4 noviembre 1998
Los tertulianos anti-aznaristas intentarán dar a entender que Aznar estaba elogiando a ETA como "movimiento de liberación", cuando lo que hacía era referirse a la organización MLNV a través de la cual negociaría con ETA
José María Aznar anuncia que ha autorizado contactos con ETA a través del Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV)
Hechos
El 03.11.1998 el presidente del Gobierno, D. José María Aznar, anunció que había mantenido contactos con el Movimiento de Liberación Nacional Vasco.
Lecturas
¿QUÉ ES EL MOVIMIENTO DE LIBERACIÓN NACIONAL VASCO?
El Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV) es un complejo entramado de organizaciones políticas, sociales y sindicales de caracter independentista. El MLNV está formado por todos los grupos que componen la izquierda abertzale, desde Herri Batasuna hasta el movimiento internacionalista Askapena, pasando por la Gestoras pro Amnistía, los ecologistas de Eguzki, el colectivo de alfabetización de adultos AEK y la Coordinadora Abertzale Socialista (KAS), que es el grupo que cuenta con mayor peso específico e influencia dentro de todo el MLNV.
A su vez, forman parte de KAS la organización terrorista ETA, calificada como «brazo armado»; HASI, el partido político que durante muchos años fue punta de lanza y que ha perdido parte de su relevancia; el sindicato LAB; el movimiento popular ESK; las juventudes de Jarrai y EGISAN, colectivo feminista de la coordinadora.
Los comunicados de ETA hacen referencia siempre al MLNV como dinamizador del movimiento independentista, y recalcan indefectiblemente que todas las acciones de la organización terrorista se enmarcan dentro de los intereses generales del movimiento.
24 Febrero 1992
¿Qué es el MLNV?
En un trabajo anterior, formulábamos la hipótesis de que en Euskal Herria la contradicción principal de nuestros días es la que enfrenta a la Nación vasca con el Estado español.
Esta se expresa por la existencia de dos polos antagónicos que vamos a denominar Polo estatal y MLNV. En este artículo, vamos a hacer referencia exclusivamente la segundo.
El MLNV es para nosotros un múltiple infinito, sin límites en su expansión, originando como consecuencia de un acontecimiento fundador, nacimiento de ETA y conformado por elementos y conjuntos.
Decimos que ETA es acontecimiento fundador porque contiene las características que comprende esta noción:
Enunciado, entendido como apuesta genérica contra toda evidencia (irrupción de lo imposible) aspiración a la soberanía y a la independencia.
Ruptura con el estado de la situación, induciendo el antagonismo nuevo: Pueblo Trabajador Vasco contra el Estado español.
Proceso de acumulación, a partir de un núcleo fundador que ha dado origen – en su expansión – al múltiple que denominamos MLNV.
Fidelidad, a través de una forma de organización específica, capaz de ir haciendo posibles los objetivos formulados.
El doble carácter de ETA – fundador e integrante del MLNV – le confiera una constatable centralidad; puesto que esta organización es considerada por la gran mayoría de los abertzales como la que ha dado origen, mantenido, impulsado, desarrollado y dirigido el Proceso de Liberación Nacional en su conjunto.
Por eso, desde formulaciones estatales, se ha tenido siempre la convicción de que el fin de ETA consistía en la anulación de HB como unidad popular, así como el desmantelamiento del riquísimo movimiento popular de Euskal Herría, objetivo último y principal del Estado español.
El MLNV se puede analizar bajo dos niveles: desde su posición estructural y desde su consideración como movimiento. Desde su posición estructural, como lugar de acogida y ubicación de la Izquierda Abertzale. Bajo este punto de vista, se puede considerar al MLNV como una parte finita; un subconjunto de la sociedad. Estaría integrado, fundamentalmente, por sus estructuras políticas (KAS y sus organizaciones y HB) y por sus organismos de masas de carácter sociopolítico (Eguzki, Askapena, GGAA, etcétera).
Desde su consideración como movimiento general – bajo su aspecto global como inconmensurable – es la expresión máxima del proceso de Liberación Nacional y Social de Euskal Herría. En este sentido podemos definir al MLNV como capacidad ilimitada de creación de grupos y potencialidad infinita de despliegue de fuerzas por cada uno de ellos. Es esa fuerza subjetiva infinita el verdadero patrimonio vital del MLNV y lo que ha asegurado su supervivencia y avance.
