11 junio 1977

El reportaje le echaba en cara su carácter bravucón y aseguraba que había llamado 'cabrón' a Adolfo Suárez o al Rey

Fraga se querella por calumnias contra DIARIO16 y su director, Miguel Ángel Aguilar, logrando el secuestro de su edición, por un serial contra él de Cuco Cerecedo

Hechos

La edición del DIARIO16 del día 11 de junio de 1977 fue secuestrada a instancias de una demanda presentada por D. Manuel Fraga Iribarne, que consideró el artículo ‘Y Fraga cogió su fusil’, una calumnia e injuria en periodo electoral.

Lecturas

Durante la campaña electoral de las primeras elecciones democráticas del 15 de junio de 1977 el director del periódico DIARIO16, D. Miguel Ángel Aguilar, encargo a D. Francisco González Cerecedo ‘Cuco Cerecedo’ que escribiera artículos de opinión satírica sobre las figuras del momento. El Sr. Cerecedo se cebó especialmente con los candidatos de Alianza Popular como D. Carlos Arias Navarro, D. Laureano López Rodó o D. Torcuato Luca de Tena. Pero la figura a la que más atacó fue al su líder y cabeza de lista D. Manuel Fraga, contra el que escribió una larga lista de artículos burlones contra él:

  • «Manolo Fraga: El niño del referéndum» (17 de mayo de 1977)
  • «Y Fraga cogió su fusil. Se inicia la escalada» (7 de junio de 1977)
  • «Y Fraga cogió su fusil. Al fin ministro» (8 de junio de 1977)
  • «Y Fraga cogió su fúsil. El hombre que quiso ser inglés» (9 de junio de 1977).
  • «Y Fraga cogió su fusil. El desliz del centro» (10 de junio de 1977).
  • «Y Fraga cogió su fusil. A su sitio» (11 de junio de 1977).

En lo que parecía responder al deseo de DIARIO16 de hacer el mayor daño posible a la candidatura de Alianza Popular.

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El último capítulo, el de «A su Sitio», molestó especialmente al polítici gallego. En él el Sr. Cerecedo aseguró que al enterarse de que el Rey, tras el cese del Sr. Arias Navarro en 1976 designó al Sr. Suárez como nuevo presidente y no a él, pronunció la frase ‘nos ha dado por el culo este cabrón’. Dando a entender que el Sr. Fraga había insultado al Rey por no haberle nombrado presidente del Gobierno.

El presidente de Alianza Popular consideró aquello una querella y demandó a la empresa editora de DIARIO16, INPULSA, a su director, D. Miguel Ángel Aguilar y al periodista D. Francisco González Cerecedo, que quedaron en libertad abonando 1 millón de pesetas. Además exigió el secuestro de aquella edición – que salía en plena jornada electoral – dimanda que fue admitida y los tribunales ordenaron aquel secuestro.

La muerte repentina de Cuco Cerecedo en septiembre de 1977 pondrán final a aquel pleito judicial. 

17 Mayo 1977

Manolo Fraga: “El niño del referéndum”

Francisco González Cerecedo

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Manuel Fraga Iribarne, “El Niño del referéndum”, Villalba (Lugo), 1922, Segundo matador gallego de la historia. Torero bronco y mandón de corta elegancia, aunque dotado de cierta sensibilidad para captar los sucesivos cambios de estilo en la lidia que imponía en cada momento el paso de los tiempos. Se inició a los quince años como novillero falangista. En las montañas nevadas natales, aquel adolescente del imperio soñaba que los brazos en alto se hallaban rematados por imaginarlos pañuelos blancos que pedían para él oreja y vuelta al ruedo ibérico. Más tarde, con gran voluntad llegó a dominar todas las escuelas sin demasiados esfuerzos de adaptación.

Cambió con frecuencia de apoderado, entre los que merecen ser recordados gentes tan dispares como Ruiz-Giménez, Sánchez Julia, Arrese, etcétera. Tomó la alternativa en 1926, en Madrid de manos de otro matador de sus mismas características que entonces mandaba en la fiesta: Luis Carrero “El Almirante”. Una tremenda cornada de un “matesa” le retiró de la fiesta nacional en 1969, cuando aspiraba a convertirse en cabeza de cartel en la célebre feria de El Pardo hoy desaparecida.

Repuesto rápidamente comenzó a torcar en el centro del reudo con gran sorpresa del respetable que pronto se disiparía al comprobar que, a pesar de su empeño no había abandonado el viejo toreo totalitario que le hiciera famoso. Fanático por las exclusivas, cerró el paso a todos los diestros que no formaran parte de la entonces todopoderosa empresa del Movimiento Nacional S. A., concesionaria, entre otras, de las importantes plazas de toros de El Pardo, las Cortes y Huertas, 73, célebres por las entusiastas ovaciones que prodigaban con los diestros de la casa.

Torpe con la capa y la muleta, Manuel Fraga Iribarne se crece en el tercio de banderillas e incluso los medios más exigentes, no le regatean méritos en el manejo de la espada, al a hora de la verdad. Son ya clásicas en los anales de la Historia, sus actuaciones en los cosos de Montejurra y Vitoria, en 1976, que los espectadores navarros y alaveses jamás olvidarán. Es, al mismo tiempo un torero aseado, tal como señaló el pasado fin de semana la agencia Logos, al destacar que “Fraga Iribarne comparte el cuarto de baño con quienes trabajan con él en la plaza madrileña de Alianza Popular”, la nueva empresa taurina que aspira a sustituir al quebrado Movimiento Nacional.

Consciente del profundo significado de la tradicional frase taurino de “más cornadas da el voto”, trata de evitar que las airadas almohadillas de las urnas inunden los Albertos de los cuarenta años de paz, defendiendo la fiesta nacional a la antigua usanza mientras acusa a otro diestro, Adolfo Suárez, “El Candidato de la Moncloa”, de golpe de Estado y a los piadosos novilleros democristianos, de “alta traición”.

Se quita en ocasiones la chaquetilla con las estampas y escapularios para atacar a los espectadores que le censuran y ha dejado dos frases lapidarias para el rico anecdotario de la fiesta: “La plaza es mía” y “Los toros son mis prisioneros”. Dispuesto siempre a participar gratis en las corridas de Beneficencia, siente especial interés por el tema de los donantes de sangre. El mismo ha ofrecido últimamente la suya, si fuera necesario, a las ciudades de Ceuta y Melilla. La afición se encuentra dividida en cuanto a su futuro taurino.

07 Junio 1977

Se inicia la escalada

Francisco González Cerecedo

Y Fraga cogió su fusil (II)

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Ya en 1941, II año de la Gloriosa Revolución Nacional Sindicalista, hasta los amigos menos perspicaces se daban cuenta de que su condiscípulo Manuel Fraga Iribarne estudiaba para ministro. En aquella época, Gonzalo Fernández de la Mora publica su primer libro crepuscular, titulado “Paradojas”, en el que trazaba un de su amigo Manolo: “Es alto, de contistución atlética y el gesto fruncido, un poco cómico. Anda como los filósofos de opereta: a grandes pasos… quiere ser ministro y hacer una legislación nueva. Remover a la nación… detesta los versos y los ensayos… Comulga todos los días y mira siempre con un cierto aire de superioridad”.

