1 octubre 1946

Los siete condenados a penas de cárcel residirán en la prisión de Spandau, adecuada exclusivamente para ellos, mientras que el resto fueron ahorcados. Goreing evitó la horca con el suicidio.

Juicio de Nüremberg: Los vencedores de la Segunda Guerra Mundial sentencian a la horca a la cúpula dirigente de la Alemania nazi

Hechos

  • El 20.11.1945 comenzó el juicio contra dirigentes del Gobierno de Alemania del periodo 1933-1945.
  • El 1.10.1946 se dictó la sentencia contra todos los acusados.

Lecturas

El 1 de octubre de 1946 el tribunal especial de crímenes de guerra de Nuremberg pronunció las primeras sentencias contra los principales acusados del régimen nacionalsocialista. Hubo doce condenas a muerte, siete a largas penas de prisión y tres sentencias absolutorias.

La sentencia llega después de todas las testificales.

LOS ACUSADOS Y LAS CONDENAS

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Hermann Goering. Marical del Reich. Máximo responsable de la aviación alemana y auténtico ‘número 2’ del régimen. Al estallar la guerra Hitler lo designó como su sucesor como Führer en caso de morir. Al quedar Hitler aislado en Berlín, Goering le propuso asumir él la jefatura del Estado, motivo por el cual Hitler lo declaró traidor y lo condenó a muerte. Condenado a Muerte en la Horca. Logró evitar la sentencia suicidándose horas antes de su ejecución. Los americanos procedieron a ‘colgar’ su cadáver como desquite. 

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Rudolf Hess. Lugarteniente del Führer, lo que le convertía en máximo responsable del Partido Nazi. Al estallar la guerra, Hitler lo designó como su segundo sucesor (tras Goering). En 1941, cuando la guerra aún era favorable para Alemania se lanzó en paracaídas por su cuenta a Gran Bretaña para ‘negociar la paz’. Los ingleses le encarcelaron y Hitler le declaró ‘loco’. Condenado a Cadena Perpetua que cumplió en la prisión de Spandau. 

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Karl Döenitz. Jefe de Marina de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Fue Jefe de Estado de Alemania y Führer tras suicidarse Adolf Hitler, aunque sólo permaneció en el cargo hasta hacerse efectiva la rendición de Alemania. Condenado a 10 años de cárcel. 

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Joachim von Ribbentropp. Ministro de Asuntos Exteriores de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial, firmó con la URSS el acuerdo que sirvió para invadir Polonia y la creación del ‘Eje’ Alemania-Italia-Japón. Condenado a Muerte en la Horca.

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Ernst Kaltenbrunner. Máximo responsable de las S. S. vivo tras las muertes de Himmler y Heydrich. A pesar de que negó responsabilidades en ‘el holocausto’ no convenció a sus juzgadores. Condenado a Muerte en la Horca.

Wilhelm Keitel. Mariscal y máximo Jefe del Alto Mando Militar Alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Fue el encargado de firmar la paz ante la Unión Soviética. Condenado a Muerte en la Horca.

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Alfred Jodl. General responsable del ejército de Tierra de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Fue el encargado de firmar la paz ante los Estados Unidos de América. Condenado a Muerte en la Horca.

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Julius Streicher. Este dirigente del Partido Nazi se había hecho conocido para la comunidad judía por su condición de editor de la revista ‘Der Sturme’, que acusaba a los judíos de realizar ritos que incluían los sacrificios humanos. Se le consideró ‘promotor del antisemitismo’. Condenado a Muerte en la Horca.

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 Albert Speer. Ministro de Armamento de la Alemania nazi y arquitecto del reich. Fue apodado ‘el nazi bueno’ por haberse enfrentado a Hitler, aunque varios historiadores han señalado que había estado al tanto de ‘el holocausto’. Condenado a 20 años de cárcel que cumplió en la prisión de Spandau.

