2 agosto 2022

Eliminado con un dron en una operación sin más muertes

Estados Unidos elimina a Ayman Al-Zawahiri, cofundador de Al Qaeda y la Yihad y el último de los responsables del 11-S que quedaba libre

Hechos

El 2 de agosto de 2024 se hizo pública la muerte de Ayman Al-Zawahiri.

03 Agosto 2022

Afganistán vuelve a ser un nido de terroristas

Joaquín Manso

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LA PRESENCIA en Afganistán del líder de Al Qaeda, Ayman al-Zawahiri, que ayer fue asesinado en Kabul mediante un ataque estadounidense llevado a cabo con un dron, confirma los peores vaticinios tras la precipitada salida de EEUU del país: Afganistán ha vuelto a convertirse en un refugio para terroristas. La dictadura islámica impuesta por los talibán no solo somete a la población a un régimen de terror, con total desprecio de las libertades y la imposición de la sharia como único código de referencia -especialmente sangrante es la situación de las mujeres, anuladas bajo el espeso velo de una interpretación radical del Corán que las reduce a meras posesiones de los hombres-.

Pero, sobre todo, y como era de esperar, la vergonzante renuncia de Estados Unidos a tutelar el lento tránsito de la nación hacia una democracia ha convertido el territorio afgano en una guarida para grupos yihadistas de todo signo desde la que organizarse y extender el terror por todo el mundo impunemente. Se equivocaron quienes pretendieron ver en el nuevo gobierno talibán una moderación imaginaria en razón de los acuerdos de los integristas con EEUU. La comunidad internacional tiene en Afganistán el más elocuente ejemplo de que la lucha contra el radicalismo tiene un precio, y que es más rentable pagarlo que vivir bajo la permanente amenaza de convertirse en objetivo del terrorismo.

07 Agosto 2022

"Matad sólo" al hombre del balcón

Pablo Pardo

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Tiene cierta ironía que el líder de Al Qaeda, el hombre que convenció a Osama bin Laden de la importancia de atacar a Estados Unidos, Ayman Al-Zawahiri, muriera asesinado por un misil estadounidense, precisamente en el barrio de Sherpur, en Kabul, en una casa que -sin duda, por pura casualidad- es propiedad de un asesor del hombre fuerte de los talibán, Sirajuddin Haqqani, otro terrorista por el que EEUU ofrece cinco millones de dólares.

Porque Sherpur no es una parte más de la capital afgana, una abigarrada urbe en la que viven casi cinco millones de personas. Es el barrio de la élite del país. Allí tenían sus mansiones todos los líderes del régimen prooccidental que fue derrocado por los talibán hace casi un año. Llegaron en 2001, cuando el bombardeo estadounidense tras los atentados del 11-S obligó a los talibán a abandonar la ciudad, y se hicieron con el terreno siguiendo una costumbre ancestral afgana: echando a los residentes.

El entonces hombre fuerte del país, Mohamed Fahim, repartió el barrio entre sus lugartenientes. En su palacio, situado también en Sherpur, el presidente, Hamid Karzai, hizo como que no se enteraba de cómo los nuevos dueños del país llevaban excavadoras a tirar las casas de los residentes de Sherpur. Poco después, Karzai tampoco se dio cuenta de que en el barrio empezaban a florecer las mansiones de amapolas, como los afganos llaman, con el sarcasmo que da vida en un país en guerra perpetua, a las residencias de los grandes narcotraficantes que controlan el tráfico de heroína del país del que sale, aproximadamente, el 85% de la heroína y la morfina que se consumen en todo el mundo.

En ese barrio de lujo, Ayman Al-Zawahiri salió al balcón de su casa a leer, como tenía costumbre, el domingo 31 de julio por la mañana temprano. Ser una persona de hábitos es lo más peligrosos si se es un terrorista. Y Al-Zawahiri, a pesar de sus 41 años de terror en cuatro de los cinco continentes, cometió ese error. Porque él no sabía que en aquel momento estaba sobrevolando Kabul un avión MQ-9 de Estados Unidos. El nombre de ese avión dice mucho de sus capacidades: Reaper, o sea, Segador. Si Al-Zawahiri supiera que esa cosa estaba sobre Kabul, no hubiera salido a leer en el amanecer. Porque desde que entró en servicio hace 15 años, el Reaper ha segado la vida de innumerables terroristas islámicos.

 

A 11.000 KILÓMETROS DE KABUL

El avión volaba solo sobre la ciudad de Kabul. Nadie sabe dónde estaba su piloto, aunque probablemente se encontrara en el condado de Fairfax, en las afueras de la ciudad de Washington, a unos 11.000 kilómetros en línea recta de la capital afgana.