Sabe lo que quiere. Sólo falta la táctica. Como primera medida piensa que no se puede dar órdenes a los semejantes si no se han cumplido previamente dos importantes requisitos: ganar algunas oposiciones y escribir varios libros. Y todavía, en 1976, mantiene esta idea cuando critica a Adolfo Suárez, en conversaciones privadas, porque no ha hecho ninguna de las dos cosas. Cuando su amigo y paisano, Antonio Carro, contagiado por la ardiente vocación de Manolo, le pregunta en un verano de Villalba de 1947, qué hay que hacer para llegar lejos, Fraga le contesta: “Lo importante es ser letrado del Consejo de Estado”. La fórmula debió dar resultado, porque el exministro Carro evoca agradecido: “Le hice caso y en buena medida creo que se debe al consejo y al ejemplo de Fraga que hoy sea lo que soy”.

El número dos

Se dispuso a vencer, en primer lugar, los obstáculos del propio carácter que dificultaban el triunfo. La timidez y el retraimiento que traía del Lugo natal desaparecieron con el cultivo del gimnasio y de la arrogancia mussoliana tan en boga en aquellos tiempos. Una vez controlada la parte muscular se ocupo de domeñar los instintos: “Manolo Fraga – afirma su compañero Núñez Lagos – era un chico piadoso, sin gazmoñería, casto y puro, que demostró un gran dominio sobre su fuerte temperamento”.

Todavía los discursos y los mítines actuales del líder de Alianza Popular constituyen una exacta reparación en escena, a través del túnel de tiempo  de los esforzados opositores de antaño, encerrados durante horas en torno a la camilla, la mirada perdida en el techo recitando la monocorde salmodia de los temas y la mano absorta en el fondo del pantalón estimulando autocráticamente el intelecto. En 1945 estrena la colección de oposiciones como oficial letrado de las Cortes. Un año después, atraído por el brillo social de la Encuesta Diplomática y a petición de su novia, obtiene el número uno en la oposición. Poco después de conocerse la noticia del ingreso de Fraga en el Cuerpo Diplomático, abandonan España la mayor parte de los embajadores extranjeros. En 1948 consigue con el número uno la cátedra de Derecho Político de la Universidad de Valencia, pero con impecable lógica solicita inmediatamente la excedencia: no se puede estudiar para ministro desde Valencia.

La grandeza del número uno no oscurece la del número dos, afirma la Ley de Extinción de la masonería, cosa que olvidan los obsequiosos y detallistas biográficos de Fraga, que ocultan que en diciembre de 1953 fue el número dos en las oposiciones a cátedra de Teoría del Estado de la Universidad de Madrid, detrás del profesor Carlos Ollero. Humano es quedar segundo, aunque los hagiógrafos piensen lo contrario. Lo malo es que Manuel Fraga, según cuentan los contemporáneos, tuvo que anular en el hotel Nacional de Atocha la cena de homenaje que estaba encargada para celebrar el primer puesto.

Todos los carnets

Durante la feroz etapa de lucha por el poder de los años 40 y 50, el opositor Manuel Fraga es un prodigio de cordialidad hacia todas las posibles fuentes del poder. Mantiene estrechos contactos con la Falange a través del SEU, que le nombra delegado de curso y le concede el Víctor de plata. Luego Arrese le llevaría con su equipo en su breve etapa ministerial. Frecuenta la Congregación Mariana de los jesuitas, en la calle Zorrilla y tampoco olvida el cultivo de la poderosa Asociación Católica Nacional de Propagandistas, de Sánchez-Julia, vivero de tantos ministerios. Sin descuidar al tradicionalista Esteban Bilbao, presidente de las Cortes.

En su estancia en el campamento de milicias universitarias de La Granja, en la V Compañía, es donde Manuel Fraga da la verdadera medida de su culto a la disciplina. “¿A sus órdenes, mi alférez, se presenta el sargento-aspirante Manuel Fraga Iribarne. Quiero decirle de que yo no tuve la culpa de lo que pasó anoche en la tienda y si hay que dar parte, yo daré los nombres de los que lo hicieron”. Quien escucha la nerviosa perorata es el oficial José Antonio Hernández, hoy conocido ginecólogo madrileño, que pide en vano al sargento-aspirante Fraga que baje la mano de la posición de saludo sin saber a qué se refiere. Resulta que la noche anterior los compañeros de tienda de Fraga habían estado alborotando después del toque de silencio y le habían hecho la broma de que el oficial de guardia les había oído y que Fraga como jefe de tienda se la iba a cargar. Reverencioso y prusiano, al decir de Hernández, Manuel Fraga era el foco de las bromas, a veces pesadas, de estudiantes y oficiales. Superaría el trauma, años más tarde nombrando al capitán de su compañía, Blanco Argibay, oficial mayor del Ministerio de Información y Turismo, y luego, en 1975, su secretario privado en el Ministerio de Gobernación.

La necesidad de afirmación a través de los uniformes le acompañaría toda la vida. Cuenta el exministro Antonio Carro que Fraga en su época de ayudante de cátedra, se presentaba a dar clase vestido de alférez y se daba la casualidad de que tenía como alumno al coronel de su regimiento. Cuando decidió aprender a montar a caballo, iba a clase con las botas de montar puestas. En los años 60 apareció en un Consejo de Ministros disfrazado de cazador, y durante su época de embajador en Londres, en 1973, gustaba de ser fotografiado con el uniforme de inglés.

Su fascinación por el latín producto de la estrecha infancia gallega, habría de causarle algunos quebraderos de cabeza, felizmente superados por la comprensión de sus amistades. En 1948, el Instituto de Estudios Políticos publicó la obra “El derecho y los oficios de la guerra”, del escritor del siglo XVI Bartolomé de Ayala, traducida del latín por Manuel Fraga Iribarne. Nada más distribuida por las librerías, el Instituto mandó recoger apresuradamente la edición que permaneció depositada durante algunos años en los sótanos de la entidad hasta que fue somitida al fuego purificador a petición del propio traductor. Los malos hados se habían cruzado. Un catedrático de latín, José Vallejo, y el subdirector del Instituto, Manuel Torres López, emitieron un informe sobre la traducción latina del joven estudioso Fraga señalando que “contenía errores de bachillerato”.

