5 septiembre 1911

Había intentado hacer reformas para crear una clase media que sostuviera el cada vez más debilitado Gobierno de los zares

Golpe para Nicolás II: asesinado el primer ministro de Rusia, Stolypin

Hechos

El 5.09.1911 fue asesinado de un disparo Piotr Arkádievich Stolypin, primer ministro de Rusia.

Lecturas

El jefe del Gobierno de Rusia, Piotr Stolypin, ha muerto este 18 de septiembre víctima de un atentado anarquista. El atentado ocurrió hace cuatro días en un teatro de Kiev, y fue cometido por un abogado anarquista, Dmitri Bogrov, que ha sido detenido. El anarquista consiguió entrar al teatro gracias a un pase que le había entregado el jefe de la policía secreta de Kiev, Kuliabko, a quien había conseguido engañar. Bogrov se hizo pasar por delator ante el jefe de la policía secreta, quien le encargó que vigilara al dirigente ácrata Nikolai Jakovlevich, cuyas intenciones de atentar contra Stolypin eran muy conocidas.

Convencido de la honestidad de Bogrov, Kuliabko le facilitó luego la entrada al teatro, para  que le ayudara a detectar la posible presencia de anarquista. Aprovechándose de esta circunstancia, Bogrov pudo acercarse al primer ministro, junto a la orquesta, para dispararle a la cabeza ante de que se levantara el telón.

El autor del atentado fue detenido de inmediato y será sometido a un juicio sumarísimo por parte de un tribunal militar. Todos los observadores pronostican que el anarquista será condenado a la pena máxima y será ejecutado muy pronto: está previsto que se le ajusticie el 26 de septiembre.

Rusia evidencia una crisis desde el ‘Domingo Rojo’ de 1905.

El zar Nicolás II caerá en marzo de 1917. 

El Análisis

Una bala más en el ataúd del zarismo

JF Lamata

El asesinato del primer ministro Piotr Arkádievich Stolypin durante una función en la Ópera de Kiev no ha sido solo el fin de un hombre, sino el símbolo del fracaso de una tentativa última —y tal vez desesperada— de reformar el trono ruso desde dentro. Stolypin fue, en sus años de poder, la figura más fuerte del régimen zarista tras el propio Nicolás II. Su plan era claro: modernizar la economía rural, contener la violencia revolucionaria y fortalecer el Estado desde una férrea autoridad personal. Su lema —»primero el orden, luego la reforma»— resumía la peligrosa cuerda floja que transitó.

El problema fue que Stolypin no solo tenía enemigos entre revolucionarios, nihilistas y anarquistas: también lo detestaban los sectores conservadores de la corte y la aristocracia, que veían en sus reformas agrarias un riesgo al antiguo orden. Fue asesinado por un agente infiltrado en la policía, lo que deja entrever la podredumbre institucional del aparato zarista. Y mientras el Zar llora a su primer ministro, su pueblo sigue acumulando razones para dudar de un régimen que ni protege a sus reformistas ni resuelve los males que devoran al país.

Con la muerte de Stolypin, Nicolás II se queda sin su último pilar racional. Lo que resta es un zar cada vez más aislado, rodeado de místicos, aduladores y reaccionarios, incapaz de percibir que el edificio imperial cruje por todos sus cimientos. La Rusia que él encabeza ya no es reformable desde arriba; los signos de la tormenta —que lleva años incubándose— ya no pueden ignorarse. Y si bien Stolypin no fue un demócrata, sí fue un estadista que al menos entendió que algo debía cambiar. Su desaparición deja al imperio aún más ciego y sordo ante el rugido del siglo XX.

J. F. Lamata