8 noviembre 1999

Una columna que acusaba al fallecido Rafael Alberti de crímenes durante la Guerra Civil estaba en el origen del conflicto

Jiménez Losantos rompe definitivamente del ABC por «incompatibilidad» con el director Zarzalejos y vuelve a EL MUNDO

Hechos

D. Federico Jiménez Losantos suspendió sus colaboraciones definitivamente con el diario ABC tan sólo unos meses después de que se hubiera incorporado. Tras aquello volvió a ser columnista diario de EL MUNDO.

Lecturas

El 7 de noviembre de 1999 Federico Jiménez Losantos anuncia en El Mundo que ha roto con ABC y vuelve a El Mundo por su incompatibilidad con José Antonio Zarzalejos Nieto, Director de ABC, por la decisión de este de no publicarle dos columnas. Una relativa a la muerte de Rafael Alberti, “El otro Alberti”, en el que le acusaba de crímenes durante la Guerra Civil y otra en la que se hacía eco de una información de El Mundo contra Carlos Solchaga. Considera que con eso se evidenciaba que Zarzalejos Nieto no era liberal. El artículo ‘El otro Alberti’, uno de los dos textos no publicados por ABC aparecerá en El Mundo el día 8 de noviembre. Ese mismo día desde el programa ‘La Mañana’ de COPE, Federico Jiménez Losantos volverá a criticar a Zarzalejos Nieto al que consideró sometido a su hermano Javier Zarzalejos Nieto, secretario de la presidencia del Gobierno con José María Aznar López.

Cuatro meses duró D. Federico Jiménez Losantos en su ‘regreso’ a ABC. Había vuelto al periódico de Prensa Española en junio de 1999 y en noviembre volvía a romper con el periódico y a anunciar su retorno a EL MUNDO.

El Sr. Jiménez Losantos ha contado reiteradamente que al poco tiempo de llegar a la dirección de ABC D. José Antonio Zarzalejos, este fue elogiosísimo con él «hasta un nivel sonrojante» y que, de golpe y porrazo este empezó a retirarle artículos (el más célebre de todos ellos fue el de ‘El Otro Alberti’ a la muerte del poeta D. Rafael Alberti) causando su decisión de abandonar el periódico.

zarzalejos_vocento D. José Antonio Zarzalejos, director de ABC en 1999.

De inmediato EL MUNDO anunció que ‘recuperaba’ al Sr. Jiménez Losantos como columnista de diario, y la primera columna que le publicaron fue, precisamente, la de ‘El Otro Alberti’, que era su forma de decir ‘aquí, sí se pueden publicar cosas así’. Era la segunda vez que el ABC le arrebataba un columnista a EL MUNDO, y en poco tiempo, EL MUNDO lograba recuperarlo (era exactamente lo mismo que había pasado en 1993 con D. Francisco Umbral.

Lo cierto es que la relación entre ambos estaba complicada por el hecho de que el nombre de D. Federico Jiménez Losantos había sonado para la dirección de ABC, el puesto que ocupaba el Sr. Zarzalejos.

El Sr. Zarzalejos habla con J. F. Lamata sobre la salida del Sr. Jiménez Losantos como columnista

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Versión del Sr. Jiménez Losantos en una entrevista en el diario EL MUNDO (7.11.1999)

Jiménez Losantos- Cuando Zarzalejos, para sorpresa de muchos, sustituyó a Giménez Alemán, dijo compartir al cien por cien el proyecto de Nemesio. A mí no llegó a canonizarme, pero llegó casi a la beatificación. Me hizo escribir todos los días. Era la pieza clave, la solidez intelectual, la piedra angular… Ruborizante. Y de la noche a la mañana, sin decirme una palabra, se pone a censurarme columnas y le dice al presidente que o él o yo.

EL MUNDO.- Parece difícil de creer que a usted le censuren columnas en ABC.

