24 noviembre 2016

La viuda de Roberto Bolaño publica una Tribuna en EL PAÍS para desautorizar a los críticos Ignacio Echevarría (EL CULTURAL) y Jorge Herralde (LA VANGUARDIA)

Hechos

El 24 de noviembre de 2016 EL PAÍS publica una Tribuna de Dña. Carolina López.

23 Septiembre 2016

Roberto Bolaño borrado

Ignacio Echevarría

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Haber sido amigo de Roberto Bolaño los últimos años de su vida me ha deparado, una vez muerto él, algunas experiencias curiosas, vamos a decirlo así.

Una de ellas ha sido asistir, más divertido que consternado, al proceso de mitificación de su figura, con el cortejo de malentendidos, exageraciones y falseamientos que inevitablemente conlleva.

Otra ha sido observar cómo, quienes administran con toda legitimidad su legado, pretenden además controlar, mucho más discutiblemente, su memoria.

Escribo estas líneas movido por las algunas de las interpretaciones que he oído dar al hecho de que la obra entera de Bolaño, incluido algún inédito, vaya a editarse en Alfaguara, abandonando el sello de Anagrama, la editorial que tanto contribuyó a su visibilidad y a su éxito crecientes, y a la que Bolaño confió hasta el final la mayor parte de sus libros, incluido el último que él dio por bueno, El gaucho insufrible.

Por lo que sé, no han sido razones económicas ni de estrategia editorial las que han determinado que la obra de Bolaño pase a publicarla otro sello. Después de haber pasado una oferta más que considerable, Jorge Herralde fue informado sin más del acuerdo con Alfaguara, es decir que no tuvo oportunidad de -como suele ser lo corriente en estos casos- pujar y mejorar su oferta para conseguir mantener a Bolaño en su catálogo. La decisión es difícil de explicar a la luz de la amistosa relación que Bolaño mantuvo en vida con Jorge Herralde, de su fidelidad a Anagrama, y de la fortuna que su obra -tanto la publicada en vida como la póstuma- ha corrido a su amparo.

Todo invita a sospechar que había un designio previo de arrancar a Anagrama la obra de Bolaño. Lo cierto es que hacía ya varios años que las relaciones de Carolina López, la viuda del escritor, con Jorge Herralde y su mujer Eulalia Gubern, otrora cordiales, habían quedado unilateralmente suspendidas. Ya a partir del año 2007, fecha de la publicación de La Universidad Desconocida, todos los tratos entre ellos se hicieron por vía de agente.

Por entonces hacía tiempo que Carolina López venía cortando sus relaciones con gran parte de quienes constituyeron el entorno más cercano a Bolaño durante los últimos años de su vida. Algo a lo que no cabe objetar nada, como no sea cierta inconsecuencia respecto a actitudes anteriores. Pienso en las mostradas hacia mí, sin ir más lejos. Es sabido que, recién fallecido Bolaño, tuve la iniciativa de recopilar todos los artículos y charlas de los que tenía noticia y publicarlos bajo el título Entre paréntesis, por supuesto que con la complicidad -además de la autorización- de Carolina, con quien mantenía entonces una relación sin duda afectuosa.

Los que administran el legado de Bolaño pretenden además controlar, mucho más discutiblemente, su memoria

Poco después, me correspondió asesorar la decisión de publicar en un solo volumen 2666, novela en cuya edición participé. Fue al frente de la primera edición del libro, en 2004, donde Carolina López, en una “Nota de los herederos del autor”, decía que yo era el “amigo al que [Bolaño] designó como persona referente para solicitar consejo sobre sus asuntos literarios”. De estas palabras no cabe desprender en absoluto que yo fuera, ni jurídicamente ni a efectos prácticos, el albacea de Roberto Bolaño, por mucho que así lo hayan proclamado -nunca con mi consentimiento- algunos periodistas, ignorantes del significado real de este término. Lo que sí justificaban dichas palabras era que, en la medida de mis posibilidades, yo siguiese buscando las fórmulas más adecuadas para publicar el legado inédito de Bolaño, de cuya extensión sólo alcancé a tener un vislumbre parcial: el que me procuraba la copia del contenido del disco duro del escritor que la misma Carolina López me pasó al poco de su muerte (pues nunca llegué a revisar más que superficialmente los “papeles” y los cuadernos de Roberto).

