17 septiembre 2012

Aguirre seguirá siendo presidenta del PP de Madrid

Esperanza Aguirre Gil de Biedma cede la Presidencia de la Comunidad de Madrid a su vicepresidente Ignacio González González

Hechos

El 17.09.2012 la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Dña. Esperanza Aguirre, presentó su dimisión, siendo reemplazada por el hasta entonces Vicepresidente, D. Ignacio González.

Lecturas

El 17 de septiembre de 2012 Dña. Esperanza Aguirre Gil de Biedma anuncia que dimite como presidenta de la Comunidad de Madrid para recuperarse de la salud tras haber padecido un cáncer y para dedicar más tiempo a su familia, siendo reemplazado en este cargo por su hasta ahora vicepresidente D. Ignacio González González. Dña. Esperanza Aguirre Gil de Biedma no se retira de la política dado que sigue siendo presidenta del Partido Popular de Madrid, cargo que de momento no tiene intención de abandonar, puesto que desde él seguirá teniendo influencia en candidaturas y listas electorales.

En el contexto está el deterioro de la relación de Dña. Esperanza Aguirre con el presidente del Gobierno (y presidente nacional del PP) D. Mariano Rajoy Brey. La Sra. Aguirre defiende una bajada radical de impuestos, mientras que el Gobierno Rajoy, ha considerado que ante la crisis económica ese es un riesgo que no se puede asumir. La política parece pretender desvincularse de la gestión económica del Gobierno, con la que discrepa, para poder reaparecer en las elecciones municipales y autonómicas de 2015 como alguien no vinculada a los recortes de este.

18 Septiembre 2012

Una retirada que deja un vacío en la política española

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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FUE una decisión que llevaba madurando desde antes del verano pero que nadie esperaba. En una convocatoria aparentemente rutinaria, Esperanza Aguirre anunció ayer su dimisión como presidenta de la Comunidad de Madrid, diputada regional y responsable del partido, lo que equivale a una retirada de la actividad política.

Esperanza Aguirre ha sido la mujer más importante en la vida política española desde la Transición, tanto por los cargos públicos que ha ejercido como por su influencia y lo que ha significado dentro del PP. Fue ministra de Educación en la etapa de Aznar, presidenta del Senado y luego ganó tres elecciones autonómicas en Madrid, donde ha hecho una magnífica labor en sus casi diez años de gestión. Ahí está la prosperidad de la capital y las ciudades periféricas. Pero también la vida de esta mujer ha bordeado la tragedia con episodios como su accidente en helicóptero, los atentados de los que que escapó en Bombay y el cáncer que ha superado.

Aunque la presidenta alegó razones personales para abandonar el cargo, la realidad es que ha pesado mucho su falta de sintonía política con Mariano Rajoy. Esperanza Aguirre estaba muy molesta por algunas de las medidas que ha tomado el Gobierno como la subida de impuestos y la excarcelación de Bolinaga y, sobre todo, por las que no ha tomado para reformar el Estado autonómico, como ella propugnaba. Entre tanto, el deterioro de la situación económica ha convertido a los presidentes autonómicos, forzados a aplicar un duro ajuste presupuestario, en blanco de las iras populares, una situación que ha podido influir en su estado de ánimo.

Esperanza Aguirre era la última representante del ala liberal del PP que, con dirigentes como Rodrigo Rato y Eduardo Zaplana, tanto peso político tuvo en la era de Aznar. Los tres están hoy fuera de la política por diversas razones. La presidenta de Madrid era un referente ideológico y moral para muchos militantes del PP, que se guiaban por su valentía y su claridad en los planteamientos.

Ello agudiza la sorpresa que produjo su inesperada decisión de dejar la presidencia de Madrid un año y cuatro meses después de ser refrendada en las urnas por una cómoda mayoría absoluta. Se da la circunstancia de que también Gallardón dimitió como alcalde para ser ministro de Justicia, por lo que se va plantear la situación de que ni el próximo presidente de la comunidad ni la alcaldesa de Madrid han sido votados directamente por los ciudadanos.