Jiménez Losantos – Pues que lo crean y que las lean. Hace dos viernes me llama el jefe de Opinión y me dice que el director ha mandado retirar «El otro Alberti», en la que yo expresaba algo que no puede sorprender a nadie liberal y menos aún en ABC: que Alberti habrá sido un poeta excelso en su juventud, pero que fue también un propagandista incondicional de las dictaduras comunistas y que durante la Guerra Civil española no fue precisamente un defensor de las libertades. Bueno, ni entonces, ni después. Pues resulta que según Zarzalejos eso no se puede publicar en ABC. Tres días después me llaman otra vez a las 10 de la noche, un chico de Opinión, para decirme que el director ha quitado mi columna porque trata de una noticia de la competencia. Era sobre la empresa de Solchaga desvelada por EL MUNDO, que habían comentado ya en todas las radios y hasta en la televisión, o sea, que el lector de ABC la conocía de sobra. En fin, a los dos días se produjo un debate muy tenso en el consejo editorial en el que Zarzalejos admitió que, aparte de los asunto de esas columnas censuradas, tenía esa asombrosa «incompatibilidad» conmigo. Al parecer, como me dijo Nemesio, el presidente, para explicarme el fenómeno, era porque «yo no seguía la línea editorial» y él no admitía que la marcase con mis columnas. De ahí la incompatibilidad.

EL MUNDO – ¿Ese es el momento en que decide marcharse?

Jiménez Losantos- Evidentemente, yo no pinto nada en un periódico cuyo director no entiende que los columnistas están precisamente para no coincidir con la línea editorial, para dar al lector un punto de vista personal y también plural. Si en un periódico donde escriben Campmany y Ussía, para el que Zarzalejos ficha a Concha García Campoy, Carlos Herrera o César Antonio de los Ríos resulta que yo no puedo escribir mi columna porque no sigo la línea editorial, eso será porque no hay línea editorial o porque no se quiere que la haya.

EL MUNDO – ¿Se siente usted engañado por alguien?

Jiménez Losantos – En absoluto. Comprendo que a un director recién nombrado no se le quite aunque disparate. Pero nadie puede creerse un proyecto liberal y moderno para el ABC con un director así. La empresa me ha hecho una oferta material absolutamente tentadora para que me quede en Prensa Española. Y yo le agradezco a Nemesio que me llevara a ABC y que quiera que me quede. Pero yo no quiero ser director general con un gran sueldo para no escribir aguardando la caída del director. Espero que ABC no pase de ser un periódico sin director a ser un director sin periódico. En todo caso, mi aprecio por la casa es anterior a Zarzalejos y será posterior. (…) en todos los años que he trabajado con Pedro, en DIARIO16 y en EL MUNDO, jamás me quitó una coma de un solo artículo. Y como yo no sé escribir sin libertad, supongo que estamos condenados a trabajar juntos.

El Sr. Jiménez Losantos reconoce en la entrevista que va voluntariamente y se vuelve con D. Pedro J. Ramírez, que ese sí que no se había atrevido a censurarle a él (cosa que sí se atrevió a hacer con D. Jesús Cacho, D. Manuel Martín Ferrand o D. Pablo Sebastián, según testimonio de ellos).

08 Noviembre 1999

EL OTRO ALBERTI

Federico Jiménez Losantos

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La vida y la trasvida de los intelectuales de izquierda en estos amenes del siglo son un verdadero chollo. Cuando viven, generalmente muy bien, su obra vale más de lo que pesa por el compromiso político del autor, que pesa más de lo que vale. Cuando mueren, su obra todavía vale más porque el compromiso izquierdista que esmalta su figura cívica no puede enturbiar el valor intemporal de la obra. Añadamos la costumbre española de mentir desaforadamente cuando muere alguien y de ocultar en público los aspectos turbios del difunto para comentarlos fieramente en privado, y ya están servidos el engaño informativo para los jóvenes y la estafa intelectual para los adultos. Sólo faltan las autoridades para presidir el telediario del funeral con la parte de la familia que posa para la Fundación. Y una calamidad reciente: que los políticos lean poesía en público. A ver quién los convence de que, como en cualquier género teatral, no todos valen para recitar y hacer cabriolas. Vamos, que Aznar o Rajoy no recitan como Nati Mistral.

