madrileño- dispuestas a criticar la gestión socialista en determinados municipios. Los directivos de Televisión han rechazado esa versión y han propuesto -de manera escasamente convicente- como explicación alternativa que una repentina enfermedad habría impedido a José Luis Balbín, que simultanea todavía -un mes después de su nombramiento- su nuevo puesto de director de Informativos con sus viejas funciones de moderador en La clave, presentar en directo el polémico debate municipal. La imposibilidad de localizar a Balbín en el lecho del dolor y el testimonio de un espontáneo que afirma haberle visto transitando el viernes por Madrid sin aparentes dolencias han despertado en los periodistas esa pasión soterrada de cualquier buen lector de novelas policíacas por resolver enigmas y rastrear pistas.Hasta tanto los detectives, profesionales o aficionados, consigan desentrañar ese vaudeville o aparezca un certificado médico en regla será preciso mantener en suspenso el juicio clínico sobre el asunto. Ahora bien, la supuesta enfermedad de Balbín no bastaría tampoco para justificar la suspensión del debate, ya que existen precedentes, no sólo de actuaciones suyas en La clave con fiebre, sino también de sustituciones a cargo de otros profesionales de Televisión. Aunque el director general de Tráfico mantenga la peregrina tesis de que las nuevas autoridades -pero no las anteriores- tienen derecho a beneficiarse del principio in dubio pro reo, el conjunto de presunciones racionales van en contra de los directivos de Televisión y a favor de la existencia de un auténtico veto político, penosamente disfrazado con una enfermedad, fingida o verdadera pero no significativa, del presentador habitual del espacio.
De confirmarse esa conjetura, resultaría que Balbín y Calviño se habrían dedicado estos días a interpretar los papeles estelares de El enfermo imaginario y Tartufo, -dos obras de Molière adaptadas para esta ocasión por Alfonso Guerra, con el fin de encubrir la agresión más estúpida, hipócrita y grosera perpetrada contra los principios que animan el Estatuto de RTVE desde su promulgación. Las salpicaduras políticas de ese zafio acto de censura alcanzan al propio Gobierno y ponen en juego nada menos que el compromiso formal, expresado por su vicepresidente, de garantizar el pluralismo, la profesionalidad y el carácter público de Televisión Española. Tras el insólito veto, escondido bajo las mantas del lecho de un hipotético enfermo, poco resta de las tres pes famosas de Alfonso Guerra. Si el profesionalismo de Prado del Rey sale mal parado del incidente, puesto que la teoría oficial exculpatoria de Calviño significaría que el resfriado de un locutor puede obligar a suspender un programa, todavía peor tratados quedan el pluralismo, atacado por la decisión de sofocar la voz de los críticos o disidentes, y la dimensión pública de Televisión, convertida de nuevo en juguete privado del Gobierno y su partido.
El director de Televisión, nombrado por el Gobierno por un espacio de cuatro años, puede ser cesado por su «actuación contraria a los criterios, principios u objetivos» expuestos en los artículos tercero y cuarto del Estatuto, entre los que figura el respeto a los valores de igualdad, al pluralismo político y a la libertad de expresión. La suspensión del debate de La clave y la ridícula comedia de disfraces sanitarios montada para encubrir ese medroso veto político, protector de los ayuntamientos de izquierda, han destruido la credibilidad moral -no demasiado abundante- de Calviño, encubridor o cómplice de José Luis Balbín, para cumplir con los deberes, que el artículo 11 del Estatuto asigna al director del ente. Su destitución sería la única salida congruente no sólo con el desarrollo de los hechos, sino también con las promesas realizadas por Felipe González durante su campaña electoral. El presidente del Gobierno dispone del amplio crédito, ético y político, que le entregaron diez millones de votantes a cambio de la honestidad, sinceridad y firmeza de sus palabras. Pero las voces, y después los votos, terminarían siendo arrastrados por el viento si las decisiones adoptadas por el Gobierno no tradujeran en hechos tangibles y sólidos las abstractas promesas de moralizar la vida pública, garantizar las libertades, respetar el pluralismo, sanear la Administración e igualar las oportunidades sobre las que descansó el arrollador triunfo socialista en las urnas. Probablemente el Gobierno se considere impotente, por un malentendido sentimiento de la dignidad del poder y de la respetabilidad de las instituciones, para cesar de manera fulminante al director de RTVE o exigirle la dimisión. Tiempo habrá, sin embargo, no sólo para que el Gobierno tenga que arrepentirse de esa actitud combinada de arrogancia y medrosidad, sino además para que se vea forzado a sustituir al máximo responsable de RTVE cuando la decisión no signifique un gesto de coherencia con su programa y una prueba de la sinceridad de sus promesas, sino un acto arrancado por las circunstancias.
