23 septiembre 1948

En occidente era visto como un héroe pacifistas, pero para los hebreos era un antisemita al servicio de los intereses británicos

Un grupo terrorista judío asesina al Conde de Bernadotte, el mediador de la ONU en el conflicto entre el nuevo Estado de Israel y los países árabes

Hechos

El 17.09.1948 fue asesinado a tiros Folke Bernadotte.

Lecturas

Un comando terrorista judío acaba de asesinar este 17 de septiembre de 1948 al conde Folke Bernadotte, en el sector israelí de Jerusalén. El diplomático, sobrino del rey de Suecia, Gustavo V, nació en Estocolmo en 1895, y fue vicepresidente de la Cruz Roja de su país. Su nombre trascendió a la primera plana de los periódicos de todo el mundo cuando, en el periodo final de la Segunda Guerra Mundial trató de negociar con Heinrich Himmler, el Reichführer de las S. S. de la Alemania nazi el mejoramiento de las condiciones de vida de los deportados.

Poco después transmitió a los aliados una oferta de rendición de Alemania nazi presentada por Himmler que fue desautorizada por un sitiado Hitler desde su bunquer en Berlín y también por los aliados por considerar que Himmler carecía de autoridad y que no cabía otra cosa que una rendición incondicional.

EL 20 de mayo de 1948 Bernadotte fue designado por la Organización de Naciones Unidas para mediar entre los estados árabes y el nuevo estado judío creado con el nombre de Israel en la región de Palestina, al que todos los países árabes han declarado la guerra. El asesinato de Bernadotte aumentará la tensión.

LOS RESPONSABLES DEL ASESINATO

isaac_shamir Isaac Shamir

Aquel crimen fue condenado por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que señaló al nuevo Estado de Israel como responsable. El atentado fue  planeado por Yehoshua Setler, miembro del grupo terrorista judío Lehi. En prensa se aseguró que contaba con la aprobación de los tres principales líderes de la organización, Isaac Shamir, Natan Yellin-Mor y Yisrael Eldad.

16 Septiembre 1948

El sacrificio del Conde Bernadotte

Torcuato Luca de Tena y Brunet

Leer

El conde Bernadotte era el equilibrio. Sus rasgos definidos, su boca enérgica, su mentón decidido, se equilibraban con la alta e inicligente serenidad de su frente amplia y con la bondadosa firmeza de unos ojos que parecían una paradoja de dulzura y humanidad bajo el frondoso y revuelto angulo de sus cejas de Fausto. Aún a riesgo de que la comparación pueda herir nuestros oídos racistas de occidentales no dudo en afirmar que Bernadotte representaba para los hombres de nuestra raza y civilización lo que aquel sublime estrafalario asiático, el Mahatma Gandhi, representaba en su mundo de color. El cuerpo nórdico y altivo del escandinavo; la inteligente y noble cabeza erguida; esqueleto andante del Mahatma Mohandas Karamehand Gandhi. Pero, así como el intico, así Bernadotte era un símbolo de la misión que cumple a Occidente en el mundo y que Europa se niega a reconocer. A quemarropa, los asesinos vaciaron los cargadores de sus armas de repetición, cosiendo con plomo el pecho del escandinavo. El cuerpo se dobló sobre sí mismo, convirtiéndose de antorcha encendida en volumen, en sus últimas palabras, dichas a un periodista de la United Press que le salió al pasó con el arma harto menos sangrienta – aunque sublime y peligrosa a la vez – de un lápiz y unas cuartillas. “Muy pronto llegarán dos mil quiniestas tiendas de campaña para los regugiados: quinientas de Siria, quinientas de Líbano, mil del valle del Jordán…” Ante todo y sobre todo, por encima de su representación y de su encargo político, Bernadotte era un gran generoso. Y esto es lo único que no podía perdonarle el mundo que le asesinó. Es incomprensible que los hombres no hayan perdido aún su capacidad de asombro e indignación. “Estamos profundamente asombrados ante la noticia”; se ha dicho en el Cuartel General del mediador: “con un profundo sentimiento de asombro he recibido la noticia”, ha dicho el secretario general de las Naciones Unidas. Marshall en cambio, que es otro gran generoso, ha dicho: “La noticia del asesinato en Jerusalén me ha conmovido profundamente porque su vida entera la dedicó a ayudar al género humano”. Y el Rey Gustavo Adolfo de Suecia, al ser informado del asesinato de su sobrino, dobló su cuerpo, llevó sus ancianas y afiliadas manos al rostro y rompió a llorar. Cuando el eco de los disparos se extendió ayer, con vértigo más sensacionalista que humano, de parte a parte del planeta, los sentimientos que debían haber prendido el ánimo de los hombres hubieran debido estar mucho más ccerca de las lágrimas de Gustavo V que del asombro del secretario general de la ONU. Porque la capacidad de asombro debía haber colmado ya todos los espíritus. Y, en cambio, la de humanidad, ¡sabemos todos que está tan lejos de colmarse…! La muerte del conde Folke Bernadotte – aparte de las derivaciones políticas que puede acarrear en el Cercano Oriente – puede tener muy tristes consecuencias en el ánimo dolorido y cansado del mundo de nuestros días. Para los espíritus pusilánimes y simplistas, aunque ellos nunca lo reconozcan, la muerte del conde puede ser interpretada como el fracaso de la Meditación ante la Violencia. Y es preciso salir al paso de esta idea, precisamente por el cúmulo de razones que van acumulando a su favor los que así piensan. Pero es preciso insistir hasta la saciedad, y los hombres de pluma deben hacerlo hasta agotar su última gota de tinta, que los que de aquella manera piensen tienen razones, pero no tienen razón.

No me refiero al pleito de Palestina: me refiero al pleito de la Humanidad. Bien difícil es sentar normas de ética internacional cuando las ramas del árbol nos impiden ver la fronda del bosque, pero sí puede afirmarse, sin temor a errar, que cuando de malo padecemos lo debemos a la violencia y cuanto de bueno guardamos lo debemos a la cordura a la sensatez, al sosegado equilibrio y a la audacia generosa de hombres como éste que ha caído en manos de aquellos mismos a los que pretendía beneficiar. Ante la muerte de Bernadotte, lo único que no está permitido a una mentalidad política es asombrosa como lo ha hecho el secretario general de las Naciones Unidas.

Torcuato Luca de Tena.