24 marzo 1999

Tras la paz de Dayton, Milosevic no pudo o no quiso frenar los ataques de sus serbios contra otras etnias, como la albanesa, mayoritaria en la zona de Kosovo

La OTAN dirigida por Solana interviene militarmente en Yugoslavia por el genocidio de Milosevic contra los albanos en Kosovo

Hechos

  • El 24.03.1999 la OTAN, dirigida por Javier Solana, intervino militarmente en Yugoslavia con bombardeos dando inicio a una nueva guerra.
  • La guerra terminó oficialmente el 11.06.1999 con un pacto entre Yugoslavia, Rusia y la OTAN para que estos últimos se hicieran con el control de Kosovo.

Lecturas

solana_milosevic El Secretario General de la OTAN, D. Javier Solana, logró doblegar por las armas la inacción del Presidente de Yugoslavia, Slobodan Milosevic, que no había hecho nada por evitar el genocidio étnico de los serbios contra los albanos (kosovares) e incluso algunos sectores le acusaban abiertamente de fomentarlo. La OTAN sólo frenó sus bombardeos una vez Milosevic aceptó la intervención de cascos azules para garantizar la paz de la zona.

EL TRIBUNAL PENAL INTERNACIONAL PROCESA A MILOSEVIC POR ASESINAR A 340 KOSOVARES

El 27.05.1997 el Tribunal Penal Internacional anunció que procesaba a por crímenes de guerra a Slobodan Milosevic (presidente de Yugoslavia), Milan Milutinovic (presidente de Serbia), Dragoljub Ojdanic (Jefe del Estado Mayor), Vlajko Stojilkovic (ministro de Interior) y Nikola Sainovic (Viceprimer ministro de Yugoslavia).

01 Mayo 1999

El malentendido

Eduardo Haro Tecglen

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El error, ahora, es palabra meliorativa. Por como la usa la OTAN para justificar los muertos civiles, las bombas en los países vecinos o el ataque a sus protegidos.

La culpa, dice Solana, es de Milosevic. Y hasta del imperio otomano. Sólo faltaba el artículo del notable albanés Kadaré, en este periódico, explicando que las bondad de los albaneses y la maldad de los serbios viene desde antes de J. C. Aunque quizá cometieran algún error en la época del criminal Enver Hoxha: pero es que ése era comunista, como Milosevic).

04 Abril 1999

"No a la guerra"

Luis Oz

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Tras unos días de confusión, tertulianos y oyentes se han pronunciado por abrumadora mayoría contra la intervención militar de la OTAN en Kosovo. Ayer por la mañana, los oyentes de la Cope y de la Ser no dejaban ya ninguna duda: «Ha sido peor el remedio que la enfermedad», «siempre pierde la población civil», «es terrible que no se hayan previsto las consecuencias», «lo que hay que hacer con Milosevic es enviar un comando a cortarle el cuello».

El desastre humanitario, agigantado por Milosevic tras los bombardeos, y la falta de liderazgo en la OTAN y en España a la hora de justificar la intervención han sido decisivos.

Juan Morano y Luis María Anson en Onda Cero, Martín Ferrand en la Cope, Encarnación Valenzuela, Ramón Pi y Carlos Dávila en Radio 1, José Antonio Vera en Radio España y Miguel Angel Aguilar y Javier Pérez Royo en la Ser defendieron con desigual convicción la intervención de la OTAN.

Melchor Miralles, Ramón Tamames y José Luis Gutiérrez en la Cope, Ramón Orozco en la Ser, Fernando Jáuregui y, sobre todo, Antonio Pérez Henares en Radio 1, así como la mayoría de los tertulianos de Onda Cero y de Radio Voz la criticaron con desigual vehemencia.

«Llevábamos meses o años lamentando que no se hiciera nada contra Milosevic y ahora que se hace algo lo criticamos», reflexionaba en voz alta Iñaki Gabilondo, preocupado por la posible satanización de Javier Solana. Este se lo agradeció concendiéndole una entrevista en exclusiva el jueves. Pero en vez de aclarar, confundió todavía más al personal.

La voz de González de Córdoba leyendo el último parte de la Guerra Civil -el jueves hizo 60 años- sonó en todas las emisoras: «Hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo… la guerra ha terminado». Sólo ha habido dos testimonios tan importantes en la historia de la España del siglo XX: el de Arias Navarro anunciando la muerte de Franco en 1975 y el del Rey exigiendo la rendición de los golpistas del 23-F.

05 Abril 1999

El ogro humanitario

Gabriel Albiac

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Diez días de guerra han conseguido aquello en lo cual años de nacionalismo serbio fracasaron. Los bombardeos de Javier Solana están a punto de consumar lo que la represión de Milosevic no pudo: la solución final; el exilio masivo de los albaneses de Kosovo. Los bombardeos han disparado su doble efecto: desbandada civil kosovar por un lado; coartada, por el otro, para el exterminio por las tropas serbias de todo cuanto pueda ser obstáculo a su proyecto nacional. Demente proyecto nacional. No hay nacionalismo que no repose sobre la demencia. El patriotismo, al fin, es una patología mental; nada más que eso.

Diez años hace ya que el reparto imperial de la Guerra Fría se fue al traste. Por desmoronamiento catastrófico de uno de los contendientes. Rusia se mostró, en el 89, como un imperio no sólo repugnante. También, impecablemente incompetente. En pocos meses, de aquella máquina militar mastodóntica quedó apenas un enorme puñado de chatarra. Peligrosísima chatarra, eso sí, con la cual chantajear a los antiguos adversarios. La vieja nomenklatura del Partido, reciclada en mafias múltiples de Estado, forja, desde entonces, súbitas fortunas a costa de ayudas económicas internacionales que todo el mundo sabe descaradamente saqueadas.

Si Europa o Estados Unidos siguen pagando, en lugar de ceder a la lógica de las cosas, a la lógica del naufragio general de ese inmenso territorio en la miseria más negra y la hambruna, no es por motivo sentimental de ningún tipo. Sencillamente, restos roñosos de un arsenal nuclear en su momento apabullante, ruedan, sin el menor control, en ese caos universal que es hoy Rusia. Los mafiosos políticos y militares, que han heredado los despojos del imperio, poseen el más extraordinario instrumento de extorsión del cual organización gangsteril alguna haya sabido dotarse: un fortín cuyos márgenes de operatividad y de riesgo nadie sabe fijar.

En los inicios de la Guerra Fría, pudo Tito inventarse su anómala Yugoslavia, hostil a la amenazante URSS, gracias a una clara apuesta militar de los aliados: cortar a Stalin los accesos directos al Mediterráneo. El vuelco de alianzas de los años 90 atizó el sueño de una salida al Adriático de la mano de Milosevic. La OTAN acaba de abortarlo. ¿El precio? Unos cuantos cientos de miles de vidas destruidas por quienes proclaman protegerlas. Y una obscenidad fantástica que cristaliza en el rostro de Emma Bonino: Europa pone mercromina sobre los cuerpos que sus aviones despedazan. Es la alucinante historia del ogro humanitario. Podría dar hasta risa, si no fuera por el precio. Y porque, al fin, el precio acaban por pagarlo siempre los más míseros.