A partir del contenido de ese disco propuse, en 2005, reunir un puñado de cuentos y de fragmentos narrativos inéditos al que puse el título de uno de ellos: El secreto del mal. En la “Nota preliminar” explicaba con toda la claridad que me fue posible -como ya había hecho en Entre paréntesis– la procedencia de los textos y el criterio con que los había seleccionado y ordenado. La publicación de este libro, sin embargo, se pospuso un par de años, probablemente a consecuencia de la determinación de Carolina López de apartarme en lo sucesivo, siquiera fuera como consultor, de toda decisión sobre el legado de Bolaño.

Dado que mi proceder como ‘editor’ de las tres obras póstumas de Bolaño en las que tuve participación me parece muy poco reprochable, hay que buscar la causa de la decisión de Carolina en razones personales, y éstas señalan en una sola dirección: mi buen entendimiento con Carmen Pérez de Vega, la mujer con la que Roberto Bolaño mantuvo un larga y estrecha relación sentimental durante los últimos años de su vida (en especial los tres últimos, en que la relación se afianzó y se hizo más o menos pública).

La existencia de esta relación pertenece sin duda a la esfera de lo privado, y sacarla aquí a colación sólo se justifica en la medida en que la viuda de Bolaño la ha convertido en marca de fuego con la que señalar a quienes forman parte o no de lo que podríamos llamar la ‘memoria oficial’ de Roberto Bolaño: una memoria retocada, censurada, siempre en nombre del interés de los dos hijos que Carolina tuvo con el escritor, Lautaro y Alexandra Bolaño López.

Renuncio a adentrarme en el pantanoso terreno a que aboca esta última consideración. Me limito a constatar el intento de imponer esa ‘memoria oficial’ a costa de quienes de ningún modo podemos -ni queremos, por lealtad a Bolaño y a nosotros mismos- renunciar a la nuestra propia. Y a lamentar que ese intento interfiera en una administración del legado de Bolaño más acorde con su voluntad.

Mientras me ocupé de los inéditos de Bolaño no asumí, ni expresa ni tácitamente, condición de ningún tipo relativa a mi modo de proceder, menos aún a mi libertad de buscar información donde quisiese. El único motivo que me dio Carolina López para retirarme su confianza fue haberse enterado de que, durante los preparativos de El secreto del mal, yo había hecho alguna consulta a Carmen Pérez de Vega. Pero en absoluto pensé nunca que no podía hacerlo, como enseguida le repliqué, y de hecho ya le había consultado, y con provecho, cuando preparaba Entre paréntesis, cosa que Carolina López supo y que en su momento no me objetó.

He dicho ya que la suspensión unilateral del trato personal entre Carolina López y Jorge Herralde se produjo hacia el año 2007, el de la publicación de La Universidad Desconocida. En esa fecha, Carolina López rechazó con enfado la iniciativa adoptada por Jorge Herralde de confiarnos la edición de ese libro a Bruno Montané y a mí mismo, tarea que asumimos los dos con entusiasmo y con todo el rigor del que fuimos capaces. Supongo que había personas más competentes que yo para realizar esta tarea, pero estoy seguro de que no había ninguna más adecuada -ni siquiera Carolina López, que exigió hacerse cargo de ella- que Bruno Montané, viejo amigo de Roberto desde sus años de México y activo cómplice a lo largo del tiempo de su aventura poética. (De nuestro trabajo con aquel libro queda testimonio parcial en el número 314 de la revista Quimera, en el que se publicó la que estaba destinada en un principio a ser la nota previa de aquel libro).

La relación de Bolaño con Carmen es la marca de fuego con que la viuda señala a quienes forman parte de la «memoria oficial»

Por las mismas fechas Carolina López quiso impedir la reedición, en Ediciones Universidad Diego Portales, de Bolaño por sí mismo, una selección de entrevistas con Roberto Bolaño excelentemente armada por Andrés Braithwaite, también amigo y cómplice del escritor (para Braithwaite escribió Bolaño la mayor parte de sus columnas periodísticas). Prologado por Juan Villoro, ese libro constituye una inmejorable “introducción” a Bolaño y un magnífico comentario de su obra y de su poética. Afortunadamente, los responsables de Ediciones Universidad Diego Portales no se arredraron frente a las amenazas de los abogados de Carolina López y el libro sigue circulando en Chile. Pero esas mismas amenazas han obrado su efecto entre editores de otros países, en particular España, donde lamentablemente se desconoce. Jorge Herralde se hizo con los derechos del libro, pero cuando ya estaba en proceso de producción recibió un conminatorio burofax en el que se le avisaba de la rotunda oposición de Carolina López a que ese libro viera la luz. ¿Por qué? En el año 2005 Braithwaite había contado con el consentimiento y la complicidad de Carolina López cuando armó el libro. Tiempo después, sin embargo, lo reprobó. Es más que probable que la razón fuera la muy velada alusión a Carmen Pérez de Vega que hacía Braithwaite en su breve nota sobre la edición, en la que le expresaba su agradecimiento.