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Wilhelm Frick. Ministro de Interior del Gobierno nazi y posteriormente protector de Bohemia y Morava (Responsable de la República Checa ocupada) en sustitución de Heydrich. Condenado a Muerte en la Horca.

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Arthur Seiss-Inquart. Jefe del Partido Nazi en Austria, clave para la unificación de Austria con Alemania. Durante la invasión de Holanda, quedó al frente de ese territorio, por lo que fue acusado de la represión en aquel país. Condenado a Muerte en la Horca. 

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Fritz Sauckerl. Ministro de Trabajo de la Alemania nazi. Era el encargado de reclutar a la fuerza prisioneros de guerra como obreros, por lo que fue acusado de esclavización. Condenado a Muerte en la Horca.

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Alfred Rosemberg. Ministro de Territorios Ocupados de la Alemania nazi y uno de los principales teóricos del Partido Nacional Socialista alemán. Condenado a Muerte en la Horca

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Hans Frank, fue el Gobernador de Polonia durante le tiempo en que estuvo invadida por el ejército alemán. Tras un intento de suicidio, reconoció durante el juicio tener un sentimiento de culpa aunque responsabilizó de la represión a las S. S. Condenado a Muerte en la Horca. 

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Baldur von Shirach, líder del as Juventudes Hitlerianas. Condenado a 20 años de cárcel que cumplió en la prisión de Spandau.

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Walter Funk. Ministro de Economía y presidente del Reichbank de la Alemania nazi, cargo en el que reemplazó a Schacht. Condenado a Cadena Perpetua que cumplió en la prisión de Spandau.

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Constantin von Neurath. Ministro de Asuntos Exteriores en la primera etapa de Hitler. Protector de Bohemia y Moravia (responsable de la zona de la República Checa) hasta que sus enfrentamientos con las S. S. le llevaron a ser reemplazado por Heydrich. Condenado a 15 años de prisión.

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Franz von Papen. Vicecanciller del primer gobierno de Hitler. Apoyó como líder de la derecha católica la llegada de Hitler al poder y firmó su concordato con el Vaticano. Después fue embajador en Turquía, puesto desde el cual se decepcionó del nazismo y conspiró contra él. Absuelto.

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Hans Fritzchsee. Responsable de comunicación del ministerio de Propaganda. Se le juzgó en nombre del ‘suicidado’ Goebbels. Declaró que era un mero empleado técnico a las órdenes de Goebbels. Absuelto.

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Hjalmar Schacht. Fue ministro de Economía en la primera etapa de Hitler a quien había ayudado a llegar al poder desde la banca. Enfrentado con él a finales de los años 30, la dictadura nazi le encarceló. Absuelto.

LOS QUE SE LIBRARON DE OÍR SENTENCIA

De los procesados en el juicio de Nuremberg, hubo tres reos ausentes el día del dictamen de la pena.

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Martin Bormann. Máximo responsable del Partido Nazi tras la caída de Rudolf Hess, permaneció en el Bunker de Hitler hasta al final junto a Goebbels. Desapareció la destrucción de este, pero no constaba que se hubiera suicidado como ellos. Ante la posibilidad de que hubiera podido sobrevivir fue juzgado a rebeldía y Condenado a Muerte en la Horca. Años después se confirmaría su muerte en Berlín durante los bombardeos.

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Robert Ley. Dirigente del Partido Nazi y responsable del Frente de Trabajo. Se suicidó durante el juicio, en su celda de Nüremberg. 

Nuremberg_Gustav_Krupp2   Gustav Krupp, responsable de la poderosa red de empresas industriales Krupp. Apoyó la llegada de Hitler al poder. A pesar de ser procesado y encarcelado, las potencias juzgadoras en Nuremberg, aceptaron dejarle al margen ‘en atención a su estado de salud’. No obstante miembros de su familia sí serían juzgados por complicidad en el nazismo en juicios menores.

Los condenados a muerte serán ahorcados el 16 de octubre de 1946. 

