22 marzo 1998

El PP y sus medios afines creen que es un montaje y que se da por hecho el triunfo de Almunia frente a Borrell

Joaquín Almunia somete su liderazgo a la militancia convocando por primera vez primarias para la elección del candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno

Hechos

  • El 22 de marzo de 1998 el PSOE anunció que se celebrarían primarias para elegir al candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno con dos candidatos: el secretario general D. Joaquín Almunia y el miembro de la ejecutiva D. José Borrell.

18 Marzo 1998

El recibo

Federico Jiménez Losantos

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No quisiera uno estropear la buena prensa que están teniendo las primarias del PSOE, pero si en el País Vasco el éxito ha sido indudable para los dos contendientes y, sobre todo, para el partido, en Madrid está Almunia a punto de convertir en ejercicio grotesco lo que debería ser un trámite estimulante de participación política. Malo es que obliguen los partidos políticos a todos los ciudadanos a pagarles sus sedes y gastos ingentes. Peor todavía que, con desprecio ostensible de la Constitución, que les manda tener un comportamiento democrático, se complazca en ejercicios piramidales de servidumbre faraónica. Y sería una calamidad perfectamente innecesaria que la elección de candidato socialista a la presidencia del Gobierno desnaturalizara y pervirtiera lo que de bueno tiene el ejercicio de las primarias. No por lo que son hoy sino por lo que podrían ser mañana.

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Almunia tiene tres formas para llegar a la candidatura que, en espíritu, ostenta Felipe González, aunque por cautelas judiciales y sombras de banquillo no se atreva a ejercerla. Puede elegirlo eso que en términos leninistas se llamaría Comité Central o bien el politburó, es decir, los que mandan o los que mandan en los que manda. Hasta ahí, como en todos los partidos. Pero también puede elegirlo una porción de afiliados a modo de respaldo cuantitativo y no cualitativo. Un 10% es la holgada suma que precisa el candidato del PSOE para ser candidato y mucho nos parece para iniciar una carrera si fuera realmente una competición democrática. Sin embargo, como refrendo plebiscitario a quien los órganos dirigentes del partido han elegido ya candidato a presidente del Gobierno resulta, sencillamente, ridícula. Si no hay elección ¿para qué votar? Si no hay alternativa, ¿qué sentido tiene reunir 40.000 firmas de apoyo? ¿De apoyo a quién? ¿O contra quién? Seguramente la clave de esta pretensión de Almunia, psicológicamente razonable pero objetivamente absurda en un proceso que se quiere democrático, es rodearse de un mecanismo de amparo por si salen mal las cosas. Para que nadie pueda nunca decir que el malvado Almunia se aprovechó del incauto Borrell, el cándido Bono o el inocente González, que estaba arreglando los Balcanes mientras don Joaquín se quedaba con el Valle de los Caídos. Si Almunia fuera candidato y si no tuviera un buen resultado, le echarían todas las culpas en espera del salvador sevillano o el mesías otánico. Y no es en absoluto descartable que le acusaran, como ya adelantó Mijail Pradera contra Redondo Terreros, de una intriga burocrática que coartó el sano y democrático desarrollo de la voluntad de los militantes.

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Así que lo que pide Almunia es un recibo, un papel firmado por 40.000 afiliados para poder decir luego: «Yo no he sido»; o «no he sido yo solo». La precaución se explica por las malas costumbres de la clase política en general y de la felipista en particular, pero choca en el fondo y en la forma con estas primarias o primarillas que han traído una modesta primavera al páramo del despotismo partidista. Y que conviene que triunfen en el PSOE para que las imite el PP.

Pero no se suele expedir un recibo antes de comprobar la mercancía.

23 Marzo 1998

Las primarias del PSOE van en serio

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Antonio Romero, de IU, aseguraba ayer que la persona más preocupada por la presentación de José Borrell como candidato alternativo a Almunia es… Felipe González. No le falta razón. El ex ministro catalán tiene personalidad propia, un discurso atractivo y gancho entre las bases; en suma, es un hombre que puede poner en peligro la sucesión atada y bien atada por González.