En torno a las 20.45 de la noche del sábado 30 de julio de Washington, o las 18.15 de la mañana del domingo 31 de julio en Kabul, el anónimo piloto del Reaper lanzó un misil contra el balcón. Tres minutos más tarde, Al-Zawahiri murió. Es bastante probable que, al contrario que la mayor parte de sus 3.000 víctimas en las Torres Gemelas y en los aviones que se estrellaron contra éstas, ni siquiera se enterara. El Lenin de Al Qaeda, como lo ha llamado el diario estadounidense The Wall Street Journal, recibió el impacto de 45 kilos de metal, plástico, y materiales de alta densidad, y de seis cuchillas, abiertas en aspa, de un metro de largo cada una. No hubo explosión ni incendio. Al-Zawahiri recibió la muerte reservada a los grandes terroristas: un misil antitanque Hellfire (literalmente, Fuego del Infierno) modificado para atacar con tanta precisión que ni siquiera lleva explosivos. Ninguno de los miembros de su familia resultó herido.

Al-Zawahiri tuvo, así, una muerte mucho más misericordiosa que la de sus miles de víctimas en Afganistán, Egipto, Estados Unidos, Europa, Kenia, Tanzania, Sudán y Somalia. Su desaparición supone el golpe definitivo a los cerebros del 11-S, y un golpe más a un grupo terrorista, Al Qaeda, reducido a unas siglas sin capacidad de movilizar a la población, o de llevar a cabo atentados.

Es, también, el final de una caza al hombre de casi veinte años. Por ahora se sabe muy poco de lo que hizo desde la caída de Kabul en 2001 hasta su muerte el hombre que convenció a Osama bin Laden de que tenía que realizar atentados en Occidente, y que para ello ideó y redactó la declaración de guerra de Al Qaeda del 23 de febrero de 1998, «contra los judíos y los cruzados», con la que el grupo inició su carrera terrorista a gran escala.

 

NO HUBO LUZ VERDE A LA OPERACIÓN

Al-Zawahiri huyó de Kabul en noviembre de 2001, cuando los milicianos de Fahim tomaron la ciudad. De allí huyó con Bin Laden al este, a la zona de las Montañas Blancas. Se sabe que estuvieron a punto de ser detenidos por las Fuerzas Especiales británicas, pero que en un increíble caso de descoordinación, el Pentágono no dio luz verde a la operación. Los dos escaparon a Pakistán y se separaron. En teoría, Al-Zawahiri no se fue a vivir a ninguna ciudad bajo la protección del Ejército pakistaní, como Bin Laden, que fue muerto por EEUU literalmente junto a la Academia Militar de ese país. Al contrario: él tenía buenos contactos con las tribus pashtunes de la frontera, entre las que estaban algunos de los ultrafundamentalistas más duros del mundo. Así que se quedó allí. Claro que esto es especulación. Es probable que en los próximos años Estados Unidos o Pakistán nos quieran contar más de lo que el terrorista hizo en estas dos décadas.

 

LOS INTEGRISTAS VOLVÍAN AL PODER

Fuera como fuera, lo cierto es que el 15 de agosto de 2021, la vida de Al-Zawahiri cambió. Ese día, el presidente afgano, Ashraf Ghani, se fue del barrio de Sherpur. En realidad, se fue de Afganistán. El régimen democrático que EEUU había construido tras la retirada de los talibán y Al Qaeda en 2001 estaba desintegrándose. Los integristas volvían al poder. Y, como no podía ser menos, volvían a Sherpur, que una cosa es aborrecer al enemigo, y otra cosa es vivir en un barrio pobre.

Cuando cayó Afganistán, la CIA pensó que Al-Zawahiri regresaría al país. Sus viejos aliados estaban en el poder. Y, aunque Pakistán nunca le había acosado, ese país podía traicionarle en cualquier momento como hizo con Bin Laden. En enero, los espías de Estados Unidos recibieron la confirmación de que estaban en la dirección correcta: la familia de Al-Zawahiri se había mudado a Kabul, donde vivía bajo la protección de Haqqani. Ése es un matiz importante. Haqqani es, en la práctica, un agente de los sectores más fundamentalistas de las Fuerzas Armadas de Pakistán. Así que podría tener lógica que tratara de repetir con Al-Zawahiri lo que Islamabad había hecho con Bin Laden: darle una mansión espaciosa, y permitirle grabar y difundir vídeos alentando a la Guerra Santa, pero limitando sus contactos con el exterior y manteniéndolo en una especie de arresto domiciliario.

