28 julio 2005

La organización terrorista IRA (Ejército Republicano Irlandés) anuncia que abandona las armas tras más de 100 asesinatos

Hechos

Fue noticia el 28 de julio de 2005.

Lecturas

Los dos máximos líderes del Sinn Fein (brazo político del IRA), Gerry Adams y Martin McGuinness.

28 Julio 2005

Adiós a las armas

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Han sido necesarios siete años tras la firma del acuerdo de Viernes Santo y décadas de sufrimiento colectivo para que el IRA haya decidido el abandono de la lucha armada y proseguir por métodos pacíficos su objetivo de reunificar Irlanda. En el camino han quedado varios miles de vidas segadas por el terrorismo y la violencia sectaria y generaciones marcadas por el odio en Irlanda del Norte y Gran Bretaña. El cumplimiento por el IRA de su anuncio de ayer debería ser el definitivo punto de arranque para negociar un acuerdo político duradero para el Ulster. Londres deberá aportar a este objetivo medidas muchas veces anunciadas y nunca cumplidas.

En medio de la celebración general es comprensible el escepticismo de algunos, especialmente acusado entre los partidos protestantes de Irlanda del Norte. Incredulidad probablemente acuciada por el hecho de que el IRA no anuncia su disolución. Y sobre su arsenal, que desde hace años es el principal obstáculo para un definitivo acuerdo de paz, los republicanos irlandeses declaran que concertarán su inutilización con la comisión internacional ad hoc y en presencia de dos testigos, uno católico y otro protestante. La existencia de toneladas de armas y explosivos escondidas en búnkeres a lo largo de Irlanda contribuyó decisivamente al colapso del Gobierno del Ulster en 2003.

Pero también es razonable la euforia de Tony Blair o la más cautelosa de Washington. El reforzado primer ministro británico consideraba ayer que quizá haya llegado el día en que, tras tantas esperanzas defraudadas, la paz reemplace a la guerra, y la política, al terror en la isla de Irlanda. Una posibilidad que sonará sin duda a música celestial en los oídos del millón de protestantes y el medio millón de católicos que malconviven en el Ulster, acostumbrados durante generaciones al paisaje del terror.

La imagen del IRA y de sus políticos se ha deteriorado imparablemente en los últimos tiempos. Sobre todo por sus reiteradas e incumplidas promesas de abandonar las armas, que a su vez dejaban sistemáticamente en la cuerda floja la política norirlandesa de Blair. Dos acontecimientos recientes colmaron el vaso del descrédito y les enajenaron definitivamente el crucial apoyo de un sector político estadounidense, y con él una hucha imprescindible para los terroristas. Fueron el asesinato en enero de este año de un camionero católico a manos de matones de la banda, y el robo muy poco épico, el mes anterior, de casi cuarenta millones de euros de un banco norirlandés.

Lo que hace más creíble el anuncio de ayer es que viene precedido de intensas negociaciones entre el IRA y su brazo político, el Sinn Fein, con los Gobiernos de Londres y Dublín. Su inminencia estaba anunciada por dos hechos insólitos: uno, la revelación por Dublín, el martes, de que los dos máximos líderes del Sinn Fein, Gerry Adams y Martin McGuinness, habían abandonado formalmente el directorio clandestino que gobierna la banda; el otro, el viaje de McGuinness a Estados Unidos, el miércoles, para anticipar a funcionarios estadounidenses y a sus apoyos en Washington y Nueva York los entresijos de la histórica iniciativa.

La decisión del IRA está cargada de repercusiones, más allá del vuelco sustancial que puede dar a la vida de millones de personas. Para el Gobierno británico, una vez adquirida la certeza de su irreversibilidad, supone en un momento crucial tener disponibles sus fuerzas de seguridad para combatir de lleno al terrorismo islamista, una amenaza mucho menos predecible y mucho más difícil de manejar y comprender. La reconversión del IRA a la vía política tiene también una importante lectura española, salvadas todas las distancias oportunas. Deja a ETA el dudoso honor de mantenerse como la única banda de pistoleros operativa en el territorio de libertades que es Europa.

26 Septiembre 2005

IRA sin armas

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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En dos meses, el IRA (Ejército Republicano Irlandés) ha dado dos pasos de enorme alcance que hacen que la paz definitiva en Irlanda del Norte aparezca como algo probable: su renuncia, el pasado 28 de julio, al uso de la fuerza, junto al compromiso de perseguir sus objetivos «exclusivamente por medios pacíficos»; y, ayer, el anuncio del final de la destrucción de todos sus arsenales. Es el mayor paso desde el Acuerdo del Viernes Santo de 1998. Las dos comunidades del Ulster, la católica, partidaria de la integración de ese territorio en la República de Irlanda, y la protestante, defensora de su continuidad en el Reino Unido, están lejos de haberse reconciliado e incluso de poder afrontar una plena convivencia, como han puesto de relieve distintos incidentes en las últimas semanas. Pero va creciendo la esperanza de poder vivir sin miedo a la pistola o la bomba de unos u otros.

El arsenal del IRA, en el Ulster y en la República de Irlanda, había sido inventariado por el general canadiense John de Chastelain y su comisión internacional independiente, que ayer pudo certificar que había sido «puesto fuera de uso» de forma concluyente y ratificado por los dos sacerdotes testigos, uno católico y otro protestante. De momento, no hay fotografías ni se hará público el inventario. El IRA, imbuido de una cultura militar, ha querido evitar toda impresión de rendición o de renuncia a un pasado que se remonta a 1916, pero que entre los Provisionales tiene 35 años a sus espaldas.

El primer partido protestante, el DUP de Ian Paisley, desconfía de que el desarme del IRA haya sido real, habla de «traición» y de que se tardarían años en restablecer las instituciones autónomicas e integradoras del Ulster. Se ha quedado sin argumentos. Ahora, tras el paso histórico del IRA, ha llegado el momento de que Londres, Washington y otros vuelquen su peso para que los protestantes cambien de actitud.

Al sumar el Acuerdo de Viernes Santo, la renuncia a la fuerza y la inutilización de su arsenal, el IRA ha reconocido que no cree ya posible alcanzar sus objetivos por la vía violenta. En los últimos tiempos, la presión conjunta de Londres y Dublín al suspender la autonomía del Ulster le ha hecho entender que sin la destrucción de su arsenal el proceso de paz seguiría varado. En todo el ejercicio ha sido básico que el liderazgo del IRA y de su brazo político, el Sinn Fein, coincidieran al menos en las personas de Gerry Adams y de Martin McGuinees, y que se impusieran los intereses políticos sobre los de la lucha armada. En 1981, cuando Bobby Sands, preso en huelga de hambre que falleció poco después, ganó un escaño en el Parlamento británico abrió el camino a la estrategia conjunta de la bomba y la urna. Veinticuatro años después, finalmente ya sólo queda el voto. Y por parte del IRA, sólo queda que se disuelva.