Al parecer, meses antes de firmarse el contrato con Alfaguara (¿y por qué no con Literatura Random House, sello perteneciente al mismo grupo, en el que la obra de Bolaño tan bien hubiera cabido?, ¿acaso porque su director es Claudio López de Lamadrid, amigo también y, por lo tanto, testigo de Bolaño?) hubo amagos para conseguir de Jorge Herralde alguna declaración en el sentido de negar que Carmen Pérez de Vega hubiera sido “pareja o compañera” de Roberto Bolaño durante los últimos años de su vida. Puede que la resistencia de Herralde a hacerlo (se limitó escuetamente a afirmar, con toda verdad, que “Carolina López fue la esposa legal de Roberto hasta su fallecimiento y jamás, en ningún momento, Roberto pensó en abandonar a sus hijos”) haya tenido más que ver con la firma de aquel contrato que casi todas las demás razones con que otros especulan.

La lista de proyectos en torno a Bolaño interferidos por los vetos de Carolina López es numerosa. Éstos se extienden a algunos intentos de rescatar la memoria de sus años en México. Perros habitados por las voces del desierto (México, Aldus, 2014), la importante antología de la poesía infrarrealista realizada por Rubén Medina, miembro histórico del grupo, lleva dieciséis páginas en blanco, en las que se lee únicamente el título y la fecha de los poemas de Bolaño que no se han podido reproducir. No es el primer ni el único caso.

Entretanto, los abogados de Carolina López no han dejado de emitir burofaxes intimidantes y de interponer demandas (en nombre del “derecho al honor y a la intimidad personal y familiar” de la misma Carolina López y de sus hijos) a cuantos periodistas, documentalistas, editores, directores de programas universitarios, de canales de televisión, de prensa periódica han osado recordar la existencia de Carmen Pérez de Vega o dado cauce a declaraciones en que se habla de ella en términos que puedan inducir a pensar que nunca fue “pareja o compañera” de Roberto Bolaño.

Sobre la misma Carmen Pérez de Vega -mujer discreta, que vive de su trabajo- pesa en la actualidad una demanda millonaria por manifestaciones que supuestamente habría hecho acerca de su relación con Bolaño y por su comparecencia en foros públicos en calidad de “pareja o compañera” de Bolaño, dos términos éstos -los de “pareja” y “compañera”- que admiten, como parece obvio, una interpretación bastante elástica, por lo que se diría que es poco probable -a mi juicio, al menos- que la demanda prospere. Pero el clima de intimidación sí va surtiendo efecto, me temo, y por mi parte observo con escándalo e indignación cómo -a despecho de tantas incontestables pruebas en las que uno sigue confiando tozudamente, incluidas algunas fotografías inequívocas- la operación de “borrado” de un segmento de la memoria de Bolaño (de quien, significativamente, todavía no se ha escrito ninguna biografía) tiene visos de conseguir sus objetivos, ilustrando una vez más de qué manera, por poco que nos descuidemos, se escribe la historia, cualquier historia.

Reediciones

La nueva y voluminosa edición de 2666 por Alfaguara suprime, razonablemente, tanto la “Nota de los herederos del autor” que figuraba al frente como la “Nota a la primera edición” que iba al final. En lugar de ésta se da un cuadernillo de “Apuntes de Roberto Bolaño para la escritura de 2666. Se trata de la reproducción fotográfica de quince páginas de sus cuadernos en las que figuran, en efecto, apuntes, listados y gráficos relativos a la novela (más la portada de una libreta en la que se lee: “2666. A Non Science Fiction Novel”). Entre los apuntes, se encuentra ése tan emocionante que se citaba ya en la nota a la primera edición: “Para el final de 2666: ‘Y eso es todo, amigos. Todo lo he hecho, todo lo he vivido. Si tuviera fuerzas, me pondría a llorar. Se despide de ustedes, Arturo Belano’”. Se trata de un material sin duda interesante aunque, servido de este modo, puramente anecdótico. También la nueva edición de Los detectives salvajes incorpora un cuadernillo parecido.

