4 septiembre 1999

Indonesia concede la independencia a Timor Oriental en un ambiente de violencia entre partidarios y detractores del a misma

Hechos

El 4 de septiembre de 1999 se concedió la independencia de Timor Oriental.

03 Septiembre 1999

Temor por Timor

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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La irresponsable pasividad del Gobierno indonesio puede provocar una hecatombe en Timor Oriental. La inacción del Ejército y la policía ha dejado vía libre a la violencia de las milicias proindonesias tras la celebración del referéndum, que, de acuerdo con la alta participación, superior al 90%, debe confirmar los deseos de independencia de los habitantes de aquella isla. Si los asesinatos y amendrentamientos han ocurrido antes de conocerse los resultados de la consulta, cualquier cosa puede pasar una vez que termine el recuento y sea hecho público, especialmente si los agitadores se quedan sin testigos al lograr que se vayan los observadores internacionales y los periodistas que se hallan en Dili, la capital de la isla, pues tierra adentro se ignora lo que pueda estar acaeciendo.Las propias milicias proindonesias están muy próximas a las Fuerzas Armadas, para las que Timor era su coto particular, y que temen que el independentismo prolifere en otras islas del archipiélago. El presidente Habibie, por su parte, parece más pendiente de los votos de que disponen los militares en la Asamblea para asegurarse su reelección en noviembre próximo, que de lo que ocurre en la isla que Indonesia ha gobernado con suma brutalidad durante casi cinco lustros. Y el Partido Democrático, triunfador de las elecciones de junio pasado, es reticente a aceptar la independencia de Timor Oriental, pese a que con esta actitud mina la credibilidad de la naciente democracia en Indonesia.

Tras un rechazo inicial, se han elevado voces en el Gobierno indonesio a favor de que las Naciones Unidas, que han organizado el referéndum, se encarguen de la seguridad de los ciudadanos. Pero los miles de tropas o policías que pudiera mandar la ONU, si superara el cansancio provocado por un exceso de operaciones de paz y por los ataques contra su propia misión en Dili, llegarían tarde para evitar una nueva catástrofe humanitaria, cuando miles de personas esperan que algún barco les saque de allí. En tal situación hay que redoblar la presión internacional para lograr que el Gobierno y el Ejército indonesios salgan de su pasividad, pero es de temer que los mandos sobre el terreno desoigan cualquier orden. En todo caso, la comunidad internacional no debe abandonar a los ciudadanos de Timor a su suerte después de haberlos incitado a votar.

06 Septiembre 1999

LA DESBANDADA DE TIMOR

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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El balance de la noche de cuchillos largos vivida en Timor Oriental en la madrugada del domingo es, por sí solo, terrorífico: al menos 150 muertos, centenares de heridos, decenas de miles que huyen a las montañas o buscan refugio en la sede de la ONU o en las iglesias… Lo que acrecienta la tragedia es saber que se trata del preludio de una espiral de violencia que puede acabar en genocidio o en guerra civil. Y lo que hace todo ello intolerable es que los acontecimientos se están desarrollando con toda la crudeza que temían -y habían anunciado- analistas, asociaciones humanitarias, diplomáticos, en fin, cualquiera que hubiera estado sobre el terreno últimamente.

Una vez más, la comunidad internacional ha demostrado que reacciona con la lentitud de un paquidermo. Los tres países más implicados en el conflicto no se ponen de acuerdo sobre qué hacer: Australia solicita el envío de tropas internacionales y ofrece las suyas; Portugal considera que una fuerza de reducido tamaño sería suficiente; EEUU calla. El secretario general de la ONU, Kofi Annan, se limita a instar a las partes a dialogar.

El laborioso trabajo de la Misión de la ONU para el referéndum en Timor Oriental puede irse al traste si, en este momento crítico, no se toman las decisiones políticas que corresponden. La comunidad internacional está dejando exclusivamente en manos del presidente de Indonesia, Yusuf Habibie, y su jefe militar, el general Wiranto, el mantenimiento de la seguridad en Timor y se ve que no tienen intención de reprimir a las milicias proindonesias en su escalada de terror.

La experiencia adquirida con Milosevic debería haber enseñado a Kofi Annan y a EEUU que las llamadas al diálogo y la reconciliación son mucho más efectivas cuando se acompañan de la amenaza creíble de una intervención militar internacional.

07 Septiembre 1999

Ocurrió en Timor

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Con total impunidad, cuando no con ayuda del Ejército, los milicianos proindonesios han desatado el terror en Timor Oriental mediante una campaña que tiene todas las trazas de un nuevo episodio de limpieza étnica. Es algo que se temía. Justamente por ello resulta incomprensible que la ONU, que organizó el referéndum sobre el futuro del país, no hubiera tomado precauciones para evitar el baño de sangre que se está produciendo tras la prevista victoria (78,5%) del voto independentista que rechazó la autonomía ofrecida por Yakarta. Hay que pedir responsabilidades en primer lugar a los asesinos y al Gobierno indonesio, pero también a la ONU por su imprevisión. El organismo internacional delegó la seguridad en las Fuerzas Armadas y la policía de Yakarta, que no han movido un dedo para detener la violencia sembrada durante la campaña del referéndum por las milicias proindonesias, mero apéndice irregular del Ejército. Los asesinatos cometidos en los días previos a la consulta del 30 de agosto eran un aviso inequívoco de lo que podía venir tras la previsible victoria de los independentistas.

Los milicianos han impuesto un apagón informativo sobre Timor Oriental, expulsando a casi todos los medios de comunicación y a una parte de la misión de la ONU. No quieren testigos de sus crímenes. No respetan nada, ni la delegación de la Cruz Roja, ni la residencia del obispo Carlos Ximenez Belo, premio Nobel de la Paz en 1996. De momento, la guerrilla timorense se mantiene a la expectativa. ¿Cómo cumplir así la voluntad expresada en las urnas por casi el 80% de los electores? ¿Intenta así el Ejército indonesio frenar las ansias independentistas en otros territorios de un archipiélago de 17.000 islas cuya apariencia de unidad mantenía por medio de una brutal represión el régimen de Suharto? ¿Pretende detener los incipientes intentos de democratización en un momento de graves dificultades económicas? Sea como sea, el actual presidente indonesio, Yasuf Habibie, que aspira a su reeleción por la nueva Asamblea en noviembre, se juega su propio futuro en esta crisis. La democracia que intenta asomar en Indonesia nacerá muerta si se aplasta con la violencia la voluntad de los timorenses.

Para detener esta espiral no se puede confiar en Yakarta ni en las presiones internacionales. El envío de una misión de información del Consejo de Seguridad indica división e impotencia antes que voluntad de intervención de la ONU. En nombre de la injerencia por razones humanitarias, sin aval de la ONU, se intervino en Kosovo. Timor, con 200.000 víctimas desde que Indonesia se hizo cargo de la colonia portuguesa 23 años atrás, queda lejos. Pero Indonesia es el cuarto país más poblado de la tierra, por lo que hora a hora se va imponiendo la urgencia de una intervención internacional, para la que ya están dispuestos al menos la cercana Australia y la antigua metrópoli, Portugal.