Pero el poder continuaba proyectando sus guiños sobre Manuel Fraga, que acudía en trance a su llamada. El cambio ministerial de 1951 llevó a Ruiz Giménez al Ministerio de Educación y en su estela, entró Fraga en el Instituto de Cultura Hispánica. Dio pruebas de su carácter resuelto durante una conferencia de Dalí organizada en el María Guerrero por el Ministerio, al salir al escenario para llamar bellacos al público que se agolpaba para contemplar al surrealista del franquismo. En 1956 cae Ruiz Giménez, el católico de ACNP, pero no importa. Llega Arrese, el falangista puro que pretende implantar las esencias más totalitarias del fascismo, y con él llega también Fraga, que colabora en algunos de los proyectos de ley de Arrese y solicita la subdirección del Instituto de Estudios Políticos. Un año más tarde, nueva crisis ministerial tras la caída de Arrese. Aparece en escena el Opus con Ullastres, Navarro Rubio y López Rodó a la sombra de Carrero. Herrero Tejedor recomienda a Fraga para la Delegaciónn Nacional de Asociaciones, que acepta, siempre partriótico, porque “en aquel momento tenía el deber de aceptar”. En 1961, el Movimiento ha perdido la fuerza y Fraga pide la dirección del entrañable Instituto de Estudios Políticos que trata de hacer pasar a depender orgánicamente de Presidencia, donde están Carrero y López Rodó, las verdaderas fuentes de poder en el país.

Todo se halla a punto. A principios de 1962, alguien sugiere al almirante Carrero reeditar su obra “España y el mar”. Fraga hace el prólogo elogioso. EL 7 de julio de 1962 es citado en El Pardo. Y de nuevo, El Rito, pudibundo, y detiene el coche un momento en la carretera “para resolver”.

Francisco Cerecedo

08 Junio 1977

Al fin ministro

Francisco González Cerecedo

Y Fraga cogió su fusil (III)

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Lo había conseguido. Siete años de 1962 a 1969, iba a durar la kermesse heroica del ministerio. Manuel Fraga, con la capacidad de análisis que le caracteriza ofrece una de sus originales síntesis de aquel periodo. “Yo he sido una persona muy felicitada por ciertos sectores de izquierda en los años 60 y 70”. Su fiel portamaletines, Gabriel Elorriaga, con su reconocida independencia de criterio coincide con la visión de su ministro al comentar la campaña organizada por ellos, en 1964, con motivo de los XXV Años de Paz, a golpe de tedeum en el Valle de los Caídos, asegurando que “fue muy bien acogida, incluso a sectores no demasiado partidarios del régimen”.

Efectivamente no existió sector de la izquierda o de la simple oposición, como se verá a lo largo de este trabajo, que se sintiera discriminado en el interés de Fraga. El primer sector que, cronológicamente quedó en deuda con Fraga fue sin duda el Partido Comunista por la conferencia de prensa organizada por el ministro de Información con motivo de la detención y procesamiento del dirigente comunista Julián Grimau, que sería ejecutado en abril de 1963. “Dentro de unos días – aseguró Fraga” – daremos un dossier espeluznante de crímenes y atrocidades personalmente cometidas por este caballerete”.

Los grupos socialistas y cristianos, representados por los catedráticos Tierno Galván y Aranguren y su colega de claustro García Calvo, tuvieron asimismo motivos de agradecimiento por el ministro de Información, quien, al votar en favor de su expulsión de la Universidad, en contra del resto de los ministros catedráticos evitó a sus tres compañeros el peligro de algún golpe de porra perdido y pisada de caballo durante laos cursos siguientes con la presencia de la Policía en el campus universitario.

La prensa independiente tampoco pudo menos de felicitarse de la colaboración de Fraga en conseguir una prensa libre, pero sin libertinaje. Aunque los chicos de la prensa, a pesar de la buena voluntad del ministro y de las cuatro mil pesetas que solía repartir a quienes las aceptaban tras los consejos de ministros veraniegos de La Coruña y San Sebastián, no sabían discernir por sus limitados medios la esencia de la libertad tal como la entendía la poderosa inteligencia de Fraga. “Será una libertad para mantener limpia España”. Y, así, desde 1966 a 1969 el ministro de Información se vio obligado a imponer cuatrocientas sesenta y un sanciones administrativas a diferentes publicaciones entre las que destacan la limpieza del DIARIO MADRID durante cuatro meses, del semanario catalán DESTINO por dos y de la entrega de EL ALCÁZAR a la Hermandad de ExCombatientes. Con razón ahora al referirse a aquellos entrañables viejos tiempos explica a sus entrevistadores: “La libertad de prensa la he hecho yo”.

Cortes de pelo.

El escritor católico José Bergamín fue forzado al exilio tras la campaña desarrollada por Fraga en la prensa doméstica del país y en su portavoz el semanario EL ESPAÑOL, raíz de la carta firmada en 1963 por ciento dos intelectuales españoles protestando por los métodos empleados en la represión de la huelga de Asturias. Se denunciaba en el escrito los malos tratos a los numerosos detenidos, el corte de pelo a varias esposas de los mineros y diversas acciones de las fuerzas de represión como el haber dado una patada en el vientre a la mujer embarazada de un minero diciendo: “Un comunista menos”. En las páginas de EL ESPAÑOL Fraga desata sus iras con un artículo firmado personalmente en el que niega la mayor parte de las acusaciones contenidas en la misiva colectiva, excepto los cortes de pelo a las mujeres que el ministro, con su ruda ironía, califica de simple tomadura de pelo.

La obra culminante, la apoteosis de Manuel Fraga, fue la organización del referéndum de 1966, donde jamás estadista alguno brilló con luz tan propia. En las altas esferas oficiales existía el temor, compartido por Franco, que el mano pucherazo electoral resultara un fracaso. Poco tiempo antes se habían celebrado unas elecciones municipales que, a pesar de la satisfacción oficial que Fraga impuso a los periódicos felicitándose de la gran afluencia de votantes’, habían arrojado, según comentaban confidencialmente las autoridades, un porcentaje de abstención equivalente al ochenta y siete por ciento.

Sobran votos

Pero esta vez no iba a ocurrir así porque el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, se iba a ocupar personalmente del éxito. Como primera medida había que conseguir un elevado apoyo moral e intelectual para la patriótica operación. Lola Flores, Paquita Rico, Genío, Ángel de Andrés, Pirri, Joselito, Manolo Caracol, entre otros colegas, aparecieron sucesivamente por televisión para anunciar que ellos, con su alto magisterio, votarían “SÍ”. El ministro Solís, compañero de desventura de Fraga en 1969, quiso también echar una mano a su colega afirmando: “El que vota no, vota la anti-España”. Frase que luego redondeó con el laconismo propio de su estilo: “El que no vote no es un hombre”. Al mismo tiempo, Fraga hacía gala de su genio detallista-administrativo y prohibió la difusión de la canción de Raimon “Diguem no” y las actuaciones de un conjunto musical con mala fortuna onomástica llamado ‘Los No’.

