1 octubre 1959

El General Franco ocultó a su ministro el hundimiento del 'Baleares' para que no le decayera el ánimo

Galinsoga (LA VANGUARDIA) homenajea el 23º aniversario de Franco revelando una anécdota

Hechos

El 1 de octubre de 1959 el director de LA VANGUARDIA, D. Luis Martínez de Galinsoga, publicó un artículo de elogio al dictador, General Francisco Franco, relatando una anécdota.

Lecturas

A modo de celebración del 23º Aniversario de la proclamación del General Francisco Franco como dictador absoluto de España, el director del periódico catalán LA VANGUARDIA, D. Luis Galinsoga, quiso desvelar una anécdota sobre el dictador y su actuación ante el hundimiento del crucero ‘Baleares’. Con esa anécdota el Sr. Galinsoga pretendía demostrar el gran temple del dictador, del que el periodista era un destacado admirador.

01 Octubre 1959

SU TEMPLE, EN UNA ANÉCDOTA

Luis de Galinsoga

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Es la mañana del 6 de marzo de 1938. Lugar de la escena: el despacho del Caudillo en su Cuartel General de Burgos. Su Excelencia ha citado para aquella fecha y en aquel sitio a don Juan Antonio Suanzes, ministro de Industria, con quien ha de tratar, en una primera entrevista, sobre las líneas generales de lo que en su día habría de ser el Instituto Nacional de Industria. Naturalmente que el organismo está sólo en embrión en la mente del Caudillo y ni tiene título siquiera, ni mucho menos el anagrama que después le ha hecho popular, a saber: el INI. Son, como digo, conversaciones preliminares para ir configurando, en principio, la nebulosa de una idea y de una iniciativa que el Generalísimo tiene formada en su ánimo para cuando llegue el momento oportuno.

Y al término de ésta, previa una citación a Suanzes para seguir tratando del tema al cabo de quince o veinte días, cuando el Generalísimo tenga un tremendo propicio en el tráfago vertiginoso que representa dirigir en diversos frentes personalmente la guerra. Su Excelencia, al despedirse de su interlocutor, le dice con imperturbable serenidad:

– Y ahora, Juan Antonio, una mala noticia: Esta madrugada hemos perdido en una emboscada de los barcos rojos el ‘Baleares’.

Suanzes, buen español pero, por añadidura, marino e ingeniero naval, se estremece ante la inopinada sorpresa infausta y reprocha, respetuosa y cordialmente, a su egregio interlocutor la calma y el aguante que ha tenido para ni siquiera traslucir la noticia nefasta de una derrota que suponía la pérdida del cincuenta por ciento de nuestro poderío naval, en aquellos momentos compartido con el otro crucero glorioso, el ‘Canarias’. El Caudillo, en efecto, ha estado hablando tranquilamente durante tres horas con su ministro de cosas remotas con vistas a un porvenir incierto que el hundimiento del ‘Baleares’ hace aún más torvo y más sobrecargado de inquietudes. Y ante la reacción de Suanzes, el Caudillo, sin inmutarse, manteniendo su tranquila actitud de toda la mañana, se disculpa con estas sencillas palabras, en las que creo yo que se encierra una impavidez y hasta casi una impasibilidad espartana:

– No te lo he dicho antes porque, si te doy la noticia al principio de nuestra conversación, ya no hubiéramos tenido humor ni ánimo de hablar nuestros proyectos para el futuro.

Esta es la anécdota que algunos – pocos – españoles conocen, pero que yo quiero hoy airear a todos los vientos de la publicidad a favor de la difusión de LA VANGUARDIA porque me parece que en una fecha como ésta, conmemorativa de la exaltación de Franco a la Jefatura del Estado, ninguna otra palabra puede ganar en fuerza de convicción a las de la anécdota misma que acabo de referir si se quiere hallar la clave arcana del temple de un hombre para gobernar serenamente una nación durante cerca de un cuarto de siglo a través de las encrucijadas más complejas y más tempestuosas que hayan podido desencadenarse sobre el mundo y, por lo tanto, sobre España.

