La concejal de Los Yébenes, Olvido Hormigos, salta a la fama al difundirse un video erótico suyo

ESTOS DÍAS me han traído el recuerdo de una vieja lectura escolar, de una trama sórdida y municipal que transcurría en aquella ciudad de Vetusta en la que Clarín adaptó a Flaubert. A diferencia del hombre despechado en el folletín de la concejal toledana, el Magistral de la catedral de Vetusta, Fermín de Pas, no disponía de un vídeo erótico, ni de un cauce de intoxicación tan eficaz como internet. Pero, aun así, se las arregló para alimentar la chismografía hasta que toda la ciudad repudió a la Regenta, culpable de adulterio, y hasta de un duelo con resultado de muerte.

La procacidad, antes yemení que yebenosa, con que el pueblo entero ha tratado de puta a la concejal, añade al repudio un matiz rabioso, de los de arrojar a alguien al pilón. Como si en esta trama se hubieran mezclado Flaubert y Puerto Hurraco, sin espacio alguno para encantos discretos como los de la burguesía. (Vulgares son incluso los apodos de los que vamos teniendo noticia, El Sevillano, o El Legionario). Con todo, el gran descubrimiento es que, hoy en día, el bovarismo todavía puede costarle a una mujer un desprecio tal que anule incluso su vida social y su futuro. Y no sólo en el pueblo. Los mismos comentaristas que se ofrecieron con galanura para defender a la concejal cuando el vídeo parecía un juego con su marido, de pronto, al advertir la posibilidad de que existan variantes argumentales relacionadas con la infidelidad, han sido obligados por prejuicios profundos a revisar su adhesión. Y eso que los problemas conyugales de la concejal pertenecen al mismo ámbito privado que declararon sagrado cuando se suponía que, al tocarse, ella sólo pensaba en el legítimo. Es admirable, por cierto, cómo disfrutan los poetas de diario haciendo lírica de la masturbación a la primera oportunidad. Por algo se dice de nuestro oficio que es una paja mental, esta vez con musa en la que inspirarse.

La concejal ha cometido un error. Elevar un desliz particular a asunto político, para hacerse pasar por la víctima de un personaje que en España siempre funciona: el de la derecha que reza mientras enciende hogueras sacrificiales. En esta táctica evasiva, ha implicado a su alcalde. Si al final resulta que el vídeo lo filtró un portero de fútbol, y que ella lo sabía, entonces, y sólo entonces, habrá encontrado un motivo válido para anunciar de nuevo su dimisión.

“Las grandes exclusivas de hoy envolverán el pescado de mañana”. Esta frase es de Walter Lippmann, un intelectual estadounidense que ganó dos Pulitzer. Por lo visto, la repetía mucho para curar de arrogancia a sus compañeros periodistas. Qué gran frase. Aunque ya nadie envuelve el pescado con papel de periódico, curiosamente es en estos tiempos, más de medio siglo después, cuando la frase ha cobrado sentido pleno.

Me daba pena escuchar a Olvido Hormigos el otro día, explicándose en la radio con un hilillo de voz. Tiene bemoles el asunto. Una concejala graba un video erótico sola en su casa para consumo íntimo, alguien le traiciona, lo distribuye y lo cuelga en Internet y de repente el país enloquece. Oh, cielos, una concejala que se masturba. La única concejala del mundo que se masturba, supongo, porque es recibida con gritos de “zorra” y “guarra” a las puertas del pleno municipal, en medio de una marea insólita de gente y cámaras. Las redes sociales echan humo y, por supuesto, los foros más conservadores se ceban con ella. Una vez más, este país en el que nos ha tocado vivir hace gala de una hipocresía de campeonato. Mientras, Olvido Hormigos está a punto de dimitir pero, afortunadamente, recula. Su partido la apoya y un amplio sector de la población, también.

