17 marzo 2001

El columnista comenta la 'evolución' del presidente de LA RAZÓN de sus terceras ocasionales solemnes en ABC a sus columnas diarias jarrapellejos en LA RAZÓN

Umbral (EL MUNDO) y Anson (LA RAZÓN) se dedican artículos mutuamente sobre la conversión del segundo a columnista diario

Hechos

El 7.03.2001 D. Francisco Umbral dedicó un amplio artículo en EL CULTURAL del diario EL MUNDO a la figura de D. Luis María Anson, presidente del diario LA RAZÓN, que dedicó un artículo al Sr. Umbral el 8.03.2001.

Lecturas

CulturalUmbral02 D. Luis María Anson agradeció en su periódico los elogios del Sr. Umbral con un diálogo ficticio con D. Alfonso Ussía.

07 Marzo 2001

Luis María Anson

Francisco Umbral

El Cultural

Leer
Es curioso comparar las solemnes terceras ansonianas del ABC con su “Canela fina” de hoy en LA RAZÓN. Esta “Canela fina”, si Anson tuviera mejor cuerpo, podría corresponder a lo que en el folklore es Azúcar Moreno

Allá por los primeros años 60 Luis María Anson aparece en la vida periodística española como un ardiente joven monárquico, cosa que era tan rara entonces como encontrar un dálmata a cuadros. Anson, con viva juventud, pertenecía al Consejo Privado de Don Juan (que él ha llamado III), junto a venerandos mentores de la Monarquía como Don Pedro Sáinz Rodríguez o Don José María Pemán, muy leído entonces en sus terceras de ABC, que eran como un juego volteriano y de derechas con el sistema que defendía sin privarse de gastarle bromas. Había otros nombres en aquel Consejo de Estoril, todos con más resonancia en el apellido que eficacia en el nombre. Anson era el joven aplicado, el alumno de sí mismo, que iba escribiendo en secreto todo lo que se hablaba y conspiraba a bordo del barco real o a bordo de un whisky doble. De ahí salió su libro Don Juan, de enorme tirada y amena lectura, más interesante ya como historia que como presente combativo.

Luis María Anson, como era previsible, hizo nido en seguida en el ABC, con cargos y cosas, pero mayormente con unas terceras llenas de solemnidad y violencia, de santa ira y de un furor áulico que durante todo un día mantenían conmocionado al país, como una “hueste de esbeltas fuerzas” que iban a tomar la dictadura en nombre de un rey liberal, europeo, patriota y combativo. Pero luego no pasaba nada, salvo que Anson hacía su carrera política y periodística. Esta carrera política entró en sombra cuando las decisiones del sistema, entre militares y amistosas, eliminaron a Don Juan de la Historia de España para sustituirle, muy razonablemente, por el príncipe Juan Carlos. La reina estaba de acuerdo en que se hiciese así o de otra forma, pues su instinto femenino le decía que lo importante era recuperar el trono de España y lo secundario la persona asignada. Y he aquí que en esto la reina que nunca reinó venía a coincidir con Franco, que también se había propuesto reinstaurar a los Borbones, dudando hasta el final en la persona, que a punto estuvo de haber sido un tal primo Alfonso, de infelice recordación, y de quien sale viuda la nietísima Carmen, siempre rehén sentimental de uniones extranjeras.

Luis María Anson es director de BLANCO Y NEGRO, y por entonces me encomendó algunas colaboraciones que yo desvié hacia lo rosa y lo rojo por no incurrir en pecado cortesano. También fue Luis María director de hueco, cargo de mucha importancia y responsabilidad, y ahí es donde el joven y ascendente mancebo aprende la importancia periodística de la imagen. Anson es el periodista moderno que más y mejor ha sabido manipular las fotos de un periódico para cantar con imágenes lo que estaba mudo. Siempre ha recurrido y recurre a la elocuencia de la imagen, llegando con la audacia de una foto adonde no se podía llegar con la consecuencia de un texto. Ahora que tenemos eso que se llama democracia, Anson, en su periódico/palomar, sigue jugando a la imagen sorpresa para hacer más daño o vender más o anticiparse a los acontecimientos.