Han pasado doce años desde que 2666 vio la luz por primera vez. En este tiempo, parece ser que el archivo personal del escritor ha sido o está siendo -hablo de oídas- minuciosamente catalogado, y es de suponer que en el camino se hayan hecho hallazgos reveladores. No me refiero solamente a posibles inéditos como el que está a punto de ver la luz (El espíritu de la ciencia ficción), sino a pistas de todo tipo que permitan cartografiar el proceso creativo y la trayectoria de Bolaño. ¿Arrojan estas pistas nuevas luces sobre 2666? La reedición de la novela hubiera sido una buena ocasión para saberlo, para esbozar, siquiera muy sumariamente, un ‘estado de la cuestión’ en lo relativo a los planes -a veces contradictorios, como es sabido- que Bolaño tenía para su obra magna; también en lo relativo a la existencia de diferentes estratos de redacción, de variantes más o menos sustanciales, de desarrollos alternativos o de posibles cierres o finales.

Sé que una edición comercial no es el lugar más apropiado para entrar en detalles de este tipo, pero la publicación póstuma de escritos quizás no del todo terminados por el propio autor, como es el caso de 2666, reclama siempre ciertas aclaraciones mínimas. Las hacíamos los primeros editores de la novela, incluida Carolina López, al presentarla. Pero por entonces carecíamos de una perspectiva sólida del legado de Bolaño, como cabe presumir que se tiene ahora. Sorprende que no haya nada más que decir o que añadir al respecto.

30 Octubre 2016

Bolaño, enigmas que no son ciencia ficción

Xavi Ayén

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«En los Estados Unidos les está dando por el video, tengo buenos datos. En Londres los adolescentes juegan durante algunos meses a ser estrellas de la canción. Y no pasa nada, por supuesto. Aquí, como era de esperar, buscamos la droga o el hobby más barato y más patético: la poesía, las revistas de poesía; qué le vamos a hacer, no en balde esta es la patria de Cantinflas y Agustín Lara”, afirma el doctor Carvajal, uno de los personajes de El espíritu de la ciencia-ficción, la nueva novela de Roberto Bolaño (1953-2003), que se pone el jueves a la venta. Una obra en la que el joven poeta Jans Schrella –un trasunto del propio Bolaño– vive la bohemia literaria mexicana.

Todo lo que rodea a Bolaño es un acontecimiento. Desde el boom latinoamericano, con nombres como García Márquez o Vargas Llosa, no se recuerda a un escritor con semejante eco mediático y a la vez aplauso de la crítica. Autor inicialmente de culto, ha tenido éxito en mercados tan difíciles como el de Estados Unidos y antes de morir había empezado a entrar en las primeras deliberaciones de los académicos suecos, esas que con el paso de los años pueden fructificar o no. La aparición del nuevo libro coincide con una polémica sobre la gestión de su memoria que ha llevado a su viuda, Carolina López, a demandar judicialmente a varias personas e instituciones que se refirieron a Carmen Pérez de Vega como “la última pareja de Bolaño”, acusándolos de atentar contra el honor y la intimidad de la familia. La demanda se extiende a la propia Pérez de Vega.

Hay que decir que algo, en teoría, tan sencillo de dilucidar es, a tenor de los amigos consultados, interpretable. Para A.G.Porta y otros, “Roberto y Carolina no estaban separados”. En cambio, para otros, “su pareja era Carmen”.

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Celebración del último cumpleaños –el 50.º– de Roberto Bolaño, en abril del 2003, en la que pueden verse a A.G.Porta (el anfitrión), Juan Villoro, Ignacio Echevarría, Mónica Carmona, Rolando Sánchez Mejías, Rodrigo Fresán y Claudio López Lamadrid. Bolaño, junto a Carmen Pérez de Vega, fallecería dos meses y medio después.

