8 agosto 2001

Estados Unidos: El encarcelamiento de la periodista Vanessa Leggett por acogerse al ‘secreto profesional’ en una investigación por asesinato abre el debate sobre la protección de fuentes

Hechos

Su detención fue noticia en el verano de 2001.

08 Agosto 2001

Ser o no ser periodista

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio

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Vanessa Leggett lleva dos semanas en una prisión de Tejas, acusada de desacato, por negarse a entregar a una juez la información de que dispone sobre un asesinato cometido en 1997. Según la juez, es un simple testigo que se niega a colaborar con la justicia. Pero Leggett sabe algunas cosas sobre el caso porque ha pasado años investigándolo con el fin de escribir un libro. En ese sentido, ha trabajado como periodista y reclama que se le aplique la Constitución, que protege la confidencialidad de las fuentes de información y ampara la independencia profesional. La juez considera que no: la detenida nunca ha cobrado por ninguna actividad periodística, y su libro, a medio redactar, carece aún de editor. Según esa definición, queda fuera del paraguas protector del apartado de la Primera Enmienda referido a la libertad de prensa.

El problema de Leggett es universal. ¿Quién decide quién es periodista? En EE UU, como en España, no se exige ninguna formación determinada para el ejercicio del periodismo, ni carné, ni inscripción en colegio alguno. El título lo entregan, en último extremo, las empresas de prensa a quienes hacen para ellas los trabajos, desde los más humildes a los de más relumbrón, que se asocian con la profesión. El ejemplo vale para radios, televisiones o medios electrónicos. Ésa es la tesis de la juez Melinda Harmon: fuera de la industria no existe el periodismo; dentro, prácticamente todo lo es.

The Washington Post pedía ayer la libertad de la detenida y aventuraba que, de pertenecer a su prestigiosa Redacción, nadie habría osado encarcelarla. Es cierto. También lo es que ceder la exclusiva de la definición profesional a la industria, en la que conviven empresas de todo pelaje, resulta arriesgado y peligrosamente restrictivo. Sobre todo en un momento como el actual, en que algunas cadenas reclutan actrices y actores, les proporcionan un par de meses de formación y les ponen ante la cámara como periodistas.

Leggett nunca ha trabajado para una empresa del sector, pero investigaba unos hechos para darlos a conocer al público, y ése es trabajo de periodista, o al menos eso es lo que se supone que deberían hacer los periodistas. Por eso ha de ser considerada miembro de la profesión, y puesta en libertad.