De ahí que su composición abarque a grupos, movimientos populares, sujetos e individuales y sensibilidades populares y nacionales cuya pertenencia al múltiples deriva tanto de la fidelidad al acontecimiento fundador como de la fidelidad a los planteamientos genéricos que definen a Euskal Herría como lugar del acontecimiento general (reivindicación permanente de la Soberanía en toda su amplitud).
En esta segunda versión, el MLNV no se puede considerar una parte, un subconjunto de la sociedad. Este MLNV es un todo, en el sentido de que su vocación y dinámica se dirigen a la construcción de un marco nacional, dotado de soberanía plena, en el que se materialice el proyecto de Liberación Nacional y Social Vasco. El MLNV diseña el todo de la futura sociedad vasca.
Aunque muchos miembros del múltiple MLNV no se reclamen o reconozcan abierta o directamente en él, en cuanto constituyen lugares de expresión y acogida de reivindicaciones nacionales y populares, se enfrentan al Estado y a las actuales instituciones. Esta es la prueba de su pertenencia.
Por eso la actitud de las instituciones y los partidos estatales y regionales frente a los movimientos populares no se deriva de una cerrazón irracional o de una línea política equivocada. Al contrario, existe una intuición y una sospecha por pare del bloque del Estado de que estos movimientos representan embriones potencialmente sustitutivos del actual entramado institucional y sus funciones. Todo esto apunta ya a la configuración futura de la nación vasca independiente, de ahí que el Estado los sienta como enemigos antagónicos.
Existe, por consiguiente, un lazo indefinible e ilocalizable que los une con el acontecimiento fundador y con el MLNV. Así se explica, entre otras cosas, la extensión a todos los vascos(independientemente de su condición sociológica, adscripción política o manifestaciones públicas) de la noción de sospechoso; índice del coeficiente de impresentabilidad y de la naturaleza de múltiple que es el MLNV.
Para nosotros, la esencia del MLNV no radica en las organizaciones estructurales (KAS o HB). Estas, de algún modo, en cuanto son estructuras organizadas y en cuanto que, por esta razón, mantienen determinados puntos de contacto con el Estado, representan una parte del MLNV: aquella que hemos definido como fintia.
Son sus elementos menso estructurados, aquellos cuya esencia es movimiento, fuerza subjetiva, aquellos que apenas tienen puntos de inserción con el bloque del Estado, quienes – al estar su exceso sobre su conjunto estructurado finito – constituyen el motor principal, el elemento fundamental del proceso de Liberación Nacional. Aquí radica, verdaderamente, la capacidad de expansión del múltiple.
Dentro de estas coordenadas, ¿cómo entender la Izquierda Abertzale? Para nosotros, como estructura, la IA es una fracción dentro del conjunto de organizaciones abertzales. Como MLNV es la parte más consciente de él. Bajo este segundo aspecto, la Izquierda Abertzale, no sólo persigue los objetivos inmediatos del MLNV (independencia y soberanía jurídicas), sino las aspiraciones estratégicas, encaminadas a superar el Estado y las clases sociales. Este último es el verdadero sentido, las señas de identidad de la Izquierda Abertzale.
Por eso, podemos considerar la Izquierda Abertzale como unidad dialéctica entre sus dos componentes: el abertzale, que representa el aspecto de la nueva contradicción principal (Liberación Nacional) y la izquierda, que es el referente de lucha por la emancipación social. En esta unidad, el elemento que le confiere globalidad y se constituye como dominante es lo abertzale; mientras el elemento izquierda, en su operatividad, se encuentra subordinado el primero. No existe verdadera izquierda, en su sentido integral de emancipación social, sin Liberación Nacional, sin referencia genérica a esta dimensión.
En este sentido no es políticamente correcta, plantear la IA como suma aritmética de Izquierda y Abertzale, ni como lugar de encuentro de las dos instancias que no pertenecen al mismo plano conceptual. Está claro, por lo tanto, que en nuestros días no se puede ser de izquierdas si no se es abertzale.
J. Agirre
(Colectivo).
04 Noviembre 1998
Abre Aznar
El presidente del Gobierno anunció ayer que ha autorizado contactos directos con el entorno de ETA para afianzar el proceso abierto tras el alto el fuego. Sorprende que esta decisión fuera previamente comunicada al PNV, pero no así al PSOE, lo que dio lugar a una destemplada reacción socialista.Es razonable que mes y medio después del anuncio de tregua el Gobierno intente verificar las intenciones de la banda, sobre todo acerca de un abandono definitivo de las armas, como cabría deducir de las palabras del portavoz que habló por la BBC. Y ello, para ver si se cumple la condición establecida en el pacto de Ajuria Enea -«actitudes inequívocas»- para activar un diálogo que ayude a cerrar el problema terrorista. Se formule como se formule, la idea depaz por presos forma parte central de cualquier intento de reconciliación, y está en el planteamiento de Ajuria Enea.