20 Enero 1983
José Luis Nixon
Si la televisión es el escaparate del cambio y al Sr. Balbín se le permite continuar en su puesto y presentar el próximo viernes un debate, nada menos que sobre las incompatibilidades, entonces lo que ocurre es que las bellas promesas socialistas empiezan a trocarse en pútrida basura.
Su comparecencia pública de ayer fue la más escandalosa apoteosis de tosco cinismo intelectual y desprecio hacia el ciudadano televidente que se recuerda en los baqueteados anales de Prado del Rey. Tanto su tragicómica diatriba contra la prensa independiente – unánime en un asunto tan concreto, quizá por primera vez en toda la transición – , como su alucinante trueque de una pacífica gripe en inquietante taquicardia, no sirvieron sino para acrecentar el paralelismo de su caso con el de aquel otro supertramposo apellidado Nixon que con la telaraña de sus mentiras fue tejiendo su mortaja.
El pasmo de cuantos asistieron a la conferencia de prensa terminó siendo inenarrable: se les pretendía hacer creer que un enfermo cardiaco puede soportar mejor un largo fin de semana de saltos aéreos que dos horas de coloquio televisual; se les pretendía hacer entender que es perfectamente natural que el jefe de Informativos de TVE ‘desconecte’ y ‘pase de todo’ durante cuatros días sin encomendarse más que a su propio estado de ánimo; y además, para colmo de los sarcasmos, se les pretendía hacer engullir toda una clase de deontología profesional impartida por semejante sujeto.
Las últimas palabras de Balbín fueron el mejor estrambote posible para tan patético soneto: “Por si a alguien le interesa, no va a ser para muy pronto la televisión privada”. Es decir: me importa un bledo si me creéis o no, porque mientras en España mande mi amigo Alfonso Guerra, cada vez que encendáis el chisme seré yo quien racione y administre la verdad.
LA VERSIÓN DE ‘CÁNDIDO’ (Jefe del Gabinete de Información de TVE en 1983)
Empezó a fraguarse el caso Alonso Puerta. Al principio fue la nubecilla negra que anuncia la galerna, pero no advirtieron nada, sólo Balbín. Pero es que Balbín era parte del problema. Además de ser el jefe de los programas informativos, dirigía ‘La Clave’. (…)
José Luis Balbín había montado una ‘Clave’ municipal con varios representantes de los municipios españoles, y de Madrid había elegido a Alonso Puerta. El programa estaba ya anunciado en los periódicos y de repente intervino el alcalde [Enrique Tierno Galván] cerca de Calviño para que ‘La Clave’ no se celebrase con aquel invitado. Enseguida se formaron dos bandos, como suele decirse y como en verdad son los bandos en España. De una parte, Calviño y Antonio López, que era el director de televisión, a los que seguían el resto del equipo directivo, y de la otra parte Balbín.
Carlos Luis Álvarez ‘Candido’
El Análisis
El episodio Puerta manchó para siempre la imagen del Gobierno, pero… ¿fue el Gobierno el que dio la orden de suspender el programa? ¿El que ordenó que de ninguna manera que apareciera que el Sr. Puerta apareciera en TVE? Según confirmó el Sr. Balbín la persona que le ordenó la no emisión del espacio fue D. Antonio López, Director de TVE. Y se puede suponer que lo hizo con el visto bueno del Director General de RTVE, D. José María Calviño. ¿Se puede suponer que el Sr. Calviño lo hizo por petición del Vicepresidente del Gobierno, D. Alfonso Guerra? Podría, pero no pasaría de ser una suposición.
En todo caso, aunque no fuera cosa del Gobierno socialista, sino de sus pelotilleros, ello no quita responsabilidad al Gobierno, que debería haber garantizado una TVE neutral.
J. F. Lamata