Ignacio González va a asumir la presidencia interina de la comunidad como vicepresidente, pero quien debe elegir sucesor es el grupo parlamentario de la Asamblea de Madrid, sobre el que recae la responsabilidad de optar por la persona adecuada pensando en el futuro y no en el pasado.

Esperanza Aguirre se va dejando un gran vacío en su partido y en la vida política española. Se podrían decir muchas cosas buenas de ella, pero la que nadie discutirá es que siempre ha sido una mujer coherente con sus ideas.

18 Septiembre 2012

Algo personal

Salvador Sostres

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Esperanza, sí, se va por algo personal. Pero ni, gracias a Dios, se le ha reproducido el cáncer, ni su marido tiene -como ayer se dijo- ningún problema de salud. La presidenta se encuentra perfectamente, y su familia, también. Los motivos personales existen, y son profundos, y son letales, pero tienen que ver con la política y con las ideas. Ella no es una hipócrita y está hasta las narices de tenerse que callar ante el desastre que Mariano Rajoy está perpetrando. Ella ha dicho siempre lo que piensa y, con su dimisión, lo ha vuelto a decir, apartándose de un proyecto catastrófico. «Tienen doble vida, son sicarios del mal», canta Serrat, «y entre estos tipos y yo hay algo personal».

La presidenta dimite, sí, por motivos personales. Dimite porque está harta, dimite para dejar clara la distancia y la discrepancia. Dimite para que sepamos que no todo es lo mismo y que no todos son iguales. Dimite para que podamos tener, todavía, esperanza. Dimitir ha sido su última manera de hablar. Última de momento, porque volverá.

Ha dimitido porque ni vive de la política ni necesita el sueldo para sobrevivir, y puede ser sincera, y puede tener la decencia de marcharse si considera que quedándose estaría traicionando los valores en los que siempre ha creído. Ni está enferma, ni está cansada, ni es una cobarde. Se va porque a veces una persona tiene que saber decir basta. Y marcharse.

Se va porque la libertad es su divisa y tiene que ser durísimo ver cómo tu partido la pisotea cediendo al chantaje socialdemócrata y a la intimidación sindical. Se va porque de la política española, tal como está ahora, lo mejor que se puede hacer es marcharse.

Pero, más temprano que tarde, de un modo o de otro, volverá. Ella es la única política española que encarna la épica libertad, y que la asume con todo su compromiso y toda su dificultad. Ella es la única capaz de ser valiente para liderar la revolución que el país necesita. Irse ha sido el primer paso de un camino que acabará siendo muy largo. Aunque me creo que no tenga todavía una estrategia diseñada, volverá por los mismos motivos por los que se ha marchado. Volverá porque nunca calla cuando tiene que hablar. Volverá porque ella nunca nos ha fallado.

Si todos los cargos que honestamente discreparan de una Administración tuvieran la valentía de dimitir, la política no sería tan miserable, ni tan mediocre, ni estaría tan distanciada de los ciudadanos. Si decir la verdad, más que una extravagancia, se considerara una obligación, todos nos sentiríamos más implicados, más interpelados, más orgullosos de pertenecer a algo colectivo e ilusionante.

Esperanza dejará de ser presidenta de Madrid pero volverá para ser presidenta de España. Puede que ella aún no lo sepa, pero cuando el actual Gobierno se colapse de incompetencia y necedad, cuando ya todo se desmorone sin que ninguna excusa pueda disimular el naufragio, la vamos a necesitar, y sabe que tendrá que estar preparada.

La libertad es su y nuestro motivo personal, y no tenemos tantos soldados como para poder permitirnos una baja tan importante. Está bien que tome distancia, y estaría todavía mejor que explicara minuciosamente esta distancia, porque si los españoles estamos últimamente tan desanimados es porque nadie nos explica nada que tenga la menor importancia. Nada que pueda inspirarnos.

