20 febrero 1999

Tusell también criticó a la revista RAZÓN ESPAÑOLA, del franquista Gonzalo Fernández de la Mora

Federico Jiménez Losantos crea la revista LA ILUSTRACIÓN LIBERAL para defender sus ideales políticos, crítica de Tusell (EL PAÍS)

Hechos

El 22.02.1999, en presencia de la presidenta del Senado, Dña. Esperanza Aguirre, se presentó la revista LA ILUSTRACIÓN LIBERAL.

Lecturas

Un artículo de D. Javier Tusell en EL PAÍS contra las revistas LA ILUSTRACIÓN LIBERAL y RAZÓN ESPAÑOLA desató una polémica en la que intervinieron D. Federico Jiménez Losantos (LIBERTAD DIGITAL), D. José María Marco (LIBERTAD DIGITAL) y Dña. Juana Fernández Silva (RAZÓN ESPAÑOLA).

10 Mayo 1999

Ni ilustración ni liberal

Javier Tusell

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'La Ilustración Liberal' la publica esa secta denominada ultraliberal, buena parte procede del estalinismo, que no han abandonado, sino que lo practican ahora en una forma transfigurada. Cuando uno deja el comunismo debe tener la cortesía de emigrar a la socialdemocracia porque, de otro modo, rotulándose liberal, en realidad sigue en su cruzada particular de antes, sólo que ahora en la derecha, en su porción extrema.

Hubo en una ocasión en España un periodista del género desarrapado cuyos muy lustrosos apellidos eran Cánovas Cervantes. Bohemio, un tanto venal y funambulista entre la extrema derecha y la extrema izquierda, la maledicencia madrileña encontró un buen apodo con que denominarle, dada la distancia entre su nombre y lo que realmente era: «Ni lo uno ni lo otro». Pero pronto se descubrió que su nombre de pila era Salvador y, entonces, hubo que recurrir a completar el apodo con la adición de «Ni tampoco lo otro».A la revista que recientemente ha aparecido, LA ILUSTRACIÓN LIBERAL, le valdría muy bien el apodo de Cánovas Cervantes. La publica esa secta, denominada ultraliberal, acostumbrada a vivir entre ritos iniciáticos y conspiradores de penumbra, cuya solidez de convicción no suele correr pareja con la enjundia de conocimientos ni la sindéresis en la doctrina predicada. Tuvo en el pasado la pretensión de armar desde el punto de vista intelectual a la derecha y últimamente se le nota un cierto desvío con respecto al poder, pero, al mismo tiempo, nada autocrítica al contemplarse a sí misma.

Si lo fuera empezaría por descubrir lo injustificado de los dos términos combinados en la denominación. Ilustración indica sabiduría acerca de las cosas, ganas de aprehenderlas, diseccionarlas y entender su esencia; a partir de todo eso se puede tratar de cambiarlas. Liberal quiere decir adscrito a un talante intelectual y, además, a una doctrina que tiene rasgos precisos y padres conocidos, por lo que el adjetivo no puede usarse ni de forma gratuita ni a beneficio de inventario.

Lo primero que debe hacer un liberal, por talante y porque se trata del principio mismo no ya de la sabiduría, sino del conocimiento, es respetar la realidad; ése es también requisito exigible de la pura y simple ilustración. ¿Diría cualquier observador imparcial del escenario internacional que la visita del Papa a Cuba ha sido un éxito para Castro, que Aznar vive un «idilio apasionado con él» o que los Estados Unidos han renunciado a hacer presión sobre Cuba? Esas afirmaciones se encuentran, sin embargo, en un artículo del siempre admirado Vargas Llosa, de quien hay que alabar la tenacidad en la oposición a la dictadura cubana, pero cuya descripción resulta inaceptable, y la receta sugerida, a partir de ella, aún más. ¿Habría -se pregunta uno- que desembarcar los marines en vez de utilizar la diplomacia?