ARCHIVO BOLAÑO

El tema no es un mero chisme y tiene que ver con el salto que su obra acaba de dar de Anagrama –la editorial que le publicó prácticamente todos sus libros– a Alfaguara por una cantidad ligeramente superior a 500.000 euros. La relación entre Jorge Herralde y Carolina López no era buena. “Desde el 2007 no tengo contacto directo con ella –confirma el editor–, solamente a través de agentes y abogados”, a pesar de lo cual llegó a publicar siete libros póstumos de Bolaño entre el 2003 y el 2011. Para el fundador de Anagrama, “los herederos no nos han retirado sus títulos por una cuestión de dinero, sino porque formábamos parte de aquellos amigos íntimos a quienes nos había presentado a Carmen como su novia, con la que yo mantenía un trato esporádico y cordial”. Herralde habla de “una lista negra”. Cuenta que, mientras Ignacio Echevarría y Bruno Montané preparaban la edición de La universidad desconocida, “un día recibimos un burofax de un pomposo despacho de abogados en nombre de los herederos desautorizando la edición de dicho texto. Le respondí a Carolina López que, entonces, quedábamos a la espera de su edición y esa es la que publicamos, con algún poema añadido por ella y eliminando la introducción”. El hecho de que Pérez de Vega fuera consultada en alguna cuestión menor, durante la edición de un libro anterior, molestó a la viuda, a la que Herralde no consultó acerca de la idoneidad de Echevarría y Montané para ocuparse del nuevo título.

“El 16 de diciembre del 2015 -prosigue Herralde-, se produjo una reunión en Barcelona, muy cordial, entre Carolina López, Sarah Chalfant (de la agencia Wylie), Carlo Feltrinelli y Silvia Sesé, de la que todos salieron convencidos de que Bolaño seguiría en Anagrama . El precio del anticipo ya se había acordado en reuniones previas”. Esa misma tarde, López tuvo una reunión con Penguin Random House, donde les vendieron toda la obra de Bolaño, sin darnos opción a seguir en la puja”. Herralde deja claro que “no tengo nada contra Wylie, ni contra Random House, es una decisión de Carolina López. No hablaré de delirios ni paranoias porque mis conocimientos médicos son realmente insuficientes”.

El entorno de López afirma que “Herralde trataba a Carolina como un trapo sucio”, mientras que en Anagrama citan una lista de agravios concretos, básicamente reediciones que la viuda no autorizaba. “Anagrama ya había dado a Bolaño todo lo que pudo darle, que es mucho, mientras que Alfaguara cuenta con una distribución mucho más potente en Latinoamérica, con lo que su obra puede dar otro salto y ampliar su público”, argumentan los defensores del cambio de editorial, que desdramatizan “algo muy habitual en el sector”.

Bolaño se relacionó con las dos mujeres. Con López tuvo dos hijos –nacidos en 1990 y el 2001–, mantenía una vida familiar en Blanes, viéndose con amigos, realizando algunos viajes y alternando periodos de alejamiento con otros de mayor cercanía. Con Pérez mantuvo una relación amorosa a lo largo de seis años que incluyó varios viajes, asistencia a actos públicos y actividades con amigos, a alguno de los cuales les dijo, hacia el final de su vida, que buscaba piso en Barcelona. La relación con Pérez de Vega se inició en diciembre de 1997 y duró hasta su muerte, de hecho fue ella la que lo condujo al hospital Vall d’Hebron donde murió y quien llamó a Carolina para que se presentara.

Este diario se ha intentado poner en contacto con López y con Pérez. En el caso de la viuda, la editorial Alfaguara se ha remitido a la rueda de prensa que dará la semana que viene. Y Pérez de Vega ha declinado ofrecer declaraciones, más allá de esta: “Yo no pedía nada. Solamente que no me arrebataran mi amistad, cercanía y el conocimiento que tengo de Roberto”.

Ignacio Echevarría se refirió, hace unos días, en un artículo en la revista El Cultural, a la causa de que lo hayan apartado de las labores de edición de los textos del chileno: “Mi buen entendimiento con Pérez de Vega, la mujer con la que Bolaño mantuvo una larga y estrecha relación sentimental durante los últimos años de su vida (en especial los tres últimos, en que la relación se afianzó y se hizo más o menos pública)”.

También se han vertido ríos de tinta sobre la dolencia hepática que, finalmente, le llevó a la muerte. El doctor Víctor Vargas, del hospital Vall d’Hebron, declaró al diario chileno La Tercera que fue “un trastorno inmunológico que afecta a las vías biliares y va dañando el hígado”. Contactado por este diario, Vargas responde: “He firmado un documento a la familia por el que me comprometo a no hablar de este tema”. Hacia el año 1992 o 1993, los médicos le dijeron que debía pedir un trasplante de hígado, lo que fue posponiendo hasta entrado el siglo XXI. Cuando ingresó en el hospital –afectado por el sangrado de las varices esofágicas, un daño colateral de su dolencia–, Bolaño estaba ya el segundo de la lista de espera.

