9 junio 1994
El Grupo PRISA acusa al político de tránsfuga comparándolo con Verstrynge, mientras que ABC y la COPE apoyan al socialista por considerarlo el modelo del auténtico socialismo honrado
La gran baza de José María Aznar en las elecciones europeas: el socialista Ricardo García Damborenea pide el voto para el PP
Hechos
El 4.06.1994 el ex secretario general del PSOE en Vizcaya, D. Ricardo García Damborena participó en un acto de propaganda del Partido Popular para pedir el voto para esta formación política.
Lecturas
APOYO DEL ABC Y JIMÉNEZ LOSANTOS A DAMBORENEA
Mientras que desde el Grupo PRISA sus comentaristas como D. Javier Pradera cargaron contra el Sr. García Damborenea por considerar que era un tránsfuga, desde el diario ABC se le apoyó, en especial D. Federico Jiménez Losantos, que era compañero de tertulia del Sr. García Damborenea en la Cadena COPE y que había asegurado reiteradamente que si él hubiera votado en el País Vasco cuando el Sr. Damborenea era secretario general de los socialistas vizcainos, él hubiera votado al PSOE.
05 Junio 1994
DAMBORENEA
La horrorosa campaña electoral, la pésima lista, la torpe estrategia, la propaganda ramplona y aburrida del PP en estas elecciones ha sufrido, por suerte para ellos, un cambio radical con la aparición de Damborenea. No sólo por contar con el apoyo de uno de los hombres más prestigosos de la izquierda española, el más apreciado a la derecha del PSOE desde hace muchos años por su valerosa actuación como ciudadano y como español al frente del PSOE vasco, sino porque devuelve al PP al único discurso que realmente le puede llevar a la victoria frente al inmenso aparato de poder y propaganda del felipismo: el de la regeneración ética del sistema democrático.
Damborenea, orador formidable y que, tal vez por llevar casi cuatro años fuera de la política, ve con más claridad ese mensaje sencillo y directo que entiende ese votante de centro-izquierda o de centro-derecha: votadnos porque es la única forma de acabar con esto de una vez.
Dambornea ha puesto su prestigio, su trayectoria, su honradez probada, su condición de político intachable, su honradez probada, su condición de político intachable que se fue del PSOe, tras una década de jugarse la vida diariamente por criticar la corrupción del ‘caso Guerra’ (todavía se recuerda su frase contra el mitin de desagravio que montó Alfonso en Sevilla con autbouses cargados de pensionistas: ‘Franco juntaba más gente’) al servicio de dos cosas que en él son inseparables: su convicción de demócrata y su condición de español. Podía haberlo hecho de otro modo, a lo Curiel, a lo Verstrynge. o a lo Fernández Ordoñez, montando una plataforma trásnfuga, pero ha sido fiel a sí mismo y lo ha hecho a su modo: con la rotunda claridad del que está acostumbrado a jugársela por sus opiniones sin cálculos arteros ni modos jesuíticos. Hace años escribí que si yo viviera en el País Vasco votaría a Damborenea. Hoy digo que considero no ya una penosa obligación, sino casi un honor votar al mismo partido que Damborenea. Los candidatos son malos, pero los que los apoyan y las razones por la que lo hacen son inmejorables.
Federico Jiménez Losantos
08 Junio 1994
ESPÍRITU OLÍMPICO
El compulsivo apostador de La célebre rana saltadora de Tennessee no hubiese vacilado enjugarse todo su patrimonio a favor de que el barón de Coubertin fue él inventor de la estomagante consigna moralizadora según la cual lo portante no es ganar, sino participar; sin embargo, el Smiley de Mark Twain habría perdido hasta el colchón por atribuir al aristócrata francés tan imperecedera contribución verbal a la historia universal de la ingenuidad o del fingimiento. Según explica Julián García Candau en su libro inédito sobre Los grandes mitos del deporte, ese cántico al esfuerzo sin recompensa fue entonado por primera vez en los Juegos de 1908 por el arzobispo de Pensilvania, quizá como variante de la parábola neotestamentaria que promete a los últimos clasificados en las pruebas terrenales un puesto de honor en el banquete celestial.Los maratones municipales y espesos constituyen el mejor ejemplo -y tal vez el único- de espíritu olímpico, inspirador casual de aquel apasionado aficionado al póquer cuya mayor dicha en la vida era jugar y perder sólo porque ignoraba que también se podía jugar y ganar. Sin embargo, cualquiera que haya concurrido a competiciones de todo tipo encontrará esa angélica disposición del ánimo poco acorde con los hechos. La mayoría de la gente aspira a romper la cinta de meta, convencida de que ocupar el segundo lugar en un certamen no es sino una de las infinitas formas de no ser el primero; y muchos contrincantes utilizan ardides, marrullerías y estratagemas más deudores de los brutales métodos de la selección natural observados por Darwin que de la dulzura evangélica recomendada por el prelado norteamericano. Así, las actuales elecciones al Parlamento Europeo están ofreciendo un completo muestrario de codazos, zancadillas y empujones en su recta final; algunos candidatos parecen dispuestos incluso a emular al perverso Pablo Hernández Coronado, cuyo máximo disfrute era ver ganar al Real Madrid en. el último minuto gracias a un penalti injusto.