Saber implica estudio y no hacer ejercicios acrobáticos de simplificación que no hacen más inteligibles las cosas, aunque, eso sí, sirven para aplicar la tea incendiaria al adversario. El director de la publicación, Federico Jiménez Losantos, y su secretario, José María Marco, pontifican a tambor batiente sobre historia contemporánea española, materia en la que carecen de cualquier título conocido para emitir una opinión de mínimo lustre. Asegura el primero que nada menos que la totalidad del pasado español durante el primer tercio del siglo XX es objeto de «una falsificación deliberada y sistemática», como si estuviera en manos de una especie de reducto de fanáticos extremistas. Opiniones como éstas son de aquellas que se quitan leyendo; en este caso se esgrime para declarar que todos los miembros de las Brigadas Internacionales eran comunistas. Eso tiene el mérito de descubrir el Mediterráneo, si quiere decir que las organizó la URSS, y el de evitarse la molestia de leer buenos libros, que proporcionan los porcentajes precisos de miembros de esa ideología en aquéllas. Marco resulta todavía más osado. Sin bagaje demostrado resuelve que la protesta de los intelectuales con motivo del 98 carecía de fundamento y sólo sirvió para deteriorar a un régimen liberal cuando la prosperidad era tanta en aquella época que «nunca hubo tanto dinero en España» (sic). Josep Carner decía, en relación a los católicos integristas españoles, que su ingenuidad les hacía olvidar su propia ineptitud, y tras leer cosas como éstas, parece que la frase tiene aplicación en otros campos. La ingenuidad procedería de pensar que decir una machada (o una simple ocurrencia, pero del género grueso) es un acto de valentía que sirve para cambiar las cosas. Otros desprecian cuanto ignoran; el ultraliberal inventa aquello que no se molesta en conocer.

Liberalismo quiere decir, como actitud intelectual, partir del intento de entender las razones de los demás, que existen, aunque no se compartan, y que merecen ser discutidas y no declaradas de entrada inexistentes. El ultraliberal, en cambio, aparte de emitir opiniones rotundas sobre lo que no sabe, liquida en la inanidad a quien discrepa. Léase en La Ilustración Liberal a Lorenzo Bernaldo de Quirós, quien dictamina que la «tercera vía» es producto del «vacío o el plagio». Convicciones profundas son esas que, desde luego, evitan la discusión. En el debate ideológico del fin de siglo, el liberalismo necesitaría, al menos, dar alguna respuesta antagónica a la «tercera vía».

Liberalismo e ilustración obligan a la responsabilidad, es decir, a prever las consecuencias inevitables de aquello que se predica con entusiasmo. En La Ilustración Liberal abunda la defensa de ese género de medidas y actitudes cuyo resultado es tan absolutamente previsible como desastroso. Defiende un articulista lo que denomina como «desamortización» de los bienes culturales, es decir, su paso a manos privadas, porque en esta materia el «gasto desmesurado e injustificable» -como el que, en su opinión, hace la Administración actual- no debe tolerarse de ningún modo. Pero, claro está, ¿qué hacemos, en directa aplicación de esta doctrina, con el Museo del Prado? ¿Lo cerramos si no hay bastantes visitantes dispuestos a pagar un caro billete de entrada? Los ultraliberales suelen decir que sus tesis no nacen de una interpretación economicista de la realidad, pero se montan en el tobogán del despropósito cuando aplican su doctrina en el terreno estrictamente económico. En la revista citada se defiende la supresión del Fondo Monetario Internacional o del Banco Mundial (¡que aprendan quebrando los países pobres a aplicar políticas ortodoxas!) o la panacea de «más mercado y menos regulación de cualquier tipo» como método para resolver los problemas creados por las crisis financieras internacionales. ¿Se imagina qué habría sucedido hace un par de meses de aplicarse tal doctrina?