Obsérvese. No es que Franco en aquella mañana del 6 de marzo de 1938 relegue al olvido su preocupación lancinante y su amargura infinita ante el hecho del hundimiento del ‘Baleares’ ,que momentos antes de su entrevista con Suanzes acaba de serle comunicado. No es que Franco desconozca la enorme importancia de un suceso, o dicho mejor, de una peripecia, que desposee súbitamente a nuestra ya débil fuerza naval de la mitad prácticamente de los efectivos con la única contrapartida alentadora de que nuestros gloriosos y heroicos marinos de guerra acrecienten su insondable capacidad técnica y moral para suplir con su bravura y con su sagacidad lo que desgraciadamente no tienen de fuerza material. No es que Franco se desentienda irresponsablemente de todo el acervo de sensaciones que a su conciencia de español, de gobernante y también prácticamente de marino, porque lo es en el fondo de su alma por genealogía y por vocación, le sugiere la tremenda desgracia de aquella madrugada. Lo que pasa es que Franco tiene que seguir pensando en el porvenir de la nación y, convencido, a la fuerza de la fe que engendró el milagro de nuestra victoria, de que ésta había de llegar inexorablemente, no le quedaba siquiera el consuelo de poder llorar durante unos instantes con un pundonoroso marino como Suanzes a los hermanos y camaradas que aquella noche habían perecido gloriosamente en el servicio de España. Lo que pasa es que Franco tiene que ir preparando la paz, aun a sabiendas de que le quedan muchas mu duras y muy ásperas jornadas de guerra para llegar a la victoria. Obsérvese que aún no ha empezado, aunque es ya inminente, la batalla del Ebro, decisiva en la contienda y prácticamente resolutiva de la guerra. Lo que pasa es que Franco, en posesión de cuatro virtudes cardinales, tiene que dominar sus nervios una vez más, tienen que vencer en sí mismo a su carácter español y, por español, impresionable. Lo que pasa es que Franco en esta anécdota, como en tantas otras de su vida y especialmente de la Cruzada, ha de reflejar ante la posteridad y para ejemplo de estadistas y gobernantes una impavidez, una fortaleza de ánimo, un temple, en suma, gracias al cual España hoy, a los veintitrés años de la proclamación del Generalísimo como Jefe de Estado, se siente cada vez más firme y segura de su presente y de su provenir. Como aquella mañana de la conversación con Suanzes, Franco ha sido, a lo largo de estos veintitrés años, en todo momento y ante todas las circunstancias, un hombre de fe en la victoria, un hombre que mira al porvenir sin que e presente le destemple, en lo favorable o en lo adverso; el hombre, en fin, que, como en aquel día histórico, tiene el secreto de retorcerse el  corazón para que la emoción no altere los pulsos tranquilos que requiere su grave tarea…

Luis de Galinsoga

"Mis conversaciones con Franco"

Francisco Franco

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2-2-1957

Hablando de la prensa con Franco me dice: “Tiene bastantes defectos, casi toda la prensa es insulsa. Hay periódicos como LA VANGUARDIA que son muy combativos, pero a Galinsoga hay que frenarle a veces”.

4-03-1957

Hablo con Franco de Galinsoga; Franco me dice: “Galinsoga es un poco duro en sus artículos y generaliza mucho”. Yo le he defendido en el sentido de que por ser muy apasionado por el régimen y por el Caudillo, a veces se le iba la pluma”.

El Análisis

¿EN FAVOR DE LA DIFUSIÓN DE LA VANGUARDIA?

JF Lamata

No hay mucho que comentar de la sabida admiración de D. Luis de Galinsoga hacia el dictador Franco, a quien debía su puesto como director del periódico LA VANGUARDIA. Más curioso es que el Sr. Galinsoga considere que revelando esa anécdota pueda conseguir que suba la tirada del periódico, como asegura en el artículo.

Indirectamente era la mejor forma de reconocer que la tirada de LA VANGUARDIA estaba bajando y más aún iba a bajar a finales del año 1959 por la incapacidad del Sr. Galinsoga de entender la sensibilidad de sus lectores catalanes. No le quedaban muchos meses al frente del periódico.

J. F. Lamata