Seis ilustres aguafiestas: Joaquín Ruiz Giménez, Joaquín Garrigues, Rodrigo Uría, Luis Lamana, Juan García Barbón y Manuel Villar Arregui escribieron una carta a Franco expresando su disconformidad con el planteamiento del referéndum aduciendo que el “no” era tan legal como “el sí”. Pero nada podría detener la implacable apisonadora de Fraga. Más de veinte millones de electores descubrieron, con asombro, que las papeletas en mano se reproducían por esporas. El HERALD TRIBUNE destacaba que “el Gobierno español había encontrado dos millones de votantes no censados previamente”. Algunos periodistas extranjeros pudieron votar varias veces en un colegio de Madrid. En Málaga y Ciudad Real votaron un 15% del censo. El triunfo consagraría a Manuel Fraga como experto en elecciones, hecho que, legítimamente, no deja de explotar ahora, en relación con los comicios de junio.

Nada referente al hombre le es ajeno a Manuel Fraga. El mismo año del Referéndum, el ministro de Villalba probó con éxito el terreno de la investigación semántica. Con la autoridad que le daba el cargo impuso a los periódicos españoles la denominación de artefacto nuclear para sustituir a la de bomba atómica, que podía ser mal interpretada por las alarmistas mentalidades hispanas, a raíz de un pequeño incidente acaecido en Palomares (Almería), donde chocaron en el aire dos bombardeos norteamericanos en pie de guerra atómica.

Tiro al glúteo

A veces el exceso de trabajo permitía algún fugaz descanso que Fraga empleaba en preparar la única oposición en la que no aprobó ni el ingreso: cazador. Uno de sus sonados exámenes se produjo en la finca del patrimonio nacional de Santa Cruz de Mudela, lugar en el que Franco invitaba a cazar perdices y donde años antes se había batido el récord de España con cerca de 5.000 perdices abatidas por diez o doce escopetas. Se trataba de un terreno muy llano, en La Mancha, y las perdices terminaban agotadas de un ojeo al otro, según cuentan testigos presenciales, y la cacería se convertía en una auténtica mascare, matándolas incluso a palos”. Fue en tan grato escenario cuando el cazador aspirante Manuel Fraga le alcanzó de una perdigonada en el ilustre glúteo a la marquesa de Villaverde, instalada en el puesto contiguo. Se inició entonces la desbandada entre los invitados pensando, quizá, que había llegado la hora de la reforma fraguista. Franco, con su fino instinto, comentó: “¿Qué pasa?” Es que viene algún bicho?”.

El manejo de la escopeta a todos los azimuts no le impedía a Fraga el empleo de formas más sutiles para tener controlados a los demás. Nada más instalado en el Ministerio de Información creó la denominada Oficina de Enlace, conectada directamente con los servicios de inteligencia de la Policía y de la Presidencia. Cuentan sus antiguos colaboradores que también le gustaban los chismes sobre ministros, a los que luego lealmente les telefoneaba para advertirles: “Ten cuidado, se die esto de ti”. En ocasiones se adelantaba el propio ministro de Gobernación Camino Alonso Vega, al que alguna vez dejó en evidencia delante del propio Franco, al proporcionar directamente al dictador información que ignoraba don Camilo.

Tanta felicidad tenía que terminar algún día. En el verano de 1969, Fraga cometió su primer traspié intramuros al calcular equivocadamente su relación de fuerzas con el lobby del Opus Dei, encabezado por López Rodó. Desliz que actualmente justificaba: “La designación del Príncipe Juan Carlos como sucesor nos distrajo a muchos ministros y del asunto de Matesa no nos enteramos bien”. Ahora, en las monótonas guardias comunes de Alianza Popular, el colega Laureano podrá explicar todo. “Laureano – reconocía hace dos años Fraga – es partidista y capaz de cualquier cosa para lograr sus fines”.

Sus colaboradores se enteraron por los periódicos del final de la larga marcha. “A la gente que tenía alrededor – recuerda el que fue jefe de su Secretaría durante seis años, Rey Stolle – no le permitiría nunca la menor confianza en el plano personal. Yo creo que en seis años habré cambiado con él tres o cuatro palabras de tipo coloquial”.

Cuando el 10 de julio de 1962, se hizo cargo del Ministerio de Información y Turismo, aseguró que venía a defender el honor de España. Cuando un periodista le preguntó una vez por qué la gente quería ser ministro, respondió: “por la posibilidad de servir a los más débiles”. El 29 de octubre de 1969, Manuel Fraga transmitía el cargo entre abundante y decepcionantes lágrimas a Alfredo Sánchez Bella. El honor de España y los más débiles del país, entraban en una fase de súbito desamparo que se habría de prolongar hasta 1975, fecha en que al grito de ‘la calle es mía”. Fraga tomaría de nuevo posesión del rocinante ministerial.

Francisco Cerecedo

09 Junio 1977

El hombre que quiso ser inglés

Francisco González Cerecedo

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El Hombre que quiso ser inglés

Tras la inmensa decepción del cese ministerial de 1969, Fraga entra en una crisis de honradez política que no tuvo tiempo de practicar en los atareados tiempos de ministro. Alude a los grandes principios morales, para justificar el haber tirado de la manta en el asunto Matesa, que había provocado su caída: “Se pretende hacer creer que, aunque los hechos sean esos, se ha exagerado por razones políticas. Pues bien, si los hechos fueran ciertos, no había ni hay más política que la de aclararlos y sancionarlos”.

Comienza, en esa época, las conferencias con citas de San Agustín: “Si la verdad se toma ocasión de escándalo, más útil es permitir el escándalo que abandonar la verdad”. Con ma´s tiempo libre se abraza ahora a una verdad que no pudo cultivar en el pasado por sus múltiles ocupaciones con casos como el de la muerte del estudiante Enrique Ruano, la bomba de Palomares, el referéndum, etcétera. Nunca es tarde para convertirse en paladín de la verdad, como lo demostraría años más tarde, cuando era ministro de Gobernación, en el esclarecimiento de las responsabilidades por los trágicos sucesos de Montejurra y Vitoria, en 1976.

El Opus no me va

Los castos y piadosos varones del Opus Dei, con López Rodó a la cabeza son objeto de las acusaciones y reproches del ex ministro que les recrimina el sillón perdido y se distancia de ellos: “Afortunadamente para mí – afirmaba – no he sido un oportunista que haya buscado ayudas de tipo espiritual para problemas de naturaleza corporal”. Y añadía: “La pasión de mandar y la codicia son insaciables. Pero además aunque fuese verdad que en esas actividades se actúa de modo individual, nadie lo creería. Yo desde luego, nunca lo he creído.

