15 mayo 2001

El periodista había sido citado por la revista pro-etarra ARDI BELTZA como un intoxicador

Un paquete bomba de ETA destroza la cara y las manos del periodista de CAMBIO16, Gorka Landaburu

Hechos

El 15.05.2001 D. Gorka Landaburu fue herido por un paquete-bomba remitido por correo.

Lecturas

Pepe_Rei La revista ARDI BELTZA que dirigía Pepe Rei, había incluida a D. Gorka Landaburu (de CAMBIO16) en la lista de periodistas que ‘intoxicaban’ contra Euskal Herría, lista en la que también figuraban los periodistas Dña. Mamen Gurruchaga (EL MUNDO), D. Antonio Burgos (ABC), D. Luis del Olmo (ONDA CERO) o Dña. Aurora Intxausti (Grupo PRISA), todos ellos fueron víctimas de atentados terroristas.

16 Mayo 2001

Frontera moral

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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El coche bomba colocado en la madrugada del sábado en el centro de Madrid y el paquete explosivo que causó ayer graves heridas al periodista Gorka Landaburu en Zarautz no demuestran sino que ETA sigue perseverando en su oficio. Al mismo tiempo recuerdan cuál es la primera y más urgente tarea que deben abordar los Gobiernos de Madrid y Vitoria: restablecer las relaciones institucionales, sobre todo en materia de seguridad, para proteger a los ciudadanos que ven amenazada su vida y su libertad por plantar cara al chantaje selectivo de los terroristas y sus ayudantes. Periodistas y medios que se niegan a aceptar la violencia como corolario de un conflicto político se han convertido en diana preferente de ETA, que hace un año asesinó al columnista José Luis López de Lacalle.

Los terroristas mantienen una relación de esquizofrenia perversa con los medios de comunicación. Por una parte, los necesitan para que su acción de amedrentamiento llegue a todos los rincones de la sociedad; por otro, no les agrada la imagen que los medios reflejan de ellos. A ningún asesino le gusta que le señalen como tal, de la misma forma que los dictadores intentan presentarse como adalides de la libertad de su pueblo hasta que alguien denuncia la tiranía.

Gorka Landaburu, como otros muchos profesionales, no ha querido autocensurarse a la hora de contar lo que sucede en Euskadi. Nacido en el exilio, hijo de Francisco Javier Landaburu, vicepresidente del Gobierno vasco y mano derecha del lehendakari Aguirre en París, no ha aceptado la falacia de que la libertad de Euskadi deba sustentarse en el silencio y en la eliminación de una parte de sus ciudadanos, aquellos que no encajan en la patria jibarizada que ETA pretende construir. Por eso han tratado de acallar su voz.

El lehendakari en funciones reaccionó ayer con presteza y su portavoz calificó la carta bomba como un atentado contra el pluralismo de la sociedad vasca que tuvo el domingo expresión cabal en las urnas. Otros líderes de su partido suelen estar más atentos a los excesos antinacionalistas de ciertos medios que al acoso que sufren muchos periodistas, como han denunciado instituciones y organismos internacionales. En noviembre pasado, tras el intento de asesinato de Aurora Intxausti, Juan Palomo y su hijo, los periodistas del País Vasco y Navarra rechazaron, como volverán a hacer hoy en San Sebastián, la ‘dictadura fascista’ de los violentos y proclamaron que ‘no es una frontera ideológica, sino moral, la que separa a quienes se oponen a ETA de quienes consienten y justifican su intento de imposición’. El pronunciamiento está vigente.

16 Mayo 2001

Responsabilidad nacionalista, oportunidad para Ibarretxe

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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ETA cerró la campaña con un coche bomba en Madrid e inauguró el periodo poselectoral con un atentado contra el periodista Gorka Landaburu, colaborador de Onda Cero y Cambio 16, profesional de gran coraje moral e hijo de quien fuera vicelehendakari en el exilio. Landaburu, tras estallarle el explosivo camuflado en una revista, sufrió ayer la amputación de un dedo y heridas en las manos y en la cara.

Es incuestionable que la culpabilidad de esta acción criminal contra nuestro compañero, que ya había sufrido numerosas intimidaciones, recae exclusivamente en sus autores materiales y en la dirección de ETA. Pero hay también una responsabilidad moral en los líderes del nacionalismo moderado, que, durante los últimos meses, han presentado a los periodistas no afines como enemigos del pueblo vasco y sicarios a sueldo de Interior. Fue Arzalluz el que acuñó la expresion «Brunete mediática», fue Arzalluz quien acusó en el Aberri Eguna a una serie de medios -entre ellos, Onda Cero- de «fomentar el odio a todo lo vasco» y fue Arzalluz quien atribuyó la línea editorial de los periódicos y emisoras que más parecen molestarle a los designios de Aznar y el dinero de Telefónica.

Los nacionalistas han justificado siempre estas descalificaciones con el argumento de que también ellos son libres de criticar a quienes les critican. Pero ello es un sofisma por dos razones. La primera es que la función más elemental de los medios es contar, opinar, fiscalizar y denunciar los abusos del poder y no al revés. Los políticos, sean del PNV o del PP, están para gobernar y legislar y no para acosar y zaherir a la Prensa. Y la segunda razón es que todo el mundo sabe que hay un brazo armado siempre dispuesto a disparar contra los blancos no nacionalistas.

La solidaridad que ha faltado en otras ocasiones sí la demostraron ayer Ibarretxe y otros altos cargos del PNV y EA al acudir rápidamente a visitar a Landaburu y expresarle su apoyo, un gesto positivo que indica que puede haber un cambio de actitud.

El Gobierno que va a volver a presidir Ibarretxe tiene ante sí la gran oportunidad de reparar el daño inducido, para lo cual debería prestar un mayor calor humano y una protección más efectiva a las víctimas potenciales de ETA. De ello depende la unión de los demócratas contra el terrorismo y la reconstrucción de un pacto que permita visualizar que algo importante puede cambiar en la sociedad vasca.

De Mayor y Redondo se espera que sean capaces de hacer una oposición constructiva, en la que el diálogo y la cortesía sean compatibles con la obligada tarea de fiscalización del poder. De Ibarretxe, que cumpla su compromiso de gobernar para todos. Y no estaría por demás que, ahora que todos debemos realizar nuestra propia autocrítica, Arzalluz y Anasagasti hicieran la suya respecto a sus exaltados mensajes contra los medios de comunicación, que, acierten o se equivoquen, son un elemento esencial e insustituible en una sociedad democrática.