18 septiembre 1995

Jorge Martínez Reverte (EL PERIÓDICO) compara las maniobras de Mario Conde y Pedro J. Ramírez con el golpista del 23-F, Tejero

Hechos

El 20.09.1995 en el diario EL PERIÓDICO, D. Jorge Martínez Reverte publicó el artículo ‘Mafia y Estado’ en el que aludía a D. Pedro J. Ramírez, a D. Mario Conde y al Coronel Tejero.

Lecturas

MAFIA Y ESTADO

Jorge M. Reverte, EL PERIÓDICO, 20-9-1995

Desde que Antonio Tejero entró a tiros en el Parlamento el 23 de febrero de 1981, nadie había ido tan lejos como Mario Conde y Pedro J. Ramírez. Y desde ese mismo día nunca el Estado se había demostrado tan débil como en los últimos meses de Gobierno de Felipe González. Hay razones más que sobradas para la inquietud ciudadana. Porque la sensación ante todo lo que está pasando es que los acontecimientos se suceden sin que haya ninguna capacidad de respuesta desde ninguna instancia.

No se trata ya de pedir que actúe la justicia, o de pedir que actúe el Gobierno en lo que tenga que actuar. El problema es mucho mayor que eso: tampoco se produce ninguna reacción de la ciudadanía ante los acontecimientos que afectan a todos.

Intentemos ver, como si fuera una fotografía, el estado de las cosas:

–       Hay una mafia, de la que forman parte un confuso conjunto de intereses que se ha marcado un objetivo común lejítimo (tirar a bajo un gobierno) con medios ilegítimos. Estos medios se basan en la compra-venta de información robada, publicación de la misma en medios informativos que utilizan las más repugnantes técnicas de manipulación y una concertada acción de moldeo de la opinión pública desde plataformas que se llaman así mismas independientes.

–       Hay un Gobierno que es incapaz de mantener la normalidad del funcionamiento de Instituciones básicas, como los servicios de información. Y un Gobierno incapaz de responder a la suma de acusaciones (ciertas las más, otras no) que bastarían, una a una, para montar una bronca descomunal. Un Gobierno que es heredero de otros gobiernos durante cuyos mandaos se han cometido tropelías por las que alguien tendría que responder.

–       Hay un poder del Estado como es el judicial, incapaz de evitar que en algunos casos se pierda el mínimo decoro público ante situaciones de la máxima delicadeza (filtraciones constantes de sumarios, nada casuales, en su mayor parte, como es el caso de Baltasar Garzón, sospechosas tomas de postura, como es el caso de Miguel Moreiras, brutales declaraciones públicas, como es el caso de José Luis Manzanares).

–       Hay unos partidos políticos que parecen desear que la sensación de caos se prolongue (Francisco Álvarez Cascos hablando de los deberes de los tribunales en el mismo tono que lo haría Lynch) o que la desmoralización nos abrume a todos (el PSOE, dejando hablar a un indeseable como Marcos Merino, presuntísimo organizador de exámenes masivos amañados, justificador de la violencia asesina del GAL y martilllo de herejes en su partido) o que dejemos de confiar en las instituciones (Julio Anguita lama a tomar la calle, no importa por qué causa cada vez).

El panorama es desolador salvo porque, como señala Jordi Pujol, la economía parece que no sufre en ningún caso. Por lo demás, no hay ninguna duda de que lo descrito es cierto. Nadie se defiende. Los implicados de la trama mafiosa no se molestan en negar nada. Jesús Santaella les lleva asuntos jurídicos a Pedro J. Ramírez, Mario Conde y Juan Alberto Perote. Jesús Santaella no niega que en las manos de sus defendidos estén los documentos que, supuestamente, habrían dado origen al chantaje al Gobierno. De todo esto, se sabe. Se sabe que Conde ha pactado con Javier de la Rosa y que de ambos han salido importantes cantidades de dinero para el diario de Pedro J. Ramírez. ¿Y qué pasa? Pues nada.

De lo del Gobierno, tampoco cabe la duda. Fuera de las responsabilidades penales, se puede afirmar con toda seguridad que de pasados gobiernos salieron las órdenes y los recursos para montar el GAL. ¿Y qué pasa? Pues mucho, pero no en el terreno político.

Los arrepentidos desfilan por los despachos judiciales, y según reconocen su participación en los hechos empiezan a obtener beneficios en forma de libertades provisionales, de regateo de fianzas, de recuperación de credibilidad pública… Es el juego de tonto el último.

¿Cuál es la sensación que queda en la ciudadanía? Una muy grave: no sólo estamos ante un Estado debilísimo, representado por un Gobierno que no está a la altura de las circunstancias, sino que nos encontramos en un país donde no existe el menor resquicio de entereza moral entre quienes han servido a lo publico. En el lado privado, el diagnóstico no es mucho mejor.

¿Cómo se puede entender, si no, toda esta avalancha de robos de papeles, enriquecimientos súbitos, cobros de sueldos legales y repartos de comisiones? ¿Y cómo se puede entender que se unan tantas voluntades en torno a un proyecto que vulnera, día a día, los más elementales principios? (Ahora investigan a los periodistas que discrepan con ellos).

No sólo lo público está en solfa. Lo privado, la sociedad civil está enferma en España. Nunca como ahora, desde hace muchos años, hizo falta lo de llamar a una regeneración de la vida pública y de la sociedad civil. Tienen mucho que ver.

Jorge M. Reverte