Ninguno del os antiguos superiores se libra de la amarga decepción de Fraga, que durante tanto años, y a fuerza de tantas reuniones se había preparado “para servir”. Ni siquiera el propio jefe del Estado quedó al margen de las endechas políticas del ex ministro. Sólo dos meses después de haber sido cesado reapareció en el Consejo Nacional del Movimiento que, el 15 de julio de 1969 debatía el tema de las asociaciones. “Preocupado – en propia expresión . por el destino del Movimiento en los años próximos”. Para recordarle irrespetuosamente a Franco que se acercaba “un futuro en el que no  va a estar”. En 1971, el mayor fabricante de sies del país – veinte millones en el referéndum de 1966 – votaba no al proyecto de ley sindical.

La paciencia y el agradecimiento de Franco a su fiel servidor llegó al límite. En 1971 le cesa como miembro de la cofradía de «los cuarenta de Ayete», la flor de la dedocracia del régimen, y como procurador en Las Cortes. El dictador mostraba su descontento por la actitud del otrora sumiso ejecutor de sus consignas, según recogen las memorias del teniente general Franco Salgado: «Las palabras de Fraga – manifestó el general Franco a su primo – fueron impropias de quien desempeñó durante muchos años un cargo de absoluta confianza en el que cesó por razones políticas, pero no por su mala actuación.  Es una pena que el que está en estas condiciones no sepa conformarse con la decisión de sus superiores». Pilar Franco, más castiza afirmaba en alguna entrevista: «Fraga está resentido porque Paco le quitó de ministro, y por eso no cita a mi hermano en ninguno de sus discursos». Habría que dejar pasar el tiempo. Muerto el dictador. Fraga no cesa de prodigarle elogios y proponerle como heredero.

Carrero, tampoco

11 Junio 1977

A SU SITIO

Francisco González Cerecedo

Y FRAGA COGIÓ SU FUSIL (VI)

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"Fraga durante una comida en casa de Pérez Escolar, con la asistencia de Pio Cabanillas y Areilza, Manuel Fraga, en pleno ataque de furor, arremetió contra Suárez, el Rey y todo bicho viviente. A la salida con su característico estilo, aseguró al conde de Motrico: “Nos ha dado por el culo ese cabrón”".

En julio de 1976, Fraga, con el Ministerio de Gobernación a cuestas, cae por segunda vez. Es un misterio doloroso, porque don Manuel, como le sucediera en 1969, no se enteró con la debida anticipación de la crisis de Gobierno que provocaba nuevamente su caída. La cólera del profesional de la salvación de la Patria fue bíblica. Días más tarde, durante una comida en casa de su amigo Rafael Pérez Escolar, con la asistencia, entre otros, de Pio Cabanillas y José María de Areilza, Manuel Fraga, en pleno ataque de furor, arremetió contra Suárez, el Gobierno, el Rey y todo bicho viviente. Según reucerda uno de los comensales, ‘menos declararse republicano, dijo de todo’. A la salida con su característico estilo, aseguró al conde de Motrico: “Nos ha dado por el culo ese cabrón”.

El 3 de septiembre, Fraga, Pío Cabanillas y Areilza se reunieron en un restaurante de Madrid para hablar del gran partido centrista que se proponían montar juntos. A los postres, después de haberles dejado exponer el proyecto, Fraga dio la sorpresa confesando que estaba preparando la creación de Alianza Popular, con ilustres personajes de la España totalitaria, como Fernández de la Mora, Thomas de Carranza, Silva Muñoz, etc. Y añadió a sus asombrados interlocutores: “He hecho un largo estudio este verano, y creo que mi voto está ahí. El voto mio es el del franquismo, y no tengo otro. Y como no tengo otra opción, me voy adonde están mis votos”. Pio Cabanillas demudada la color, exclamaba: “¡Este hombre está loco!”

Reconciliación con Pilar

No estaba loco Manuel Fraga Iribarne. Después de haber cogido su fusil, Johny volvía a casa. Quien primero comprendió su gesto fue la segunda vestal del franquismo. Pilar Franco, quien no vaciló en olvidar los pequeños reproches que tenía contra el ex ministro de su hermano, y ahora, en su esplendida lucidez, anuncia que va a votar a Fraga porque “sabe mandar”.

Grandes dosis de generosidad eran necesarias para poner en marcha la magna operación de renovar el franquismo. Y Fraga la tuvo. Como primera medida, había que reconciliarse con todas las familias del régimen con las que había disputado desabridamente el poder en los felices años de la dictadura. Hombres como López Rodó, causante de su cese, entre lágrimas, en 1969. Como Silva Muñoz, con quien, según cuentan amigos, Fraga mantiene un “antagonismo visceral”, que originó numerosas fricciones en diversas ocasiones y sobre todo a la hora de formar el Primer Gobierno de La Monarquía en el que Silva quedó fuera. Todos ellos llevaron a cabo un supremo esfuerzo para poner en hora sus susceptibilidades con la arrolladora insolencia del que se verían obligados a reconocer como secretario general de la neofranquista Alianza Popular. Indudablemente dotado para las metáforas de corte canónico, Laureano López Rodó sintetizó la situación con una frase, al mismo tiempo condenatoria del divorcio: “Los de Alianza seguiremos juntos hasta que la muerte nos separe”.

Fraga se lo agradecería con otro símil de contornos piadosos: “Los molinos de Dios, en la historia de los pueblos, muelen muy despacio pero muelen muy fino”. Y para que todos los familiares totalitarios se sintieran confiados, preparó desinteresadamente para ellos una breve síntesis de todos sus vastos conocimientos adquiridos tras largos años de cátedra y des esfuerzo en el dominio de la ciencia política: “Los enemigos de España son el comunismo, la pornografía y la inflación”.

Entre los maestros más queridos de Manuel Fraga, no se puede dejar de mencionar especialmente a Ramiro de Maeztu, por quien el dos veces cesado de Viqalba siente una rara afección. Durante algunos meses de 1974, Fraga llenó al ABC y algunos teatros del país con la resurrección de Maeztu, con quien por un tiempo, trató que lo identificaran, Precisamente fue durante una conferencia dedicada a Maeztu, en el cine Astoria de Vitoria, donde la magnética personalidad de Fraga descubrió nuevas propiedades taumatúrgicas anticatarrales, según revelaba el ABC en su crónica del día siguiente, testimoniando que “en sesenta minutos no se escuchó ni una tos”.

Pero ¿quién era Maeztu, con quien fraga se sentía tan identificado? Una persona poco sospechosa de partidismo, Juan Ignacio Luca de Tena, padre de un candidato al Senado por Alianza Popular, cuenta la siguiente anécdota: “En la adjudicación del premio Luca de Tena, Ramiro de Maeztu, que era jurado, se negaba a concederlo a Francisco Casares porque era redactor de EL SOL, con estas palabras: “Yo también creo que ése, auqnue sea por un pelo, es el mejor. Pero no vamos a engañarnos unos a otros: por el papel y los caracteres de imprenta se ve bien claro que uno está publicado en EL SOL y otro en LA NACIÓN. Considero a EL SOL mi enemigo, y como creo que al enemigo hay expulsarlo, aprisionarlo e incluso calumniarlo…

Poeta preso

Un poco por sus profundos estudios, otro por haber vivido de cerca el franquismo, y quizá también por llevarle la contraria a Rousseau, don Manuel Fraga no tiene demasiada fe en el género humano. Durante su época de embajador en Londres, un grupo de industriales valencianos que participaban en un congreso sobre insecticidas pasaron por la Embajada a saludar a don Manuel, quien, en el hall del viejo edificio diplomático, les reconvino: “Y mucho cuidado con lo que hacen. No roben los ceniceros, que no son de la Embajada, que son míos”.