La familia de Al-Zawahiri es fácil de detectar. Tiene tres esposas y cinco hijos (su primera mujer y dos de sus vástagos murieron en el bombardeo de EEUU de Afganistán en 2002), así que estamos hablando de un grupo grande. Pero ¿dónde estaba él?

Los espías de EEUU no sabían la respuesta. Pero sí eran conscientes de que la vivienda parecía tener alguna significación especial. No era solo por su propietario. También por el hecho de que era grande, había sido reconstruida y renovada por los talibán tras la toma de Kabul, y se encontraba en una situación privilegiada, junto a las embajadas -vacías desde agosto pasado- de Gran Bretaña y Alemania, frente a la cual los terroristas asesinaron a 150 personas en 2007 con un camión-bomba. Los talibán no dejan semejante inmueble para tres mujeres, por muy importante que fuera su esposo.

En algún momento a final del invierno o principios de la primavera, cuando la atención del mundo estaba fijada en Ucrania, la CIA informó a dos de los máximos asesores de Joe Biden, Jonathan Finer y Elizabeth Sherwood-Randall, que habían localizado a Ayman Al-Zawahiri. No sabemos cómo lo lograron. El portavoz del departamento de Defensa, el almirante John Kirby, se limitó a decir el martes: «Había evidencia visual y evidencia obtenida por otros métodos que nos llevó a la conclusión de dónde estaba el tipo». Kirby no evitó el recurso al sarcasmo al concluir: «Ahora tenemos evidencia de que ya no estará nunca más».

Poco después, el consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, recibió la información. Para Sullivan, la posibilidad de asesinar a Al-Zawahiri en Kabul era una oportunidad de oro desde el punto de vista de su carrera en Washington. Hace un año, él fue el principal defensor de la idea de dejar a su suerte al Gobierno afgano. Su tesis era que EEUU siempre sería capaz de atacar «desde más allá del horizonte» –es decir, por medio de drones como el Reaper o de operaciones de Fuerzas Especiales- a los terroristas en ese país. La catastrófica retirada de Kabul, con las imágenes de los afganos subiéndose a aviones que partían del país, y el atentado del 26 de agosto en el que murieron 13 soldados estadounidenses y 170 civiles de Afganistán hundieron su reputación. Algunos demócratas, incluyendo altos cargos del Consejo de Seguridad Nacional de Obama durante la época del asesinato de Bin Laden, pidieron su dimisión.

Así que en mayo y junio, Estados Unidos empezó a preparar la operación. Entretanto, en su mansión de Kabul, Ayman Al-Zawahiri estaba aprovechando las ventajas de no tener que vivir escondido todo el tiempo. El líder de Al Qaeda se dedicó, en los últimos meses de su vida, a grabar vídeos con mensajes a los fundamentalistas de todo el mundo. Sus alocuciones eran más específicas, con referencias más concretas a sucesos de actualidad, de lo que había sido normal durante las dos largas décadas de exilio semiclandestino en Pakistán. Acaso sus anfitriones no le dejarían dirigir atentados. Pero estaba dispuesto a aprovechar todas las ventajas que le dieran.

 

VIDA MARCADA POR LA VIOLENCIA

El 19 de junio, Al-Zawahiri cumplió 71 años. Iba a ser la última onomástica de este cirujano de la élite egipcia, cuyo tío había llegado a ser secretario general de la Liga Árabe, que desde la adolescencia vivió una existencia marcada por el fanatismo, la violencia y la persecución. Doce días más tarde, el 1 de julio, en uno de los edificios más odiados por el terrorista, la Casa Blanca, los asesores de Joe Biden se reunieron con él para explicarle que habían encontrado al jefe de Al Qaeda y que estimaban que tenían posibilidades altas de asesinarlo, si es que el presidente daba la orden.

¿Aprobaría Biden el plan? A fin de cuentas, él, como vicepresidente con Obama, se había opuesto a la operación que acabó con Bin Laden en 2012. Pero también es verdad que, ya en la Casa Blanca, había autorizado la operación en la que murió el líder del Estado Islámico (IS, según sus siglas en inglés), Abu Ibrahim Al-Hashmi al-Qurashi, el 3 de febrero. Así que podía pasar cualquier cosa.

La respuesta de Biden fue clara: el plan debería ser llevado a cabo. Solo puso una condición: «Matad sólo» al hombre del balcón. El lunes 25 de julio, en otra reunión con el presidente, se perfiló el plan definitivo. Una semana más tarde, Al-Zawahiri era descuartizado y aplastado por el Hellfire en su mansión de Sherpur.