19 noviembre 1950

Aumenta la tensión en la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética

La República Popular China de Mao interviene en la Guerra de Corea por sorpresa expulsando a los norteamericanos del norte

Hechos

El 19.10.1950 una unidad de ‘voluntarios’ de la República Popular China atacó a los contingentes de la ONU que luchaban en Corea del Norte contra las tropas de ese país.

Lecturas

Corea está en guerra en junio de 1950. 

MACARTHUR QUIERE BOMBARDEAR LA CHINA ROJA

douglas_macarthur El General Douglas MacArthur ha transmitido al presidente de Estados Unidos, Harry S. Truman, su convicción de que para ganar la Guerra de Corea hay que bombardear la República Popular China, nación que no ha sido reconocida legítimamente por la ONU que sigue reconociendo como la China oficial al Gobierno nacionalista de Chiang Kai-shek refugiado en Taiwán. MacArthur será destituido por Truman en abril de 1951.

Mao ya había tenido una intervención militar en Tibet. 

Mao seguirá consolidando su régimen y en 1954 asume la presidencia de la República Popular China.

El Análisis

China entra en Corea: Mao se asoma al tablero mundial

JF Lamata

La entrada de la República Popular China en la guerra de Corea, en octubre de 1950, marca un inquietante punto de inflexión en el conflicto asiático y en el equilibrio global de la Guerra Fría. Cuando las tropas de la ONU —mayoritariamente norteamericanas y bajo el mando del general MacArthur— estaban a punto de empujar a las fuerzas norcoreanas más allá del Yalu y alcanzar la frontera con China, Pekín ha respondido con un movimiento audaz: el envío de lo que denomina una «unidad de voluntarios», en realidad una auténtica intervención militar directa en defensa del régimen comunista de Kim Il Sung.

El gesto de Mao Zedong, lejos de ser un simple acto de solidaridad ideológica con otro régimen comunista, responde a un cálculo estratégico. Permitir que tropas occidentales, lideradas por Estados Unidos, se establezcan justo al otro lado del río Yalu es algo que el nuevo régimen de Pekín no está dispuesto a tolerar. Aún no reconocido por la ONU, ni por gran parte del mundo occidental, el gobierno de Mao busca demostrar que ya no es un actor periférico, sino una potencia emergente con capacidad y voluntad de defender su esfera de influencia. Su reciente tratado de asistencia mutua con Stalin convierte además cualquier provocación contra China en una posible chispa para una guerra global.

Para Estados Unidos, el dilema es grave. MacArthur ha solicitado luz verde para bombardear territorio chino, argumentando que no se puede luchar con una mano atada a la espalda. Pero el presidente Truman, consciente del riesgo de escalar el conflicto y provocar una guerra abierta con la URSS, duda. Corea se ha transformado así en algo más que un conflicto regional: es el campo de pruebas de la nueva arquitectura mundial, en la que cada paso debe medirse no sólo por sus resultados tácticos, sino por las consecuencias planetarias que puede desencadenar.

J. F. Lamata