Volviendo al nuevo libro, el chileno Bruno Montané vivió la bohemia mexicana junto a Bolaño. Forzado a realizar una lectura fragmentaria y apresurada de El espíritu de la ciencia-ficción, ya adivina algunos referentes: “Veo que el personaje de Rodríguez es Juan Rejano, poeta andaluz exiliado en México que aparece en Los detectives salvajes. Otros aparecen por su nombre real, como el periodista cultural Jesús Luis Colín, con quien nos solíamos ver en la cafetería La Habana, o Alcira Soust Scaffo, que es el auténtico nombre de Auxilio Lacouture –el personaje de Amuleto–, quien, expulsada de México, vivió unos pocos años como vagabunda en Montevideo”.

Del baúl de Bolaño siguen brotando, pues, obras póstumas. Además de El espíritu de la ciencia-ficción, tuvimos las novelas 2666 (2004), El Tercer Reich (2010) y Los sinsabores del verdadero policía (2011), los volúmenes de cuentos El gaucho insufrible (2003) y El secreto del mal (2007), así como el volumen de poesía La universidad desconocida (2007) y los ensayos recogidos en Entre paréntesis (2004). Si bien él mismo dejó claro que había obras que no daba por buenas –como El Tercer Reich–, es evidente que tienen interés para la legión de bolañistas que puebla el mundo. Herralde certifica que “cuando, con él vivo, miramos sus cajones, sólo quiso rescatar Amberes y Monsieur Pain y no consideró los demás títulos aptos para la publicación, aunque yo no dudo de que son valiosos”. Ahora, se espera un nuevo libro de cuentos, otro de poesía y el Diario de vida, una libreta la naturaleza de cuyo contenido no ha quedado aclarada. Aunque, dada la labor de catalogación que se viene realizando, tal vez la semana que viene Carolina López dé alguna sorpresa

24 Noviembre 2016

La verdad sobre Roberto Bolaño

Carolina López

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Carolina López, viuda del escritor chileno, rompe su silencio

Recientemente se ha publicado un artículo del crítico Ignacio Echevarría (El Cultural de El Mundo, 23 de septiembre de 2016) y unas declaraciones del editor Jorge Herralde (La Vanguardia, 30 de octubre de 2016) que, lejos de referirse a cuestiones literarias de la obra de Roberto Bolaño, tratan sobre asuntos de mi vida privada, la de mis hijos y la del propio Roberto que no son ciertas.

Roberto murió en 2003 tras largos años de enfermedad y su voluntad siempre fue que su esposa y sus hijos gestionaran su obra, como hemos venido haciendo con discreción. Tras su fallecimiento, yo seguí viviendo en Blanes (Girona) junto a mis hijos e intentando llevar una vida anónima ajena a las rencillas editoriales. Siempre he mantenido mi puesto como educadora social en el Ayuntamiento de ese pueblo, donde trabajo desde hace más de 30 años. Ahora me veo, tristemente, en la obligación de romper este silencio de más de 10 años.

Echevarría y Herralde atribuyen que se les haya apartado de la gestión de la obra de Roberto al hecho de que, según ellos, conocían una relación sentimental de este con Carmen Pérez. Lo cual no es cierto en absoluto. Actúan movidos por el despecho, porque, debo decir, que se apartaron ellos mismos.

La reciente publicación de la novela inédita El espíritu de la ciencia-ficción y la cesión de los derechos de la obra de Roberto a Alfaguara y no a Feltrinelli (sucesora de Anagrama) se debe únicamente a razones profesionales. La propuesta que realizó Alfaguara en el marco de las negociaciones en las que intervino mi agente, Andrew Wylie, fue mucho más ventajosa para la obra de Roberto. No solo en lo económico. Alfaguara tiene una mayor presencia en Latinoamérica, donde sus libros cuestan menos, algo fundamental para garantizar el acceso de los lectores a su obra.

