28 mayo 1947
Golpe en Nicaragua: El jefe de la Guardia Nacional, Anastasio Somoza, depone al presidente Leonardo Argüello tras 26 días en el cargo por intentar destituirle
Hechos
El golpe se produjo el 28 de mayo de 1947.
Lecturas
Somoza controla el país desde 1936.
El lunes 26 de mayo de 1947, antes de cumplirse un mes de mandato, el presidente de Nicaragua, Leonardo Argüello, ha sido depuesto por la Guardia Nacional, encabezada por Anastasio Somoza García ‘Tacho’.
El Sr. Argüello había sido aupado al poder precisamente por Somoza García, que lo colocó como candidato de su partido, el Partido Liberal Nacionalista, en las elecciones del pasado 2 de febrero de 1947,
Ya en el discurso de investidura Argüello declaró que aspiraba a ‘no ser un presidente de turno’ y, como gesto de autoridad, decidió destituir a uno de los hijos de Somoza, mediante un cambio en los mandos de la Guardia Nacional, como paso previo para destituir al propio Somoza García, al que solicitó que se exiliara.
El Sr. Argüello creyó tener un poder y una autoridad de la que carecía. La Guardia Nacional tomó el control del país este 28 de mayo de 1947, derrocó a Argüello, ratificó a Somoza García como responsable de las fuerzas armadas y nombró nuevo presidente a Benjamín Lacayo, a propuesta del propio Somoza García.
El golpe palaciego deja claro que da igual quien asuma oficialmente la Jefatura del Estado, el poder real está en las manos de Anastasio Somoza García, dictador de Nicaragua como jefe de la Guardia Nacional.
El Análisis
Ni un mes ha durado Leonardo Argüello en la presidencia de Nicaragua. En apenas 26 días, ha sido depuesto por un golpe de Estado orquestado por quien sigue siendo el verdadero hombre fuerte del país: el jefe de la Guardia Nacional, Anastasio Somoza García. Argüello llegó al poder el 1 de mayo tras unas elecciones cuidadosamente controladas por el aparato somocista, en un aparente intento de dar un barniz democrático al régimen. Pero cuando el nuevo presidente, quizás con ingenuidad o valentía, osó intentar destituir a Somoza, el poder real respondió con tanques, no con votos.
Este nuevo golpe confirma lo que muchos temían: en Nicaragua, los presidentes pueden cambiar, pero el poder no. La Guardia Nacional no es un cuerpo de defensa del Estado, sino la columna vertebral de un régimen personalista. Y su jefe, Somoza, ha dejado claro que no aceptará subordinación alguna, ni siquiera formal. Argüello, un político veterano, fue tolerado en la medida en que no supusiera un obstáculo. En cuanto osó ejercer su cargo con independencia, fue derribado sin contemplaciones.
La sombra de Estados Unidos sigue presente en esta historia. Washington, que tantas veces ha intervenido en los asuntos internos de Nicaragua y que ayudó a crear la propia Guardia Nacional, guarda ahora un silencio que suena a complicidad. Mientras en el norte se alaba la libertad y el Estado de derecho, en Centroamérica se apoya a quienes los pisotean, siempre que aseguren estabilidad y alineamiento. La lección es amarga: mientras Somoza conserve el favor del gigante del norte y el control de las armas en casa, cualquier esperanza democrática en Nicaragua seguirá siendo efímera.
J. F. Lamata