21 Noviembre 1945

La acusación pide pena de muerte para todos los reos de Nuremberg

ABC (Director: Losada de la Torre)

Leer

La segunda guerra mundial empezó en la madrugada del 1 de septiembre de 1939, fecha en que las tropas del Reich hitlerista cruzaron la frontera polaca, y no viceversa. ¿Qué había hecho Polonia para provocar la intervención militar de su temible vecina? Rechazó el ultimátum de Berlín relativo a su mutilación. ¿Y qué habían hecho las democracias occidentales? Dieron garantías a su aliada contra una probable agresión alemana. ¿Qué pasó luego? Alemania invadió a Noruega y Dinamarca y un mes después a Holanda, Bélgica y Francia. Nadie puede afirmar lo contrario. Nadie dirá que los polacos penetraron en la Prusia Oriental, ni que los ingleses se apoderaron de Heligoland, ni que los noruegos intentaron hacerse dueños de Hambrugo. Ribbentropp dijo a Ciano que su país no sólo quería Dantzig, sino la guerra. El viejo puerto hanseático era de interés secundario. Además, los acontecimientos militares demostraron que Alemania estaba preparada, por lo menos, por tierra y aire, mientras que sus adversarios necesitaban cerca de cuatro años para completar su rearme. Todo esto indica de la manera más clara que los prohombres de la Alemania hitlerista no supieron calcular, se equivocaron cuanto a la resistencia de los ingleses, desconocieron las intenciones de los Estados Unidos, etc. Las nación alemana tendría motivos para pedirles responsabilidad por el estado lamentable en que se quedará por numerosos lustros o decenios. Los vencedores, dispuestos a castigar la agresión e impedir el estallido de nuevas guerras, podrían asistir impasibles o un proceso intentado por la nueva democracia alemana. Sus acusaciones podrían limitarse a actos concretos, fuera de la política general; a actos en que las responsabilidades están circunscritas a hechos delictivos que nada tienen que ver con el ‘espacio vital’, la ‘guerra preventiva’ y otros lemas defendibles con cierta habilidad. En todo caso, el proceso de Nuremberg, abrirá al mundo muchos secretos de la política del Tercer Reich.

03 Octubre 1946

Reacción ante el fallo de Nuremberg

LA VANGUARDIA (Director: Luis de Galinsoga)

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Las reacciones producidas por la publicación de la sentencia del Tribunal aliado de Nuremberg, han sido características. Por un lado, como era de esperar, la Prensa de las dos potencias anglosajona, excepto los escasos periódicos comunistas, aprueba la decisión del Tribunal considerándola justa y ejemplar. De otro lado, los comunistas de todas partes, en su afán por adivinar, aun antes de ser manifestada, la voluntad de su señor, en vista de la protesta hecha pública por los miembros soviéticos del Tribunal, contra la lenidad de la sentencia, se han apresurado a censurar acremente lo sentenciado y a calificarlo de nuevo Munich, de vergüenza, de capitulación, de peligro para la paz, de triunfo de la reacción, etc.

Sin embargo, pudiera ser que, en esta ocasión los discípulos de Moscú hubieran dado muestra del trop de zele que Taleyrand desaconsejaba a sus auxiliares. En efecto, frente al tole lote organizado por los comunistas de toda partes, excepto Rusia, el órgano oficial y central del Partido Comunista ruso ‘PRAVDA’, publica un editorial muy ponderado en el cual, aludiendo solamente sin insistencia a la protesta de los jueces soviéticos de Nuremberg, se felicita de la sentencia y – detalle significativo – del acuerdo mostrado por los jueces de los cuatro países entre sí. El fallo de Nuremberg, con su evidente propósito de discriminar y aquilatar responsabilidades, llega demasiado tarde para influir en la represión tal como se ha hecho sentir sobre Europa, destrozando, irremediablemente en algunos puntos, y debilitando en todos, al socaire del castigo a los colaboracionistas, a las fuerzas defensivas de la sociedad, que pudieran ser muy útiles en estos momentos. Por eso ya el fallo de Nuremberg, en realidad, tiene poco interés político para los realistas implacables que dirigen la política soviética.