Si yo hubiera tenido oportunidad de hablar con ella, le hubiera dicho: “Olvido, hija, olvida. No sufras. Las grandes exclusivas de hoy envolverán el pescado de mañana. La semana que viene ya nadie hablará de esto y tú conservarás tu trabajo”. Pobre Olvido. Aún no se ha enterado de cómo funciona su profesión y ha preferido enfrentarse al escándalo. Hace ya tiempo que la frase que Lippmann acotaba al terreno periodístico es también una máxima bien explotada en el ámbito político. Dimitir es de idiotas. Lo que hay que hacer es esperar a que pase el temporal, porque el tiempo es el mejor aliado de un político listo. La gente se olvida enseguida de todo. Sólo hay que silbar mirando para otro lado o sonreír enseñando bien todos los dientes, al estilo Camps. Si un escándalo -uno de verdad, no uno erótico- salpica a tu partido, escóndete en una madriguera a esperar que se olvide y no des explicaciones. La gente no merece explicaciones porque es estúpida, y los estúpidos no merecen que se les explique lo que no van a entender. Tan estúpidos son que puedes incluso insultarles, gritarles «que se jodan» delante de un montón de cámaras, porque ellos lo olvidarán enseguida y tu conservarás tu trabajo. Puedes robarles su dinero, millones de euros, y esconderlos en el extrajero. Tampoco pasará nada si estás imputado por tráfico de influencias, cochecho y delito fiscal, porque podrás seguir siendo presidente de una comunidad autónoma. Sólo es cuestión de esperar. Esperar a que olviden. Esperar al pescado de mañana y sonreír.

Olvido Hormigos tiene nombre de heroína de Antonio Gala. El feuilleton a tres -o incluso cuatro- bandas de la concejala yebenosa embelesa a esta España, hastiada ya de porcentajes de paro, puntos básicos y diferenciales con el bono alemán. El hielo de la economía se funde con la candencia de Olvido y, el hierro de Angela Merkel, también.

La historia de la bella toledana se aliña con secundarios de corte carpetovetónico: el carpintero, el legionario, el futbolista. El drama podría calificarse de postlorquiano si, además de un maletilla, hubiera un señorito que le hablase en la reja de su casa a la socialista.

Quizás el mismo que llevó a Colón a las Américas. Parece que, desde Isabel la Católica, sufrimos la falta de coraje de nuestros soberanos, ya sean Austrias, Borbones o políticos de todos los signos. De ahí que tenga que venir una canciller alemana a marcarnos como terneras con su hierro. ¡Y cómo quema!

La decadencia patria llega al romance. La guapa de Yébenes debería tener el perfume de la sierra toledana, como el tomillo y el romero, y la piel pegajosita de la jara. Pero el amor de WhatsApp, por no llamarlo sexo, no entiende de lunas llenas ni tampoco de pelar la pava con amantes de carne y hueso, si bien habría que reconocer que la periquita salía en el vídeo ya ligera de plumas.

La historia es verídica. Hace muchos años, el ex presidente de Francia Valéry Giscard d´Estaing fue invitado por un empresario francés a cazar en una finca cercana a la zona. El dueño le propuso, con su francés regulero, que salieran a tirar en mano unas becadas para almorzar al día siguiente. En algunas regiones de España se conoce a este ave como chocha perdiz y, con esta terminología, el anfitrión explicó a su guarda manchego que debía acompañar a monsieur le président en su partida.

El vigilante y el político pasaron juntos la tarde. Nadie tuvo claro de qué hablaron ni cómo se entendieron pero, a la vuelta, cuando uno de los invitados españoles le preguntó al señor ex presidente de la República cómo había pasado la tarde, éste le respondió ufano y sonriente, en su español salpicado de palabras francesas: «Pues très bien. Casando unos chochos para traeglos a comer». Por supuesto, ninguno de los presentes pudo evitar reírse. La interpretación sexual es la primera opción que surge tras un malentendido.

Los montes de Toledo, donde se enclava el pueblo de Los Yébenes, son el hábitat natural de nuestra aristocracia dineraria: los duques de ladrillo, cemento y chaqueta de terciopelo. Allí, muy cerca de Olvido, moran en sus fincas de caza los Abellós, Cortinas e Ybarras.

Pero ningún venado podrá igualar en cornamenta a los protagonistas de este polígono amoroso. El triángulo es una figura geométrica que se antoja escasa para esta historia de celos, urnas y tecnología. El escarnio de Hormigos tiene poco de novedoso. Las fotos de Mar Flores en la cama con el conde Lequio ya demostraron que el sexo debe ser tan fugaz como el instante luminoso del clímax. Pretender aprisionar ese gozo en un vídeo es tan vano como querer detener el tiempo, o como aspirar a la inmortalidad.