Y la desilusión de los semejantes no distingue con toda lógica de edades. Si el hombre es malo por naturaleza, también lo es el niño. Y así, al ministro de Información Fraga Iribarne no le tembló el pulso a la hora de mantener encarcelado durante varios días a un niño de diez años de Zaragoza que, cuando se encontraba solo en casa había descolgado el teléfono para leer a la Policía un “poema subversivo” escrito por él mismo. “Si algo funciona en este país – diría más tarde, orgulloso – son las Fuerzas de Orden Público”.

Si a los diez años ya se puede tener el alma infantil definitivamente impregnada de marxismo, pornografía e inflación, que no podrán ocurrir a una hermana de más edad que pertenece a Comisiones Obreras. Ana Fraga Iribarne, trabajadora de la Standard Eléctrica madrileña, no se salva de las iras de su implacable hermano. “Cuando se entra en el PCE se suele prescindir de la familia y de otras cosas más”.

Golpe de Estado

Con fino instinto político, no le importa analizar las situaciones en profundidad, caiga quien caiga. Así, en enero de 1977, durante el mes sangriento que vivió el país con los secuestros de Oriol y Villaescusa, y los asesinatos de los abogados laboralistas de Atocha y de manifestantes y Fuerzas del Orden Público, Fraga Iribarne manifestó en Whasington que no creía que los autores de los atentados de Madrid fueran de la ultraderecha. Piensa que fueron realizados por un solo y único comando que llegó del exterior del país y consiguió salir del territorio nacional. Y luego añadió que existía en España una campaña para persuadir a la gente de que se trataba de un golpe de la extrema derecha.

En plena euforia porque la realidad corroboraba la justeza de sus interpretaciones políticas, acusó de ‘alta traición’ a un grupo de representantes cristianodemócratas españoles que asistieron a diversas sesiones del Parlamento Europeo reunido en Estrasburgo. La legalización del Partido Comunista durante la semana de Pasión de 1977 desencadenó las iras de Manuel Fraga, que acusó de ‘golpe de Estado’ al presidente Suárez, mientras invitaba a corregir la situación del Ejército.

Para aplacar tantas iras que despierta en don Manuel este dolorido país, toma grandes cantidades de tila por las mañanas y se prohíbe desde hace muchos años, toda clase de bebidas excitantes que sobreañadir a su ya exuberante vitalidad. Cuando se pone demasiado nervioso, según cuentan sus colaboradores, abandona el despacho y entra en el cuarto de baño contiguo para darse una espectacular friega de colonia en el pelo para calmarse y luego sale con la cara encendida y los pelos de punta.

Orgía de nihilismo

Otra cosa que le molesta sobremanera es el caso en el que se encuentra actualmente el país echando, probablemente de menos aquellos tiempos de 1969, cuando la orgía de nihilismo a que se hallaba entregada la juventud de la época le obligó a anunciar que se decretaba el estado de excepción en España. Aunque aún no todo es malo en España. Todavía una mujer puede salir a las dos de la mañana a la calle a comprar una aspirina, sin que se metan con ella. O le caiga un bote de humo en el bolso. Pero, claro, siempre que haya salido realmente a comprar una aspirina – puntualizaría don Manuel – siempre ojo avizor para cualquier sutil forma de subversión y capaz de distinguir a una mujer decente de otra que no lo es, según intenta alcanzar a nivel nacional, en su programa Alianza Nacional.

La campaña electoral de Fraga constituye un espectáculo suntuoso que estimula, apasiona, indigna y regocija a la fiel asistencia. Sin lugar a dudas, representa la campaña electoral más original y expuesta a toda clase de sorpresas de cuantas se disputan las blancas papeletas de las sufridas huestes hispanas. En cualquier mitin, pueden surgir seis gallinas, como en Orense, ostentando carteles con los hombres de Montejurra y Vitoria. Fraga, aficionado a la caza, gusta de vivir inmerso en la naturaleza gracias a las alusiones zoológicas que prodiga. A Carrillo le llama “lobo con piel de cordero”. Al público de Badajoz que le abucheó durante su conferencia, les recomendó que utilizaran el micrófono “en vez de rebuznar”.

Rifles telescópicos

En ocasiones, decae la fiesta y entonces Fraga se quita la chaqueta y, acompañado por sus numerosos guardaespaldas, se lanza contra el público para romper el hielo de los primeros contactos. Otras veces, el acaparador Fraga permite a Silva Muñoz un quite y llamar mercenarios pagados por los partidos a los periodistas. La auténtica apoteosis de la persuasión se produjo en Cuenca, hace dos semanas, cuando cerraron el alto organizado por Alianza Popular, los reputados payasos Listín y Tolón, mientras regalaban el disco de Jaime Morey con la canción ‘La Verdadera libertad’.

En el bunker de Alianza Popular de la calle Silva, 21, con los guardaespaldas de rifle telescópico al acecho de cualquier anormalidad, Manuel Fraga renueva todos los días, en su pensamiento, la amenaza de salvarnos a los españoles. Gran cantidad de escarmentados habitantes de este país han renunciado, al parecer, a los beneficios que la desinteresada intención de Fraga pueda reportarles. Pero, con la buena voluntad de un ‘boy scout’, empelado en ayudar a cruzar la cale a una anciana, aunque ésta no quiera, Fraga no se inmuta: “no creo que haya dudas a estas alturas, de que siempre he sido un reformista.

Francisco Cerecedo

10 Junio 1977

Alianza Popular: las cenizas del franquismo

Editorial (Director: Juan Luis Cebrián)

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López Rodó fue responsable de la política que impidió a nuestro país aprovechar la prosperidad europea, Fraga no supo impedir Montejurra o Vitoria, Arias Navarro es uno de los responsable del caos urbanístico de Madrid nacido durante su gestión como alcalde.

Un indicio de que la vieja clase dirigente del franquismo es incapaz de tomar contacto con la realidad es su permanente reivindicación del pasado.Así, Alianza Popular se esmera en fundamentar su imagen en la experiencia gubernamental de, los seis ex ministros que encabezan la federación. La apuésta es perfectamente lógica. Quienes creen que las cuatro décadas de franquismo pertenecen a las páginas más gloriosas de la historia de España, y que la «mayoría silenciosa» del país está plenamente de acuerdo con esta interpretación, hacen perfectamente en basar su campaña sobre el recuerdo de su contribución al pasado.