Volverá. Y, si no vuelve, iremos a buscarla.

17 Septiembre 2012

Aguirre y los vuelos de alto riesgo

Pablo Iglesias

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Pocos minutos después del accidente de helicóptero que a punto estuvo de cortar por lo sano las trayectorias políticas de Mariano Rajoy y de Esperanza Aguirre, Josep Borrell fue cazado por los medios haciendo la siguiente broma: “Si es que a quien se le ocurre ir a los toros en helicóptero”. Si la broma se le perdonó al hasta hace poco presidente del Instituto Universitario Europeo de Florencia, una institución académica de renombre mundial, se me perdonará a mí que ironice sobre el vuelo de Rajoy y Aguirre para proponer una hipótesis sobre el calculadísimo espectáculo de dimisión sorpresa que hemos visto hoy. A veces el humor negro es la mejor vacuna frente a la catarsis aristotélica que nos suele provocar ver lágrimas por televisión. Y más si se trata de lágrimas políticas.

La dimisión de Aguirre dará lugar a muchas interpretaciones y, sin duda, no hay que descartar la más simple: Aguirre está hasta el moño de ser presidenta, está cansada, delicada de salud y quiere dedicarse a sus nietos y a sus cosas. Podría ser. Incluso los presidentes autonómicos son seres humanos.

Pero imaginemos otra posibilidad más retorcida. Imaginemos que Aguirre quiere volar para llegar aún más alto, aún cuando el vuelo sea, como los de ryanair o como los de ciertos helicópteros, muy arriesgado.

Basta examinar los trazos generales de la situación política de nuestro país para darse cuenta de que el régimen político basado en el bipartidismo está en crisis. El PSOE, que a partir de 2008 fue incapaz de hacer distinguible su política económica de la que cabría esperar de un partido de derechas, no levanta cabeza y pierde apoyos a pesar de que el PP, tras apenas 9 meses de gobierno, asiste impotente a la caída en picado de los suyos. Las encuestas revelan también un creciente desapego ciudadano a los partidos y a las instituciones y todo apunta a que el nuevo rescate, que el Financial Times anuncia a gritos, no va a mejorar la pésima opinión que tienen cada vez más ciudadanos de la clase política dirigente y de las instituciones. El régimen del 78, con su Rey, sus pactos de la Moncloa, su bipartidismo, sus bases de la OTAN refrendadas en las urnas, su Constitución y su innegable consenso entre una notable mayoría de la población, parece que está también en crisis. Por no quedar ya casi no queda ni ETA, aunque algunos se empeñen en preferir la venganza sobre la responsabilidad de Estado para terminar de cerrar uno de los pocos asuntos que no cerró la Transición.

Pero entonces cabe preguntarse ¿Quién va a romper la baraja? La izquierda y los sindicatos que perdieron en el 86 la última batalla que pudieron ganar estarían llamados por la historia (y por las circunstancias) a hacerlo, pero la izquierda y los sindicatos españoles son prudentes por naturaleza y sus dirigentes más veteranos mamaron una leche setentayochista de efectos quizá demasiado duraderos. Además, los últimos treinta años les acostumbraron a perder y a conformarse con lo que hay. Digámoslo claro: a la izquierda española le falta por lo menos una pizca de la audacia que pedía Danton a los revolucionarios llamados a ejercer el poder. La derecha, por el contrario, está acostumbrada a mandar y a cambiar de imagen y de estilo cuantas veces sea necesario; dejaron de ser franquistas para ser europeístas, fueron modernos y de centro sin dejar de estar dispuestos a ponerse el traje de la primera comunión para aplicar la política del Opus Dei, o el de estadistas para negociar con el “movimiento vasco de liberación”, o el de populistas para reformar la ley penal para que los asesinos de niños se pudran en la cárcel, o el de “Catalan speakers” para ponerse de acuerdo con CIU en las cosas importantes, o el que haga falta. Y ahora a la derecha le toca cambiar de verdad si quiere seguir mandando.