Los comentaristas anglosajones insisten generalmente sobre el valor de ejemplaridad que, a su juicio tienen el proceso y la sentencia de Nuremberg. En realidad, este parece, sin embargo, uno de los aspectos más discutibles del famoso juicio. No se pueden, en efecto, tener grandes esperanzas sobre la ejemplaridad futura de un castigo contemporáneamente al cual se están llevando a cabo actos como los castigados: deportaciones en masa, incorporaciones territoriales por la violencia, asesinatos políticos en gran escala, etc. ¿De qué servirá la historia de Nuremberg dentro de 20 o 30 años, pongamos por caso, si no sirve ahora para impedir lo que se dice que trata de evitar con la ejemplaridad del castigo? Además de que cuando alguien proyecta y realiza una guerra que no sea puramente defensiva, es que tiene la convicción de que va a salir victorioso de su empeño. En todo caso, lo que podría lograr la ejemplaridad de Nuremberg es un efecto contrario: el de endurecer las resistencias a ultranza, en el caso de futuras guerras, ante el temor de los castigos irremediables que esperan los dirigentes de la Potencia o Potencias que se sientan derrotadas.

Por lo demás, el proceso de Nuremberg constituye por parte de los anglosajones, en realidad, una

El Análisis

LA JUSTICIA LA DICTAN LOS VENCEDORES

JF Lamata

La sentencia de los juicios de Nüremberg marcó un antes y un después en la historia del derecho internacional, pero no estuvo exenta de contradicciones. Fue un juicio inédito, por el que altos cargos de un Estado soberano fueron juzgados por crímenes contra la humanidad, algo que antes no existía como figura legal internacional. Sin embargo, la sombra del doble rasero planeó sobre todo el proceso: los crímenes de los vencedores –el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki, la masacre de Katyn, los bombardeos incendiarios de Dresde o los túneles mortuorios de Stuttgart– quedaron fuera de cualquier tipo de responsabilidad penal. La asimetría moral fue clara. No obstante, ello no borra los abrumadores crímenes cometidos por el Tercer Reich, que fue quien desencadenó la guerra con la invasión de Polonia en 1939, quien atacó por sorpresa a la URSS en 1941, y quien organizó de forma meticulosa el Holocausto.

La sentencia fue contundente: doce condenas a muerte, entre ellas figuras clave como Göring, Ribbentrop, Keitel o Rosenberg, ejecutados en octubre de 1946 tras negárseles la última dignidad militar del fusilamiento. Se quiso que murieran como criminales comunes: en la horca. Siete fueron condenados a largas penas de prisión, encabezados por Rudolf Hess, cuya reclusión sería especialmente simbólica. En vez de ser internados en cárceles ordinarias, se creó una prisión específica, Spandau, para ellos. Vigilada por las potencias aliadas y con turnos rotativos, su función parecía más pedagógica que penitenciaria: preservar la imagen de que incluso los sobrevivientes del nazismo quedarían aislados del mundo, como reliquias malditas. Tres acusados fueron absueltos, entre ellos el economista Hjalmar Schacht, generando controversia pero también ofreciendo al juicio un atisbo de imparcialidad formal.

Sería bonito plantear Nüremberg como un avance de la justicia de la humanidad contra la barbarie. Pero ¿acaso los aliados hubieran juzgado a los alemanes si el resultado de la guerra hubiera sido diferente? No era un pueblo examinando un pasado. Eran las potencias aliadas tras haber invadido el país las que imponían una justicia con una intención en gran medida ‘humillatoria’. Eso sí, concediéndoles la gracia a los alemanes de un pequeño turno para dejar en la historia su versión sobre su papel en la tragedia. La cúpula del III Reich destrozó a su país y destrozó Europa, los muertos pesaban demasiado como para pretender un ‘final digno’ que negaron a tantos. Una lástima que no les juzgara su propio pueblo, sino los invasores.

JF Lamata