Claro que si el franquismo es -como pretende Alianza Popular- algo de lo que ningún español debe abjurar, la conclusión es que el pintoresco tinglado bautizado con el nombre de democracia orgánica debería ser restablecido de inmediato.

El franquismo era, por esencia, incompatible con el sufragio universal, libre y secreto, con los estatutos de autonomía, con el control de la gestión del ejecutivo por parlamentarios libremente elegidos, con la designación del Gobierno por las Cortes, con la libertad de prensa y con la libertad de asociación política y sindical; en suma, con el conjunto de instituciones y prácticas democráticas que se dibuja como horizonte posible de la España que nazca el 15 dejunio tras las elecciones.

El lanzamiento de Alianza Popular se hizo en torno a personalidades representálivas y responsables de la última época de la dictadura. El señor López Rodó fue el cerebro gris de aquella también gris pero poderosa figura que se llamó Carrero Blanco; fue también el orientador de la política económica que impidió a nuestro país aprovechar la prosperidad europea para sentar las bases de un desarrollo equilibrado y a largo plazo. El señor Fraga administró los márgenes de tolerancia de la ley de Prensa, promulgada por iniciativa suya, confundiendo el paternalismo con la libertad, la tolerancia con los derechos de los ciudadanos. Más tarde, como ministro de la Gobernación con el señor Arias, no supo ni pudo impedir, ni aclarar, hechos tan graves y sangrientos como los de Montejurra o Vitoria, y quiso otra vez administrar la libertad.como si fuera su propiedad privada. Fue también el introductor de las técnicas modernas de intoxicación ideológica que se ensayaron en la campaña de los XXV años de paz y se aplicaron a pleno rendimiento en la preparación del referéndum de 1966.

El señor Martínez Esteruelas irrumpió en el mundo de la educación con gran estruendo y voluntad. Lo único que se recuerda de él fueron los exámenes de selectividad y el arbitrario cierre de la Universidad de Valladolid. El señor Silva Muñoz, en su frenesí por apuntarse-las obrás de infraestructura normales en cualquier país de mediano desarrollo, echó.sobre las espaldas de los contribuyentes el disparatado trasvase Tajo-Segura, que parece el mal sueño de un arbitrista. El señor Dela Fuente presidió desde el Ministerio de Trabajo la administración de la Seguridad Social, cuyas cuentas son cuidadosamente no explicadas a los españoles que las sufragan. Algún día su explicación mostrará las consecuencias de varias décadas de administración incontrolada. El señor Fernández de la Mora, diplomático metido a ministro de Obras Públicas, inventó las doctrinas apologéticas y justificadoras del sistema. Finalmente, el señor Thomas de Carranza completó con las tijeras y él lápiz rojo, como censor implacable de libros, las actuaciones represivas de sus superiores y colegas.

El fichaje del señor Arias ha ayudado después a establecer plena y nítidamente la identidad del equipo. Ya es grave que uno de los responsables del caos urbanístico de Madrid, nacido durante su gestión como alcalde, figure como candidato para el Senado por esa provincia en unión del arquitecto que perpetró la Torre de Valencia, uniendo en un mismo acto una operación de especulación del suelo, llevada a cabo desde el propio Ayuntamiento, con la destrucción de una de las más hermosas perspectivas de la capital. Pero raya en lo increíble que el presidente del Gobierno que dio el «enterado» a los últimos cinco fusilamientos del franquismo, en un lúgubre recordatorio de la represión de postguerra a la que contribuyó personalmente como fiscal en Málaga, gobernador en León y director general de Seguridad, que el ministro de la Gobernación que fue incapaz de impedir el asesinato del almirante Carrero Blanco, sea invitado por los siete magníficos a cabalgar de nuevo con ellos. Arias fue un verdadero incompetente al frente del Gobierno, con Franco y con el Rey. Destrozó la economía, enconó el problema vasco, provocó la segunda retirada de embajadores conocida por el régimen, acabó con la Universidad y multiplicó los servicios de espionaje e información. Todo un modelo.

Con todo, la burla más sangrienta de la propaganda de Alianza Popular es su presentación como saneadores de la moral pública. «Si quieres acabar con la corrupción -dice un cartel electoral-, vota a Alianza Popular. » La política es una actividad que admite compromisos, omisiones y silencios. Pero todo tiene un límite. El affaire Matesa reveló las profundas raíces de la corrupción en el aparato del Estado franquista y mostró las, responsabilidades de varios notorios miembros del Gobierno fieles a la línea Carrero-López-Rodó, unido éste ahora al señor Fraga, al que cortésmente defenestró del poder en 1969 por su empeño en airear los trapos sucios del escándalo. Ese turbio asunto, cuya investigación fue detenida por oportunos indultos, puso en guardia a muchos españoles sobre la gravedad de la mala administración del dinero de los ciudadanos por parte de los tecnócratas franquistas. La falta de control parlamentario del Gobierno, el amordazamiento de la prensa y las grandes oportunidades para la especulación ofrecidas por el desarrollo económico, y la creciente intervención del Estado en esa esfera, hacen temer que los escándalos hasta ahora destapados no sean sino la superficie visible de un gigantesco iceberg. La presencia del señor López Bravo en las listas de AP ayudará de todas maneras al recordatorio de los ciudadanos.

Cuando un grupo de antiguos gobernantes, que han tenido acceso al manejo de fondos-públicos y han dirigido la contratación del, Estado con empresas privadas, levantan la bandera de la lucha contra la corrupción, lo mínimo que cabe exigirles es que se ofrezcan, antes de que se lo pida nadie, a una revisión de sus fortunas personales y de los miembros de su familia más cercana. Y en el caso de un solterón impenitente como el señor López-Rodó, esa invitación debería hacerse extensiva a la familia espiritual a la que pertenece.

En definitiva, Alianza Popular no es sino la sombra de una clase política acostumbrada a vivir en el afincamiento del poder. Sus líderes no aportan nada nuevo, pero evocan los rencores de los españoles que encarcelaron durante años por defender la misma democracia a la que ahora tan abusivamente se apuntan. La sombra de la sangre que desde el poder vertieron estodavía demasiado extensa e insultante para un país joven y moderno, que no puede creer en la capacidad de unos gobernantes acostumbrados a responder a la violencia con violencia, y a la muerte con la muerte.

11 Junio 1976

Alianza se defiende

Manuel Fraga Iribarne

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Quiero recordar que, porque siempre creí en la libertad de Prensa, hice todo cuanto estuvo en mi mano para conseguir que un periódico como EL PAIS viera la luz.

Permítame que emerja de esas «cenizas» en que su editorial pretende colocar a Alianza Popular para hacer algunas precisiones a su editorial del viernes 10 de junio.