Mar Flores pagó cara esta pretensión. Sus instantáneas fueron publicadas por Interviú dos años después de que el hechizo amoroso con el nieto de Alfonso XIII se rompiera, y la modelo pagó cara la veleidad: el escándalo finiquitó su relación con Cayetano Martínez de Irujo.

Si Olvido hubiera leído la prensa rosa en lugar de filfas politiqueras sabría que grabar su petite mort -así llaman al orgasmo- es como pender la espada de Damocles sobre su intimidad y su matrimonio. Es la lección de esta semana. Al final, el corazón va por delante de la política: la España de . pide el rescate de Merkel. Hoy los dueños de las fincas que rodean Los Yébenes se regocijan. El valor de sus hectáreas se dispara al calor que desprende la ebúrnea concejala. Lo que ignoro es si abundan las chochas perdiz.

Acabo de recibir dos guasaps simultáneos de Manolo, el macizo del marido de mi mejor amiga, y estoy que no sé si tirarme de cabeza a ese pozo, o denunciarlo a la policía. “Ponte sexy, churri, que esta noche libro”, reza el primero. Y “Perdona, Chus, tira esto sin abrir, que es un virus”, el segundo. Teniendo en cuenta que mi íntima está ingresada en el Clínico con la cesárea por la que salieron esta madrugada los mellizos de ese mamonazo, está claro que se los está poniendo con otra, y no conmigo. Lo peor es que ahora, además de unos celos de novicia, tengo la pelota en mi tejado. Qué hago, ¿se lo digo o no se lo digo? A ella, se entiende, con él voy a tener más que palabras en cuanto me lo eche a la cara.

Dicen que no hay nada más letal para un hombre que una mujer despechada, mira a Cachuli, vapuleado en sede judicial por la Pantoja y la Zaldívar, pero para mí que lo más peligroso para la estabilidad de las parejas son los móviles táctiles, con diferencia. Estás tú tan ancha tonteando por guasap con el becario que te hace ojitos, se te va el índice un milímetro y cuando te quieres dar cuenta le has preguntado a tu legítimo: “¿qué llevas puesto, morenazo?”. A él, que se pasa tu Epilady una vez a la semana para que le aguante más el pulido de cráneo. La perdición de muchos matrimonios, los nuevos cacharros.

No es por dármelas de vidente a posteriori como la cursi de Anne Germaine, una guiri que se ha forrado haciendo que alterna con los espíritus de la peña, pero cuando el lío aquel del vídeo íntimo de la concejal Hormigos, lo vi cristalino. Oí que se lo había enviado al marido, y me entró la risa floja. Después del primer año de convivencia, esos mensajitos ya no te hacen gracia. Vamos, que te mosquean que te pasas. Recibo yo un documental del mío en esa tesitura y automáticamente pido cita con un matrimonialista, o me la envaino y hago como que la cosa no va conmigo, según me pille el cuerpo ese día. ¿No lleva Rosa Benito varios polígrafos certificándole que Amador se los pone como estacas y sigue aguantando marea? Será que le compensa.

Todo esto viene a cuento de que he visto a la edil Olvido haciéndose unos platós esta semana. Un Susanna Grisso y un Ana Rosa, concretamente. Gratis, se supone, porque dice haber rechazado ofertas más suculentas para contar lo suyo. Que le envió el archivo de marras a un chavalote del pueblo con el que tenía un asuntillo y que después se le fue de las manos, vino a reconocer, compungida, con gran aparato de golpes de melena. Ah, y que antes de poner la denuncia por la difusión de su película, lo habló con su marido –“vaya trago”, apostilló la lagarta de la Quintana, que para eso es nuestra Oprah– y, desde entonces, ella y su esposo están más unidos que nunca. Y yo que me alegro: por él, y por ella.

Para que veas que cada matrimonio tiene su convenio, y nadie tiene vela en ningún entierro. Hasta la Reina ha denunciado a una web de adulterios por usar su foto como presunto objeto de tal práctica, como si fuera la única. Ole, Sofía, yo en palacio ni entro ni salgo, pero quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Y dicho esto, te dejo, que voy a llamar a Manolo, que esta noche libra.