Lo que está expresamente excluido es que alguien intente extraer ventajas políticas de la violencia. Es posible que a los 20 años de la aprobación de la Constitución y casi tantos de los primeros estatutos de autonomía sea conveniente renovar los consensos que los hicieron posibles, e incluso incorporar a los mismos a quienes han permanecido deliberadamente al margen. Pero tal eventualidad no podrá ser el pago por dejar las armas. Pretender contraprestaciones políticas por dejar de matar equivale a exigirlas por haber matado. De ahí que cualquier diálogo de alcance político deba plantearse, como marca Ajuria Enea, entre representantes legítimos de la voluntad popular. Con ETA puede hablarse de la reinserción de sus miembros, y para ello hay que establecer algún contacto. El Gobierno dice que quiere evitar secretismos que puedan un día volverse contra él. Bien está que comunique sus intenciones. Pero parece lógico que el primer destinatario del mensaje sea el primer partido de la oposición.
04 Noviembre 1998
Horizonte de esperanza
A las once treinta de la mañana de ayer, un despacho de agencia informaba que el presidente del Gobierno había autorizado el «establecimiento de contactos» con interlocutores del entorno del MLNV con el fin de «acreditar la voluntad» de la banda terrorista de dar los pasos precisos para el «cese definitivo de la violencia».
La esperanza, precaria todavía, de que el proceso que se anuncia fructifique en la pacificación del País Vasco, exonerando a esa entrañable porción de España de la servidumbre del terror, nos lleva a subrayar la fecha del 3 de noviembre como el posible punto de partida de una andadura que ningún español de buena voluntad puede dejar de desear que culmine venturosamente.
La noticia no puede considerarse sorprendente. Con dosificada cautela, no ha dejado de sugerirse en todas las manifestaciones de Aznar, sobre todo en su importante discurso de Victoria cuando reclamó «compromisos claros» y advirtió que la paz no podía tener el precio de la democracia ni habría de ser administrada por quienes quisieran «retorcer la voluntad de los ciudadanos».
Se abre un proceso arduo y de resultado incierto. Los precedentes —la disolución sólo parcialmente lograda de los «polis-milis», Argel, las sucesivas «tomas de temperatura» de los gobiernos socialistas— aconsejan mantener la más rigurosa cautela. Pero es un camino que merece la pena y hay que alentar el valor de Aznar por decidirse a recorrerlo.
Creemos que la metodología adoptada es la única capaz de alcanzar resultados. Sin mediadores melífluos, instalados en una equidistancia inadmisible, ni interferencias de los partidos que pretendieran sacar réditos de su intermediación. Sólo el Gobierno de la Nación tiene en sus manos la única contrapartida a la que la banda puede aspirar: la indulgencia.
En este momento, no cabe olvidar a las víctimas del terrorismo y a sus familias. Su más plenaria reparación y su reconocimiento son un auténtico prerrequisito para cualquier buen fin de las conversaciones. Estamos ciertos de que el Gobierno no dejará de tenerlo en cuenta. Como tampoco, por obvio, nos parece necesario subrayar que las reglas del juego, la Constitución, el Estatuto, no pueden ponerse sobre la mesa. Aznar lo ha dicho hasta la saciedad. Cumplidas esas condiciones, es hora de grandeza de miras. Es la hora también de consenso: el Gobierno debe implicar en su propósito a todas las fuerzas políticas.
Para un periódico es duro admitir que la reserva más escrupulosa es una condición imprescindible para el éxito de los contactos. No podemos abdicar del deber de informar responsablemente. Pero somos muy conscientes de la importancia de lo que está en juego y nos sentimos comprometidos con el logro de la paz. Por ello, procuraremos no perjudicar el proceso, mediante un muy prudente y sereno ejercicio de nuestro derecho a informar y opinar. Nunca pondríamos en riesgo la posibilidad cierta de un País Vasco libre y en paz a cambio de la satisfacción efímera de una portada de tan seguro como fácil impacto.
04 Noviembre 1998
Otro valiente paso de Aznar hacia la paz
El Jefe del Gobierno confirmó ayer lacónicamente que ha autorizado la toma de contactos con el entorno de ETA. Poco después el portavoz del Ejecutivo aclaró que esos contactos «con el llamado MLNV
» (Movimiento de Liberación Nacional Vasco) apuntan a acreditar que la decisión de la organización terrorista de abandonar la violencia es definitiva. Obvió decir —era innecesario— que, de confirmarse tal cosa, habrá negociación.
