18 diciembre 1994

Mataix responde a los insultos del veterano columnista

Francisco Umbral ataca a Virginia Mataix por oponerse a airear la financiación de los partidos políticos

Hechos

El 18.12.1994 D. Francisco Umbral publicó en EL MUNDO un artículo contra Dña. Virginia Mataix.

18 Diciembre 1994

Virginia Mataix

Francisco Umbral

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Se manifestó Virginia Mataix con el nuevo cine joven español de la democracia. Yo creo que le falta locura para chica/Almodóvar, pero hacía muy buena monja en la Canción de cuna de Garci. Virginia Mataix es una actriz y una mujer serena, clara y profunda, sonriente y fija, a quien no han dado aún su papel de señora normal, cotidiana, lúcida, de gran actriz. Dijo Laforgue que «la mujer es un ser usual». Virginia es un ser usual. Pero usualmente genial.

Se me había perdido la Mataix en los placeres y los días, pero ahora vuelve a la actualidad (política, no artística) con una frase que me ha dejado de piedra pómez: «Con la tensión que hay, sería mejor no hacer más indagaciones». Aquella dulce progre de hace unos años, cuando vivía en La Vaguada (cuando había Vaguada), se ha pasado al «borrón y cuenta nueva» de Fraga. Virginia, como tantas otras y otros de la progresía artística, del rojerío feminista, está sin duda haciendo arte de Ministerio, a la sombra de la ministra Alborch, una cosa entre valenciana y alpargatera. No se entiende de otro modo esta amnistía entreguista que le concede al PSOE y al Gobierno, porque ella era aquella columnista dura y aguda, llena de obstinación femenina por la verdad, la justicia, la claridad y el decoro. Claro que tías más altas han caído, todas las que ahora se echan de menos en el rojerío de Julio Anguita. Este nuevo engagement de nuestra cultura más joven es penoso en sí, pero más penoso cuando canta en una mujer que para uno era como una capitular esbelta y ejemplar en el códice novísimo de la modernidad y el progreso.

Virginia hacía en el DIARIO16 de Pedro J. Ramírez esos artículos que digo, llenos de dulce intransigencia y cruel verdad. Uno amaba en ella el relámpago lento de su risa, la salud intelectual de su mirada, el apóstrofe sencillo de su voz popular. Y ahora, de pronto, un día cualquiera, sale pidiendo silencio, olvido, indiferencia para los delincuentes políticos y financieros. Ya no quiere llegar hasta el final, como antaño. Prefiere transigir por aliviar la tensión, o sea que se adhiere al Orden, el gran argumento reaccionario de la derechona y de Fraga. Al borrón y cuenta nueva. Virginia Mataix, como tantas y tantos, ya digo, se conoce que vive y trabaja (nada sé ahora de ella) al costado caliente del Poder, en la galaxia tibia y habitable de la intelectualidad convencional y del régimen, y, como tiene el talento compravendido, habla de aliviar tensiones y parar las indagaciones, como las maripuris de lujo y las marujonas de orden. Claro que la Mataix, no demasiado relevante, sólo es un síntoma, un signo, un dato en la semiótica de los cristianos nuevos y rojos conversos a la neoburguesía felipista. Hay un centón de artistas, escritores, creadores, poetas, actores, cineastas, pintores y demás canalla de nocturnas aves (que fueron mi mundo), acogidos a las granjas avícolas y apícolas del Gobierno y sus ministerios, donde rige la «ley del picoteo», ya formulada por Piaget, por Paulov, por cualquiera. El caso general nos es tan conocido e indiferente como la niebla de estos días, pero cuando despunta el conato de un viejo camarada, de una joven amiga, le duele a uno el infarto político y se le saltan las lágrimas duras y civiles de la decepción y la desolación, que es más cuando nos cae cerca.

«Con la tensión que hay sería mejor no hacer más indagaciones». Suena a marquesona macho de Embassy. Suena, peor que a Fraga, a Naseiro. Pero lo ha dicho Virginia Mataix, una de las finas y firmes doncellas de aquella progresía. Uno la sigue admirando como mujer y actriz clarisapiente y dulcísima, pero que relea, por favor, sus viejos artículos de DIARIO16.

24 Diciembre 1994

Virginia Mataix replica a Francisco Umbral

Virginia Mataix

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Una servidora se ha visto doblemente abrumada por el artículo que sobre ella, o a propósito de ella, publica el señor Umbral el pasado domingo. Si desmesurados me parecen los elogios que me dedica como actriz y antigua columnista de Diario 16, más desmesura hallo en las suposiciones gratuitas y erróneas que incluye acerca de mi actitud social, profesional y política.

Es el caso que la revista TIEMPO publicó dos líneas de opinión mía sobre la «corrupción política», un extracto apresurado y quizás no muy preciso de mi opinión. Se me solicitó que opinase sobre la posibilidad, sugerida por Fraga, de dar carpetazo al tema de la financiación ilegal de los partidos. Repito, de la financiación ilegal de los partidos y no de la corrupción política en su totalidad. En efecto, me pronuncié afirmativamente. Y lo mantengo desde mi posición política de siempre, la de una ciudadana que ahora no milita, pero sigue sintiéndose de izquierdas. El tema de la investigación de los partidos ha producido excesiva crispación y peligrosa desconfianza hacia la democracia. Más aún, se ha convertido en espectáculo que alimenta conversaciones banales y moralismos facilones. Está absorbiendo energías que utilizaríamos mejor en ocuparnos en hallar soluciones menos vagas o conservadoras al problema del paro, del sida, de la marginación, de la construcción de la igualdad, etcétera… y produce al ciudadano la sensación de que hace algo cuando se limita simplemente a indignarse. Por ello quizás sea mejor empezar de nuevo con caridad desde una nueva ley de partidos. En ningún momento he insinuado siquiera que debiera amnistiarse la corrupción no dirigida a financiar partidos.

Acertada o equivocada, esta opinión no merece los calificativos de «entreguista», «se ha pasado a Fraga», «conversión a la neoburguesía felipista», aunque sólo sea porque son contradictorias. Menos merece la acusación de estar «haciendo arte de ministerio», como resulta evidente repasando lo modesto de mi carrera durante el último periodo socialista. No puedo evitar que mis declaraciones le suenen «a marquesa macho de Embassy», porque no sé lo que es una marquesa macho de Embassy. El señor Umbral es dueño de hacer a propósito de mí las brillantes asociaciones de imágenes que le han dado fama literaria, pero decir que le sueno a «Naseiro», me parece injurioso.

Por lo demás, ignoro quiénes son las «tías más altas (que) han caído», todas las que ahora se echan de menos en el rojerío de Julio Anguita». No creo que a las militantes de Izquierda Unida les complazca el tono con que se refiere a ellas como si fuesen «fans» o «groupies» de su coordinador. No es sin embargo, la primera vez que el señor Umbral manifiesta dificultades para percibir a las mujeres por sí mismas y no alrededor de un hombre. Ni tampoco la primera vez en que sin venir a cuento agrede a la ministra Carmen Alborch, a la cual respeto por su pasado feminista, (por cierto no me parece muy de izquierdas intentar descalificarla con adjetivos como alpargatera y valenciana).

Rechazo indignada la acusación de «paniaguada» y reaccionaria por parte de un señor que confiesa ignorar mi trayectoria actual («nada sé ahora de ella»). No es esta la ocasión de explicar mis intenciones de voto, pero probablemente votaré lo mismo que Cristina Almeida.

Virginia Mataix