9 abril 1978

Federico Jiménez Losantos reprocha a EL PAÍS que critique a la pornografía

Juan Luis Cebrián publica el editorial ‘Prensa y Democracia’ para criticar los excesos judiciales provoca un pleito judicial contra él

Hechos

El 9 de abril de 1978 el diario EL PAÍS, dirigido por D. Juan Luis Cebrián, publicó su célebre editorial ‘Prensa y Democracia’ en el que incluía una crítica a la pornografía. D. Federico Jiménez Losantos publicó una réplica, también en EL PAÍS, el 7 de mayo.

Lecturas

El 9 de abril de 1978 el diario EL PAÍS, dirigido por D. Juan Luis Cebrián, publicó su célebre editorial ‘Prensa y Democracia’, que acabaría causando un proceso judicial contra el director del periódico de PRISA que finalizaría en condena. Aquel editorial incluía una crítica a la pornografía. D. Federico Jiménez Losantos publicó una réplica, también en EL PAÍS, el 7 de mayo.

Mayte_Mancebo La condena a la periodista Dña. Mayte Mancebo por pornografía fue uno de los detonantes del editorial ‘Prensa y Democracia’ del que tanto se hablaría.

Jiménez Losantos contra El País en defensa de la pornografía

El editorial ‘Prensa y Democracia’ publicado en El País de Juan Luis Cebrián Echarri y Javier Pradera Cortazar el 9 de abril califica las revistas porno como una perversión del mercado. Como réplica el colaborador de El País Federico Jiménez Losantos publicará una réplica el día 7 de mayo defendiendo la pornografía como símbolo de una sociedad democrática.

09 Abril 1978

PRENSA Y DEMOCRACIA

Editorial (Director: Juan Luis Cebrián)

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Mayte Mancebo acaba de ser condenada por fotografías pornográficas en una sentencia que recuerda a los nazis, o a Amin Dada. Todo ello, claro está, sin defender la pornografia, que nos parece una corrupción evidente del mercado.

La existencia de una prensa libre, independiente y pluralista es uno de los termómetros que mejor pueden medir la autenticidad de un régimen democrático. En España, país que está iniciando su camino hacia la democracia con los conocidos retrasos y meandros sui generis, no existe todavía un libre mercado democrático de la información normalizado y homologable con el existente en los países occidentales. Varios factores contribuyen a ello: en primer lugar, la herencia de cuarenta años de prensa, primero censurada y posteriormente mediatizada, lo que ha dado lugar a una deformación del mercado; en segundo lugar, la pervivencia de estructuras y funcionamientos: pertenecientes a la época dictatorial, que van desde una legislación todavía vigente -se ha suprimido el artículo dos de la ley de prensa, pero la nueva ley llamada antilibelo ha impuesto otras censuras- y que es preciso reformar totalmente, hasta una administración de justicia habituada a los antiguos procesos y que hoy está violentada por la necesidad de aplicar una legislación desfasada, caduca y eminentemente política. La existencia de la televisión como monopolio gubernamental -que no estatal-, y que se comporta financieramente como una empresa privada, con el resultado de la competencia desleal al resto de los medios de comunicación, la ausencia de una política estatal de ayuda a la prensa, según baremos justos, democráticos y objetivos, sobre todo, y ese residuo con el cual nadie sabe lo que hacer, denominado eufemísticamente «prensa del Estado», vienen a completar la confusión del panorama. Confusión que se tiñe, debido a estas secuelas heredadas, de circunstancias dolorosas que muestran a las claras que la libertad de expresión, hoy, en España, aunque se haya avanzado considerablemente en su implantación, es todavía una aspiración tan sólo. Ahí está la ley antilibelo y los resultados -lógicos desde este inextricable e híbrido panorama jurídico y legislativo- verdaderamente increíbles para un país que se quiere democrático de algunos procesos contra profesionales de la información. Poco más de dos años después del comienzo de la desaparición del antiguo régimen vemos que continúan los procesamientos y condenas a los periodistas, los secuestros de libros y publicaciones. En los meses que vienen desde las pasadas elecciones generales, se pueden contar ocho secuestros, diecisiete procesamientos nueve sumarios más abiertos, y aunque evidentemente no estamos en los tiempos de la dictadura y la censura previa, todavía queda camino por recorrer para conseguir la plena libertad de expresión que suele existir en todo país democrático occidental.