En principio asombra la seguridad del ultraliberal, pero luego se descubre una mezcla de superficialidad, desconocimiento, gusto por la extravagancia y desmesura en el fondo y la forma. Como en la metáfora de Isaiah Berlin, el ultraliberal tiene una sola idea, pero muy fija. No puede extrañar nada su procedencia: no se trata sólo de que buena parte proceda del estalinismo, sino que no se dan cuenta de que no lo han abandonado, sino que lo practican ahora en una forma transfigurada. Está bien equivocarse una vez y arrepentirse, pero quien lo hace una vez puede caer en el error otra e incluso en temas más graves. Cuando uno deja el comunismo debe tener la cortesía de emigrar a la socialdemocracia porque, de otro modo, rotulándose liberal, en realidad sigue en su cruzada particular de antes. Sólo que ahora en la derecha y más bien en su porción extrema. Una prueba más bien peregrina: Jiménez Losantos lamenta amargamente que el Rey no haya asistido a la inhumación de los restos del último de los zares. Menos mal que no se han descubierto los huesos de Gengis Khan.

Y todo esto, ¿por qué hay que decirlo? Desde luego, por higiene pública y por convicción de que también juega la competencia y el mercado en el terreno de las ideas; es la única forma de descartar aquellas que son absurdas y de consecuencias graves. Pero también porque hay ocasiones en que los poderes económicos, que suelen ser ignorantes, no dudan en subvencionar la extravagancia -incluso del género pernicioso- en materia cultural. No hace poco, grandes bancos financiaban en parte RAZÓN ESPAÑOLA, la revista de Fernández de la Mora, manifiestamente contraria a la democracia y a la Constitución. Ese caso se repite ahora en esta nueva revista: basta con echar una ojeada a sus páginas. Aviso a navegantes: por sus anuncios los conoceréis. Quiero decir a esa gente adinerada dispuesta a subvencionar lo que no debe.

Javier Tusell

12 Mayo 2009

Tusellone

Federico Jiménez Losantos

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La bilis de este pobre hombre, Tusell, contra los que no tenemos títulos para escribir sobre Historia ni sobre política ni sobre nada es comprensible. Tusell tiene muchísimos títulos pero libro, ninguno.

El diario EL PAÍS ha iniciado una etapa, sin duda fecunda, de crítica y puede que autocrítica sobre los abusos periodísticos. En la entrega de uno de los premios Ortega y Gasset de este año otorgado a Mario Vargas Llosa, colaborador suyo y buen amigo mío, Polanco habló, según su periódico, acerca del «amarillismo y la falta de escrúpulos en el ejercicio de informar y sobre la responsabilidad de todos en la propagación de tales prácticas que arrasan cuanto tocan y degradan a quienes las ejercen y amparan».

Curiosamente, el mismo día en que Polanco hablaba así, EL PAÍS publicaba un artículo de Javier Tusell titulado ‘Ni ilustración ni liberal’ en el que vituperaba la revista LA ILUSTRACIÓN LIBERAL que yo dirijo y en cuyo primer número colabora precisamente Mario Vargas Llosa. No voy a entretenerme en comentar la epilepsia adjetivadora del pobre Tusell contra lo que llama «la secta ultraliberal» y específicamente contra Vargas Llosa, José María Marco, Bernaldo de Quirós o yo mismo. La bilis de este pobre hombre contra los que no tenemos títulos para escribir sobre Historia ni sobre política ni sobre nada es comprensible.

Tusell tiene muchísimos títulos pero libro, ninguno. Aunque publica continuamente, solo o en cuadrilla, pasan los años y ni aprende a escribir ni roza el éxito. Y eso que lo intenta por todos los medios, incluida la «secta ultraliberal»: en 1990, por ejemplo, Tusell iba de groupie en la campaña presidencial de Vargas Llosa en Perú y participaba en festivales intelectuales junto a los liberales norteamericanos más radicales, tipo Israel M. Kirzner, a cuyo lado yo soy un rojo tirando a verde.

Pero, en fin, de la coherencia ética e intelectual del pobre Tusell me ocuparé un día en que me sobre tiempo. Lo notable es que en el mismo día de la alocución ético periodística de Polanco se publique un artículo insultante contra una revista que para EL PAÍS no existe. Mientras EL MUNDO o ABC dedicaron una página a su presentación, los lectores de ese periódico no tenían noticia de su existencia.