Debe destacarse, además, que cuando Roberto murió, sólo hacía siete años que publicaba en Anagrama. De la totalidad de su obra (15 libros), seis los publicó en otras editoriales (Seix Barral, Acantilado, Lumen, Planeta Chile y Mondadori). Como bien sabe el propio Herralde, de los 20 años de vida editorial de Roberto, siete corresponden a Roberto y 13 a la gestión de su familia. Durante estos últimos, su editorial pudo reunificar toda la obra en su sello así como publicar inéditos póstumos muy relevantes. Después de 13 años en Anagrama difícilmente se puede sostener que tomemos decisiones de forma impulsiva o vengativa.

Mi pérdida de confianza en Herralde se inició en 2008, cuando revisé los contratos. Me percaté de que en 2005 Anagrama había formalizado sin mi autorización un pacto por el cual estábamos pagando comisiones mucho más altas de lo habitual. Si las comisiones rondaban de costumbre el 20%, mis hijos y yo pagábamos entre un 35% y 55%. Anagrama prolongó la vigencia de los contratos hasta 2015 y amplió el límite de ejemplares que podía editar hasta la inverosímil cifra de 5.000.000 cuando los topes de los contratos anteriores eran de 20.000 ejemplares. Además, cuando se firmó el referido contrato en 2005, ya había caducado la vigencia de varias obras por haberse superado el límite de edición, todo ello sin abonar el adelanto habitual.

En ese contexto, la agencia literaria Andrew Wylie me ofreció representar la obra de Bolaño a nivel mundial y se produjo la renegociación con Anagrama, que además cesó en la gestión internacional de la obra. Fue en ese momento cuando mi nombre, que apenas había salido en la prensa, pasó a ser el centro de artículos que desacreditaban mi imagen y aludían a hechos de la esfera privada que no son ciertos.

Respecto a Ignacio Echevarría, nuestra relación profesional quedó rota en 2005 porque, igualmente, perdí la confianza en él. En el trabajo de coordinación de la edición del libro El secreto del mal tuve conocimiento de que había difundido por correo electrónico a terceras personas el manuscrito inédito de dicha obra sin pedir mi autorización y antes de haber firmado contrato alguno. Valoré esto como una frivolidad y una falta de responsabilidad. Cuando le pregunté por ello reconoció su error, pidió disculpas y dimitió de su cargo. Miente, pues, cuando afirma que lo despedí. Y miente cuando relata los motivos. En su día, él mismo encontró justificada su dimisión, como se constata en el correo electrónico que me envío el 9 de octubre de 2005: “Lamento muy sinceramente haber decepcionado tu confianza. […] Me hago cargo de lo que puede suponer una pérdida de confianza y asumo enteramente mi responsabilidad”. Además, se ha desdicho de lo que me escribió dos días después, en otro correo: “Por mi parte, no tengo intención de dar más vueltas al asunto, ni mucho menos de divulgarlo en forma alguna”.

Después de este mensaje no podía imaginar que Echevarría continuaría declarándose albacea de la obra de Roberto —mintiendo públicamente— hasta que en 2011, seis años después, declaré a La Vanguardia que nunca lo había sido. Es decir, miente cuando escribe en su reciente artículo de El Mundo que nunca se había definido como tal y que eran los periodistas quienes lo afirmaban. Baste leer la entrevista que concedió en El Telégrafo de Ecuador (2 de diciembre 2009):

—Cambiando de tema, hasta hace poco tiempo estuvo a cargo de la obra de Bolaño…

—Estaba, ahora no. Lo que pasa es que él me nombró, frente a su viuda, albacea, pero solo de palabra. Yo no tenía poderes jurídicos en la administración de su legado.

Mis argumentos son profesionales. Por eso es absurdo que Herralde y Echevarría decidan por despecho quién fue, y desde cuándo, su pareja. Con gran dolor, mis hijos y yo estamos pagando, me temo, las consecuencias de nuestra salida de Anagrama.

Sobre mi vida privada, la de Roberto y mis hijos nunca he hablado en los medios y no lo voy a hacer ahora. Sólo me limitaré a decir que Roberto y yo mantuvimos un proyecto de vida en común, de pareja y familiar junto a nuestros hijos, durante 23 años, desde que nos conocimos en Girona en 1981 hasta su fallecimiento. Es falso que Roberto compartiera su vida y los últimos seis años antes de su fallecimiento con Carmen Pérez. En todas sus declaraciones públicas, también en la entrevista que concedió pocos días antes de su fallecimiento, sus temas son la literatura y su familia, a los que profesaba un profundo amor y respeto y junto a los que vivió en Blanes hasta el final.