Así, hace pocos días, hemos visto a un periodista, director de una publicación, entrar a declarar al juzgado en una camilla: se trataba de Eugenio Suárez, director de Sábado Gráfico, procesado en unión de un escritor de la talla de José Bergamín por un artículo de este último. Otra periodista, Mayte Mancebo, acaba de ser condenada en una sentencia que recuerda los mejores tiempos nazis, o los actuales de un Amin Dada; treinta y dos años de inhabilitación profesional por haber publicado en las revistas que dirigía fotografías consideradas como pornográficas. Cuando en España, hoy, hay un escandaloso «boom» de publicaciones eróticas -unas cincuenta- que se acumulan en quioscos y librerías al alcance de todos, cuyas fotografías e ilustraciones harían enrojecer al marqués de Sade, esta inquisitorial sentencia -que puede ser y tal vez se ajusta de acuerdo a la legislación vigente, no lo ponemos en duda- parece una historia de pesadilla. Todo ello, claro está, sin defender la pornografia, que nos parece una corrupción evidente del mercado. Pero su tratamiento es más político, pedagógico y hasta médico que represivo. Y su tratamiento judicial debe ser profundamente reformado. El «boom» actual de publicaciones eróticas no es más que la lógica consecuencia de cuarenta años de represión absurda e indiscriminada.

Esta irreprimible expansión del mercado de información y comunicación «eróticos» contrasta con la exigüidad actual de la prensa de partido, que, con sus 400.000 ejemplares semanales, repartidos entre doscientas publicaciones, no ha encontrado todavía la fórmula de penetración en el mercado normal informativo. Y a todo ello, con la competencia de RTVE y el peso o lastre de una «prensa del Estado» artificialmente mantenida sin en contrarle la debida solución -sobre todo para quienes en ella trabajan-, se añade la grave crisis económica que aqueja a la prensa, de la cual los últimos dolorosos capítulos son la desaparición de Libre y de Diario de Castilla. Evidentemente, el mundo de la prensa en España requiere una profunda reforma en todos sus aspectos, desde el económico y empresarial al político. Pero todo ello debe primero terminar con las secuelas de la dictadura para conseguir una auténtica libertad de ex presión y de información. Sólo cuando exista, cuando en España haya una prensa pluralista y democrática, repre sentativa de todas las tendencias existentes en el país, donde todas las voces puedan hacerse oír en plena libertad, con un mercado de información normalizado -no artificial y exacerbado como el de hoy- en el que la única intervención del Estado sea la que posibilite y proteja ese debido pluralismo, el país contará con uno de los mejores termómetros para medir la profundidad y autenticidad de su democracia.

07 Mayo 1978

PRENSA Y DEMOCRACIA

Federico Jiménez Losantos

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Se lamentan del auge en el género erótico ante el escaso éxito de la prensa de partido. Le agradecemos al cambio poder comprar revistas verdes y no solo azules, rojas o rojísimas,

En su editorial Prensa y democracia, del 9 de abril, me ha sorprendido el, en mi opinión, desgraciadísimo comentario a propósito de la defensa -absolutamente encomiáble- de M. Mancebo, condenada por la publicación, hace dos años, de fotos consideradas «pornográficas» por entonces y que hoy no se lo parecen al editorialista. Esa sentencia, por tantos motivos lamentable, debería precaverle a la hora de calificar o descalificar la «pornografía», que ni él ni nadie sabrían definir lo que os, si no es que resulta simplemente del ánimo condición variable de sus diferentes censores.Sólo así se entiende el helador párrafo que acompaña la defensa de la periodista: «Todo ello, claro está, sin defender la pornografia, que nos parece una corrupción evidente del mercado. Pero su tratamiento es más político, pedagógico y hasta médico que represivo.»