1) Alianza Popular no hace una permanente reivindicación del pasado. Tiene un programa serio y respetable que mira hacia el futuro y que, dicho sea de paso, no ha sido analizado, limitándose sus criticas a ataques personales a sus dirigentes, como en el caso de su editorial. Lo que no hace, como otros, es querer dinamitar lo que ya tenemos para partir de cero. Asume el pasado, sin renegar de él, como han hecho todos los países en los que la democracia es un hecho y no una simple quimera.

2) En cuanto a los ataques que dedican a los dirigentes de Alianza Popular no merecerían respuesta si no fuera porque se producen en un momento que, pueden llevar la confusión a una parte del electorado.

Negar que el pueblo español pasó del subdesarrollo al desarrollo en la década de 1936 a 1973 es negar una evidencia. Que su renta por cabeza pasó de cuatrocientos dólares a 2.500, que su Universidad se masificó, que España se convirtió en la primera potencia turística del mundo, y en la tercera potencia en construcción naval. Y en el décimo país industrial del mundo, que los españoles tuvieron, por primera vez en su historia, acceso a los bienes de la Sociedad de consumo (coches, frigorífico, televisor, piso, etcétera). ¿Es posible pretender que el Pueblo español olvide que todo eso ocurrió, precisamente, cuando los dirigentes de Alianza Popular estaban en el Gobierno?

Hay acusaciones que no creo que proporcionen muchos lectores a su periódico en las tierras sedientas y fertilísimas del Suroeste de España. ¿Se puede sostener seriamente que el trasvase Tajo-Segura es una utopía y que es mejor que las aguas del Tajo viertan en Lisboa sin ser aprovechado su paso por España?

No solamente no creemos que sea un disparate sino que Alianza Popular se compromete a acelerarla y terminarla si los electores le otorgan su confianza.

Las acusaciones contra los señores De la Fuente y Arias rayan el límite de lo pintoresco. Hasta los oponentes políticos de don Licinio de la Fuente admiran su integridad y su labor al frente del Ministerio de Trabajo, donde en todo momento cumplió las leyes vigentes. Hacer responsable al hombre que más impulsó Madrid en lo que va de siglo, al hombre que trajo los pasos elevados, que hizo más parques y jardines, que impulsó de nuevo la construcción del Metro, al alcalde Arias, del «caos urbanístico» de Madrid, no me parece justo.

Quiero, finalmente, y si me lo permiten, romper una lanza a mi favor. He aclarado hasta la saciedad Vitoria y Montejurra, pero, por lo visto, EL PAIS no quiere darse por enterado. Recuerdo, una vez más, que en ambos casos me encontraba fuera de España, en Alemania y Venezuela, que el ministro de la Gobernación en funciones era entonces don Adolfo Suárez, que se nombró un juez especial en el caso de Montejurra con una fuerza especial de policía a sus órdenes y que dicho magistrado no encontró el más mínimo motivo de procesamiento.

En cuanto a su observación sobre la Ley de Prensa me permito discrepar de ella. Definida como ley de transición, la Ley de Prensa suprimió, entre otras cosas, la censura y ha sido calificada por tirios y troyanos como la ley más liberalizadora del régimen. Una ley que se sigue aplicando casi en su integridad y que ha hecho posible que la Prensa española alcance cotas de libertad equiparables e incluso superiores a las de cualquier país occidental.

Por último, quiero recordar que, porque siempre creí en la libertad de Prensa, hice todo cuanto estuvo en mi mano para conseguir que un periódico como EL PAIS viera la luz. La autorización de ese periódico fue concedida a instancias mías en septiembre de 1975, cuando nadie podía predecir que el fallecimiento del general Franco se iba a producir dos meses y medio después.

Manuel Fraga

Memorias de un maldito

Jorge Verstrynge

1999

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Las relaciones de Fraga con los demás partidos en liza empeoraron rápidamente, pero ello no era nada comparado con las relaciones con los medios de comunicación. El portavoz de prensa de la Federación de AP era un buen hombre, buen profesional, pero demasiado lento, excesivamente vinculado al régimen anterior (y, por ello, con poco crédito ante los periodistas de la siguiente generación, que eran los que cortaban el bacalao), y para colmo, incapaz de replicarle a Fraga: Carlos Mendo. No pudo con la avalancha de críticas que se le venía encima. Un periodista [Cuco Cerecedo] llegó a afirmar que, en una de las plantas del edificio de la calle Silva 23, la Federación de Alianza Popular tenía apostado un matón con un fusil con mira telescópica (título del artículo ‘Y Fraga cogió su fusil’, autor, no recuerdo el nombre [Cerecedo], aunque sí que me dijeron que murió poco después en Centroamérica). Tras leerme el artículo de marras comprobé que se refería a mi despacho, lo cual era ya la berza.

De entonces sólo recuerdo de positivo el vuelco lógicamente favorable del ‘ABC’ gracias a Ruiz Gallardón padre, que tenía mucha mano con el manirroto equipo de los luca de Tena. Eran particularmente odiados José Antonio Novais, el magnífico corresponsal de LE MONDE y sobre todo Francisco Umbral, del que Fraga echaba como mínimo pestes. La mutua aversión llegó a ser tan drástica que incluso hubo entre José Luis Gutiérrez y Fraga un amago de llegar a las manos cuando al preguntar el porqué de la candidatura al Senado por Madrid en representación de AP de Arias Navarro, alias ‘Carnicerito de Málaga’ – por sus andanzas como fiscal militar en Málaga allá por la Guerra Civil – Fraga le espetó: “¿Cómo le ha llamado usted?” mientras le echaba al cuello del periodista, preocupado tanto por el hecho de que iban en un helicóptero como por la capacidad misma de Fraga de agredir.

El Análisis

LEÑA A FRAGA PARA SER IDENTIFICADO COMO 'EL PERIÓDICO PROGRE'

JF Lamata

Al comenzar la Transición y aparecer nuevos periódicos, todos querían la etiqueta de ser identificados como ‘el periódico de la nueva era democrática’. En la prensa de Madrid, la prensa de ámbito nacional, había dos nuevos periódicos EL PAÍS y DIARIO16, para disputarse esa etiqueta.

Tanto el director de EL PAÍS, Sr. Cebrián, como el director de DIARIO16, Sr. Aguilar, buscaban hacer un periódico de centro-izquierda, con posiciones socialistas, pero alejadas del comunismo y la Unión Soviética. EL PAÍS había salido antes y jugaba con ventaja en la carrera, por lo que DIARIO16 optó por usar la impertinencia y la osadía como acicates. El Sr. Aguilar sabía que EL PAÍS tendría más dificultades para atacar a D. Manuel Fraga, por el hecho de que este era accionista suyo, por ello arremeter contra DIARIO16 una maniobra útil para el periódico del Grupo16. Por desgracia, la tirada de DIARIO16 en aquel año se quedó bastante lejos de la de EL PAÍS (128.000 el periódico del Grupo PRISA, frente a los 75.000 de DIARIO16).

J. F. Lamata