La inoperancia del espíritu olímpico sobre los participantes refuerza la necesidad de que las reglas de juego de cualquier competición estén claramente formuladas, obliguen por su universalidad a todos los contrincantes y sean aplicadas por árbitros neutrales con capacidad para sancionar a los infractores. Por desgracia, ni siquiera el cumplimiento de esos requisitos garantiza que los perdedores sepan encajar la derrota; en la mejor tradición de culpabilizar al Gobierno por la lluvia, Ruiz-Mateos afirma que Felipe González es el responsable del descenso a Segunda División del Rayo Vallecano. Las elecciones políticas ofrecen un desolador panorama: las normas son confusas, los partidos respetan o conculcan cínicamente sus contenidos en función de que les favorezcan o les perjudiquen, y la Junta Electoral carece de competencias para aplicarlas.
Sirva de ejemplo la atronadora irrupción de Ricardo García Damborenea en la campaña europea para pedir el voto en favor del PP. Mientras los populares se deshacen en elogios hacia el ex dirigente vizcaíno del PSOE, los socialistas le ponen a caer de un burro; la reacción fue exactamente la inversa cuando Jorge Verstrynge, ex secretario general de AP y antiguo neofascista, ingresó en el PSOE bajo el padrinazgo de Alfonso Guerra tras denunciar por corrupción a Felipe González en el asunto Flick y calumniar a Maravall en un debate televisivo. Sin duda, existen diferencias entre ambos casos: mientras Verstrynge recuerda a los risibles lechuguinos de las novelas de P. G. Wodehouse, Damborenea parece el tenebroso protagonista de. un cuento gótico de terror. Pero las actitudes del PSOE y del PP ante sus respectivos tránsfugas tienen como elemento común el rechazo a la universalidad de las reglas y la aplicación de la ley del embudo; la prohibición olímpica de tomar anabolizantes, sin embargo, debería vincular tanto a Agamenón como a su porquero.
Javier Pradera
09 Junio 1994
PRADERA Y DAMBORENEA
El felipismo no sólo ha dejado a España en la ruina, a la izquierda destrozada para los restos y al pueblo llano en posición genuflexa como de costumbre. Además, ha sumido en la miseria intelectual a quienes tenían la capacidad de crear un discruso legitimador del ejército democrático del poder y, en consecuencia, de los derechos de la oposición. El hombre con más talento, más experiencia política, más cicatrices izquierdistas y mejor formación intelectual para ejercer esa función discursiva durante el felipismo ha sido y es Javier Pradera. Incluso después del episodio de su defenestración como jefe de Opinión de EL PAÍS, tras una añagaza de Cebrián con la OTAN como excusa, Pradera ha sabido volver al poder, y hoy es, como nunca, como siempre, el factor clave en el entendimiento de los dos poderes fácticos del régimen: González y Polanco.
Reconozco que el alguna ocasión he pensado que saldría del triste papel a que su falta de comrpomiso con las ideas y su compromiso con la política real han conducido. Casi creí que con la defenestración de Guerra, uno de cuyo ventrílocuos, a través de Ignacio Sotelo, fue el propio Pradera en Claves, sería posible una regeneración del PSOE o, como dice Pablo Castellano, una transición del felipismo a la democracia. Su columna de ayer en el diario gubernamental me obliga a reconocer mi error y también a archivarles injustificados. Debo decir que nunca había leído un texto de Pradera, firmado o sin firmar, tan retorcidamente sectario, tan ligeramente feo y políticamente vil.
Para apuñalar a uno de los políticos más dignos de respeto de los últimos años hace falta ocultarse en una columna muy grande, pero, finalmente, hay que clavar el puñal, y Pradera no vacila: compara a Damborenea con Verstrynge y pide que el PSOE y el PP respeten mutuamente a sus tránsfugas.
La comparación es parte de la agresión. En realidad Damborenea ea es protagonista de una historia muy cierta de lucha contra el terror, mientras el tenebroso terceto (Benegas, Jáuregui y Onaindía, el gran invento político de Pradera) le pagaba con la defenestración del partido que dignificó.
Compararlo con Verstrynge es una ofensa a la verdad, a la Historia y a la inteligencia. Es falso lo que dice Pradera de que el PP aplaude hoy a Damborenea mientras que el PSOE le silba y que lo mismo, pero al revés sucedió con Verstrynge. El delfín de Fraga fue ridiculizado má que insultado por la derecha y era tan escaso su prestigio que González estuvo sin dejarlo entrar en su partido durante años. Según Guerra, ‘cuando las ranas criasen pelo’ y les costó seis años. Damborenea, sólo el año pasado, tuvo ofertas para entrar en Izquierda Unida, en el PP y en el mismo PSOE, por parte de Brrionuevo y esos ‘renovadores’ sobre cuya tumba congresual lloró Pradera, lágrimas de cocodrilo. Los elogios a Damborenea desde la derecha, estando aún en el PSOOE, fueron constantes. Jamás ocurrió algo parecido con Verstrynge.
Pradera sirviendo a la causa de la supervivencia del hermano de Juan Guerra. En eso ha parado toda la renovación, en eso ha quedado la izquierda intelectual. Da cualquier cosa menos envidia.