No hay la menor duda de que la voluntad de Borrell de disputar a Almunia la candidatura a la presidencia de Gobierno pone de relieve que las primarias del mes que viene van en serio. No se trata de un trámite para legitimar a la dirección ni de unas elecciones decididas de antemano. Son una verdadera consulta democrática, en la que las bases tienen la oportunidad de expresar a quién quieren como cabeza de cartel electoral.

Borrell ha tenido la valentía de enfrentarse al aparato del partido, apoyado por Felipe González, que va a echar el resto por Almunia. Pero no sale derrotado de antemano. En Francia, hace un par de años, Jospin dio la sorpresa al vencer a Emmanuelli, que contaba con las bendiciones del mitterrandismo.

El político catalán tiene posibilidades por una sencilla razón: los que deciden son al final los 380.000 militantes del PSOE y no los barones o la cúpula del partido, que influyen sin duda pero que no son determinantes.

Borrell está mucho más libre de ataduras con el pasado que Almunia, como demostró en el Comité Federal de anteayer. Criticó la falta de debate ideológico en el partido, su desinterés por regenerar la vida política, el anquilosamiento de los cuadros frente a la sociedad y se atrevió incluso a hacer una referencia sobre la financiación irregular. Estuvo, sin embargo, mucho más ambiguo cuando habló de la «democracia de opinion instantánea», culpando a los medios de comunicación de desfigurar el mensaje del PSOE.

El debate de ideas y de planteamientos del Comité Federal demuestra que el partido ha dejado de ser una organización monolítica, en la que sólo se habla de lo que le interesa al que manda. Borrell pidió cambios, asegurando que si no se abordan el PSOE entrará «en decadencia, con Felipe o sin él». Está claro que se le ha perdido el respeto reverencial al anterior secretario general, que de nuevo protagonizó una intervención confusa y desacertada, cuestionando la eficacia de la lucha anteterrorista el mismo día del desmantelamiento del comando Andalucía. Refugiado en sus fantasmas -el del director de EL MUNDO sigue apareciéndosele todas las noches- , da la sensación de que González está perdiendo incluso el contacto con la realidad.

Lo sucedido en el Comité Federal y la celebración de primarias demuestran que algo, y para bien, se está moviendo en el PSOE. Ya es importante que en un partido las bases puedan elegir a sus representantes en las instituciones. Y también lo es que se puedan discutir personas y alternativas políticas. Porque de nada serviría que todo quedase en un mero recambio de líderes si no hay la voluntad de transformar los usos y abusos del pasado.

Memoria Política

Joaquín Almunia

2001

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Había que decidir nuestro cartel electoral. Pregunté a Felipe González si tenía alguna intención en ese sentido y su negativa fue contundente. Hablé con Javier Solana. Él había sido nuestro candidato in pectore en 1995, y sus responsabilidades al frente de la secretaria general de la OTAN no se prolongaría indefinidamente, por lo que le comenté la necesidad de aclarar pronto nuestro liderazgo electoral. Javier no descartaba volver a la política española, pero me aseguró que en ese momento estaba absorbido por sus responsabilidades internacionales.

Yo aparecía como el candidato natural. Sólo quedaba por decidir el momento y la forma de mi proclamación. No quería volver a ser un candidato impuesto desde arriba, sin abrir la posibilidad de otras alternativas. Me pareció lógico utilizar a nivel nacional el procedimiento que acababa de ser aprobado para la selección de los candidatos locales y autonómicos: la figura de las elecciones primarias internas.

Yo quería garantizar la credibilidad de mis intenciones, y para eso me emplee a fondo en convencer a Josep Borrell para que se presentase como candidato alternativo. Ya había estado a punto de hacerlo en el 34 congreso y posteriormente hubiera deseado ser el portavoz del grupo parlamentario pero yo había confiado ese puesto a Juan Manuel Eguiagaray. Para que no se sintiese desplazado en la Ejecutiva, de la que formaba parte, le había encargado que impulsase la reflexión sobre la renovación de nuestras propuestas en una serie de áreas, pero su trabajo no había cuajado. A los pocos días Borrell anunció su candidatura de lo que me alegré muy sinceramente.