¿Cómo? ¿Entre quiénes? ¿Cuándo? ¿Dónde? El Gobierno no quiere entrar en detalles, y se entiende. Se sabe, eso sí, que José María Aznar está decidido a seguir el proceso muy de cerca, no delegando en nadie salvo para lo imprescindible. Lo más probable es que la tarea acabe subdividiéndose: habrá diálogo directo con ETA, de un lado, para evaluar el problema de los presos —aunque no sólo—, y habrá por otro lado conversaciones más específicamente políticas, en las que todas las fuerzas parlamentarias habrán de tener participación.
Estamos, en todo caso, ante un giro fundamental de los acontecimientos, que afecta hasta al lenguaje: nunca el Gobierno se había referido al MLNV, utilizando estas siglas, como lo hizo ayer. La iniciativa que ha emprendido desborda ampliamente no ya sus planteamientos iniciales —que para qué recordar— sino incluso posiciones más matizadas y recientes, como la que exigíia «un signo inequívoco» de ETAantes de pasar a mayores. Al final, ha optado por prescindir de los contactos exploratorios del Cesid —difícilmente podría encontrarse un organismo que suscitara más recelos en la otra parte— y tomar la iniciativa directamente y con valentía, como hizo John Major en su día con el IRA.
El Gobierno vasco ha manifestado la «gran satisfacción» que le produce la iniciativa de Aznar. IU la ha calificado de «fabulosa». EA dice que «éste es el camino». Incluso UPN la ve «correcta». Sólo los portavoces de la cúpula del PSOE la ha criticado. Se quejan con amargura de que no fueron advertidos de ella con la necesaria anticipación, lo que les mueve a calificarla de «imprudente». Pero hay que subordinar las formas a los contenidos. Así lo ha hecho el ex ministro Enrique Mújica y así lo ha remachado el portavoz de la Junta de Andalucía, para quien una decisión como ésta «no debería ser objeto de polémica
».
Ante asunto de tanta trascendencia, los celos partidistas están de más. Si la paz acaba por lograrse, nunca será exclusiva de Aznar: corresponderá a todos cuantos la hayan propiciado.
04 Noviembre 1998
Con tacto
Tengo la impresión de que la sorprendente, intempestiva e inesperada confirmación por parte de José María Aznar de su autorización para el establecimiento de contactos con ETA guarda estrecha relación con la noticia filtrada ayer acerca de una supuesta escisión dentro de la banda terrorista entre los que quieren tener un trato directo con el Gobierno y quienes prefieren que se lleve a cabo a través de Herri Batasuna, que tomaría así un carácter de intermediario y no de simple brazo político del terrorismo. Si mis suposiciones son ciertas, el Gobierno habría mostrado una preocupación razonable sobre el proceso, pero también una preocupante prisa por no perder pie en acontecimientos de los que no es responsable y que dificilmente puede controlar. Además, da pie a que los partidos de oposición critiquen un protagonismo exclusivo y excluyente del proceso de paz, en perjuicio del consenso necesario de los partidos democráticos. Lo primero sería malo y lo segundo, peor.
Puesto que es el fin del terror lo que se busca y el camino es necesariamente, como en la canción de Georges Harrison, «largo y sinuoso», convendría no apresurarse en los trámites y contar con los inevitables retrocesos y tiempos muertos de lo que de una u otra forma será la negociación, aunque se salven los principios éticos y democráticos que el Gobierno de un país respetuoso de sí mismo nunca debe perder de vista. Y si hay algo que en estos contactos y los que vengan tampoco se puede perder es, precisamente el tacto, el cuidado, la precaución de no enajenarse el apoyo de los partidos políticos democráticos. En ese sentido, la impresión de ayer, con el abrupto anuncio confirmatorio deAznar y la vaga explicación de Piqué relativa a aspectos colaterales, aunque posiblemente ciertos y sin duda importantes, así el fin del «impuesto revolucionario» o el fin de atentados «incontrolados» contra sedes de partidos, no es precisamente confortable, ni siquiera satisfactoria. Se entiende y se disculpa que una precipitación de problemas internos en el bando terrorista haga correr al Gobierno para no perder el tren de los acontecimientos. Se entendería mucho peor y no admitiría disculpa que esa prisa sólo pretendiera mantener ese «liderazgo en el proceso de paz» sobre el que hablan demasiado los políticos populares, lejos ya de la inevitable batahola de las declaraciones electorales vascas. Cuidado con ese asunto.