24 Noviembre 2016

Desmentido de un presunto albacea

Ignacio Echevarría

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El crítico literario Ignacio Echevarría responde al artículo publicado el miércoles en EL PAÍS por Carolina López, viuda del escritor

Me veo en la penosa obligación de desmentir, por la parte que me toca, algunas de las falsedades que Carolina López vuelca en un artículo publicado ayer por este periódico bajo el título La verdad sobre Bolaño.

Uno. Nunca hasta ahora me he referido a la vida privada de Carolina López ni de sus hijos. Me he limitado a dejar constancia de la relación de Roberto Bolaño con Carmen Pérez de Vega, y lo he hecho movido por el escándalo que me producía la insistencia de Carolina en negar esa relación y la prepotente manera en que ha acosado a Carmen Pérez. Como amigo que fui de Bolaño, podría decir muchas cosas de su relación con Carolina. Me las callo, de momento, en consideración a sus hijos, precisamente. Pero me sorprende que en el mismo artículo en que ella niega esa relación y aparece felizmente abrazada a Roberto se remita a un artículo de La Vanguardia en el que se publica una foto bastante más tardía, correspondiente al último cumpleaños de Roberto Bolaño, en la que éste aparece felizmente abrazado a Carmen Pérez de Vega, la mujer que pocas semanas después lo llevaría al hospital en que murió. Sin comentarios.

Dos. Nunca he tenido una “relación profesional” con Carolina López. Nunca he dicho que me haya despedido de ningún cargo, porque nunca he ocupado ninguno en relación a ella, ni me ha pagado nunca, por lo que mal me podía despedir, como dice. Los libros póstumos de Roberto Bolaño de los que me ocupé fueron publicados por iniciativa mía, como ella misma reconocía en una entrevista a la que alude en su artículo, publicada en La Vanguardia a comienzos de 2011. Mi trabajo, por cierto, lo realicé venciendo el escepticismo que Carolina López sentía respecto al interés que pudieran suscitar esos libros, como recuerdan bien los editores de Anagrama. Conservo varios correos en los que López me expresa encarecidamente su agradecimiento por mi labor y mi ayuda. Pero, a pesar de su ejemplo, prefiero no reproducir correos personales, a menos que ella insista.

Tres. Es falso que yo difundiera “por correo electrónico a terceras personas el manuscrito inédito” de El secreto del mal. ¿Controla López mi correspondencia? Sin incumplir ningún acuerdo ni expreso ni tácito, me limité a consultar con Carmen Pérez el contenido de ese libro, para averiguar si había piezas de interés que se me escapaban. Cuando Carolina me lo reprochó, de malas maneras, asumí, sin problemas, mi responsabilidad y acepté apartarme de mis funciones como asesor del legado literario de Bolaño. Después de la histeria con que Carolina trató ese asunto, lo mejor era alejarse de allí. Por entonces yo sentía sincero aprecio por Carolina López, sobre cuyas motivaciones me equivocaba, y traté de quitar hierro a mi alejamiento y salvar nuestra relación.

Cuatro. Nunca, repito, nunca he declarado ser el albacea de Roberto Bolaño. Es falso lo que a este respecto dice Carolina López. En el pasaje de la entrevista que me hicieron en Ecuador y que ella cita para demostrarlo me limito a explicar al periodista que esa función sólo me correspondía de palabra, no legalmente, y que fue Carolina quien, como es sabido, me atribuyó, en nombre de Roberto Bolaño, el papel de asesor. Falseando deliberadamente los hechos, Carolina López asegura que yo, “mintiendo públicamente”, me declaré albacea de Bolaño hasta que en su entrevista de La Vanguardia ella lo desmintió. Pero lo que dice Carolina López en esa entrevista, literalmente, es lo siguiente: “Que se afirme que Roberto nombró albacea a Ignacio Echevarría es un malentendido, que creo él ha intentado desmentir más de una vez”. Y así es.

Cinco. Es falso que Roberto Bolaño y Carolina López mantuvieran hasta la muerte de aquél, como ella dice, “un proyecto de vida en común, de pareja y familiar”. Me consta que no es así. Roberto Bolaño adoraba a sus hijos e hizo cuanto él juzgaba oportuno para seguir viéndolos y asegurarles un buen vivir en el caso de que falleciera. Eso explica muchas cosas, y es la razón de que Carolina haya quedado al frente de un legado que viene administrando de manera cada vez más objetable. Pero esta es otra historia.