Anson, tan conservador en todo, es un progre en el teatro alternativo y en el periodismo sorpresivo. Un maestro que no ha respetado nunca los cánones clásicos de la composición de un periódico, sino que se desdice en una página de lo dicho en la anterior y no por eso pierde coherencia, la coherencia del audaz, del jacobino de derechas y del desesperado. Y estoy hablando ahora de su actual periódico, LA RAZÓN, que se fabrica en una noche sin sueño para ir captando capitales y socios y mezclando un derechismo irónico con un izquierdismo aprendido e improvisado. Y aquí es donde llegamos a la faceta columnística, que es la que correspondería estudiar en esta página. Es curioso comparar las solemnes terceras ansonianas del ABC con su “Canela fina” de hoy en LA RAZÓN. Esta “Canela fina”, si Anson tuviera mejor cuerpo, podría corresponder a lo que en el folklore es Azúcar Moreno, con esa deliciosa errata gramatical que sólo se les perdona a las dos chais por sus cuerpos beligerantes, sus culos bizantinos y la calidad de su arte. Quiere decirse que Anson es hoy más columnista que nunca o es columnista por primera vez, entregado a esa prosa esquinera, faltona, oportuna y eficaz que caracteriza a la verdadera columna en España y puede que en el mundo.

Anson se ha liberado de caligrafías protocolarias, convirtiéndose en un jarrapellejos del político, el financiero, el intelectual o el editor que se le pone por delante. A veces le cuesta al señorito monárquico olvidar sus orígenes literarios, pero siempre vuelve con lirismo golfo y jadeo de moroso a enfrentarse con el maestro de esgrima como un héroe de Pérez Reverte. Ese salto que tiene que pegar el hombre maduro, Anson lo ha pegado a tiempo arrejuntando las fortunas de Asensio, de Lara, de Pedro J., etc., y arrejuntando las prosas de Neruda, de Tierno Galván, de la puta calle, de Umbral, etc., hasta hacerse su propio estilo, o quizá contraestilo, que es ahora un anarquismo estilístico para reinar por su violencia periodística en este país que ya no es su reino sino su patria paterna, y adonde ha llegado en patera desde las playas de Estoril y los grandes lagos de Fernández-Cuesta, antes Serrano.

No apuesto por el éxito político o financiero de Anson, sino que apuesto por el descaro y el triunfo de un columnismo desmesurado que nos asusta felizmente cada mañana con el perfume de “Canela fina” y la obscenidad de Azúcar Moreno.

Francisco Umbral

08 Marzo 2001

Elogios de Umbral

Luis María Anson

Leer
Es una gran cosa que Umbral diga que te has liberado de caligrafías protocolarias, convirtiéndote en un jarrapellejos del político. Bueno, es que a veces tengo el día un poco cabrón.

– Oye, que tío – me dice por teléfono el doble radiofónico que imita a Ussía – Umbral te pone por las nubes en EL MUNDO. ¿Lo has leído?

– Claro, Alfonso bis

– Estoy en el yate, ya te puedes suponer, paseando por la cubierta, y te llamo desde el móvil. Me he venido aquí, a las calas de Coenejera, lejos del estrés y de las zarzas de Madrid, y de tantas chicascomo esas de Azúcar Moreno, que están cojonudas y no caben nunca en el traje que se ponen.

– Hablamos de trajes… Te habrás puesto tu traje de baño color mandarina…

– ¿Cómo lo sabes? Lo que pasa es que hace un poco de frío. Menos mal que tengo buena calefacción en el yate. Para salir del pasmo, me voy a poner ahora mi blazer, unos zapatos de rejilla y mi camisa a cuadros rojinegros con los gemelos de perlita que me regaló la Cantudo. En seguida voy a leer LA RAZÓN, que llega de puta madre aquí a Conejera.

– Gracias, Alfonso is. A eso se le llama buenas maneras.

– ¿Y contra quién crees que van los elogios de Umbral?

– Pues contra nadie. Umbral tendrá muchos defectos, pero no es cicatero. Es generoso, sobre todo cuando se adentra por la selva literaria, aunque lleve el machete entre los dientes.

– Espera, no te pongas ansoniano, que lo del machete no lo he oído bien, así que voy a cambiar de móvil. Siempre llevo dos, ¿sabes? para no quedarme aislado.

– ¿Y también en el traje de baño mandrina?

– Claro, me cuelgo uno a cada lado, con dos dídimos, que no sé si es expresión de Umbral o de Campmany o de quién, seguro que de Penélope Cruz, no, pero la he aprovechado en mis artículos con cierta delectación, que no doy abasto con tanta colaboración y tantas lacas locas.

– Sigue, sigue – aliento al aspirante indeclinable a escribir en LA RAZÓN, por su natural anhelo de compartir firma con García Trevijano y Joaquín Navarro.

– Que te felicito hombre, Anson, que es una gran cosa que Umbral diga que te has liberado de caligrafías protocolarias, convirtiéndote en un jarrapellejos del político, el financiero, el intelectual o el editor que se le pone por delante.

– Bueno, es que a veces tengo el día un poco cabrón.

– Y que lo digas, y que lo digas. Pero reconoce que los elogios de Umbral son canela fina.

– Y azúcar moreno, Alfonso.

– ¡Que tío!

Luis María Anson