Y lo peor: valiéndose de EL PAÍS, Tusell, que colabora en una revista rival, amenaza a quienes se anuncien en La Ilustración Liberal: «Hay ocasiones en que los poderes económicos, que suelen ser ignorantes, no dudan en subvencionar la extravagancia -incluso del género pernicioso- en materia cultural. No hace poco, grandes bancos financiaban en parte «Razón Española», la revista de Fernández de la Mora, manifiestamente contraria a la democracia y la Constitución. Ese caso se repite ahora en esta nueva revista: basta con echar una ojeada a sus páginas. Aviso a navegantes: por sus anuncios los conoceréis. Quiero decir a esa gente adinerada dispuesta a subvencionar lo que no debe».

Por hoy, sin comentarios.

Federico Jiménez Losantos

21 Mayo 1999

El pobre Tusell

José María Marco

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como la revista no gusta en EL PAÍS, para sus lectores, sencillamente, no existe. Según Tusell somos un error, una monstruosidad, y en la mejor tradición de las prácticas eugenísicas y racistas, debemos ser exterminados.

Hace dos meses salió una nueva revista, LA ILUSTRACIÓN LIBERAL, dirigida por Federico Jiménez Losantos y con quien esto suscribe como secretario de redacción. Es una revista bimestral dedicada a la difusión y el debate de las ideas liberales en la sociedad, la cultura y la política, un proyecto editorial modesto, sin más respaldo que sus lectores y sus anunciantes. Casi todos los medios de comunicación, entre ellos ABC, EL MUNDO, TELECINCO y ANTENA 3, dieron la noticia de la presentación. EL PAÍS y los medios de comunicación ajenos, siguiendo una línea de actuación que les caracteriza desde hace mucho tiempo, no dijeron una sola palabra de aquel acto. No esperábamos menos: como la revista no gusta en EL PAÍS, para sus lectores, sencillamente, no existe.

O mejor dicho, no existía hasta que el pasado lunes 10 de mayo, en el patio trasero de la página de opinión de EL PAÍS, apareció un artículo de Javier Tusell titulado ‘Ni Ilustración, Ni liberal’. Ya sabíamos que no existíamos, pero con esto llegamos a la evidencia defintiiva. Ni siquiera tenemos derecho a ser. Según Tusell somos un error, una monstruosidad, y en la mejor tradición de las prácticas eugenísicas y racistas, debemos ser exterminados. Por eso el fondo del artículo lo único interesante en rigor, va reflejado en el último párrafo:

«Hay ocasiones en que los poderes económicos» – dice Tusell- «que suelen ser ignorantes, no dudan en subvencionar la extravagancia -incluso del género pernicioso- en materia cultural. No hace poco, grandes bancos financiaban en parte RAZÓN ESPAÑOLA, la revista de Fernández de la Mora, manifiestamente contraria a la democracia y a la Constitución. Ese caso se repite ahora en esta nueva revista: basta con echar una ojeada a sus páginas. Aviso a navegantes: por sus anuncios los conoceréis. Quiero decir a esa gente adinerada dispuesta a subvencionar lo que no debe».

Resulta conmovedor ver a Tusell convertido en abogado de la gente humilde y sin recursos en contra de los ignorantes poderes económicos y de ‘esa gente adinerada’. Más difícil (o más fácil, según se mire) es calificar el ‘aviso’ contenido en estas líneas. Embarcado en su empresa purificadora, Tusell no duda en ‘avisar’ a las empresas que se anuncian en LA ILUSTRACIÓN LIBERAL. ¿Avisar de qué? Cualquiera sabe… Pero seguro que lo descubriremos cuando los amigos de Tusell lleguen al poder. Es lo que se llama una argumentación sólida y contundente, rara vez explícita en las polémicas intelectuales e inclusoen las políticas. Así que que Tusell lo que quiere de verdad es mandar, aunque sea poco, mandar lo suficiente para censurarnos… Claro que imaginar a Tusell intrigado con ademanes maquiavélicos desde el antedespacho de una subdirección general para que ninguna empresa se atreva a anunciarse en las páginas de LA ILUSTRACIÓN LIBERAL suscita hilaridad.