Viene esto a cuento, naturalmente, de las exequias informativas de Alberti. Creo que sólo Valente se ha atrevido a decir lo que pensamos muchos lectores: que fue un buen poeta en su época temprana y ahí se acabó. Juan Ramón diría que fue a menos desde el primer libro. ¿Es esto despectivo? En absoluto. Era tan bueno Marinero en tierra y adquirió Alberti tanto oficio académico con los bachilleres de su generación que todavía alcanzó a escribir tres o cuatro buenos libros más. Esto le parecerá desdeñoso al publicista político, que suele ser analfabeto literario, pero es milagroso para el que tenga alguna noción de poesía. Antes de la Guerra, Alberti ya era, desde el punto de vista creativo, un recuerdo (compárese con la obra de Cernuda en esos años) y el resto de su obra escrita, con la excepción de algunos Retornos, bonitos y dulzones como boleros, y alguna balada del Paraná (hay periodistas, cegados por el incienso, que han colocado el río en Panamá) es tan olvidable como su espinosa obra gráfica. ¿Pretende quitar este juicio -personal y discutible, como todos- mérito a su poesía? Al contrario. Sólo si distinguimos Marinero en tierra de las horribles coplas de Juan Panadero podremos celebrar en serio su mérito. Si todo vale, nada vale. Si sólo vale la firma, sobra la obra.

Aparte del gran poeta -breve y verdaderamente grande-, hay otro Alberti: el que ha sido hasta el final uno de los más abyectos propagandistas del totalitarismo comunista. En el Madrid de Koltsov y en el Budapest de Erno Gëro; en el Moscú de Stalin y del que viniese; antes y después de la caída del Muro. Su figura, como las de Aragón o Neruda, pertenece a los Coros y Danzas del Gulag. No sólo fueron babeantes juglares del mayor asesino de todos los tiempos. Lo peor es que nunca tuvieron la tentación o la necesidad de arrepentirse. Que el ahora recordado Batallón del Talento de Alberti y María Teresa León, o sea, los propagandistas del Quinto Regimiento del PCE, trajinaran en la checa de Bellas Artes, o que su columna A paseo en el incauto ABC figure entre las más repugnantes delaciones y apelaciones al asesinato publicadas en la Guerra es terrorífico. Pero es que peor que hasta su muerte Alberti hiciera la égloga del paredón, siempre que fuera rojo; es que un exiliado político aceptase complacido las condecoraciones de dictadores como Fidel Castro, que ha mandado al paredón, la cárcel o el exilio a tantos poetas. No se trata de quitar valor a su literatura por su posición política. Eso queda para la izquierda. Pero tampoco es admisible que Alberti quede como modelo de ciudadanía. Ser mejor poeta es difícil. Mejor ciudadano, cualquiera

Federico Jiménez Losantos

09 Noviembre 1999

FEDERICO VS. ALBERTI

Raúl del Pozo

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Federico Jiménez Losantos ha vuelto a las páginas de EL MUNDO. Bienvenido. Publica un artículo en el que acusa a Rafael Alberti de babeante juglar del mayor asesino de todos los tiempos (Stalin) e insinúa que el poeta miliciano y María Teresa trajinaron en la checa de Bellas Artes. Tengo hacia Federico un gran respeto intelectual. Por decir lo que piensa se ha jugado la vida. Es lúcido, penetrante, gran escritor, gran altercador. Pero me entristece su actitud respecto a Alberti. Aun en el caso de que el poeta hubiera sido durante la guerra un sicario, debería reconocer el profanador de su tumba que el genio de los escritores sobrevive a su rectitud. La inocencia no hace buena literatura. Por haber delatado a herejes Lope de Vega no deja de ser el Fénix de los ingenios, ni por haber injuriado a los moriscos, Cervantes deja de ser el príncipe. Borges, otro escritor que se define liberal y conservador, elogió a los gorilas de las dictaduras del Cono Sur.