Así que la pornografía es evidentemente corruptora del mercado. Hay que esperar que la evidencia sagazmente descubierta no se haga pública, porque si la Constitución futura define a España como basada en una economía de mercado, el paso siguiente es preconizar la prohibición de lo que «a quien corresponda» le parezca pornográfico por… anticonstitucional.

Aguardo ese momento, sin embargo, sólo para que me expliquen en qué consiste esa «corrupción» tan evidente. Física no es, porque circula del mismo modo y por los mismos canales que otras mercancías de imagen y letra impresa. Presumo que se trata de alguna corrupción metafísica del mercado por el carácter intrínseco de su contenido «pornográfico», contenido indefinible hoy, según parece, con respecto a dos años atrás, pero que debe haber desentrañado ya el editorialista cuando tan claramente identifica su evidencia «corruptora» de la organización básica de nuestra economía. Ya puestos, ¿nos hará la merced de aclararnos si esa íntima corrupción anti-mercantil de la «pornografía» nace del abismo incorruptible de la extrema izquierda comunista, o si no es de izquierdas ni de derechas, o sea, de extrema derecha?

Más me intriga aún el tipo de «tratamiento» que preconizan. El «político» no puede ser otro que la represión, como hasta hace poco, porque no hay otra alternativa a la permisividad: o pueden circular o no. Paso del tratamiento «pedagógico» hasta que se especifiquen las normas y edades de esa escolaridad sexual. Lo que ya no puede pasar, que se me atraganta, es lo del «tratamiento médico», que en la última instancia se reserva, cabe suponer, para los contumaces del corrupto vicio. ¿Les darán pastillas a los aficionados y electroshocks a los editores o los intemarán a todos en hospitales pornopsiquiátricos -en celdas individuales, por prevenir orgías- para curarlos de ese mal? ¿Serán curas los médicos, o cristianos, al menos? ¿Habrá monjas en este tratamiento, que, por supuesto, no es represivo, qué va, sino médico-pedagógico-político.

Se lamentan del auge del género erótico ante el escaso éxito de la prensa de partido. Si no otra cosa, muchos -números cantan- le agradecemos al cambio político español poder comprar -si queremos- revistas verdes, y no sólo azules, rojas o rojísimas, al garantizar el cumplimiento, con menos trabas, de ley elemental del mercado de la oferta y la demanda, que hasta ahí llega la democracia. Si los empresarios y demócratas lo creen, sólo falta ya que declaren republicana y antimilitar a la «pornografía» para volver a la noble censura, que garantice que por España sólo podamos Ver productos nobles -como hasta ahora- circulando noblemente por un mercado que se defienda de la ruina basado en principios de altísima e íntima incorruptibilidad.

No, señores. No. Las fotografías e ilustraciones eróticas o pornográficas, o lo que ustedes quieran, que se exponen a la venta en España no «harían enrojecer al marqués de Sade» -deberían saberlo, de haberlo leído- ni hacen ruborizar a nadie hasta la fecha, salvo a los que gustan de exhibir rubores.

Lo que sí puede hacer enrojecer -de irritación o enfado, no de vergüenza- es la ligereza y la irresponsabilidades de afinnaciones como las expuestas, indignas en un periódico ejemplar de ordinario en la defensa de la democracia. ¿O es que creen que la «pornografía» es lo malo de la democracia? ¿No están viendo, en el caso Mancebo y en mil más, que la pornografía es, en la sociedad democrática, campo privilegiado donde se disputan y se dirimen cuestiones tan fundamentales como la libertad de expresión y, por ende, la democracia misma, en los pocos países que intentan disfrutarla?