Por respeto a los lectores, fingiremos tomarnos en serio el resto del artículo de nuestro futuro exterminador. Además de negarle a Mario Vargas Llosa (colaborador y miembro del consejo de redacción de la revista) cualquier autoridad para hablar de Cuba, a Lorenzo Bernaldo de Quirós la de opinar de economía, y a Federico Jiménez Losantos la de escribir sobre actualidad e historia de España, nuestro torquemada nos niega el derecho a usar los términos de ilustración y de liberal como título.

Pues bien, entendemos por ilustración una actitud que hace de la crítica raiconal, del respeto y de la tolerancia el fundamente de la convivencia entre los seres humanos. Por liberalismo, la que antepone la autonomía individua y el cumplimiento de la ley sobre cualquier otra consideración mora. Obviamente, Tusell sabe poco de eso ni le interesa. No es único. Es cierto que las utopías totalmo el socialismo que los itarias, los misfascismos, se han derrumbado. También lo es que el triunfo del capitalismo y de las democracias permite empezar a entrever un mundo donde se respeten los derechos humanos y prevalezca la autonomía individual.

Pero también es verdad que los enemigos de ese proyecto siguen siendo muy numerosos. Los hay por resquemor y desconfianza, como bastantes conservadores. Los hay por pavor a rneunciar a una ideología capaz de organizarles la vida, como los fundamentalistas, ecologistas y posmodernos de todas clases. Y los hay también porque la ilustración y el liberalismo están empeñados en evitar que pocas manos acumulen demasiado poder. No es dudoso a cuál de las tres categorías pertenece Tusell, nuestro exterminador de antedespacho.

José María Marco

El Análisis

UN FAVOR DE TUSELL A LA ESCUDERÍA LIBERAL ANTI-ROJA DE LOSANTOS

JF Lamata

Tanto el Sr. Jiménez Losantos, como el Sr. Marco protestaron en sendos artículos de que el diario de PRISA no se hiciera eco de la presentación de LA ILUSTRACIÓN LIBERAL en un acto presidido con la gran matriarca de la causa, Dña. Esperanza Aguirre. Y usan como argumento que ABC y EL MUNDO sí se hicieron eco (¿tendría algo que ver con el hecho de que el Sr. Losantos fuera columnista de EL MUNDO y el Sr. Marco del diario ABC?’. Que a las alturas de la fiesta (1999) el Sr. Losantos quisiera esgrimir el colegueo corporativo, resulta un tanto cínico por su parte. ¿Acaso él en su programa de la COPE informó del nacimiento de CNN+ por parte de PRISA?

Lo normal, ante una revista que, teniendo en cuenta quién la promovía, sólo aludiría a PRISA para insultarla, es que los medios de ese grupo mediático optaran por ignorarla. No fue ese el caso del Sr. Tusell que decidió cargar ferozmente contra LA ILUSTRACIÓN LIBERAL haciéndoles un gran favor, pues gracias a ello, el Sr. Losantos y el Sr. Marco pudieron ponerse el uniforme de ‘mártires’ a los que querían cercenar, que es el traje que más les gusta. Y además razón no les faltaba en este caso, porque el Sr. Tusell en su artículo estaba pidiendo directamente a los anunciantes de LA ILUSTRACIÓN LIBERAL y, de paso, a los de RAZÓN ESPAÑOLA también. Feo. Como D. Pedro Rodríguez con EL ALCÁZAR en 1981, EL PERIÓDICO con la COPE en 2005 o ‘La Noria’ en 2011. Si hacer un llamamiento a al corporativismo es cínico, intentar una espantada de anunciantes para arruinar al competidor es feo.

J. F. Lamata