Nada hace imaginar que a Rajoy le vaya a ir mejor en lo que queda de legislatura y está claro que la ruptura institucional es una posibilidad creciente según se deteriora la situación. La forma populista de derechas (a lo Tea Party) que podría tener esa ruptura tal vez se llame Mario Conde o tal vez Rosa Díez…Pero ¿A alguien se le ocurre un nombre más eficaz que Esperanza?

No olviden aquel vuelo en helicóptero. Rajoy salió con los dedos rotos y el rostro descompuesto y Aguirre como una princesa rescatada. En política, como en casi todo, para volar alto hay que arriesgarse.

19 Septiembre 2012

Sucesión y continuidad

Federico Jiménez Losantos

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«TARDARÁ MUCHO tiempo en nacer, si es que nace, / un andaluz tan claro, tan rico de aventura», dijo García Lorca en su Llanto por Ignacio Sánchez Mejías. No creo que se repita, ni siquiera por aproximación, un fenómeno político como el de la luminosa década de Esperanza Aguirre. Pero el mejor homenaje a la presidenta de la Comunidad de Madrid que ella aupó al primer lugar de España en PIB y renta per cápita, por encima de Cataluña, es mantener su política, asegurar la continuidad de lo que, contra viento y marea -el ventarrón sociata y los mareos de su partido-, ha salvado a Madrid de la ruinosa deriva catalana, andaluza o valenciana.

Sin la gestión de Esperanza Aguirre, la situación económica de España sería muchísimo peor. ¿Se imagina alguien que Madrid llevase a cuestas la misma ruina que Cataluña o Andalucía? ¿Quién aportaría algo al común que no fueran peticiones y letras devueltas? Baste decir que es la única comunidad que crea empleo; y que si el 80% de la inversión extranjera en España viene a Madrid y si Eurovegas se instala en Alcorcón será porque el liderazgo de Esperanza Aguirre suponía una seguridad política para el inversor que compensaba la inseguridad jurídica del zapaterismo del PSOE… y buena parte del PP. No será fácil mantener esa continuidad, casi siempre contraria al discurso y a las costumbres de la descastada casta política española. Por eso es tan importante para los seis millones y medio de madrileños y para el conjunto de España que el pulmón económico de Madrid siga allegando oxígeno a la Nación exánime.

Naturalmente, era de prever que la pandilla de incompetentes agavillada por Rajoy no tardara un segundo en estropear la salida a hombros de Aguirre, que implica aceptar la sucesión natural de Ignacio González. Aunque Génova trató luego de matizar, al atravesado Alfonso Alonso se le han visto las ganas -ojalá no las de Soraya- de embarrar en lo posible el campo de juego sucesorio, como si al PP de Madrid no le lloviera bastante azufre. Para gobernar, que es decidir, no valen; ahí andan, manseando ante el rescate. Para el resentimiento señoritil, sí. Y como a ella ya no pueden alcanzarla, le disparan a él, a Ignacio González. Cada vez está más claro por qué se ha ido Esperanza Aguirre.

El Análisis

FIN DE UNA LARGA GUERRA CON RAJOY

JF Lamata

Oficialmente la dimisión era por motivos personales, pero a nadie se le escapaba que Dña. Esperanza Aguirre mantenía una guerra con la dirección nacional liderada por D. Mariano Rajoy desde 2008. El Presidente del PP había evitado salir a respaldar a su Presidenta cuando la atacaban y la Sra. Aguirre no había perdido ocasión de demostrar que iba por libre. El triunfo del Sr. Rajoy por mayoría absoluta dimanitaba las posibilidades de la Sra. Aguirre por liderar el partido. Su dimisión ponía fin a ese conflicto, aunque la política seguiría siendo Presidenta del PP en Madrid.

J. F. Lamata