Que el Gobierno español debe dirigir el proceso de pacificación es evidente. Que no entienda que tal dirección implica la permanente atención informativa y la eventual consulta al resto de partidos democráticos es una posibilidad preocupante. En la opinión pública el consenso visible de los grandes partidos nacionales es un elemento fundamental. Si por «apuntarse un tanto» el Gobierno perdiera el partido, perderíamos todos. También Aznar.
06 Noviembre 1998
Cartas cruzadas
El mensaje del Gobierno a ETA, anunciando su disposición a entablar diálogo directo con los representantes del MLNV (sic), se ha cruzado con el de ETA a los partidos nacionalistas para recordarles que la tregua no es definitiva. Algo ha debido fallar para que el Gobierno se adelante a reconocer como movimiento de liberación a lo que hasta ayer era una banda, que en su último comunicado no deja de lanzar múltiples advertencias. Tal vez sea inevitable en un proceso que casi por definición exige muchos sobreentendidos, pero da la impresión de que el diálogo ha comenzado en términos de adónde vas, manzanas traigo.Si nos atenemos al precedente irlandés, lo importante no es lo que digan los comunicados de los grupos terroristas, sino lo que hagan (o dejen de hacer). Pero eso no significa que haya que pasar por alto cualquier cosa que digan. Parte del secreto del éxito del proceso es que quienes estaban acostumbrados a un discurso sin réplica posible -el de la muerte- aprendan que la democracia es algo diferente a la aceptación por parte de los demás del propio punto de vista, por muy indiscutible que a ellos les parezca.
Ya el comunicado del 17 de septiembre, en el que se anunciaba la tregua, era un monumento a esa lógica. Su argumentación venía a sostener que ETA había conseguido forzar a los partidos nacionalistas a abandonar su propio punto de vista y asumir el correcto: el estatuto está agotado, la integración de Navarra (y el País Vasco francés) no es una cuestión opinable, no habrá libertad sin autodeterminación, etcétera. El abandono definitivo de las armas quedaba condicionado a que los nacionalistas fueran consecuentes y no volvieran a las andadas. En lo inmediato, les exigía la ruptura de cualquier relación con los partidos españoles, entendiendo por tales a los que no se pliegan a las exigencias de la construcción nacional tal como la interpreta ETA.
A su mensaje inicial añade ahora el argumento de que las elecciones han consagrado la mayoría de quienes defienden estas posiciones expresadas en el pacto de Estella, pese a que han «podido votar guardias civiles, policías y militares» y a que las elecciones se han celebrado «bajo la amenaza y el control» de esos cuerpos y de las «fuerzas armadas zipayas». Ahí está el punto de partida de ETA para el diálogo: no se trata de hablar de presos, sino de un nuevo marco político.
El Gobierno sostiene, por su parte, que antes de cualquier movimiento debe quedar claro que el abandono de la violencia es definitivo. Entonces podrán entrar en juego las previsiones del Pacto de Ajuria Enea sobre medidas de reinserción social de los presos. Y sólo tras la culminación del proceso de paz podrá eventualmente discutirse de asuntos políticos, siempre por cauces institucionales.
Llegados a este punto es urgente conocer cuál es la posición de los partidos firmantes del acuerdo de Lizarra: si piensan que sus votantes han respaldado la interpretación que hace ETA de la situación actual y de los resultados electorales; en particular, si consideran que el Estatuto de Gernika sigue teniendo vigencia o ha sido superado, y si se atienen a los principios del Pacto de Ajuria Enea.
En los últimos meses, los nacionalistas reprochaban a las demás fuerzas de ese foro democrático su pasividad en la búsqueda de vías de acercamiento al mundo radical que permitieran una salida dialogada. Es inútil seguir discutiendo de ello una vez que la propia ETA ha declarado una tregua indefinida. La cuestión es ahora si existe acuerdo sobre el contenido esencial del pacto: la negativa a que alguien pueda sacar ventajas políticas de la violencia. Si existe, deberán ser los partidos vascos, firmantes o no de Lizarra, los que respondan a ETA que no es el estatuto ni la Constitución, sino el pluralismo de la sociedad vasca, lo que obstaculiza la realización de su ideal independentista.
Aceptar la vía política significa reconocer que otros ciudadanos tienen diferentes ideales y que no es democrático intentar cambiárselos a tiros, o con la amenaza de reanudarlos.