Pero además en la memoria de la humanidad la defensa de Madrid, El no pasarán, constituyen una leyenda. Pocos talentos del universo no estuvieron en cuerpo o en alma en la capital de la gloria. Antonio Machado elogió la pistola de Lister y todos los demócratas y liberales del universo combatieron al lado de la república en ese baile de fieras. En el otro lado, Pemán, un liberal y de Cádiz, al que Franco trató como a una orquídea, según Andrés Trapiello, ordenó sacas y también salvó a gente. Antes, Franco había condenado a muerte a la Generación del 27. (Que le den mucho café dijo Queipo de Llano al ordenar el fusilamiento de Federico García Lorca). A Lorca lo mataron con fusiles, a Miguel Hernández a palizas, a otros los desterraron. Unos fusilaron en las tapias de los cementerios y en las plazas de toros y otros en las cunetas. Eso es una guerra civil: sacas, asesinatos. No está probado que Alberti partipara en la checa de Fomento y aunque lo estuviera aquello era una guerra, no una pavana. Parecía que la derecha española ya se había bajado del Dragon Rapide. Así lo pensé yo cuando José María Aznar se acercó al Barrio de los Pinares para abrazar al último poeta del 27. No era así. Alguien tan fino como Federico vuelve a sacar las banderas de Paracuellos y de la extrema derecha. Para la mitad o más de los españoles Alberti es sagrado y son hijos de perra (Neruda) los babeantes juglares de otro de los mayores asesinos de todos los tiempos. Federico trabaja para los obispos que acogieron en sus iglesia a los perseguidos del franquismo, no para los prelados que bendecían a los rojos antes de que fueran fusilados. Lo dice Ortega: las catedrales fueron construídas al compás que hacían las espadas cayendo sobre los cuerpos de los moros. Cómo un hombre tan ilustrado ha podido olvidar que la historia es una matanza, que todos los regímenes totalitarios son criminales y que como escribe Vázquez Montalbán, también el liberalismo occidental se asienta sobre el trabajo forzado, la esclavitud de las colonias, la trata de negros y veinte guerras, entre civiles y mundiales.

Raúl del Pozo

09 Noviembre 1999

La coz de Jiménez Losantos a Zarzalejos

Xavier Campreciós

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Vaya cirio ha armado Federico Jiménenez Losantos. El liberalísimo y furibundo antiizquierdista dejó hace cuatro meses EL MUNDO de Pedro J. Ramírez para reincorporarse al ABC. En tiemo record. Losantos ya vuelve a estar en EL MUNDO. El viaje de vuelta se formalizó este domingo en el diario EL MUNDO de Pedro J. con una entrevista firmada por EL MUNDO – ¿Quién la haría? – en la que Losantos explicaba que Nemesio Fernández Cuesta, presidente de Prensa Española, le reclamó para que participara en la renovación de ABC tras la etapa dirigida por Luis María Anson, pero que había topado con José Antonio Zarzalejos, el nuevo director del diario: «Cuando Zarzalejos, para sorpresa de muchos, sustituyó a Giménez Alemán dijo compartir al cien por cien el proyecto de Nemesio. A mí no llegó a canonizarme, pero llegó casi a la beatificación. Me hizo escribir todos los días. Era la pieza clave, la solidez intelectual, la piedra angular… Ruborizante. Y de la noche a la mañana, sin decirme una palabra, se pone a censurarme columnas y le dice al presidente que él o yo… Yo no pinto nada en un periódico cuyo director no entiende que los columnistas están precisamente para no coincidir con la línea editorial, para dar al lector un punto de vista personal y también plural».

EL MUNDO acogía ayer amorosamente al hijo pródigo y publicaba una de las piezas censuradas en ABC (sostiene Losantos que además del poeta hay ‘otro Alberti: el que ha sido hasta el final uno de los más abyectos propagandistas del totalitarismo comunista’) y en Casa Herrero (COPE). Losantos y Luis Herrero cocearon a Zarzalejos, airearon sus cuitas y le acusaron de practicar el ‘hermanismo’ dijeron que ABC atacó ayer al ministro Mayor Oreja por haber ‘quemado’ al obispo Uriarte como mediador entre Gobierno y ETA, porque el director de ABC es hermano del alto cargo del Gobierno Aznar que también negocia con ETA y que aspira a ser diputado. Ésta debe doler; y es entre primos políticos.

Xavier Camprecios

El Análisis

UNA LARGA VENDETTA...

JF Lamata

Que D. José Antonio Zarzalejos, en su condición de director de ABC, decida no publicar un artículo de D. Federico Jiménez Losantos contra D. Rafael Alberti que acababa de fallecer entra dentro de sus competencias, también que decidiera retirar un segundo artículo por considerar que era hacer publicidad a EL MUNDO. Pero si tomas ese tipo de decisiones, debes afrontar las consecuencias. Y meterse con D. Federico Jiménez Losantos ‘ el temible’ no significa sólo arriesgarte a coja la puerta y se vaya: es lograr que coja esa puerta, te la estrelle contra la cabeza y se declare enemigo tuyo para toda la vida.

Aquel día el Sr. Zarzalejos se ganó un enemigo que lograría tener más poder en la derecha político-mediática en el periodo 2004-2009 que el que pudiera tener el director del ABC. Se había sentenciado.

J. F. Lamata